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domingo, 6 de mayo de 2012

MIÉRCOLES SANTO... BAJO EL PALIO DE SEVILLA (y III).

Aunque estábamos a media tarde, para nosotros el Miércoles Santo alcazaba su fase final. Antes de la media noche querríamos estar de viaje hasta tierras jiennenses, por esa razón el Miércoles Santo nos sigue sabiendo a poco, porque indudablemente hay que estar hasta las horas de la madrugada para poder intentar saborearlo todo. Y la hermandad que nos venia de la calle Adriano era una de las que aun no la habíamos podido sentir desde cerca y al completo. Aunque la Magdalena se encontraba casi al cupo de su capacidad si pudimos encontrar hueco bien cerca del cortejo como verán en las fotografías. Larga hilera de nazarenos con un cirio de color curioso: azul, el mismo que llevaban los candelabros de su paso de misterio. No se si este color tendrá otro fondo de peso en la liturgia como puede ser el rojo, color que parece solo se puede usar por las hermandades que rinden especialmente culto a Dios Sacramentado o que tan solo el Baratillo lo tome por cualquier peculiaridad de su idiosincrasia o su historia, los colores simbolizan muchas cosas y todas ellas al final se pueden extender a todo lo que conlleva nuestra iglesia, por ejemplo, los pasos del Señor suele llevar flor roja, símbolo de la Sangre derramada por Cristo en la tierra por la Redención de la humanidad.










Y un tupido monte de flor roja servía de enorme cojín donde la Virgen de la Piedad acomodaba al Señor de la Misericordia. Hoy día de la madre, que mejor muestra para comenzar esta crónica, del inmenso amor de una madre con su hijo, siempre diferente a cualquier amor. Ella lo abraza, tras su muerte. Jesús es más hombre que Dios, eso pensaría todos los que lo vieron morir, todos menos Ella, la que sabía que su hijo era el Hijo de Dios desde aquel día con Gabriel. Los ejércitos celestiales no aparecieron, muchos se sentirían engañados, pero es que la batalla se estaba desarrollando en otro mundo… ya se lo dijo a Pilatos allá por Torreblanca o la Calzada; “mi Reino no es de este mundo”. Estudios recientes basados en la Sabana Santa de Turín y el Pañolón de mis amigos de Oviedo, indican que si el hombre de la Síndone era el mejor de todos los nacidos, este piadoso y fraternal misterio no se desarrolló. Que el reo estuvo casi una hora boca abajo mientras seguramente le desprendían el “patíbulum” de los brazos, con su cabeza envuelta por el Pañolón de Oviedo como símbolo de respeto ante su más que desfigurado rostro. Seguramente María no lo abrazó ni lo lloró bajo la cruz, la cual incluso se descomponía para descender al cadáver, en los evangelios nada dice sobre este episodio, pero el arte cristiano lo creó para realizar la máxima función de la imaginería y la escultura religiosa, mover al pueblo a la piedad y los valores que nos trajo aquel que se dibujaba dormido sobre el regazo de su Madre. Enorme conjunción artística para una de las tres piedades de la ciudad, la más joven de todas. Ortega Bru realizó su opera prima para la ciudad para completar la dulzura de la dolorosa de Fernández-Andes. Y venia cadenciosa, ganando metros poco a poco, alargando la zancada con los cambios de la música que le interpretaba la banda de Sol, un día más sin ondear al viento su popular llorón de plumas. “Siete Palabras” de Miraut fue la música con la que La Piedad emocionó a toda la plaza, todos vieron a su madre y el que no, debería hacérselo mirar… me acordé bajo el canasto dorado, maravillado del conjunto de algunos amigos a los que le insisto que ese es el modelo. La forma sobria y a la vez de barrio que le imprime el Baratillo a su paso de Cristo, aunque parezca más un paso de Virgen es sin duda una soberbia opción para aquellos que quieren felicidad bajo el cuerpo muerto y desplomado del Hijo de Dios… izquierdo por delante y paso atrás, como que no…
Y tras Él, siguiendo ese reguero del albero de la Maestranza, por fin podría ver a ese palio que solo conocía en su estado estático recibiendo a hermandades de trianeras maneras. Y con “Triana de Esperanza” llegó fina, sublime, poderosa… me encantó que ritmo más alegre y a la vez sobrio que traía la Virgen de la Caridad en su Soledad. Ángeles toreros se enfundaban la montera con arte y categoría para la Reina de ese oficio tan perseguido por un sector de la sociedad. Sin duda, abajo va una cuadrilla de toreros, una vez más el trabajo de los Palacios me hace ver que estos capataces son buenos, muy buenos. Levantá gorda ante la puerta de la Magdalena, que no hubiese desentonado nada si las hubiesen abierto, y por cosas de la meteorología hubiese devuelto el saludo que tantos años le viene rindiendo el que dormía ocasionalmente en su interior… el Soberano Poder de San Gonzalo. De auténtica delicia fue contemplar el magnifico compás que traía la otra Reina Baratillera, magnifico su paso, otros de los de “sentarse de culo” mientras seguía su camino con una nueva marcha rítmica, de las “alegres” que le da ese contrapunto de hermandad de barrio, una de las diferencias claras entre las otras dos hermandades de piedades de la ciudad.






Tocaba volver sobre nuestros pasos, sobre todo para ver que nos encontrábamos con un claro objetivo, ver antes de marchar al otro Soberano Poder de Sevilla, el del Prendimiento soñado por los tahoneros de Sevilla. Pero antes nos encontramos bulla, mucha bulla. Los aledaños a la carrera oficial estaban casi colapsados de personas deseosas de cofradías.




Por la calle Orfila venia la hermandad “castellana” de la ciudad, vamos lo digo por la advocación del Señor nada más. La hermandad del Cristo de Burgos traía su inconfundible caminar serio y de rancio abolengo por las calles de Sevilla. Aun no había pasado al que también se le podría llamar Santo Crucifijo de San Agustín ante la puerta de la capilla de San Andrés, es decir la Cruz de guía de los Panaderos aun ni había asomado y las tres o cuatro primeras calles del recorrido de la hermandad de la calle Orfila ya se encontraba casi colapsadas esperándola. Así que recibiendo las primeras penumbras de la noche nos apostamos en el tramo de la calle Amor de Dios comprendido entre la confluencia de San Miguel y Javier Lasso de la Vega. Casi apabullados esperábamos a la corporación de San Pedro y un nuevo crucificado para la tarde. Eran nuestras últimas horas en la ciudad y no podríamos esperar a más tarde para disfrutar de cofradías. Mirando al reloj se palpaba un año más los considerables retrasos mientras entre tanta multitud comenzó a hacerse el silencio por donde atravesó fugazmente el crucificado de Bautista Vázquez “El Viejo”, el mismo que modelase uno de los grandes símbolos de la ciudad, el Giraldillo. Que diferente tuvo que ser su caminar en los tiempos en que lo creó el artista salmantino y uno de los padres de la escuela sevillana de imaginería, cuando seguramente un cabello postizo ondeara al viento junto al movimiento del faldellín en la sevillana estampa de la noche de los tiempos. Pero Sevilla al final lo sevillanizaría para que se recortara tal como lo disfrutamos en estos últimos coletazos del Miércoles Santo. Silencioso y apresurado se marchó el Señor y casi de la misma forma nos llegó su Madre, más sevillana aun bajo su suntuoso paso de palio. Ejemplo de hermandad sobria con paso “Juanmanuelino”, para que vean muchos que la sobriedad no solo la da el palio de cajón. No pudimos disfrutar de los sublimes ecos de la banda de Tejera, solo de su monótona caja marcando el compás de los hombres de Antonio Santiago, para darle ese sabor antiguo y sobrio a la segunda Virgen de la Palma de la jornada, curioso que en el día se repita advocaciones por doquier.




No obstante, aun tocaba esperar a lo que seria el colofón del día y para algunos de nosotros de la Semana Santa sevillana, al misterio de los Panaderos. Y no lo hicimos nada mal. Javi nos comentó que había una tienda de bocatas de estudiantes justo al lado, donde los compramos, calentitos para hacer la espera más amena. Gran energía nos dio para recibir en aquel atolladero, un poco alejados al barco de la calle Orfila, al olivo de San Andrés. Barcazo impresionante y genuino, salido en su totalidad del taller de Lastrucci. Curiosas y diferentes las formas que trabajó Lastrucci con los canastos de los pasos y de lo que va arriba que decir… puro teatro. Dicen que exigió cambiar al antiguo titular al realizar las imágenes secundarias. Algunos se desgarran aun las vestiduras por aquella decisión, quitar un Cautivo atribuido a Ruíz Gijón seria hoy un sacrilegio. Pero en aquellos tiempos supongo que la mentalidad daría para aquella circunstancia, la verdad sea dicha todo está tan medido y conjuntado que solo el Soberano Poder de Lastrucci le da sentido mientras en la noche, entre las estrechuras de la zona pareciese producirse un fiel y fidedigno Prendimiento. El caminar de su cuadrilla es esperada por muchos, es la “trianera” del día y otros tantos esperábamos también los sones de las Cigarreras. El barco llegó cadencioso al compás de “Dulce Nombre de María” y nuevamente el paso fue fugaz, poco más que destacar, es lo que mandaba el reloj. Un año más no podría saborear a la Señora de Regla, la que armó el “taco” en Madrid, como decían en la radio, la que hizo que muchos participantes de las JMJ viajasen a Sevilla para rencontrarse con Ella, otro año será si así lo quiere. Había que salir de aquel atolladero, cruzando hasta el Duque y así emprender la búsqueda del coche por las calles de la Macarena. Pero la plaza que preside el inmortal Diego de Velázquez se llenaba de clasicismo y romanticismo para recibir la impresionante altura de las Siete Palabras. Otra escena para recordar en el día de la madre, Jesús nos la entrega para ser Madre de toda la humanidad. Bajo la mirada del sin igual pintor observamos el cadencioso caminar del misterio de San Vicente. Con los horarios que había poca zancada poderosa podríamos esperar, incluso el misterio de los Panaderos ya se encontraba cerca retenido, más no podría avanzar hasta que no pasara la cofradía de aires decimonónicos. Y sin duda destacaré ese aroma clásico que traía la música. Esencia se llama la banda porque dicen que querían recuperar la esencia del estilo… no comprendo tanta historia y polémica por escuchar bandas sin bajos y por ende sin más matices musicales. La verdad que la banda sonaba francamente bien, tampoco se puede pedir menos a un repertorio clásico, nunca será igual tocar “Cristo del Amor” que “El Refugio de una Madre” o “Y fue Azotado”, para el labio y para la maestría interpretativa.





Llegaron con la marcha “Siete Palabras” de Miraut, una vez más en la tarde, aquella fuerza y potencia retrotraía a la Semana Santa ¿antigua?, creo que no, más bien a un periodo de la misma. Ni la Policía Armada ni muchos menos los Bomberos de Málaga sonaron como Esencia ni la Centuria Macarena. Todo tiene su evolución y la actualidad seguramente sea el resultado de 100 años de andadura, lo que pasa que a mi aparecer cuando se comienza a peinar canas, el ser humano comenzamos a valorar lo que había en nuestra juventud como lo mejor y más acertado – el viejo dirá que Valderrama es lo más grande, mi padre Raphael, a mi generación los Héroes del Silencio y a los mas jóvenes la música electrónica…-. Uno que de vez en cuando lee viejas revistas, se da cuenta de ello cuando la opinión de entonces se desgarraba las vestiduras por las nuevas creaciones en aquel momento como pasa hoy en día. Marchas como “Pasión, Muerte y Resurrección” eran tildadas de impropias y que se alejaban de la “esencia” de la Semana Santa. Pues el nombre de la banda lo dice todo, la cual me gustó, calidad y buen hacer le sobra a raudales. Quizás es bueno que se desempolve algo pasado para enriquecer la Semana Santa, el tiempo lo dirá... para otros es solo un capricho de viejos rockeros…
Les dejo con su paso por Campana, es lo más cercano que he encontrado:



Con esta experiencia, escuchar por primera vez en la calle a “Esencia” marcando el caminar del misterio de las Siete Palabras emprendimos el camino en busca del coche atravesando la siempre bohemia Alameda de Hércules y su grupito de “genuinos” habitantes. Había que pasar antes por Luis Montoto para que Javi cogiese su equipaje, atravesando la Ronda para llegar y encontrarnos la hermandad de la Sed de vuelta. Yo en doble fila esperando, la policía mirándome mal y los demás viendo nuevamente el palio de Consolación por San Benito… así volvimos a Bailén, previo paso por Linares para dejar a Cris, triste por haberse perdido muchas cosas por culpa de la lluvia. Al llegar la esperanza crecía al ver el tiempo por internet, luego creo que ya sabrán lo que pasó. La idea era volver el Viernes Santo, pero la lluvia del medio día me hizo desistir aunque luego me arrepintiera, algo que hizo poner la vistas en el Sábado Santo, el día que tan solo Cris y yo volvimos y que si Dios quiere les contaré en la próxima ocasión.

Fotos: Óscar Ortega y un servidor.

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