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domingo, 22 de septiembre de 2013

BAILÉN 1990. LA GENERAL

Serán muchos los que revivan viejas emociones al contemplar estas imágenes, otros, los más jóvenes los que conozcan cómo era aquella famosa y añorada por los bailenenses; “la general”, o lo que es lo mismo, la Procesión General del Santo Entierro donde se formaba un gran cortejo de muchos de los pasos que ya habían procesionado a lo largo de la Semana Santa acompañando al Señor en el sepulcro en la tradicional procesión del Viernes Santo, origen como en tantas ciudades de nuestro país de la Semana Santa. Una procesión que no sabría indicar el origen de la misma, pero que pudo tener como referencia las celebradas hasta aun fechas muy recientes en ciudades como Linares, Baeza o Úbeda, donde aún se sigue celebrando en esta última aunque no contando con todas las cofradías de la ciudad renacentista, curiosamente aquellas que han basado su estilo en las maneras sevillanas, una circunstancia similar fue la que deparó la desaparición de la linarense, cuando los pasos comenzarían a ser portados por costaleros y también, como ocurrió en Baeza, para intentar restar esplendor a las cofradías que tienen su salida establecida en la más antigua jornada de la Semana Santa mundial. La sustitución de ruedas, la evolución emprendida en los ochenta y el ansia de la hermandad que procesiona al Santo Entierro, la del Nazareno, de que el protagonista de la tarde se llevase eso mismo, todo el protagonismo, pudieron ser las grandes causas para que esta procesión tan querida por los que la conocieran, comenzase a desaparecer. Incluso este motivo generó la donación e incorporación a la nómina de la hermandad de la “escalericas” de la dolorosa del Mayor Dolor y Consuelo, cuando a una bailenense le costaba contemplar al Santo Entierro sin la compañía de su Madre bendita, entonces la Virgen de los Dolores… no hay mal que por bien no venga, el poder disfrutar de una gran obra de Romero Zafra en Bailén.
Aquel año del Señor de 1990, como vemos en la calle Real, en la puerta del bar Piñero, lo abría los cinco gallardetes de las correspondientes hermandades penitenciales de la ciudad, y tras ellos, con un largo cortejo formado por todos los nazarenos de las mismas llegaba el Señor de la Entrada en Jerusalén, que por lastima no se visualiza el trono, el que realizase Francisco Palma Burgos para la hermandad del Nazareno de Úbeda y que la hermandad bailenense adquiriría con posterioridad y lo procesionase por aquellos años. Una procesión tan cargada de pasos que cuando este paso se aproximaba a su recogía en la Encarnación, en la misma se encontraba aun saliendo el último paso en conformar esta procesión, que hoy llamaríamos magna, tan de moda por el año de la fe, el paso palio de la Virgen de los Dolores.
Tras “la Mulica”, la Oración en el Huerto y tras Él, una imagen histórica, el Amarrao a la Columna sobre unas pequeñas andas que poseen hoy en día la hermandad de San Juan de la localidad vecina de Mengíbar portadas por el germen de la primera cuadrilla femenina de la historia de las cofradías bailenenses. Lógicamente se seguía el orden cronológico de la pasión y muerte, y sobre el viejo trono de ruedas llegaba la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno “el nuevo”. Aquella procesión sin duda se abastecía por todo tipo de pasos utilizados en los últimos sesenta años, desde las pequeñas andas, los tronos de ruedas y los tronos y pasos que comenzaban a engrandecer la escueta Semana Santa conocida hasta entones. El desprenderse las cofradías de los mismos, también fue un motivo para el comienzo del fin de esta magna procesión, hoy día, si se recuperara como algunos ansían, se tendría el problema de que no se cuenta con pasos para sacar tanta imagen y creo que volver a ver andas pequeñas y tronos de ruedas es ir como los cangrejos…
Tras Él llegaba el que tal como diría mi madre, era “nuestro Cristo”, el de mi familia, el Santísimo Cristo de la Expiración sobre la bella estampa que se dibujaba sobre el paso de Díaz Roncero, sin duda para mi familia la tarde del Viernes Santo era nuestro día grande, que gratos recuerdos de momentos que viví, aunque hoy en día no comulgase para nada con lo que entonces me emocionaba. Curiosamente hace un rato, hablando con uno de los responsables de la adquisición de este trono, me hablaba de la pena que le va a suponer no volver a ver esta estampa del Cristo sobre este trono en su “calvario” de claveles rojos. En este mismo sitio, cuatro años después mi hermano se despediría de su Cristo para comenzar a vivir junto a Él para siempre….
Tras sus pasos, otro de los grandes estrenos de aquel año, la primera salida sobre un trono en una procesión de Semana Santa como tal, del Cristo del Buen Morir o de la Soledad como al poco comenzó a conocerse al crucificado de la hermandad de la Virgen de los Dolores, sobre el trono que pocos años antes procesionaba la Virgen y que aún hoy, con algunas reformas sigue utilizando en la jornada del Miércoles Santo. Curioso el monte de lirios morados y los hachones de cera rojos… sin apenas descanso, la Piedad volvía a recorrer las calles bailenenses, por cierto en muy pocas horas, también el Cristo de la Expiración se bajaba del paso del Calvario y se subía al trono de Díaz Roncero mientras se clavaban a marchas forzadas los claveles en la “rampa” como le llamábamos al monte en la cofradía.
Casi lo mismo que hacía y sigue haciendo la hermandad de Ntro. Padre Jesús de desmontar la imagen del Nazareno y colocar al Santo Entierro que entonces aun salía en la “caja”, tal como llamábamos la urna del “Muerto” porque así es como conocemos a esta imagen, igualmente salida de los tallares de imaginería en serie. Y para cerrar, una vez más el inseparable San Juan acompañando en todo momento a la Virgen de los Dolores, los cuales aún les quedaba un invite más, la conocida como la procesión de la Soledad, que como gran curiosidad antaño o por lo menos en aquel año y el siguiente, se celebró en una jornada atípica para el procesionismo en esta provincia, el Sábado Santo.

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