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jueves, 25 de octubre de 2012

REINA DE MI AMARGURA...


Ahora que está de actualidad los cambios de banda, con lo mediático que para esto es Sevilla y más en concreto con la sorpresa o novedad de que sea una agrupación musical la que tome el relevo a las cornetas y tambores, volveré con aquello de los estilos y las leyes no escritas sobre lo que le encaja a un paso y lo que no. Ya sabrán que como capillita ante todo, me gusta todo, disfruto escuchando los estilos que de una u otra manera se han convertido en los estilos de la Semana Santa y evidentemente gracias al poder que levanta Sevilla en todo lo que tenga que ver con Semana Santa. En más de una ocasión que he discutido el carácter de la tipología musical de las agrupaciones a comparación con las cornetas, siempre he destacado por qué yo lo veo así, y como es mi opinión, pues lógicamente es como veo el mundo más perfecto, con el respeto a todos lo pareceres, que su verdad tendrán, que es la generalización de la música para cornetas y tambores, desde los Bomberos de Málaga a nuestros días como la música que en mayor porcentaje se adapta mejor a la gran mayoría de escenificaciones de la pasión.
Siendo la música de agrupación esencial en la historia de la Semana Santa y muy culpable en la explosión social que supone hoy esta música en la sociedad cofradiera, siempre bajo mi óptica no he encajado que las marchas gloriosas, sacadas de cantos litúrgicos y festivas, sobre todo de la gran influencia de la banda del Arahal y las bandas ochenteras que la siguieron sirvieran como perfecto telón musical de la representación plástica de las cofradías en la calle, en esa película que se hace real, cual banda sonora caminante a su compás, tras Cristo y tras María. Son leyes que nadie escribió en ningún manual, pero que esencialmente en la mayoría de los casos han moldeado la actual Semana Santa y aquellas que la siguen bajo estos dictámenes… quizás si esto no se hubiese echo así, hoy no veríamos algunos videos de pueblecitos de Andalucía y España que hacen que muchos nos desgarremos la vestiduras, porque ya reírse lo consideramos obsceno.



Cuando alguna vez, si cualquiera ha comentado que no ve a un crucificado o una piedad, más un santo entierro con agrupación, no han sido pocas las veces que a saltado a la palestra una hermandad perteneciente a una de esas, como dije hace unos días, grandes Semana Santas de la provincia de Sevilla. Dos Hermanas por cercanía y poderío, bien podría considerarse una segunda Semana Santa más pequeña de Sevilla. Es una ciudad que ha conseguido plantar a dos de sus bandas en el olimpo de la música cofradiera y hacerlas sonar por las calles de Sevilla. Presentación es hoy una institución –aunque aun se sigue mirando mucho con la óptica ombliguista- y en el pasado fue la Estrella de Dos Hermanas, que irrumpió en el panorama andaluz justamente cuando empezó a declinar su participación en Sevilla, aunque hoy acompañe a una hermandad en Sevilla, una de vísperas, el Divino Perdón del lejano barrio de Parque Alcosa, que por otro lado, por esa lejanía geográfica es como casi seguir tocando en su pueblo.
Recuerdo cuando allá por el año 2000 subía en la frías noches del invierno hasta al pabellón polideportivo de mi pueblo para escuchar ensayar a la banda de mi entonces cofradía de la Santa Vera Cruz, que comenzaba a tomar un rumbo que entonces me parecía imposible en Bailén, la misma adoptaba el estilo más genuino de Sevilla, aquel que nació en Eritaña, creció en el Arahal y se hizo adulto en bandas como por ejemplo los Reyes. Por fin eso que veía por la tele, escuchaba por la radio se introducía leventemente en mi pueblo. En aquellas noches descubrí una marcha que desde entonces me tiene enamorado. Eran noches que al solo contar con una desgastada cinta de cassette, buscaba el “calor” de marchas como “He ahí Jesús”, “Oh, Bendita Estrella” o “Reina de mi Amargura”. Eran noches de “sentir” a la gran agrupación musical de la Estrella de Dos Hermanas a través de los humildes sones de aquellos jóvenes músicos, que si no fuera por la idiosincrasia de esta tierra y que a veces aquí ser capillita es cosa de niños, podríamos estar hoy viendo a grandes músicos y a grandes bandas, como ve uno en Sevilla, con bandas repletas de hombres, peinando canas y con hijos grandecitos haciendo grande la música de su Semana Santa desde que comenzaron siendo niños, pero la verdad que muchos de ellos, los músicos bailenenses hoy están en muchos sitios, pero pocos en la bandas y por ende en las cofradías. Lo que decía, música de Dos Hermanas rasgaba la fría y oscura noche, con el inconfundible toque de “canuto” en el eco de la calle vacía y el ritmo de la vida paralizado. Las dos primeras marchas ya las había oído antes pero “Reina de mi Amargura” no. Ese toque tan “agrupacionero” pero a la vez distinto, se encontraba un matiz sobrio, de mucha más tristeza y melancolía, sin duda aquel inexperto –y no es que lo haya dejado der ser hoy- capillita sentía la esencia de la Semana Santa, aunque “Alma de Dios” también la diera, pero de otra forma, de otro modo.




La marcha no necesitaba flamenqueo, ni solos estrambóticos de corneta o trompeta, ni interpretación irrealizable, era sencilla pero a la vez perfecta… creo que así se podría definir la obra y aportación de su autor, José Manuel Mena Hervás. Con los años descubro que tan melancólica y evocadora obra musical iba destinada a una Madre rota de dolor, de Amargura que cada Viernes Santo salía a las calles de Dos Hermanas abrazando a su hijo muerto por toda la humanidad. Como dije, Dos Hermanas y su Semana Santa son dignas de elogio, vean las fotos y vean el video, de su salida, como la Virgen de la Amargura comienza a caminar al sonar de los músicos nazarenos con su marcha que atravesaba mis sentidos en aquellas noches de ilusiones… cada vez más perdidas. Un portentoso paso de la más pura esencia de la capital, estofado en pan de oro, obra Manuel Cerquera, Rogelio Pérez y Antonio Martín Fernández que cobija esta piedad que recuerda al pasaje de la Mortaja de Sevilla –anteriormente procesionaron en el misterio San Juan y Santa Marta- o la anterior Piedad del Baratillo. El autor de la Virgen es un imaginero sevillano que curiosamente no se le conoce trabajo destacable en la capital, pero que en la provincia fue una institución; Manuel Pineda Calderón que realizó todo el conjunto, aunque con la Virgen parece que renovó una imagen antigua ya que al parecer a este artista le gustaba este tipo de trabajos. El impactante Cristo actual, Nuestro Padre Jesús Descendido de la Cruz, que sustituyó al primitivo de Pineda Calderón es obra de otro no muy conocido imaginero, extremeño él pero formado y con taller en Sevilla; Manuel Carmona Martínez, artista que pasará a la historia como el autor de la imaginería del mayor retablo del siglo XX, el de la Virgen del Rocío en la aldea de Almonte teniendo otros trabajos como el misterio de la hermandad de Salesianos de Málaga. El Cristo fiel a su estilo personal, con esa mezcla, según mi visión, entre Ortega Bru, Buiza y algo de las escuelas barrocas del norte de España –incluso florentinas-, es el que cada Viernes Santo escuchan los ecos de esta agrupación musical, que como dirían los más fieles “agrupacioneros” es el mejor ejemplo de que su música también vale para ello… pero digo yo, ¿cuales de ellas? ¿Porque Mena no le dedicó una marcha más rítmica y de matices alegres si toda música es igual? – sin olvidarme que hoy en día también se hace música para cornetas y tambores que se aleja del sentir de estos pasos- al menos el paso creo que no camina con cambios y cuando suena la música más sobria de la Estrella, pues claro que le queda magníficamente bien, el problema es cuando el repertorio no está compensado al estilo de la hermandad y el mensaje plástico del paso, pero sin duda es la “Reina de mi Amargura” la que en el día de hoy me han hecho florecer los sentimientos que se quedaron guardados en el baúl de la nostalgia.

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