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lunes, 16 de septiembre de 2013

MAGNA ES CÓRDOBA... (I)

UN GÉNESIS PROMETEDOR...

Eran pasadas las tres de la tarde cuando en el coche nos adentrábamos dejándonos a la izquierda el estadio de futbol renombrado en honor al arcángel que pisó la tierra que hicieron grande los árabes. Desde 2006 no sabía lo que era que me llevasen a disfrutar de esos días que ansío durante el año, curiosamente, mi C-4 dormiría en mi garaje extrañado y pensativo de cómo sería eso de que no le pegara una nueva paliza y que al volver llenáramos todo su interior con el aroma del incienso. Y es que el trabajo hizo que el sábado estuviese despierto 24 horas ininterrumpidas, desde que a las cinco de la mañana comenzase una jornada de mucho sudor, el que no paró de brotar por mis poros durante el resto de la siguientes horas, donde hubo mucha calor y mucho calor pasionista… es curioso mi primer viaje cofrade conduciendo yo un coche fue un Martes Santo hasta esta ciudad que ya nos recibía para regalarnos un jornada histórica donde nos mostraría una gran ración de lo que son sus cofradías.
Córdoba se prestaba a darnos un anticipo de gloria bajo el calor de septiembre, y a Dios gracias, porque cuatro días antes los meteorólogos querían darle la razón a esos que creen que si les ponen a los tractores un palio, el tema de la sequía en los campos estaría solucionado para siempre. Las explanadas del ferial o del estadio del Córdoba, la verdad no lo sé, parecía indicarnos que sería buena opción aparcar ahí, y comer en el “Rafalete”, pero le indiqué a David donde suelo yo aparcar, por cierto, esta nueva experiencia fue acompañando de dos cicerones de lujo, mis amigos David Parra y Eugenio López Muñoz, que por fin se dio un respiro del trabajo para volver a sentir la magia de la pasión, acompañado también de mi paisano y amigo Pedro Guerrero y de Cristóbal David Valdivia, “Cris”, con el que volví a gozar como Dios manda de nuestra locura desde que lo dejara en Sevilla en una desconcertante noche de Miércoles Santo. Así que David se encaminó hasta el entramado de calles que circundan la entrada al puente de Miraflores y el Romano, pasando por la glorieta del Campo de la Verdad donde en horas el Descendimiento cordobés se encaminase a cruzar el puente y a su vez nos cerrara la jornada.
Aunque le advertí que en este día, con tantas visitas previstas, que sería imposible, dio unas cuantas vueltas sin éxito, casi llega a buscar otra zona, mientras este que les narra le espetaba a Guerrero, que sería difícil, que allí no estaría la Macarena “guardándome el sitio”, ya que a él le gusta todas estas verborreas mías… pero siguió el camino, y al llegar a la Torre de la Calahorra y buscar nuevamente la glorieta,  y quizás buscar sitio algo más lejos, allí estaba, aun fresco de haberse ido el coche que minutos antes lo ocupaba, el aparcamiento más cercano al puente, en definitiva al centro, donde las masas moverían la fe y lo que no es la fe en esta jornada histórica de la ya tildada hasta la saciedad “Magna de Córdoba”… seguramente, en ese momento, en la soledad de su camarín por los cielos de San Gil, la Señora de verde, la del llanto y la sonrisa, enmarcaría la misma y diría; “será iluso”…
Pisábamos suelo cordobés y el calor ya nos avisaba de lo que nos esperaba. Al final comeríamos en los restaurantes que circundan la Mezquita-Catedral, como no, algo muy cordobés: salmorejo y flamenquín, mientras tanto se nos incorporaba Cris que llegó por la mañana en autobús. Apenas acabado el deguste culinario, comenzaba la larga “chicotá” para comenzar a empaparnos de la gracia cofradiera cordobesa y comprobar que es lo que nos podría ofrecer, hacía ya unos cuantos años que no visitaba su Semana Santa y la última extraordinaria de paso pasionista fue en un sábado similar a este con la Virgen que cerró la corta pero eterna y gloriosa cerrera del gran Juan de Mesa y Velasco, uno de mis grandes ídolos, tal como le diría un buen visitante de esta casa, de leer mis historia y ocurrencias, a un buen amigo hace pocas fechas.
La estrechez de Deanes volvía a abrirse a nuestro paso para llegar hasta las Tendillas y buscar el primer objetivo de la tarde, el que buscaron muchos, ya que la primera en ponerse en la calle, la Coronación del Zumbacón, quedaba bastante lejos del centro. Un vía crucis que abría curiosamente un palio, el que llaman “El palio de Córdoba”, por lo completo vamos, en el que reina precisamente la advocada como “Reina de los Mártires”, la dulce Señora de grafismos lastrucienses que cada Madrugá de Viernes Santo camina en el riguroso silencio por el que lleva apostando su hermandad setenta años. Pero en dos ocasiones especiales se ha movido al compás su palio de Elena Caro con la genialidad de la música, y esta fue la segunda ocasión. La plaza de San Ignacio de Loyola se encontraba repleta de deseosos de llenarse como nosotros el alma de la pasión, la verdad, parecía un nuevo Domingo de Ramos cuando de San Hipólito emergió el escueto cortejo y llenó todo del embriagador aroma del incienso.



Y no se pudo comenzar mejor cuando la banda de Julián Cerdán de Sanlúcar de Barrameda –que por cierto, como ha pasado de moda esta gran banda- comenzó a interpretar su música, seguramente para que la cuadrilla colocara el paso de palio ante el umbral de la puerta. Pedro y yo comenzamos a disfrutar como no está escrito, la verdad no pudo comenzar mejor la Magna, que escuchando la genialidad de Pedro Gámez Laserna… “Saeta Cordobesa”, sin duda himno de la Semana Santa cordobesa y clásico donde los haya en la actualidad en el panorama cofradiero nacional. Sus mustios y evocadores sones llenaban la plazuela de recogimiento y silencio aunque no pudiéramos ver moverse a la Virgen a su compás, mientras este que les habla grababa esperando un palio aparecer, pero no aparecía, por ello les dejo un video donde pueden escuchar esta genialidad de marcha, que pudo evocar a los tiempos de la banda de Lepanto, como si al frente aun estuviera don Pedro Gámez esperando la salida.


Y la Virgen salió, y lo primero que veíamos en un costero, era un palio muy macareno, sin duda el taller de Caro siguió las trazas del palio rojo de Juan Manuel hasta la saciedad. Salía con el paso a tierra pero sin el movimiento que tal como diría Barbeito, el que producen los costaleros, sin el mismo, los pasos irían de gracia desprovistos. Pero aplaudo lo que vi, unas ruedecitas quitaban trabajo y esfuerzo innecesario, seguramente descomunal, a la cuadrilla, y también que por la estrechez de la puerta se dejarían medio paso en los dinteles de la puerta, aunque este recurso ya lo contemplé el Domingo de Ramos de 2003 con la Borriquita en San Lorenzo, curiosamente mandada por el mismo capataz, por Lorenzo de Juan. Un recurso que quita vistosidad pero hace que gane la integridad y aguante físico de la cuadrilla, por eso sigo pensando que aunque Sevilla es la referencia – y al terminar el día me quedó aún más claro-, en todos sitios se pueden aprender cosas beneficiosas, lo digo yo y me lo reafirmaron esas dos “instituciones” que me acompañaban que de esto también sabrán algo, de hecho me hicieron recodar mis tiempos de llegada a la hermandad, en la que a veces me daba hasta vergüenza abrir la boca mientras ellos comenzaban a opinar sobre todo aquello que captaran sus pupilas.
Se alzó el palio, un poco desacompasado, y comenzó su caminar con una chicotá abierta pero con mimo al compás nuevamente del inmortal músico nacido en Jódar, sonando una marcha precisamente dedicada a la Ella aunque la misma pocas veces pueda escucharla, el directo hizo que me enamorase definitivamente de una nueva composición de Gámez Laserna, “Salve Regina Martyrum”…








Lo cierto es que este comienzo fue bastante fructífero, el asunto pintaba bastante bien. Los recorridos de ida estaban bastante medidos con antelación y en esta primera parte de la jornada se disfrutó bastante. Como digo todo estaba programado, por lo que en pocos metros no encontramos ante una nueva puerta por donde saldría un nuevo paso para la gracia cofradiera de la ciudad. La misma estaba inundada de gentes venidas de todos los rincones de España e incluso las caras “famosas” del orbe cofradiero sevillano también se dejaban ver como el presentador del Llamador de Canal Sur Radio, Fran López de Paz que subía la rampa de San Nicolás por donde el barco donde navega la Sentencia enmudecía a la multitud. Se abría la escueta puerta y aparecía ante nosotros un barcazo el cual dejaba poco espacio al aire al habitáculo donde se encontraba. David Arce llamaba a sus hombres, unos hombres que arrastran buena fama en la costalería andaluza, y en este sentido había ganas de verlos. Se alzaba a pulso aliviado mientras los “Sones de Sol” inundaban los rincones de San Nicolás. Era la primera de las grandes bandas sevillanas que participaron en la magna que contemplábamos mientras los costaleros bajaban los costeros y con los movimientos tan precisos, casi mecánicos, emergieron este barcazo de Guzmán Bejarano que en el directo me impresionó bastante más que por fotografías y videos. Sin duda, ya que dejaron recaer sobre mis hombros la tarea de dibujar los itinerarios en busca de cofradías, lo intenté con aquellas que este que subscribe aún no había contemplado en la calle, y la Sentencia era un paso que tenía bastantes ganas de conocer.
Ejemplar el trabajo de la cuadrilla, mientras reviraba a los sones de “Sentencia de Cristo” en la escueta rampa, en un espacio donde prácticamente cabía el paso y poco más. Líneas muy rectas del canasto, adaptado seguramente al poco espacio del que disponen para salir de la iglesia que sustentaba al misterio de Miguel Ángel González Jurado -muy en la línea del modelo en el que dicen se guía la cofradía; la Amargura de Sevilla-, el cual me agradó bastante más en el directo al igual que la talla del paso, algo que me ocurrió igualmente con el protagonista de todo, el que movió la fe del pueblo con su mirada perdida en el horizonte; el Señor de la Sentencia… sin duda Martínez Cerrillo fue más grande de que lo algunos se piensan. Sonaba “Soledad de San Pablo”, cuando la cuadrilla comenzó a dibujar su caminar largo, dicen que acompañó a David Arce, Antonio Villanueva, uno de los hijos de la dinastía de capataces de Sevilla, que fue invitado por el mismo capataz cordobés, pero por allí yo no lo vi –aunque los videos me lo muestran en el costero contrario al que yo estaba-, mientras las plumas al viento nos dibujaron el adiós… me quedé decepcionado por no poder podido a ver vuelto a contemplar este paso en otro tipo de vía.
En un principio pensé que después de esto buscaría la Santa Faz que recordando mapas debería estar cerca, y después Pasión que iría levantando el júbilo de los cientos de “banderos” que inundaron la ciudad, ya que el mismo como quizás no podría ser de otra forma, iba acompañado de la Agrupación Musical de Ntra. Sra. de los Reyes de Sevilla, algo que con los avatares de la jornada no pude llegar a contemplar, pero si el paso del Señor, pero eso será más adelante…


Las previsiones sobre el sitio, en el momento, nos llevarían hasta la inmortal plaza cordobesa, la mundialmente conocida como plaza del Cristo de los Faroles, aunque en realidad sea la plaza de Capuchinos para así poder contemplar la salida de otro de los barcos de Córdoba, pasos que por cierto me los esperaba más grandes e impactantes. Por San Miguel señalaba al punto donde hace diez años nuestra querida banda del Rosario estrenaba en Semana Santa la genial partitura de “Blanca Pureza” tras el paso de la Borriquita, algo que le señalé a Eugenio, siguiendo nuestro paso por la cofradierísima calle San Zoilo en busca de la recoleta plaza encalada y de firme empedrado que recuerda fuertemente a otros tiempos. Allí esperaríamos la primeras chicotás de un nuevo Cristo salido de las manos de Martínez Cerrillo, acompañado de una banda que la verdad deseaba escuchar y con el imprevisto no previsto de que antes pasaría por allí el Dios que también le va gritando al Caifás cordobés que… “YO SOY… LA REDENCIÓN”.

CONTINUARÁ…

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