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lunes, 3 de enero de 2011

EL ORIGEN ESTÁ EN EL DECRETO...

Comenzamos la cuesta de enero, aún no han llegado los Reyes Magos y aún no hemos podido cambiar el “chip”. Por mucho que queramos hasta que no desaparezcan las luces, los arboles con bolas y adornos y los dichosos gorritos de Papá Noel –ni mamá tampoco…- no podremos pensar que ya toca, que ya viene y parece que fue ayer cuando teníamos que acostumbrarnos a la idea de que tocaba esperar otra vez. Los tiempos siguen fieles a su cita, todo a su debido momento por eso en esta entrada me pararé en lo que se puede llamar el principio de la Semana Santa, o mucho más allá… el principio incluso de antes del nacimiento de Jesús.

La ciudad de Sevilla cuenta con uno de los pasos de misterio más peculiares nos solo de la Semana Santa si no del fenómeno artístico mundial. En la jornada del Sábado Santo –anteriormente lo fue del Jueves Santo- la hermandad de la Trinidad procesiona eso mismo, la Santísima Trinidad echa madera en el primero de sus tres pasos. Con el misterio alegórico del Sagrado Decreto desde un punto de vista estrictamente iconográfico da comienzo los misterios procesionales de la pasión sevillana pues en él se anuncia, la decisión tomada por el Padre de que el Hijo bajase a la tierra para padecer y morir en la cruz, redimiendo a la humanidad del pecado tal como expresa San Pablo en su Carta a los Colosenses, Cristo vivificó el género humano “borrando el acta de los decretos que nos era contraria, que era contra nosotros, quitándola de en medio y elevándola en la cruz” (Col. 2, 14).

La devoción a la Santísima Trinidad, y su representación dentro del misterio del Sagrado Decreto, tiene un hondo sentido teológico, en el cual, mediante alegorías, la Hermandad pretende representar el Misterio de la Redención, a la vez que rendir culto a las Tres Divinas personas. La aparición de este misterio en el seno de la Cofradía de las Cinco Llagas se remonta al siglo XVII.

En el mismo podemos ver, en la trasera del paso, sobre una nube, las tres Personas que forman la Santísima Trinidad. El Padre, con gesto amoroso, decreta la entrega de su Hijo para que mediante su sacrificio en la Cruz y su Resurrección Gloriosa, la Humanidad sea redimida. Su mano izquierda sobre el pecho, en gesto paternal y dolorido. Su mano diestra señala el Mundo, destino de su Tarea Redentora, que aparece a los Pies de la Deidad Trina y Una.

Cristo soporta sobre su hombro izquierdo una cruz arbórea de amplias proporciones cuyo extremo inferior descansa sobre el Mundo. El Espíritu Santo, Divina Paloma, se yergue con las alas desplegadas a modo de amparo y protección de la humanidad. Los tres haces de rayos que de Ella parten, uno por cada persona de la Divinidad, representan la unidad de Dios y la Trinidad de Personas.

Al lado del Hijo se representa la Sinagoga, bajo la apariencia de mujer madura dormida, junto a los pies de Cristo, que recibe la sangre derramada en su Pasión y Muerte, denotando así el estado de sombras y sueños de la sinagoga del que despertará como la Iglesia de Cristo que triunfa y se expande por la faz de la Tierra.

Tras la Santísima Trinidad, al lateral izquierdo de la imagen de Dios Padre, y tras Él, está la efigie representativa de la Fe, mujer joven y dinámica, para que de esa manera se manifieste que nuestra Fe no es fría, distante ni obsoleta, sino que, al contrario, es fundamental y necesaria. Sus ojos levemente vendados, porque la fe no es ciega sino que hay que razonarla, reflexionarla y ahondar en ella, se dirigen abiertamente al pueblo, mirando hacia el exterior del paso, mostrando y remitiendo a todos al señalar con su mano izquierda el momento trascendental que se representa como fundamento de nuestras creencias.


En la parte delantera del paso, en primer lugar, el Arcángel San Miguel hiere con una lanza al pecado, representado por el dragón, como alegoría de la exclusión del mal y su inaccesibilidad a cuanto rodea a la Divinidad Redentora.

Tras él, los cuatro Padres de la Iglesia Latina, que fueron los que ilustraron acerca de los misterios de nuestra redención. San Gregorio, San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo. Entre ellos, figura un pequeño ángel que simboliza el Amor Divino que lanza su dardo al costado de Cristo, quien acepta por amor su sacrificio, para redimir a la Humanidad.


Un singular conjunto escultórico, un evangelio y una doctrina donde el sermón entra por los sentidos, por el de la vista por que el del oído solo sirve para escuchar los elementos de la Semana Santa sevillana, el crujir de las trabajaderas al compás de las cornetas de las Cigarreras.

Paso al igual que todos los alegóricos poco comprendido debido a su recargado mensaje, mas acto para aquellas personas con una gran formación -“eclesialidad” como lo definiría Asenjo”- que para el pueblo llano del que supuestamente es el principal destinatario de la carga formativa con el que se supone nació la Semana Santa.


Sobre el paso de las Cinco Llagas, salida extraordinaria 1993.



La imaginería de todo el conjunto es un compendio de artistas y épocas con varias e importantes variaciones desde su concepción original, actualmente camina este conjunto con “aires trianeros” sobre unas andas talladas y terminadas en pan de oro salidas de las manos del tallista Juan Mayorga –autor de Dios Espíritu-, carpintería de Bailac –autor a si mismo de la cruz arbórea de Dios Hijo- y dorado de Mariano Rojo. Completan este paso obras de orfebrería de Manuel de los Ríos, bordados de Fernández y Enríquez o la nube peana sobre el que descansa la Santísima Trinidad de Lourdes Hernández Peña. Todo ello diseño de Antonio Joaquín Dubé de Luque que fue el encargado de renacer este conjunto en la Semana Santa de 1994 restaurando las imágenes o realizando nuevas, reafirmando la idea de la presumible autoría de Dios Padre a las manos eternas de Juan de Mesa y Velasco. Emilio Pizarro, Ángel Rodríguez Magaña y el propio Dubé completarían el actual misterio que procesiona hoy en día en plena efervescencia del movimiento cofrade, sea comprendido o no goza del esplendor que tantas y tantas hermandades y pasos hubiesen gustado de gozar en el pasado cuando era más complicado de subsistir los siempre peculiares pasos alegóricos que desaparecerían para siempre… o quizás no.

La desaparecida agrupación musical de la hermandad le dedicaría una marcha incluso antes de su vuelta a la estación de penitencia –aunque ha salido varias veces de manera extraordinaria- llamada “Sagrado Decreto”, el mismo título utilizado por el leonés Nicolás Turienzo –director de la Victoria de León- para la marcha que le interpreta tras sus pasos la banda de la cigarreras y que se ha convertido en un éxito total, de lo mejor que ha sacado esta banda desde mi apreciación en los últimos años junto a la melódica “Dios Padre, Dios del Amor” de Francisco Javier González Ríos.













 

 
Primer paso por Campana:
 

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