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lunes, 23 de septiembre de 2013

MAGNA ES CÓRDOBA (II)

REDENCIÓN, HUMILDAD Y LAS BANDAS...

Ya comenzaba ese ritmo frenético en el que nos sumergimos por primavera cuando comenzamos las benditas jornadas en búsqueda de cofradías. Pero en el día de la Magna en Córdoba, aun coleteaba demasiado el verano mientras este que les habla recordaba con añoranza aquellos tiempos en que atravesaba esas estrechas y llenas de encanto calles de la vieja Córdoba, y es que el mundo cofradiero me ha hecho un poquito experto en geografía, pero de la geografía cofradiera. Pero no seguimos el normal camino de aquellos Domingos de Ramos, sino que en la calle Conde de Torres Cabrera, subimos en busca de esa plaza que es una maravilla salida del ingenio humano para reencontrarme con el barcazo que hace unos años me “sentó de culo”. Fue el Viernes Santo, un Viernes Santo lluvioso – como mandan los cánones…-de 2006 junto a Cris y nuestro amigo Joaquín, que entonces tocaba en la banda de la Redención, con el que viajamos hasta Córdoba, cuando conocí al paso que buscábamos, el del Señor de la Humildad y Paciencia de la popular hermandad de la Paz. La lluvia evitó la salida de las cofradías aquel Viernes Santo, mientras la banda de la Redención ofrecía un concierto de marchas en la inmortal plaza de Capuchinos al Cristo que deberían haber acompañado aquel día, el Cristo de la Clemencia de la hermandad de los Dolores, la versión cofradiera del inconfundible monumento de piedra que preside la plaza. Aquel día estaba abierta esa especie de cochera desde donde salen las hermandades residentes en el convento de Capuchinos y pudimos admirar los pasos de esta hermandad del Miércoles Santo. Aquel día me impactó, la altura, la imaginería, y eso que ya llevaba unos años contemplando maravillas, las grandes maravillas cofradieras de Andalucía, pero el tiempo pasa y en esto uno nunca para de aprender…
Este paso curiosamente también tiene que salir a tierra o de rodillas, aunque como suele pasar en la ciudad califal, también lo hace sobre unas ruedecitas, motivo éste por el que aconsejé que nos quedáramos en la segunda revirá, donde quizás disfrutaríamos más que de la salida, que se resumiría en un revirá casi fugaz, mientras en la otra esquina podríamos ver el barco venir y disfrutar seguramente de chicotás más intensas. Pero aun no habíamos asentado la fatiga del caminar largo, cuando la gente avisó que cerca, por los conocidos Jardines de Colon, también cofradieros ellos, nos venía otra de las maravillas doradas de Córdoba, otro de los baluartes para que la Semana Santa cordobesa de las dos últimas décadas sean denominadas como la época de los “misterios dorados”, por la gran cantidad que se crearon donde sus pasos eran finalizados en pan de oro.











Esta fue la primera sorpresa que nos encontramos, porque ciertamente, ante un evento novedoso, a uno se le hacía difícil encajar horas, calles y puntos para contemplarlo todo y de la forma más “embrujadora”. Recorrimos los pocos metros que nos separaban y nos encontramos al misterio de Jesús de la Redención ante Caifás justamente antes de salir de los jardines. Artísticamente nadie dudó que el paso era una maravilla, aunque me lo esperaba algo más grande, aunque perfectamente proporcionado, Eugenio disfrutó con las trazas de su hojarasca. A David le gustó las dimensiones de los pasos de misterio de Córdoba, porque el comprende que encajan en una lógica más aplastante a la hora de formar una cuadrilla poderosa en tierras que se quiera o no se quiera, es más complicado que en Sevilla… Guerrero soñaba con uno así para su Cristo de San José…. La chicotá fue a tambor, su para mi prestigiosa agrupación dejó su música para las siguientes “manos”, mientras Cris y yo seguíamos preguntándonos como la Redención de Córdoba – por cierto muy curioso su banderín, creo que elaborado en Guadamecí- no tiene la más justa fama que por calidad interpretativa y de repertorio debería tener. He de admitir que la imagen del Señor me agradó en persona, era la primera vez que lo contemplaba, no tanto las secundarias, todas ellas muy fieles al estilo de Duarte, de hecho están realizadas por uno de los imagineros que estuvieron en su taller aunque el sevillano solo confiese un discípulo en toda su carrera, el autor era Miguel Ángel González Jurado, siendo una de sus obras de juventud, que no vendría mal alguna intervención para mejorarlas. Sobre la gente de abajo, una cuadrilla correcta, se le notaba mucho el ser una cuadrilla de hermandad, buenas levantás, pero en la filosofía de andar con cambios la verdad no me impresionó, no sé si es que me estoy haciendo mayor, pero cada día soy más exigente con las cuadrillas que se atreven a andar con cambios, cuando no se consigue el pellizco, mejor andar de frente, como toda la vida de Dios, que también es complicado que conste.


Muchos amigos del Rosario de Linares nos encontramos en este punto, a la espera de la salida del Señor de la Humildad y Paciencia, que aunque esta advocación nos haga intuir en nuestra mente un Cristo semidesnudo, sentado, en actitud pensativa, en realidad se trata del misterio de expolio de las sagradas vestiduras de Jesús en el monte Gólgota y los preparativos de la crucifixión, vamos el despojado de Córdoba, aunque creo que nadie lo llama así.
Estábamos nuevamente ante un Cristo del cordobés Juan Martínez Cerrillo, embutido en la fiebre de los misterios, su hermandad lo rodeó de un completo misterio, lo mejor de todo el conjunto, hablando desde una óptica material y artística, y es que las secundarias del gran Antonio Bernal Redondo me volvió a reafirmar que quizás en Córdoba están los mejores imagineros actuales. La contemplación del San Dimas implorante al cielo, mostrándonos su arrepentimiento ante el “que no había hecho nada y era justo”, u el modelado del caballo blanco del centurión que entrega el pergamino que conocemos como el INRI,  curioso que Bernal recurriese a las siglas cuando hoy en día está mucho más de moda la tabla escrita en los tres idiomas más fiel a la realidad. Basta con la frase que espetó Pedro Guerrero… “parecía que la cola del caballo se iba a mover”. Este paso si era algo más grande que el que acabamos de ver, curiosamente, los dos, desde mi punto de vista, seguidores en sus trazas del canasto del Señor de la Victoria de la hermandad de la Paz de Sevilla. Pero si digo que quizás estén en Córdoba los mejores imagineros activos, no opino de igual forma con los talleres de talla y en pocos minutos pudimos contemplar muchísima más fuerza, volúmenes y acabado en el canasto de la Redención, del sevillano Antonio Ibáñez Valles y Joaquín Pineda, ante el mucho más plano en matices del de la Humildad y Paciencia, de Santa Águeda de Córdoba, aunque ya lo quisiera yo para mi pueblo, que conste, esta opinión no quiere decir que no sea bello e impresionante… he aquí lo que referí antes, cómo con los años uno va aprendiendo y lo que quede…
Este paso fue uno de los que recurrió a la costumbre de cambiar de estilo musical en salidas extraordinarias como esta. De agrupación musical se cambió a cornetas y tambores, y no una banda cualquiera, aunque no tenga la etiqueta de ser de Sevilla, si fueron muchos los que buscaron este paso para embriagarse u conocer a la banda del Rosario de Cádiz. Y no defraudó, sin duda es de ella de lo que más se está hablando en lo musical de la histórica jornada, y eso que compartía “cartel” con las Tres Caídas de Triana, Pasión de Linares o los Reyes de Sevilla. La verdad que tristemente no tenía que haber utilizado las comillas, porque para muchos, este evento se les pareció eso mismo, un concierto gratuito donde escuchar a sus idolatradas bandas, dejando muestras clarísimas del gran trabajo que aún nos quedan a los cofrades en tema de formación, y por ende, educativo para la sociedad, porque tanto lo que viví y he visto en videos, el comportamiento de muchas personas del público ante la música de las grandes bandas, no creo que fuese el más adecuado. A las bandas hay que recordarle que son un complemento, importante, pero solo eso, y que más allá de sus banderines, está el protagonismo de todo. Que son necesarios y su música es una parte esencial para encontrar la gracia de Dios, pero no pueden creerse más que Dios, lo mismo que los acérrimos a la cultura del costal, pero como estos pocas veces he visto que jaleen a una cuadrilla, creo que es bueno recordarlo… y la cuadrilla, creo que con fama en la ciudad nos trajo al Cristo que para ser el despojado, poco desvestido va, curioso que el otro Cristo de Cerrillo, también participante al acto, el Penas de San Andrés u “Gitano”, el que escenifica el momento en que se le entrega la cruz para llevarla a su suplicio, vaya también semidesnudo. Dicen que van revistiéndolo con su túnica y con ello confunda más con el misterio que no escenifica, el del expolio. Y la cuadrilla vino también al compás que naciera en el sevillano barrio León, aunque también destaco que me gustó mucho más cuando simplemente anduvo sobre los pies, y el compás lo marcó Cádiz, con su esencia de Dos Hermanas –en sus sones está su inspiración…- desglosando los éxitos de su último disco, el cual “devoré” meses después de Semana Santa, hasta cuando salía hacer deporte y la verdad que tenía muchas ganas de escuchar esta banda con un paso de las características como al que le dio música. “Eternidad” marcó la salida, mientras nos venía al compás flamenco. Pero en realidad había dos marchas que desee escucharles en la tarde, aunque como luego verán más delante en esta crónica, solo me pude quedar con esta experiencia. Se levantaba el barco de Capuchinos y una melancólica melodía erizaba mi vello, Eugenio me preguntaba el nombre, que hasta en el video se me escucha decir… “El Amor”. Esta marcha dedicada al crucificado del Martes Santo jerezano en sin duda de las que más me pellizcó el alma de su último trabajo discográfico y la verdad marcó como una banda sonora un tiempo en que no lo pasé anímicamente demasiado bien, sus notas melancólicas, tristes, me evocaban al sufrimiento del Hijo de Dios y a la vez, la tristeza mundana, la que a veces nos trae el amor…









Había ganas de escucharla y así me lo concedió el Señor de la Humildad, y aunque estuvieron fallones en algunos solos, la banda demostró con creces lo que hace unos meses defendí y que algunos me quisieron tildar de loco, de que la Semana Santa más mediática se pierde a esta enorme banda, por allí andaba cofrades algo conocidos y mediáticos de la misma, quien dice que aquel día el “cartel” pronto la lleve a la Semana Santa que definitivamente la lanzara a un estrellato imparable… Sevilla. “Al Compás de tu andar Despojado” dibujo el adiós… portentosa, sublime, eso sí para los que valoramos todas las vertientes de la música procesional y su evolución, los que siguen en Escámez no les gustaría nada, disfrutamos una barbaridad de la parte material, folclórica que levantan las cofradías como medio de acercamiento a los valores que nos dejó aquel que hecho madera iba repartiendo amor en lo alto del paso… solo me faltó “El Dolor”, pero ya será para otra ocasión, pero para disfrutar de la música, para emocionarse con ella mirando siempre al Señor o a su Madre Bendita no hay que lanzar gritos como si estuviésemos en una plaza de Toros o un estadio de futbol… en este punto creo que se le dio la razón a Sevilla cuando decidió que en su frustrado Vía Crucis del Año de la Fe, los pasos no fuesen acompañados de bandas, para que no se formasen algunos “circos” como por tristeza se vivieron en Córdoba.

CONTINUARÁ…

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