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lunes, 9 de septiembre de 2013

BAILÉN 1990. MADRUGÁ.

Llegaba las seis de la mañana y Bailén se levantaba, creo que menos como ahora, se hacia noche de fiesta y se acostaba después de ver a Jesús Nazareno subir la calle de la Amargura y comerse unos churros en la churrería de la calle América. Día grande de los nazarenos morados bailenenses, con cuatro Cristos titulares, es el que carga el peso de la cruz sin duda para ellos, tal como lo llaman; “El Jefe”. Creo recordar que aquel año de 1990 volvía a procesionar la imagen de pasta madera que fue la primera en llegar a Bailén tras la desaparición del antiguo titular en los actos sacrílegos del estallido de la Guerra Civil. Lo cierto es que no tengo datos sobre los avatares de esta imagen y la otra, la conocida como “el nuevo”, que nos muestren como procesionaba la hermandad, fotografías antiguas de ambas imágenes nos muestran que ambos eran procesionados, pero no sé con qué alternancia. Pero siendo un niño, por aquellas fechas, en mi subconsciente tenía que esta imagen estaba en la capilla, presidiendo lo que podríamos llamar la capilla mayor y que no sé por qué razón no procesionaba, siendo muchos los cofrades bailenenses que se lamentaban de aquella situación porque lo cierto es que siempre ha gozado de muchas más admiración entre la ciudadanía.
Al parecer el artista local José Antonio Rivas actuó restaurando aquella imagen para ser devuelta al procesionismo local, siendo aquel año, sino me equivoco el primero de su vuelta. La imagen se nos muestra con su primitiva policromía, la insuflada en los talleres donde fuese realizado, seguramente el “Arte Cristiano” de Olot (Gerona), aunque no consta cual pudo ser el taller de imaginería seriada que lo realizase. Aspecto que muchos añoran desde que años después fuese repolicromado no lo suficientemente acertado por Tirao Carpio, el cual le amplió el “stipes” a la cruz, es decir el travesaño más largo y le añadió unas cantoneras  a los cuatro extremos de la cruz, lo único acertado de la intervención, aunque esto es algo que puede que tenga pronto remedio… nos muestra la salida desde su ermita de la calle escalonada a la que da nombre, por la plaza de la Constitución, ante la parroquia de la Encarnación bajando la calle Iglesia y en lo alto de la que es su calle, la calle de la Amargura, la cual desde antaño se ha tomado como la recreación de la sufrida subida al calvario, acrecentada por la curvatura dramática que presenta esta imagen que aunque sea una imagen seriada, no le resta el sobrecogimiento que levanta cuando abraza la cruz una nueva madrugada…
Que añoranza el ver el estrecho de mi casa y como eran muchas casas entonces, algunas ya hoy desaparecidas o muy remodeladas, seguramente en los balcones, mi familia y amigos asomados en esta procesión que era especial para la familia, ya que pasaba por nuestra puerta… ahora la intensidad de mi nueva Semana Santa hace que ni la música me despierte…
Tras Él nos llega un paso que a los más jóvenes les sorprenderá, yo ya lo recordaba por sombras ya que solo me era más patente la presencia de mi hermandad procesionando a la Santa mujer Verónica. Entonces la imagen no existía como tal, y era la imagen de Santa María Magdalena la que seguía el camino de la amargura, sola en el paso, en este caso calzando a la perfección en las andas de Díaz Roncero, ya que la proporción del conjunto en una línea piramidal se podría considerar perfecta, acompañada de unos angelitos arrodillados, de serie, también adquiridos por entonces que portaban unas especie de lamparitas de bombillas que iluminaba a la talla de Juan Francisco García “El Tomatero”. Qué pena me da contemplar esta imagen que ha desparecido en más del 50% en otra de esas intervenciones para echarnos las manos a la cabeza… dicen que la polilla la tenía destrozada –cuando este problema es restaurable-, aunque yo creo que ese cuerpo aún sigue “vivo” y quizás aun prestando servicios procesionales... Considero una gran pérdida sentimental y cultural la de esta imagen, que representa una época y un momento social de la historia de Bailén y sus cofradías, solo su busto se conserva, repolicromado por cierto con peor policromía que la que le insuflara el que por lógica no debería ser un buen policromador, a fin de cuentas el “Tomatero” era simplemente un gran ebanista, la imaginería son palabras mayores. Un leve retallado y una buena policromía hoy en día nos hubiesen legado una gran y verdadera mejora de esta entrañable imagen. Algo que por lo menos se le podría practicar al busto… como olvidar la calavera de Adán, símbolo del monte Gólgota a los pies o más bien, rodillas de la Santa de Magdala.
Tras los primeros pasos, en esta nueva procesión donde se creaba una sola cofradía –como hoy día pero con tres tronos solamente- nos llegaba como en la jornada de Jueves Santo los pasos de San Juan evangelista y Nuestra Sra. de los Dolores. La calle Baeza con su confluencia con la calle Oro nos deja nuevas muestras de aquella Madrugá de 1990. El paso de palio por la plaza de la Constitución para acabar a las puertas del bar Piñero donde en su balcón se le cantaban interminables momentos saeteros a los cuatro pasos. Destacar la presencia junto al saetero en el balcón de un chaval que años después, la Semana Santa de otras latitudes lo sorprenderían, para poco después viviendo escenas como las que muestran los vídeos, me las contara y me prendiera la chispa de la gracia. Años después revolucionaria a toda una ciudad de Oviedo, mi amigo, el que me metió el “veneno” en el cuerpo, Alfonso Piñero.
Y para finalizar, en la apoteósica recogía de Nuestro Padre Jesús, nuevos momentos saeteros desde el altillo del ayuntamiento, a cargo de toda una institución en la cofradía de la sangre morada, de hecho este hombre creo que debe de tenerla del color de la penitencia, contemplar su figura en Bailén es dibujar rápidamente en el subconsciente al Dios de los “moraos” bailenenses,  reconocido por sus hermanos en vida y respetado por todos, no podría ser otro… Diego.

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