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lunes, 2 de septiembre de 2013

LA COFRADÍA DE LA MEMORIA HISTÓRICA... EL MUTILADO DE MÁLAGA.

Se me ha escapado el mes de agosto, y con el también julio donde no pude realizar una entrada o algunas entradas que como en muchas ocasiones, surgen de promesas en las siempre buenas conversaciones con el amigo Juan José Galey del Reino, dedicadas a algo que al él le apasiona conocer, como fueron las circunstancias que rodearon al mundo cofradiero en los difíciles tiempos para todo este fenómeno, como fueron las etapas de la II República Española, la posterior Guerra Civil y las consecuencias “triunfadoras” de las que se beneficiaron tras la referida contienda, la que cumple años cada mes de julio, en el cual y quizás también mes de agosto, es decir el tiempo en que el calor del verano para tristeza se vio acrecentado por las múltiples columnas de fuego que se elevaron alimentando sus infernales llamas en los lugares sagrados de este país consumiendo muchísimas joyas de la mano humana, materia que conseguía enganchar a lo mas complicado, al corazón, al sentimiento…
Pero nunca es tarde si la dicha es buena dice el refrán, y hoy pues me gustaría contar una nueva historia en esta mi bitácora del culto a la materia para llegar a lo inmaterial. Para bien o para mal, eso depende de según cual sea el ojo que mira y sobre todo, que mente piensa, el fuerte vínculo que creó el régimen de Franco con la iglesia trajo consigo unas curiosas estampas en aquellas Semanas Santas del “Nacional-catolicismo”. El impulso insuflado a la Semana Santa fue bastantemente considerable, donde las cofradías en mayor medida se aferraron y se cogieron de la mano con el movimiento político, o más bien con el sentimiento ideológico de los siempre tildados como “fachas”, donde Dios tenía que ser sí o sí. El triunfo de los que ganaron la pelea, porque lo que es ganar, en esta vida solo ha triunfado una batalla, la que combatió un carpintero que murió a los treinta y tres, fue tomado como una victoria de Dios, en sí, la verdad, las cosas de Dios estaban muy perseguidas, y por ello la celebración de la Semana Santa debía de ser una nueva exaltación de la victoria conseguida en los campos de batalla donde se mataron hermanos. Ciertamente es comprensible comprobar lo doloroso que tiene que parecerle a alguien que perdió a un ser querido, y que esa muerte sea exaltada con las figuras divinas, nunca Jesús hubiese querido advocarse  “Victoria” por el triunfo de una guerra, y mucho menos a María como “Paz”, porque en realidad alguien consiguiese machacar a otro, solo existe la paz en el estrechamiento de una mano, sin violencia ni rencor.





En Huelva, una hermandad nació dentro de esta circunstancia, donde su Dios se advocó Victoria y su Madre; Paz, como en el Porvenir sevillano, pero además, la de Huelva nacía del sentimiento de aquellos que no murieron pero quedaron marcados de por vida por alguna mutilación surgida dentro de la vorágine bélica, por ello son llamados “los Mutilaos”. Pero de esta hermandad solo queda esos detalles históricos, seguramente más que superados y comprendidos, no creo que queden muchos símbolos de aquellos tiempos. Pero si hubo otra hermandad que nació de unas circunstancias muy especiales, que pronto la elevaron a ser una de las grandes cofradías de su ciudad; Málaga y que con el declive de todo aquellos fueros la sumergieron a la más absoluta humildad y la práctica desaparición del fenómeno popular y cofradiero, aunque la misma hoy siga viva, alternando a veces un “olvido” contrarrestado por la polémica de todo su ser y sus valores para la vuelta al culto procesionista de la tierra de los tronos.
Sin duda, la historia del Cristo Mutilado de Málaga es una de las más especiales y curiosas de toda la Semana Santa andaluza, por no decir española, la cual llegó a ser considerada cofradía nacional, porque dicen que alcanzó a tener más del 15.000 hermanos repartidos por toda España que bajaban hasta la capital de la Costa del Sol cada Jueves Santo para engrandecer el aparato procesional de la que era su cofradía y abanderada de su causa, sin duda eran los mutilados de España estos personajes, eso sí, los mutilados del llamado bando vencedor.
El crucificado denominado “Mutilado” es una obra anónima atribuida al granadino Jerónimo Gómez de Hermosilla (1630 – 1719), autor también de las populares imágenes de los Santos Mártires, San Ciriaco y Santa Paula, patronos de Málaga. Un crucificado que hasta la Guerra Civil española, seguramente era un total desconocido del pueblo malagueño, ya que el mismo no era una imagen dedicada al procesionismo sino más bien al culto interno integrado en el común programa iconográfico de un retablo, como es más común, coronando el mismo como existe en tantos otros ejemplos, el cual se encontraba en la que sigue siendo su sede canónica, la iglesia del Sagrario. La historia comienza cuando las “hordas marxistas” profanan el templo, destruyéndolo todo pero sin conseguir el éxito de hacer desaparecer igualmente la talla del crucificado, el cual al desprender el retablo quedo colgado en las alturas. Aquel acto, no se sabe si por el desprendimiento del retablo o por la utilización de cuerdas para intentar desde abajo descolgarlo, dejó la estampa por la que comenzaría a ser conocido en todo el orbe cofradiero malagueño y por ende español, al quedar mutilado por parte de sus dos piernas, por los mismos ensambles de la madera, así el Cristo quedaba mutilado como muchos españoles en el campo de batalla o por consecuencias de la guerra.
Es aquí cuando surge lo que recientemente se ha venido a calificar como la memoria histórica, el crucificado no se restaura y se deja tal cual como símbolo de lo que trajo el bando perdedor, e incluso se alza como el símbolo de los mutilados de guerra, creándose si aún haber acabado la contienda, tras ser tomada la ciudad, una cofradía muy especial para su culto, idea promovida  por Fernando Roldán Andreu adoptando como escudo el distintivo del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra, donde el general y fundador de La Legión; Millán Astray, director de dicho cuerpo, fue nombrado primer hermano mayor efectivo.
El derecho canónico es y era bastante rotundo con la especial circunstancia de la imagen, “Nadie puede colocar o hacer colocar, tanto en iglesias como en otros lugares sagrados, incluso los exentos, ninguna imagen insólita, a menos que haya sido aprobada por el ordinario del lugar” , por lo cual la sola autorización del obispo hubiera sido suficiente para que la imagen procesionase, pero la naciente corporación fue más allá y solicitó permiso al mismísimo Papa Pio XII el cual concedió dicha petición, es decir que por temas eclesiásticos la imagen ya podía y podría hoy procesionar sin sus piernas, pero sobre todo recordando las circunstancias que motivaron esta estampa, levantando quizás esa memoria histórica que hace pocas fechas a nuestros políticos les dio por remover nuevamente.
Se crea entonces a su alrededor una especie de cofradía gremial, como aquellas que en la noche de los tiempos limitaban su pertenencia nada más que a los profesionales del gremio de turno que constituía la hermanad, en esta solo podían pertenecer una serie de personas que compartían una común condición, más adelante se abrió a los hijos de los mutilados, pero no al resto de la sociedad, algo que también depararía el decaimiento décadas después cuando sus hermanos iban desapareciendo. Los hermanos, todos ellos caballeros mutilados, desfilaban con el rostro descubierto vistiendo sus uniformes militares o falangistas y llevando como únicos distintivos comunes un escapulario y una capa blanca con el escudo de la cofradía. En la Semana Santa de 1958, algunos cofrades estrenaron el denominado ‘traje de cruzado’, inspirado en los uniformes de las órdenes militares, que parecía ser un intento de dotar de una uniformidad común a todos los penitentes como ‘caballeros cruzados’.







Contemplando el video que les adjunto, de cómo fue el caminar penitencial de esta cofradía malagueña, podrían ver la curiosa participación del ejército portando el trono del Cristo Mutilado, en concreto los soldados del Regimiento Aragón número 17, de guarnición en el Campamento Benítez, lo que aumentó aún más la militarización de la procesión.
Fue como se podrán imaginar una hermandad de pura exaltación del régimen franquista, llena de símbolos del movimiento, basta contemplar el retablo donde aún hoy recibe culto donde dos cartelas del mismo muestran el nombre de Francisco Franco y 18 de julio, fecha del “alzamiento nacional”, la fecha de la “liberación” como la denominaron los más fervientes ideólogos de las ideas y sobre todos leyes que trajo la dictadura. Un retablo por cierto diseñado por el malacitano Francisco Palma Burgos, del que sin duda se basaría para realizar, eso sí mucho menos rico en talla, el retablo de la capilla, con Cristo incluido, de la Expiración de la parroquia de la Encarnación de mi pueblo, Bailén.
Paradójicamente con la llegada de la democracia y la muerte de Franco la hermandad comenzó su estrepitoso declive, si es que se puede definir así lo que pasó, algo que muchos considerarían lógico, al quizás perder el gran apoyo institucional como anteriormente gozó, aunque lo cierto es que esa no es la realidad, o quizás realidad a medias, en este punto ya no alcanzo a poder explicarles porque esto ya entra dentro del sentimiento social malagueño, el cual no puedo llegar a alcanzar, si los odios y rencores tuvieron peso en la transformación de esta hermandad, de ser una de las grandes de la Semana Santa a quedar como casi una humilde hermandad de ámbito casi privado, donde un vía crucis en la Catedral en la jornada de Viernes Santo es el único gran culto por el que sigue siendo reconocido en el mundo cofradiero malagueño, seguramente por los más “rancios” de la iglesia malagueña. Un esplendor que también se reflejó en su patrimonio atesorando muchas de las mejores piezas del guion procesional malacitano que hoy ante su nuevo papel en la sociedad malagueña queda tristemente casi oculto a la vista de los apasionados del arte.

Motivos políticos aparte, las especiales reglas por la que se regían, sobre todo para su pertenecían y los privilegios del estado de los que gozaban hicieron que en 1977 bajo consulta del obispo D. Ramón Buxarrais Ventura dejara de procesionar por las calles, motivo por lo que en la actualidad, según los estatutos de la Agrupación de Cofradías que señala un periodo determinado de años en los que como no se procesione, son automáticamente desagrupados del máximo órgano cofradiero de la ciudad. La cofradía quedó aparcada en una atmosfera algo rara, dentro de ese casi tabú en el que han quedado casi relegados. Muchas cosas se han dicho sobre su posible vuelta, como que curiosamente sea hoy la iglesia, incluso con bula papal incluida, sea la que exija, no solo la eliminación de símbolos, sino que incluso se le repongan unas piernas al Cristo, que por ende borraría su tan particular esencia de las últimas décadas, donde la verdad, pienso que por muy doloroso que fueran para unos, borrarían una de las esencias que lo llevó a pasearse por las calles de Málaga, al fin y al cabo, para catequizar al pueblo, aditamentos mundanos aparte. Creo que volver siguiendo la esencias actuales de cualquier cofradía le vendría bien, teniendo presente su pasado pero mirando al futuro, aunque yo lo seguiría dejando “Mutilao” de sus piernas, porque esa su señal inequívoca de su identidad, lo que hiciera siempre preguntar por qué esta así, y algún día se explicara que Dios una vez más se echa los errores de los hombros sobre sus espaldas, caminando por Málaga en un ambiente serio y fúnebre, al modo de la hermandad de la Expiración, otra de las que luce antiguos vínculos con los tiempos del franquismo y sobre todo alusivos a la victoria del mismo en la Guerra Civil, un arca relicario donde se deposita tierra del Cerro del Cabezo de Andújar “bañada con la sangre de los guardias civiles que entregaron su vida por la patria” son muestra palpable de ello, de estas cofradías para la memoria histórica…

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