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miércoles, 10 de agosto de 2011

UNA PEANA EN COMÚN...

Sirva esta entrada como antesala a una futura entrada que estoy preparando, para una segunda entrega sobre la imaginería y en si el patrimonio de gran valor artístico y devocional que perdió la provincia de Jaén durante los tiempos convulsos de la segunda y tercera década del siglo XX entre cambios políticos y mentalidad y el estallido de la fratricida guerra civil. Como observé que la primera y en principio única entrada gustó sobremanera como para que el amigo David Rodríguez Jiménez-Muriel de Granada la titulase como “Manual del tesoro artístico y el patrimonio cultural sacro desaparecido en el Reino de Jaén” en Facebook.
Por la misma decidí seguir escaneando fotografías de diversos libros y buscar también por la red más aportes documentales como el que abre esta entrada. Se trata de la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno de la localidad de Porcuna, una imagen anónima del siglo XVII que como es costumbre es atribuida o lo fue a Juan Martínez Montañés debido a la meritoria talla de su figura. Fue y sigue siéndolo esta provincia muy propensa a la devoción a la iconografía de Nuestro Señor cargando la cruz camino del calvario, seguramente inspiradas muchas de ellas siguiendo los patrones de la imagen de Jaén capital que desde sus comienzos hasta hoy día despierta la gran devoción de su ciudad y en muchos hogares de la provincia, aquel que es llamado como mandan los cánones, siempre acompañadas las imágenes de la típica leyenda que se pierde en la noche de los tiempos, en este caso…el Abuelo.
En el siglo XVIII se implantó con fuerza las modas de aquella centuria y las imágenes fueron revestidas de ricas túnicas bordadas, con la particularidad de poseer una especia de cola a modo de manto real que tapaban sobremanera sus pies y en muchos casos los logrados escorzos que aquellos míticos imagineros imprimían a sus imágenes. Las más antiguas se remodelaron o simplemente se les coloco largas pelucas de pelo natural, coronándolos con coronas de espinas realizadas en metales nobles como en un futuro podremos observar en la entrada que ya anticipo. Raro fue el pueblo que no contó con una imagen de Jesús Nazareno, como el caso de mi pueblo el cual casi sin lugar a la duda sería el primer titular de la primitiva cofradía de la Santa Vera Cruz. Una hermandad que ya se encontraba erigida en 1559 aunque no estuviese legalmente constituida a ojos de la iglesia con la aprobación de sus primeras reglas o estatutos el día 28 de marzo de 1627. Ya en 1764 seria inscrita en el censo de bienes eclesiásticos como “Cofradía de la Santa Vera Cruz y Jesús Nazareno, sita en la Hermita de Nuestra Señora de Consolación de esta villa…”, caso que sigue ocurriendo en otras cofradías algo más antiguas de nuestra provincia como la de Baeza o Andújar. Aquel cristo, el cual era llamado también como “Cristo de la Vera Cruz” pasaría con los avatares del tiempo a formar parte de una cofradía que a su vez surgiría de una “Escuadra” formada en la cofradía de la Santa Vera Cruz para la imagen del Señor Amarrado a la Columna, la cual viviría tiempos de esplendor mayores que los de su cofradía “matriz” hasta separase y crear una nueva hermandad que absorbió al titular – y la capilla- de la hermandad crucera para con los años desplazar en el título al Señor de la Columna y figurar hasta nuestros días como cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Historias aparte para no aburrirles, volveré al objetivo de la entrada que trata de comparar la fotografía del Cristo de Porcuna y esta fotografía del Cristo bailenense que ya publiqué en la entrada anterior sobre el patrimonio destruido en Bailén en 1936. En común tiene la iconografía, la moda de revestir a la imagen y que ambas descansan sobre una considerable peana…pero las mismas se pueden decir que son idénticas… ¿puede haber un vínculo entre ambas imágenes? ¿Podrían surgir de una misma mano escultora? Recordar que el Cristo porcunense es mucho más anterior al Nazareno bailenense de la fotografía, ya que el primitivo fue destruido en 1810 tras el asedio a la localidad a cargo del ejército francés que se dirigía a Sevilla con el rey intruso José I Bonaparte. Así que la imagen que nuevamente se destruyó en Bailén en 1936 se debe considerar una imagen anónima del siglo XIX, con lo que conlleva un lógico cambio de estética a la imaginería del XVII ya que por entonces no existía la fotografía como para inspirar al misterioso imaginero encargado de reconstruir lo que destruyo el sable francés, pero la peana pudo salvarse y volver a usarse hasta un más que seguro final en aquel terrible verano de 1936.


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