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viernes, 6 de septiembre de 2013

... LA DIVINA PASTORA DE SAN ILDEFONSO.

Nunca antes había escuchado o leído nombrarla así, fue mi amigo Pedro Guerrero el que tuvo la genialidad, si es que así lo consideran, yo sí, de llamar a la Divina Pastora de Almas de la ciudad de Jaén. Cuatro años, porque los capillitas contamos por Semanas Santas, en las Glorias igualmente, contemplando el caminar de la que llaman todos la “Pastora de Jaén”, pero este año, me gustaría llamarla así, la “Divina Pastora de San Ildefonso”. Que mejor que abrir el mes de septiembre, como diría el amigo Josito, su costalero, cuando ya se anhela darle la patá a los intensos meses de calor, que con la Pastora de Jaén, perdón, de San Ildefonso. Primer domingo de septiembre, este año primer día del mes, con la resaca aun coleante de la feria de Linares, y que mejor que buscar la basílica donde vive la Señora y Patrona de todos los jaeneros, que como manda la tradición, reciben a su Pastora, como el mejor preludio o comienzo de estas eternas vísperas de la gloria.
Fe y devoción volvió a desprender esta dulce Señora de tintes granadinos para su pueblo llano, y arte y sabor, además, que conste, lo primero es lo primero, a los que esto es una forma de vida, un modo de sentir, de pensar y de buscar nuestra esencia, nuestra cultura y filosofía de vida. Su plateado paso, de letíficos faldones volvieron a cobijarla, bajo el arbolito acariciando los borreguitos mientras el Niño Dios parece corretear la pradera mística de los cielos, aquella donde la soñó aquel fraile capuchino y sevillano… y Sevilla impregnó a esta vieja y jaenera advocación hace cuatro primeros domingos de septiembre, eliminando los varales por trabajaderas y llenando poco a poco este primer domingo de septiembre de ese canon con el que tratan en Sevilla a sus devociones gloriosas… decían el primer año que fue un boom, que aquello cambió a mejor y que desde entonces sus calles muestran una participación más agradable, evidencias de lo que vengo contando desde un día de diciembre de 2009, la estética al servicio sublime de la fe.






Pero para el que le guste y al que no, que mejor que echar la tarde-noche, un año más arremolinándose a las plantas de la legendaria San Idelfonso, un año más aparcando en la plaza de toros, reencontrarte con su azulejo y la Puerta del Ángel de las Bernardas, las cuales visitamos, fuerte sabor a barroco jiennense que en la tarde, no recibiría al rebaño más bendito que nos legó el Dios Eterno.
Novedades en lo musical… la Estrella no abría el cortejo, para mi acertado, no le encuentro sentido a una procesión con poco cortejo con una banda tocándole a los árboles y en ocasiones tapando la música del paso. Ya estaba el cortejo en la calle cuando llegamos, como suele ser costumbre en las glorias, por desgracia más concurrida de representaciones tanto de cofradías, eclesiásticas y políticas que de hermanos acompañando a su titular, pero que esto también pasa en Sevilla, que conste que la “critica” es generalizada. Otra novedad es que cambia el itinerario por completo, en este Año de la Fe, se quería pasar ante la Catedral, que la verdad no sé qué tiene eso de extraordinario cuando en la noche, la diosa Valdeviriana se encontraba cerrada a cal y canto y allí no se hizo nada más especial que una leve revirá, un guiño como dirían algunos al gigante y Valdeviriano relicario de piedra que guarda el verdadero icono…










Salía el paso un año más, con el mimo costalero, de los hombres de José Carlos Prieto y sus inseparable equipo en la primera chicotá de la tarde que si no hubiese sido por el Tránsito de Córdoba, hubiese sido el primer resquicio de aroma glorioso en muchos tiempo, aunque este año no me puedo quejar, llevo pasos cada mes desde Semana Santa y el principio como se suele decir por estas fechas, de un nuevo curso que desembocará en el éxtasis de la Resurrección, aunque ya saben que los siete días anteriores son los de gloria plena para todo capillita. Comenzaba el paso a andar sobre los pies y el Himno de España anunciaba la llegada de la Madre de Dios a las calles de una ciudad donde por cierto, un día bajó de los cielos para recorrer sus calles. En este templo se venera al icono que deparó aquella experiencia mística que se pierde en la noche de los tiempos y un callejón y una reja por donde dice pisaron sus pies benditos. En la tarde los pies de la Virgen eran los pies de valientes costaleros, pero este año no pisarían la senda de la nacida sin pecado, sin mancha. Reviraba la Virgen buscando la calle Bernabé Soriano, claro, el objetivo era la Catedral –abandonando este año su barrio u zona- y sonaba, por fin un cuerpo de cornetas alzando al cielo jaenero, traspasando sus notas con la cruz del castillo, la marcha “Rosario de Montesión”. Un año más la apuesta musical de la salida no me dislocaba, pero sonaban cornetas y la banda muy bien, y es que en este punto también fue novedad la Sociedad Filarmónica de Jaén "Banda Reina de la Amargura", un total acierto que chicotá tras chicotá fuimos palpando y es que sin desmerecer a la banda que en los años anteriores la acompañó, este era un punto tanto aquí como en otras glorias a mejorar, el conseguir que las bandas fuera de Semana Santa intenten presentar su potencial, ya sea en calidad interpretativa como de repertorio, y la banda de la Amargura de Jaén fue bastante sobrada en estas dos observaciones. Disfruté muchísimo en lo musical y en lo costalero que al realizar su primera revirá “made in Santiago”, continuó enlazado, esta vez sí una marcha digna de una gran salida… decir Santiago, es decir también Macarena y los sones de la que vive en la Resolana sevillana marcaron el compás de la que pastorea las almas de los jaeneros, sonaba potente y sobre todo con cornetas la obra más inmortal de Pedro Braña… “Coronación de la Macarena” que arrancó el andar en busca del nuevo itinerario, que ganándole metros me hizo haberme arrepentido de no haber grabado el momento, porque la Virgen hace siglos pisó estas calles, en carne y hueso se podría decir, pero los de la Pastora no la pisaron ya que la salida fue una chicota que la llevó hasta Bernabé Soriano,  cuando a mi altura, la banda comenzó a dar muestras de lo que sería la tarde, el empalme de varias marchas para el éxtasis del culto a la estética costalera, sonaban nuevamente cornetas y como siempre mi padre  vino a mi memoria, ahora que ha vuelto a necesitar un nuevo empuje de la Madre y de su Hijo bendito, solo podía sonar para ello “Aniversario Macareno” del desaparecido maestro José Velázquez.
Imponente salida, con fuerza y regusto musical, sin duda la mejor desde que la Pastora de San Ildefonso camina al compás del estilo creado por los antiguos gallegos del Puerto de Sevilla, aunque hay que apuntar, que son las únicas salidas que este que les habla ha contemplado. Con la marcha que empieza con compases de Antonio Machín, no podría ser otra, “Virgen de los Negritos” de P. Morales, que alegría, otra más con cornetas, contempló la Virgen la inigualable vista que se dibuja siempre desde lo más profundo de la calle Bernabé Soriano, tal como dijo cierto historiador del que no recuerdo su nombre: “mírala como se levanta majestuosa, la torre de la Catedral, como queriéndole echar un pulso a la montaña… de Jabalcuz…” parecía que la hermandad estaba en Carrera Oficial, pero no, simplemente buscaba los aledaños del primer templo jaenero y las chicotás se sucedieron sin pausa, donde pude saludar a mi segundo capataz, del Carmen iliturgitano, Jesús Joyanes.












Gran aroma de las grandes citas cofradieras se dibujaron en el callejón la Parra, Cerón o Colon, la verdad no se el nombre de ese callejón donde el incienso se mezclaba con el dulce pliegue de los benditos costales, y las revirás santiaguinas se seguían marcando, la verdad diría que este año se ha notado un salto de calidad de la cuadrilla en todo, como las levantás cuando los ecos macarenos volvieron a llenarlo todo de magia, mientras Diputación dibujaba el marco perfecto, la “sentaita” de San Idelfonso al compás del genio de Gámez Laserna, y más cornetas, que disfrute, pasó la Pastora, pero tal como “Pasa la Virgen Macarena”. Un saludo a los hombres de abajo que conozco como Josito y a un nuevo peón de las grandezas letíficas, para con la Pastora de San Ildefonso, que se encontraba esperando el relevo, dibujando una estampa de fuerte sabor cofradiero, el compañero y hermano en Cristo en el Prendimiento, como Josito claro, Agustín López Marjalizo.
El callejón tomó entonces aromas de las Caballerizas sevillanas, y “Al compás la cera llora” nos rellenó el momento cuando una vez más el arco tomó el protagonismo y sonó esa melodía, que ya sabrán, tiene que sonar en la alcoba de la Virgen María allá en el Reino de la vida eterna, Pedro Morales en estado puro, y más cornetas, que gustazo… aunque eso sí, mal situados para contemplarla venir con “Esperanza Macarena”.
De ahí, por los callejones de la Catedral como se suele decir allí si no me equivoco hasta la calle Maestra, arteria que siempre nos lleva hasta la imponente plaza de Santa María, destrozada igualmente con los modernos proyectos de plazas, donde más bien se crean explanadas, como la plaza de la Constitución de mi pueblo. Llegaba nuevamente el paso, ya bajo el manto de la noche de septiembre al compás de “A ti Manué” esa marcha que hasta que no llega el solo me aburre. Y arrió la Señora, que por cierto este año me gusto bastante el exorno floral, aunque espero que sea motivos de fuerza mayor los que eviten que se elimine ese monte  de juncia o lo que sea eso, por uno de flor, al modo de Pastoras como la de Triana…
El paso detenido y se hizo un “sshhhh” que fuera de Sevilla y menos en fechas fuera de la Semana  Santa creo que jamás había escuchado. Nombraba a la Pastora trianera, la que un día muy macareno conocí por los aledaños de la “Señá Santana”, la cual al parar ante el bar Santa Ana, recibió los cánticos de un trío de sevillanas. Pues algo así se dibujó en la calle Maestra tras la Pastora jaenera, la de San Ildefonso, a las puertas de la peña flamenca a modo de saeta, pero no era saeta claro, los cantaores le cantaron y al mismo tiempo le dijeron guapa a la Virgen como diría la canción de los Cantores de Híspalis. Me dio rabia que la gente le dé más valor, que no digo que no lo tenga, al espectáculo del cante y cuando llegue un paso con su música, no guarden el debido respeto que merece el momento y se alce la voz al mismo volumen que como si estuviésemos en la feria,  lo que llaman en Híspalis, “los silencios de Sevilla”, lo que aún nos falta por asimilar fuera de las murallas que conquistó para la cristiandad el rey San Fernando.
Levantá a pulso con “Rocío” de Vidrie para seguir siguiendo, no hace falta explicar esto en la esencia de la escuela de Antonio Santiago…- que no estuvo, a ver si se me van a confundir, simplemente es el modelo seguido por José Carlos Prieto-, “Hiniesta Coronada” marcaba el compás mientras en un bar nos refrescábamos el transito del calor y “Hosanna in Excelsis” daba el primer aviso del buscado paso de la cofradía ante la fachada de la Catedral, mientras Pedro y yo intentábamos identificar las roldanescas esculturas de la fachada catedralicia, donde “Encarnación Coronada” y su ya más que famosa parte final con la salve elevaron a la gracia el culto que concede nuestra Andalucía a María Santísima. Continuó el caminar, ya en los últimos tramos, nosotros estábamos cerca del fin de un nuevo primer domingo de septiembre, mientras la Reina de sombrero señorial buscaba el rincón más bello para ver pasar un paso en la tierra del Santo Rostro. La marcha de moda también se apoderaba de la Pastora de San Ildefonso, “Mi Amargura” elevaba el éxtasis del sentimiento a los que se dislocan con esta marcha, pero yo soy más de lo que vino después, con chicotá eterna y trabajada, con doble revirá, a los pies de la embrujadora catedral, bajo en ese balcón en el que me embelesé una tarde cualquiera asomado cuando visité el archivo diocesano.

























Sonaba Cebrián y no era para el Abuelo, una vez más para la Señora de San Gil, “Macarena” del genial toledano y jiennense eterno que le aportó ese matiz sobrio, algo mustio que creo también le cabe a una gloria. Y si el éxtasis fue grande, no menos fue cuando la banda enlazó la genialidad que en estos últimos tiempos me estoy hinchando de escuchar, un día más la obra cumbre de Pascual Marquina “Procesión de Semana Santa en Sevilla” para adentrase en la apreturas, repletas de almas que buscaban su pastoreo deseosas de quemar o más bien deshojar la margarita de las siempre eternas vísperas, esperando la hora, pareciendo que es la hora, pero que aún no llega… este fue el fin, el acércanos a comer algo hizo que nos perdiéramos la última calle y la recogía – una pena perderme esa “Madrugá Macarena” y una impresionante y potente “Estrella Sublime”, benditas cornetas, bendito Farfán…-, en este nuevo primer domingo de septiembre, que sin duda se está convirtiendo en cita obligada de este simplemente capillita, en la espera de la gracia, en la búsqueda de la Effetá… y que pudo ser el pistoletazo de salida para unos próximos meses que quizás puedan traer mucha Effetá que nos puede llevar, eso solo Dios lo sabrá, hasta Córdoba, Málaga, Sevilla, Huelva, Sevilla, Córdoba y terminar en la diosa Híspalis con la mustia gloria del mes de los difuntos…

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