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lunes, 9 de febrero de 2015

LA MELANCOLÍA...

El pasado sábado fue un día feliz, comenzaba la verdadera cuenta atrás para mí, para aquello que llena mi alma como nada ni nadie en este mundo puede quizás igualar, creo que es así, creo que pocas verdades tan sacadas del fondo de mi corazón les podré decir. Volví bajo la trabajadera de los pasos del Señor con el primer ensayo que nos llevará a su pasión, a otra más, porque la melancolía acabó apoderándose de mí por las intensas sensaciones vividas. Dar las gracias a mis capataces que me dejaron marcharme antes de finalizar, no es que lo quisiera pero solo cabía eso para poder sumergirme en algo que llevaba deseando vivir y sentir desde hace muchos años. Los Cantores de Híspalis presentaban en Linares su espectáculo cofradiero, una magnifica muestra de lo que da de sí el arte de este grupo musical sevillano para mayor grandeza de la Semana Santa, de algo que surge de la simpar idiosincrasia de cantar y exaltar desde cualquier arte a la Semana Santa en Sevilla, aunque puedan ser mundos opuestos.
Aunque al principio el sonido se comía un poco a las voces, el espectáculo fue digno de los más sentimentales capillitas, donde se cantó a la Semana Santa andaluza en un espectáculo que en su principio nació solamente para la  ciudad de Sevilla. Por ello me fui con la pena de no haber escuchado alguna canción como la del Cachorro o la de la Esperanza de Triana –otros de no escuchar “Costalero” sin saber que esa canción no es de este grupo, supongo-, pero me pude emocionar con la más popular de esta temática de este grupo que encabeza el que aún no me explico aún no se le haya dado el pregón de la Semana Santa de Sevilla, Pascual González, que recitó como solo él sabe y que me sorprendió que no dirigiera una sola palabra al público, quizás no sabe que él es más famoso y quizás admirado del grupo entre los cofrades. Sonó “Silencio” y el escalofrío nos invadió y el “Padre Nuestro” ya nos llevó al éxtasis de esta experiencia que acertadamente nos dice que si Dios vive en la gloria… vive en Andalucía.
Actuación que se intercalaba con las marchas de la Agrupación Musical de la Pasión de Linares, con muchos bailenenses en sus filas, la cual no sé si por ellos o por recomendación de Cantores de Híspalis interpretó de los más exquisito o por lo menos de lo que más me gusta de su repertorio, como “Sangre en tus clavos” o “Lloras en soledad”, la verdad creo que sonó todo lo que tienen de Nicolás Barbero más el estreno de una marcha de bella factura cornetera. “Llegó tu hora” es su nombre, pero lo que más me llegó a dentro de toda la noche, es cuando la música me elevó hacia unos profundos sentimientos que se guardan en el cajón de mi corazón. Fue una tarde tan mágica, aun con el varapalo del Calderón, que el nudo en la garganta me apretó como nunca.

Se hizo la oscuridad, Juan Luis alzó los brazos, los cantores callaron y volvió a abrirse las puertas del cielo… Pasión volvía a tener presente… la memoria de un amigo. Solemne, sobria y a su vez magistral, triste, melancólica, volvió a sonar aquella marcha que un día me pidió Arcas que le dedicara unas palabras, algo que se quedó prendido a mi corazón más de lo que se puedan imaginar. La historia de la muerte, del adiós, de esa única verdad que existe cuando los seres humanos sacamos lo bueno volvió abrirse sin el resplandor de la eternidad, no hizo falta. Mi amigo costalero, viejo pasionero nunca supo que la música, sabiendo a que estaba dedicada se estableció en mi alma de tal forma que no puedo evitar emocionarme y echar la mente a volar. Junto a mí, estaba un gran tío de esos que me han hecho sentirme especial en algún momento de mi existencia, al que le dije que aquel chaval en el cielo deberá estar orgulloso del homenaje de tal calado musical y sentimental que le brindaron sus amigos. Era la primera vez que la vivía en directo… Porque esta marcha no termina de sonarme a Dios, a su tormento, a ese momento donde el Padre eterno solamente lloró desde que existen los tiempos, si es que para Él existen. Su melodías me transportan a la melancolía de quien se fue, de los más especiales, de los más secundarios y mis miedos mundanos florecieron por mis ojos mientras la banda sonora del recuerdo seguía su curso sobre el pentagrama. No me recuerda a Dios, por eso directamente mi oración no fue para Él sino para uno de sus súbditos que sé que me acompaña, que me levanta cuando poco a poco vuelvo a ver la luz, que nunca deja de creer en mí, que sé que confía en mí, aunque me desespere preguntándole por qué o para cuando. Ese que sé que piensa que quizás los entiendo como pocos pero que sigo cayendo en la trampa de esta cárcel de carne que envuelve al alma. Este valle de lágrimas tan complicado que asfixia cada día, que me hace envidiar a aquellos que lo afrontan con la ilusión propia de la gloria. Y es que tal vez pocos puedan entender que encuentre en lo triste, y las lágrimas la belleza y la gracia divina… la música me dejó trastocado todo el fin de semana, las noticias que no espero escuchar se escuchan, el miedo, el temor y las preguntas sobre que tengo que darle prioridad en mi vida me invadían en el letargo de la melancolía, mientras esta melodía no para de sonar en mi alma que voy a tener que dejar de escucharla porque pocas veces algo me haya hablado tan poco de la esencia de Dios me lo haya traído tan cerca, cuando le pregunto y pregunto sin cesar cual es el papel que me tiene preparado en esta vida, porque contemplo la obra de teatro comenzada y no sé cuándo mi personaje tiene que salir al escenario, si algún día seré un actor principal o solo seré un pobre secundario del que ni la miseria se pueda acordar de él. Aún no ha llegado la cuaresma, ni los retiros espirituales, ni los momentos de reflexión y una marcha que me suena más a despedida que a Dios, de recuentro con el que no lo puede todo me llevó con la emoción a preguntarme ¿qué quieres Señor de nosotros? Sabes que te pido mucho, pero solo me conformo con mi semana, la que me da la vida cuando Tú te montas sobre un borriquillo… ¿es demasiado pedir?

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