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lunes, 16 de febrero de 2015

LOS LIENZOS "CORPORATIVOS" DE RAMÓN LOPEZ.

Dentro de las actividades que organiza la Asociación del Instituto de Estudios Bailenenses para fomentar la cultura de Bailén y luchar por las cosas de su idiosincrasia se encuentra una nueva exposición cargada de una fuerte dosis de bailenensismo. En la sede de la misma, situada en la calle María Bellido se levanta desde el día 10 de febrero hasta el 27 del mes en curso una exposición que viene a mostrarnos la obra de un artista local, que vivía en el conocimiento de unos pocos y que con actividades como la del IEB podrá extenderse a un conocimiento más generalizado. Una muestra pictórica, y mucho más del artista local Ramón López López de los Mozos, el que también destacó como poeta aunque como digo tal vez estas facetas culturales nunca se elevaron a un reconocimiento social, quizás por ser más bien un entretenimiento de un pintor de brocha gorda de profesión y de la fina, supongo, en sus ratos libres.
La muestra es amplia y rica en contenido donde podemos observar todo tipo de trabajos donde obviamente destaca la presencia de su pueblo y sus cosas, con algunos cuadros que en cierta medida forman parte del paisaje de los rincones más populares de Bailén, lienzos conocidos y otros completamente desconocidos que particulares han cedido para la ocasión donde se puede ver las iglesias – las paredes de San José Obrero las pintó por primera vez él-, santuario, paisajes, personas e incluso un curioso cuadro de una escena prehistórica con dinosaurios que lució durante muchos años en un reconocido bar bailenense, hoy día ya cerrado al público. La pasada tarde, sin esperármelo pasé ante las puertas del IEB y decidí entrar a conocerla de la mano de un gran cicerone como es Pedro de Manuel Pérez y rápidamente algo captó mi atención, algo que como imaginarán debe ser motivo para entrar en la temática de esta casa. Porque la exposición muestra la nostalgia de la Semana Santa de Bailén, e incluso nos abre una nueva página desconocida de la misma. Había un cuadro que me pegó el pellizco del recuerdo, donde se reflejaba la calle Amargura de hace más de veinte años, la que conocí de niño, pintada desde la perspectiva que Ramón López debería tener al salir de su casa de la calle Iglesia que se enmarca entre las paredes de la cuesta más cofradiera de Bailén, es curioso donde vivió este hombre antes nació mi abuela hasta que se subieron arriba en la calle Jaén. Cuesta cofradiera que conoció a uno de los verdaderos protagonistas de esta entrada, aunque la misma valga como homenaje al desaparecido pintor y así les incentive a visitarla. Gracias a la cesión de Pedro de Manuel y las fotografías de Juan Aguilar Villar les puedo mostrar aun si estar allí, pero obviamente es mejor ir a verlas, una curiosa historia que pocos recuerdan y que yo sabía medianamente de oídas, hasta que una imagen, que vale más que mil palabras, lo ha refrendado.


En la exposición se muestran cuatro pequeños lienzos, según me cuentan documentados a la mano de Ramón López, donde se representan cuatro titulares de la hermandad de la Santa Vera Cruz, en concreto: la Santa Vera Cruz, lienzo recuperado por la cofradía para exornar el paño o antipendio del ambón de las lecturas. El resto pertenece al Cristo de Medinaceli, la Virgen de los Siete Cuchillos –la anterior, hoy Verónica- y Santa María Magdalena, lienzo que como apunté conocería aquella vieja calle Amargura cuando abría el cortejo de la cofradía que seguía los pasos de Jesús Nazareno. Estos lienzos estaban ideados para figurar a modo de cartela frontal y centrada en los estandartes, o gallardetes –que como me apunta Paco Linares, quizás sea una denominación limitada a Bailén- que en esta provincia nacieron de una evolución de los Simpecados marianos que se utilizaban más comúnmente para el rezo de los rosarios callejeros. Una pieza, al parecer creada en Sevilla que se limitaba a representar el misterio mariano con “ave marías” bordados o algunas figuras que representaban la Inmaculada Concepción. Este tipo de estandarte, sin ahondar mucho en los detalles de la historia, llega hasta Jaén y hace las funciones de “Cruz Guía” es decir, habría los cortejos de las procesiones más comúnmente, y en algunos casos también hacia la función que en Sevilla se le da a la bacalá, como estandarte corporativo con la singularidad de figurar una pintura –hoy también se apuesta por medio relieves tallados y policromados, pero en pocas ocasiones- donde figuraba la imagen más representativa de la cofradía o la misma que iba tras ese cortejo. En Bailén, lo que yo he conocido han sido siempre pinturas, incluso se conocen antiguos con pinturas como el de San Juan que posiblemente nos pueda mostrar cómo sería la imagen desaparecida en la Guerra Civil. Esta cofradía pues como solo tenía un paso hasta 1994, pues anunciaba también lo que venía en el cortejo, como en la hermandad de los Dolores hasta 1990 que llega el crucificado. En Ntro. Padre Jesús siempre he conocido sus gallardetes con la pintura del Nazareno, siempre basándose en el que se perdió en la Guerra Civil que abría todos sus cortejos, aun con la incorporación reciente de cruces de guía, estos estandartes siguen figurando tras las mismas, sin darle un valor como en otros lugares de separar tramos de nazarenos como se hace en Jaén o Linares, incluso fuera de Semana Santa, vuelven a su función antigua de abrir procesiones ya que no se aboga por la cruz de guía o alguna cruz parroquial. En “Jesús” abrían todos sus cortejos ya viniesen el Amarrao, el Santo Entierro o el Resucitado. En la Mulica ídem de lo mismo donde figuraba el titular fundacional, la Entrada de Jesús en Jerusalén aunque con el nuevo estandarte queda representado a sus dos actuales titulares con una Piedad pequeñita bordada en hilos de oro sobre el lienzo del Cristo que abre la Semana Santa. En la Santa Vera Cruz siempre he conocido dos gallardetes y ambos con una cruz bordada en el centro, uno antiguo, de bordados de un corte decimonónico conventual con una bella cruz flordelisada –forma que seguiría para la cruz blanca del caperuz- y otro más moderno de más escueto diseño, pero ambos con cruz bordada, éste de imborrable recuerdo para mi. Es lógico pensar que con tantos pasos, no se le hiciera un gallardete a cada uno. Por ejemplo, en la hermandad de los Dolores se tiró por el camino de en medio con la realización del actual gallardete donde se eliminaba la imagen y se colocaba más o menos lo que se puede catalogar como el escudo de la hermandad, un corazón ricamente bordado atravesado por el puñal de la profecía de Simeón, emblema ancestral de los Dolores de María. Se podría decir que se hizo una mezcla de la simbología de la bacalá… escudo corporativo pero sobre base de Simpecado o gallardete como decimos en Bailén.











Que me gustaría documentarles, por ello tiraremos de imaginación e hipótesis, cuando siendo un niño cierto día contemplé uno de los lienzos que les muestro, el de María Magdalena en un cajón de los armarios de la capilla. Entonces dijeron que era de la antigua cofradía que no se reorganizó tras la guerra, con lo cual la Santa Vera Cruz heredó sus pocas pertenecías salvadas y la nueva imagen de Juan Francisco García de la que ya solo queda hoy el busto de la misma. Se contaba que hubo una época en que cada procesión se le cambiaba el lienzo, no sé decirles como seria aquel proceso y tal vez para ahorrarse ese trabajo se decantó de que el titular que siempre le ha dado nombre fuese el que figurase en el estandarte, el santo árbol de la cruz, incluso eliminándose la cartela de Ramón López por cruces bordadas, como años después también optaría, como he apuntado la hermandad de los Dolores.
Ahora mismo no cuento con más datos del periodo en que se realizó esta curiosa particularidad, la que me puso en la pista una fotografía sobre la cartela del Cristo de la Expiración – la cual no conozco su paradero- que cierto día me enseñó Antonio Saavedra en su bar, el cual me contó esta particularidad que yo no conocí. Al parecer esta cartela no sería de Ramón López, por lo menos en la muestra del IEB no figura –y si habría de más pasos como la Oración en el Huerto- y tampoco sabría decirles si las cartelas antiguas de San Juan, La Virgen de los Dolores, La Mulica – sustituidas por el escudo como dije o por nuevos lienzos- y Ntro. Padre Jesús pudieron pertenecer al mismo, incluso la de la Virgen de Zocueca y San José Obrero, siendo esta última parroquia respetuosa con la costumbre en el nuevo estandarte para la procesión del Santo Patriarca de cada primero de mayo, donde sobre el mas autentico Simpecado sevillano, por su forma con dos picos simbolizando la inmaculada concepción –como en algunas ocasiones se ha obrado en Linares-, se representa un lienzo de la actual imagen de San José e incluso en el guion concepcionista de la inmaculada también se opta por un lienzo de la Virgen de Martínez Salazar, llevando esta particularidad a este tipo de insignias. El actual estandarte o Simpecado, porque cuando está dedicado a la Virgen debería de llamarse así, de la Virgen de la Cabeza también opta por reflejar una imagen de la titular, en este caso del icono principal del Cerro del Cabezo, aunque en esta ocasión no sabría aclarar si es una pintura o una fotografía.
Hay que advertir que no es que estemos ante obras colosales de la pintura, más bien tienen un valor sentimental como algo autóctono salido de la medula espinal del pueblo bailenense, por ello pues aunque las imágenes nos recuerden a las originales no intentemos tratarlas como fehacientes retratos. La más simple es la de Jesús de Medinaceli que nos lo muestra frontalmente, con sus atributos iconográficos y con un fondo de colores tostados, como con rayos de divinidad, quizás imitando la vieja capilla o altar. Saltaré ahora al de la Virgen que obviamente se trata de la imagen seriada de una Verónica que se convirtió en dolorosa y que tras la llegada de la actual imagen volvió a su función primigenia. Obviamente el alcance de similitud con la imagen real es bastante bajo pero la podemos reconocer aun así, sobre todo por la vieja diadema y su atributo más alusivo, el corazón con los siete puñales clavados, toda vestida de negro, tan solo tocada por un lienzo blanco que le enmarca la faz, quizás nada que ver con un tocado, que nos puede dar una idea de cómo se tenía que presentar vestida en el tiempo en que se pintó este lienzo además de si supiésemos la fecha en que se pintó, podríamos situar aún más desde cuando la hermandad de la Santa Vera Cruz cuenta con dolorosa. Este lienzo abre otra hipótesis, y es que la hermandad debería contar con dos piezas, es decir dos gallardetes porque en la misma procesión del Medinaceli saldrían ya dos pasos, y estas cartelas sirvieron para anunciar la imagen que venía tras el cortejo de nazarenos negros y capa blanca.
En las dos restantes, Ramón López dio juego a su imaginación y creó un ambiente o paisaje para representar la Santa Vera Cruz y la Magdalena. En el instrumento martirial la recrea fielmente, con sus característicos remates e INRI, sola y abandonada en el monte calvario, donde parece intuirse la ciudad santa de Jerusalén con esa calavera alusiva al lugar, ya que Gólgota significaba el “monte calavera” o tal vez otro guiño iconográfico de la calavera de Adán, el primer hombre que cuenta la tradición estaba enterrado ahí mismo, y sobre su calavera era Dios hecho carne en Jesús la bañaba con su sangre para la reconciliación de Dios con el hombre entregando su misma vida humana por nosotros a través del primer hombre.
La siguiente es la que más me llamó la atención, la cual juraría haberla visto en mi niñez en un cajón de los armarios de la ermita del Santo Cristo, incluso semi-cosida a un viejo estandarte que creo no tiene que ver nada con los dos actuales y que entonces dijeron que pertenecía a la mismísima cofradía de la Magdalena desparecida en la Guerra Civil, aunque han pasado más de veinte años, ya poco puedo asegurarles lo que vio un simple niño. Esta cartela me llamó poderosísimamente más la atención que el resto porque podría contarnos muchas cosas. Si como bien nos anuncian la pintó Ramón López es lógico pensar que nos apuntara al modelo que tuvo que tomar, la imagen que gubió el conocido como “Paquito el Tomatero”, según error tradicional, en madera de encina o chaparro. Motivo por el que se le denominaba como “la chaparra”, aunque observando la figura podemos observar que nos puede recordar a ella, pero lo cierto es que de ningún modo era un retrato de la misma. Por ejemplo, esta Magdalena se nos presenta de pie al contrario de la imagen de bulto que se presentaba de rodillas. Ello me ha hecho pensar que tal vez el lienzo nos muestre a la imagen desaparecida en la Guerra Civil, de esa cofradía extinguida aun por estudiar más y de la que apenas nada conocemos. Ramón López pudo inspirarse en su recuerdo, porque cuando la guerra estalló ya contaba con veinte años de edad y la suficiente conciencia para poder recordarla. O tal vez no, solamente que se permitió la licencia de modificar algunos aspectos escenográficos de la santa de Magdala. Se me asegura que el lienzo es del artista bailenense por ello quizás tengamos que descartar que verdaderamente este lienzo sea anterior y por consiguiente no obra suya y sea el que anunciaba a aquella antigua cofradía en sus cortejos, y con ello nos mostrase como pudo ser la imagen desaparecida.

El lienzo nos muestra otros detalles interesantes como es la verdadera iconografía de aquella Santa María Magdalena, ya que la misma no pertenece a escenas pasionistas si no posteriores, cuando cuenta la tradición –sin hacerle mucho caso a la “historia” del Código da Vinci- que se retiró en soledad a purgar en penitencia sus pecados, creándose con ello las llamadas “Magdalenas Penitentes” siendo un gran exponente artístico sobre el tema una obra del inmortal Pedro de Mena en escultura y otros tantos trabajos en pintura en pinceles inmortales como Ribera o El Greco. La iconografía es clara, ya que se nos muestra como en una gruta o cueva, de un desierto y con atributos propios de esta iconografía que por no extenderme más no me pararé a explicar -tal vez algún día haga una entrada sobre el tema-, como el crucifijo en la mano, la calavera, los libros sagrados, el tarro de los afeites con los que ungió a Jesús, un flagelo con el que purga sus espaldas como hicieron los primeros penitentes de las cofradías, de ahí la denominación, al ser una persona que practica la penitencia. Escena sin duda inspirada en las iconografías pictóricas sobre el tema, aunque obvie el cilicio que le tortura el cuerpo y reniegue obviamente de la sexualidad, a veces casi desnudez que la marcaba como la prostituta arrepentida. Es curioso la particularidad que apunta a tener aquella desaparecida cofradía y la de San Juan, que rendían pasionistamente culto a imágenes que no concordaban con sus cometidos bíblicos en la pasión, San Juan representado alegóricamente en el tetramorfos y la Magdalena como penitente –algo que ya no desempeña la actual imagen de Tirao Carpio, más propia de pasajes pasionistas-, porque todo apunta que J. Francisco García la realizase recordando la iconografía de la desparecida, la cual no sabemos aún como pudo ser, aunque siempre he pensado que alguna similitud debería tener con la patrona de Mengíbar, una antigua joya atribuida a Mateo de Medina que recientemente se ha descubierto que la actual mascarilla sigue siendo la anterior embutida en un nuevo cuerpo que seguía la esencia del anterior.

Curiosos lienzos redescubiertos para el conocimiento de nuestra historia, que es lo que deben de hacer las cofradías, mostrar su historia, porque ella es un gran alimento para la cultura de la ciudad, de unos gallardetes que en tiempos remotos también eran utilizados para el adiós del hermano cofrade, estando presente en los velatorios e incluso entierros, algo que en verdad fue uno de los grandes motivos por el que se levantaron cofradías, la asistencia al hermano hasta su marcha al otro mundo. Poco o nada queda ya de aquello, seguramente es algo que ya ha pasado al cajón de las cosas de otro tiempo, siendo un niño vi algunos casos especiales donde el gallardete asistía al hermano difunto, sobre todo en la casas, muchísimo menos en el entierro… por ello tiene mi familia la gratificación y el honor de recordar que cuando mi hermano se fue a la vera del “Mostrenco”, aquella cruz bordada en hilos de oro se alzaba entre la extensa multitud que lo acompañó en el entierro, cuando ya a nadie se le hacía, esa cruz que desde entonces abraza fuertemente allá en la gloria, para siempre…

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