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viernes, 19 de diciembre de 2014

CINCO AÑOS... EL PERFUME DE LA ESPERANZA.

Ustedes saben que cuando se apaga una vela, o un cirio para que su sabor sea más cofrade, aparece un hilo de humo blanco consumiendo esa llama que pudo simbolizar la fe u otras muchas cosas. Esa vela apagada la soplaré imaginariamente como si fuera la de una tarta de cumpleaños que ni probaré porque en verdad celebro este cumpleaños que hoy se presenta, como aquel que protagonizó mi primera entrada, como aquel en el que un año más me cerró un día glorioso, como le cantó el genio de Herrera… “que sólo estas Cachorro, con tanta gente”, así lo contemplé ayer a última hora entre columnas salomónicas y así creo que me tocará por quinto año consecutivo soplar esas cinco velas de Simplemente Capillita.
Pero he aprendido a sobrellevarlo después de cinco diciembres, desde que un día 19 comencé a montar todo este tinglado, donde ni mi imaginaba las sensaciones y vivencias que me depararía. Pero no hay tarta, ni velas, ni llama pero humo sí, pero no el de una vela de colorines o con forma de número… mi casa rezuma al sabor del cortejo del Cristo de Burgos, una pequeña chimenea de la Cartuja hispalense emana el humo bendito de la gracia, con la fragancia de ese incienso que jamás entenderé que haya gente que no lo aguanta. Comenzaba anoche este día, antes de ir a dormir, comenzaba la jornada como lo hace cada día, tras llegar de la “Roma española” y encendía por la ansias, casi como un niño una mañana de reyes, esa especie de tierra bendita, negra como la cofradía a la que perfuma, como regalo, como auto regalo más bien que me traje de la plaza del Pan o la de Ntro. Padre Jesús de la Pasión. El humo y el sabor indescriptible me hacía volar a esos momentos plenos de sumergirse en la burbuja, donde se presiente la llegada de Dios y su Madre al girar una esquina, como tantas veces les he contado y se te borran todas las penurias mundanas que irremediablemente vuelven cuando sales de la burbuja y vuelves a darte de bruces con la vida. Ese aroma me lleva en este momento a echar a la volar la memoria…










Un techo flotante de plata, como si fuera un ovni divino levitaba sobre la Esperanza echa Virgen María. Así se encontraba, así me escuchó darle las gracias, apresuradamente, sin poder llegar asimilar que contarle a la Virgen de la Esperanza un año más, porque, habrá mejor regalo de cumpleaños que este, el de convertir diciembre, en la antesala a la Navidad en otra jornada netamente de sentimientos capillitas. Sevilla se encontraba ayer abierta de par en par, hasta lo que está siempre cerrado, el motivo de muchas capillas… los belenes que instalan las cofradías. Al amigo Antoñin, que se acercó desde su destino laboral a acompañarnos en la tarde, le comentaba cuando atravesábamos la ciudad en busca de Triana, que en realidad es una gran excusa para entrar nuevamente a la sedes, mirar el nacimiento, decir que bonito está y poder plantarse ante esos titulares que marcan el pulso de la ciudad, y así fue, porque estoy seguro que allí, muchos cuando montan el belén, cuando cogen al rey negro suspiran diciendo… “pero que ganitas tengo de verte alejarte en la cabalgata de la ilusión”… de los niños y los que saben que ya comienza la verdadera cuenta atrás mientras ven a Baltasar alejarse entre una bulla que pronto recibirá otro tipo de carrozas.
Expectación de María junto a Félix, David y Pradas que quisieron vivir el sueño. Larga cola en la Resolana o más bien en Bécquer, evidentemente que se puede esperar cuando la Madre de Dios baja del cielo al mármol macareno. Y un trocito de cielo la cubría, como dice la canción, siempre entre Rosario y Sentencia. Estampas del siglo XIX revolotearon la jornada cuando la Esperanza solo le faltó vestirse de negro y llenarse de grandes hojas de acanto para imaginarnos cómo lloraba la Señora de San Gil en los decimonónicos tiempos. Bello montaje, pero no sé, ese techo de palio parecía llenarlo todo tanto que ensombrecía el trabajo tras la Virgen, vestida con su manto más brillante, el de tisú, el cual creo que nunca le había visto luciéndolo, quizás demasiada distancia entre el techo y la Virgen, supongo que no tuvo que ser fácil encajar la pieza en la idea proporcional del montaje de besamanos, pero un lujo poder contemplar esta estampa histórica. Pradas temblaba aunque a yo no, ciertamente me pareció este año todos más común, será que ya me voy familiarizando con el calor y aliento de la más buena Moza de San gil, pero para el más mariano bailenense que conozco fue la primera vez ante el magnetismo de la Esperanza.





Ella nos llevó a nuestro lugar casi sagrado donde ponen el mejor salmonero que yo he probado, ni Córdoba, ni grandes restaurantes, el mejor, regado con la más sabrosa y fresquita rubia de la fundación, un placer imprescindible en las tierras de la vieja Híspalis. Se alzaba la Sevilla soñada a nuestros pies, en plena hora de la siesta la ciudad hervía de vida y con el estómago bien cargado buscábamos la consulta médica más gratificante, donde la Esperanza, en cinta, preñada de lo más bendito nos esperaba con su mano extendida. Cita sagrada para Félix que la va a convertir en su patrona, Ella que le da esperanza y más trabajo del que se espera, para eso es su compañera, porque en realidad todos los que tiene por profesión la sanidad, sois tan divinos como Ella, Divina Enferma de Sevilla que en San Martín volvió a lucir la grandeza de su hermandad representada en esa capilla donde el Dios de Illanes es traspasado por la Sagrada Lanzada de un Longinos que pierde toda su gloria cuando se baja del barco con aires catedralicios.





Reminiscencias de lo que nos quita las penas atravesando ese casco antiguo que nos absorbía, por la plaza que suena a silencio con el color blanco de la Amargura, ante el señorial palacio de esa señora que recientemente nos ha dejado y que al final visitaríamos. Ecos de caja y sentía melodía de La Saeta al llegar a San Román y entre las casas se dibujaba la casa del Manué de Sevilla, buscando a esa calle Sol que nos deslumbraba por las horas y que huele a la despedida de sábados que no podría ser de gloria, aunque la tenga, porque ya se acaba todo. Y en el final, los Salesianos de la ronda se abrían como aquel día de mayo para recibir a la Esperanza, o más bien Ella nos recibía, con su impresionante hermosura neoclásica, entre Cinco Llagas y el mejor –y sagrado- decreto de nuestras vidas. Ahí se nos sumó Antoñin y su señora novia, y de Esperanza de la Trinidad bajamos la imaginaria muralla que ya no vive ni en la memoria de los más viejos en busca de más esperanza y de la gracia. Y así fue, se lo dije Antoñin, que iba a vivir unas de mis “primera vez”, que no era otra cosa que entrar conmigo en el recientemente remozado templo de San Roque. En el altar mayor, con un montaje más elaborado, evidentemente, que el del año pasado –al no estar en su templo- nos esperaba la dulce Señora de la Esperanza, Esperanza y más Esperanza y nos llenó con su segunda advocación, de la Gracia, porque la magnitud de San Roque me llenó el alma, qué engañosa desde fuera y que medida y hermosa en su interior, sintiendo el dulce tacto de su mano bendita y extasiándome como nunca antes ante el Nazareno de la Penas, que el genio de Illanes legó para la grandeza de la Semana Santa hispalense.







Gracia y sorpresa al salir por la puerta de Domingos de Ramos eternos y contemplar la figura broncínea  de Machín algo más sonriente, resonando en nuestras mentes su “Angelitos Negros” con el compás de un palio porque la capilla de sus titulares ya se encontraba abierta… bendito Belén –de los mejores de la tarde-. La gracia que nos dio María iba a ser grande, porque fue la primera vez en el templo de San Roque pero en la calle ya los había visto, pero es que había una cofradía de la que sus titulares solo los conocía por fotografía y video hasta ayer mismo… al final todo llega. Eran los titulares del mítico cubano-sevillano que parecía cantarle boleros a su Virgen, él que era del color de los viejos hermanos del Cristo de la Fundación, el Dios de los negros de Sevilla. Una vez más, una coqueta capilla nos embargaba, sobre dosel morado el crucificado, la primera vez que lo contemplaba y le rezaba, junto al “negrito” como siempre llama mi madre a uno de sus venerados santos… San Martín de Porres. Y en el altar, dándole nombre a la capilla, a la vieja denominación de la cofradía la Virgen de los Ángeles desprovista evidentemente de ese otro complemento que me queda por saborear, su singular paso palio.



Los regalos del día, que ya se hacía noche, y por ello al final visitaríamos ese viejo convento, de tanta historia donde han enterrado como en los tiempos antiguos a una grande de España. Que menos cuando la vimos alzarse ante nosotros, la iglesia de la hermandad de los Gitanos. La Duquesa de Alba acaparando aun tantas miradas desde el rincón donde ya duerme el sueño terrenal junto al Dios terrenal, su Dios, aquel que cada vez que lo visito, junto a su cercana peana de mármol y le beso el talón, siempre vuelve a impactarme este Dios de los calés, de los payos y hasta de la aristocracia de Sevilla, el que hacia arrancar las lágrimas a un simple niño en su cayada oración, que me hacía preguntarme como tantas veces, que te traerán tantos y tantos a las iglesias en sus corazones. Esa iglesia en la que fue indispensable doña Cayetana para que nosotros gratuitamente pudiésemos ir en busca del Consuelo Gitano, nunca mejor dicho y su Madre de la Angustias reinando en el camarín. Se lo espeté a Félix, que este sigue siendo el recurso que más me apasiona para poner a Jesús y María a la misma altura, entre dioses y santos calés y una grande de España a la que le di gracias por ser una de los míos y por darle a las cofradías y a Dios lo que quizás Él requiera del que más tiene en la cartera.






Se activó el dispositivo para navegar a velocidad de crucero, nos parábamos demasiado y la hora nos consumía, más sin en Laraña no podíamos dejarnos el Belén del Valle –de Valle en Valle-, el que nos volvía a anunciar que esta es la Navidad que nos apasiona y Antonio nos desviaba hasta el Salvador en busca de ese aroma que está perfumándome toda esta crónica. Pero que mejor que oler a Semana Santa cuando las luces de la Navidad ya nos invaden. Vida y más vida por Sevilla, que en el puente parecía Viernes Santo de Madrugá esperando el galope de un caballo. Se cruzaba el puente de los sueños y otra nueva larga cola esperaba en Pureza, y con el reloj casi golpeando las campanas de misa. Pero entramos y mis trianeros se embobaron de la Esperanza del otro lado del rio. Capilla de los Marineros a rebosar de almas, sin perderle la mirada a la señorona presencia de la Reina del Arrabal. Como en toda la jornada todo volvió a ser fugaz y al tener su mirada frente la mía siempre me viene a mi alma la figura de mi madre, a Ella es sin duda a quien más le pido por ella. La multitud la rodeaba tanto que era casi imposible poder contemplarla mientras desde las alturas el Moreno del compás parecía requerir de nuestras miradas. Félix me espetó que prácticamente tres o cuatro personas después de entrar yo cerraron una larga cola que aun esperaba el beso de la Esperanza de Triana y es que no sabe o todavía no se percata que a mí me suelen esperar siempre…















Porque la jornada acabó en la calle Castilla, con una iglesia de La O igualmente repleta –muchos menos que en Pureza- esperando la misa para darle igualmente, como en todo el día, el fugaz beso a esta otra Esperanza que se llama Maria de la O. Acabaron los besos pero siguieron las oraciones, sin parar de correr en San Jacinto ante el orante Dios de las Penas, siempre con el pellizco de reencontrárnoslo el próximo Domingo de Ramos recordando o más bien soñado todos los momentos vividos tras la capa del centurión de su paso, y su bendita Madre de la Estrella pegándonos nuevamente el pellizco de lo que vendrá después de la Navidad, que será el tiempo de las hebreas, Ella que es la primera en vestirse por el tiempo de la cuarentena morada para iluminar a su Hijo recién nacido… Estrella de la mañana, Estrella de la noche, Estrella en la que no me pude parar mucho y hoy me pregunto si fue una señal ante ciertos sueños durante la noche donde una estrella vuelve a rehuirme… siempre igual Señora, siempre tan incomprendido y tan sólo…








Las prisas nos llevaban hasta todo lo bajo, donde con la mayor tranquilidad de la ciudad buscábamos al Soberano Poder de nuestras vidas, pero ya se había apagado todo, quizás aquí no me esperó el Señor por estar todo el día diciéndole a David con nuestra sorna, que antes estaba San Gonzalo que la Esperanza de Triana en nuestras visitas. Fue la pequeña decepción del día, aunque desde fuera poniendo mi mano sobre la cal, bajo al naranjo, le pedía que volviese a ver muchas más oportunidades. Nos fuimos como el año pasado casi corriendo por la Ronda de Triana para encontrar al Cachorro bendito de Dios. Así se nos acabó el día de las desconexiones, de olvidar las tristezas, las penas y todo lo malo que nos aborda el alma en el día a día. El Cachorro de Triana fue el aldabonazo para romper la burbuja y volver una vez más a la realidad… y contarles de esta forma, como con la pasión y la relajación posterior que esta casa cumple cinco años… como siempre solía decir, quien me lo iba a decir entonces, escribiendo esta crónica, celebrando este solitario cumpleaños, siendo como soy, lo que me ha ido forjando el tiempo, lo he hecho siendo el próximo pregonero de mi pueblo –a Ellos también les pedí el apoyo para la encomienda-, quizás merezca la pena seguir siempre de frente…




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