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miércoles, 2 de mayo de 2012

MIÉRCOLES SANTO... BAJO EL PALIO DE SEVILLA (I).

Este año llegaba el Miércoles Santo sin morbosas finales futboleras, tan solo un mero tramite europeo para el Madrid, del cual nos enteramos ya de vuelta a casa… ojala hubiese sido así el año anterior. Porque lo más grande para mi es esta bendita semana y en esa semana poca cosa consigue distraer mi atención. Y el Miércoles Santo en Sevilla fue igual que el año anterior, el que no viví y para gloria nuestra y sobretodo de Dios, si vivimos este año. Amaneció nuevamente gris, los pronósticos no anunciaban riesgo de lluvia, este parecía que si seria el primer día completo de la Semana Santa de Sevilla y de nuestra particular experiencia. Pero visto lo visto, aun no nos fiábamos, el martes amaneció similar aunque no coincidían en las webs para la tarde, y así, parece que se va convirtiendo en una tradición, por lo menos para mi, en la que no puedo despedirme de Sevilla –uno no sabe si volverá o no- de mi querida Reina de San Gil, la Esperanza Macarena sobre su mejor altar, el que se mueve por Sevilla y que este año si volvió a repartir esperanza por su ciudad, para su gente y para todo esa globalización que la busca cada año.








Y una vez más nos buscó un rinconcito de sus tierras para aparcar, estrecho pero nos dejó y una vez más convertirnos en uno de esos puntitos de ese mar de hormiguitas que confluyen ante las puertas de su basílica. Es como entrar en un palacio, tan solo equiparable a la casa de su Hijo del Gran Poder y cada vez más en su “hermana” de Triana. El palio de Sevilla la cobija, siendo prácticamente Ella el único punto donde se dirigen las miradas. Bella y humana, pero también divina revestida de verde camaronero, el cual no nos dejaban ni rozar aunque bueno Ella no le hace falta que la toquemos para escucharnos. Sé que tú también tuviste culpa de lo del día siguiente y parece que esperaste nuestra visita para decirnos que ahora si íbamos a tener gloria… la Sed salía. El extrarradio hoy si era valiente o tan solo que allí arriba hoy si querían Semana Santa y a todos le pusieron “cara de calle”. Estar ante la Esperanza, hace que la misma desaparezca en la convicción de que todo se iba a cumplir, en la fe ciega de que se iba hacer la Semana Santa de Sevilla como mandan los cánones. Y a su lado “Él” Sentencia, como lo llaman los quizás más puros macarenos, porque para sentirte mas atraído por el Señor en esa hermandad ante la penetrante mirada de la Esperanza, eso solo se puede definir el sentirse macareno, del Dios que pareciese estar a un lado, pero que en el fondo arrastra a un mar de personas lleno de sabor y magia, mas complicada de ver y entender ante el desbordamiento de pasiones que desprende aquella que tallaron los ángeles…




Comenzaba una nueva jornada cofradiera, hoy seguramente no abría que encender la radio –solo lo hago en días de inestabilidad meteorológica-, solo Óscar se llenaba de gloria y nos la transmitía escuchando como la primera cofradía lejana de la Semana Santa se ponía por fin este año en la calle. Pero aun quedaría mucho para encontrarnos con la Sed de Dios y la Consolación de María. Era por el momento el último día y había que darlo todo. Y para ello buscábamos el centro, sin un objetivo claro y atravesando el viejo arrabal llegamos a Ómnium Sanctorum pero ya estaba cerrada, la cercanía con su hora de salida nos aria esperar hasta la tarde para contemplar los pasos de los “marineros de la calle Feria”. Por Montesión ídem de lo mismo, igualmente San Juan de la Palma así que pusimos rumbo en una cofradía ya especial para mi, la que vive en San Martín de Tours. Pero antes de ello visite otra capillita, que guardaba a una cofradía, pero no a una de las que tomaban protagonismo en esta semana, sino las que ocuparán las portadas de lo cofradiero en los próximos meses. Fue un día donde me encontré y conocí a unas cuentas de esas “GLORIAS DE SEVILLA”. Pero una muy especial, la del primigenio icono devocional de todos los pastoreños del mundo, la Divina Pastora de Almas de Santa Marina, aunque ya no resida en la actual casa desde donde resucita Jesús todos los años. Pronto si Dios quiere comenzarán a aparecer por las calles y espero que en esta casa. Siguió el ligero camino para llegar a San Martín, llena de un hervidero de personas premonitoras de que era día grande en la misma.








La Imperial de Sevilla se preparaba para llenar la ciudad de su pomposidad gótica. Tenia ganas de visitarla para ver si surgiría la posibilidad de conocer a D. Manuel Gómez Herrera, mayordomo primero de esta gran archicofradía… mientras preguntaba por él a los cargos de la junta le indiqué a Félix y así todos también pudimos conocerla, a la que podría tratarse de su patrona. Esta la cosa mal, y la forma en la que se apresuró ante la Esperanza Divina Enfermera ya daba a entender que es lo que iba a pedirle, ante la crisis, recortes y demás solo nos queda la esperanza en los que no son de este mundo –porque lo que son los de aquí abajo…-, y los enfermeros tienen una divina en esta casa. Pude estrecharle la mano a Manuel, simpático y cariñoso con este que les escribe, es un orgullo que se confíe en mi y que menos visitar a sus amantísimos titulares. De repente un sobrevuelo nos indicaba de que algo pasaba, el arzobispo Asenjo llegaba a la iglesia a visitar a la hermandad ante su eminente salida. Y como teníamos aun tiempo nos acercamos, atravesando la Alameda nuevamente hasta San Lorenzo, allí los pasos de la Bofetá en la triste inmovilidad esperando un próximo Martes Santo y la Soledad presidiendo la iglesia. Justo al lado, lo que Sevilla entendería como la alcoba de Dios si Sevilla fuese el cielo. Y en su alcoba ya se encontraba subido a su trono real, cargando con el madero sobre el que sorprendentemente volvió a pasear su Gran Poder por la ciudad, las horas de la Madrugá comienzan a saborearse cuando los pasos de la hermandad del Gran Poder miran hacia la puerta esperando rencontrarse con Sevilla.




En ese instante me sobrevino que por aquel rincón de la ciudad también emergería la Semana Santa en las horas de la tarde. Un convento franciscano abría sus para mi casi siempre cerradas puertas para que emergiese del interior el fin de toda la celebración, el Buen Fin. Nunca había entrado en esta iglesia, a sus puertas se apostaba uno de sus “famosos” cofrades, el presentador y actor Antonio Garrido, pero obviamente esta semana en Sevilla solo tiene un famoso, y es el que en este caso estaba crucificado sobre un monte de flor roja y canasto dorado de evocadoras y añejas formas. Cuando el otro día realicé la entrada sobre la EXPO´92, pensé en las casualidades o más bien en la providencia, veinte años después me querría conocer el Cristo de aquella postal que me embriagó en aquel pabellón de España. Frente a Él la Madre y Señora de la Palma, la del singular palio que rápidamente llamó la atención de mis acompañantes, otra de esas piezas diferentes y no repetidas. Contemplar su cara me hacia tararear en el alma las dulces notas del maestro Marvizón. Incluso en una capillita pude conocer a esos Santos Varones de la postal que en su día acompañaron al Señor en el paso. Por cierto junto a Él otra Gloria de Sevilla, la Pastora de San Antonio, otra Divina Pastora de Sevilla… humilde y bella, como todo lo que hacia Montes de Oca, o por lo menos parece que saliese de su gubia.




Se acababa el “capilleo”, sin darnos cuenta el recorrido nos salió redondo como para bajar toda la calle San Vicente en busca del bodegón que nos llena la barriga casi siempre que estamos en la legendaria Híspalis, saboreando además esa riquísima cerveza de la mismísima Fundación Cruzcampo. Pero por San Vicente también se aria el prodigio de la Semana Santa y allí en su interior pudimos deleitarnos de pasos, muchos pasos. Que pena, como su advocación no haber disfrutado el lunes de la hermandad de la Penas, el Cristo Caído, con otra nueva túnica bordada en Málaga y la simpar genialidad del paso de su Madre, grandiosa Madre, que me gusta la Virgen de los Dolores de esta hermandad, sin duda la que mejor representa bajo mi apreciación esta advocación en Sevilla. Y junto a ellos, la hermandad que se echaría en la tarde en estación de penitencia. Busqué cual recurso tomaría la misma ante la falta de las dos águilas-cartelas robadas durante la cuaresma del paso del Nazareno de la Divina Misericordia, simplemente no las llevaría, y las dos que quedaron irían completando la delantera, como si pareciese un paso en trámites de concluirse. El misterio de la “tercera palabra” queda representado en el fabuloso calvario decimonónico que preside el crucificado de las Siete Palabras, en su imponente altura hablando con Maria y con Juan. Y el palio seguía como siempre, las bambalinas robadas no son las que procesionan, si no esas bordadas por Fernández y Enríquez queriendo buscar ese aire decimonónico. La dolorosa de tintes “andujareños” que nació como ángel, en su advocación en honor a la Reina Morenita y Pequeñita que el pasado domingo volvió a salir en su archiconocida romería, la cual sigue grabada en plata en la gloria del palio de Nuestra Sra. de la Cabeza.


Nos esperaba para comer nuestro amigo vecino de la Calzada, Javi quería ver con nosotros la primera gran jornada de esta Semana Santa en Sevilla. Hoy por fin podríamos entretejer diversos recorridos y puntos donde contemplar la grandiosidad de la Semana Santa que nos apasiona, por tristeza en la jornada que no podríamos estar hasta el final por nuestra vuelta para el Jueves Santo en Linares. Una jornada donde rápidamente se nota la masiva afluencia de público, ya sea por la llegada de los días festivos que invita a más ciudadanos a echarse a la calle o los muchos que eligen la segunda parte de la Semana Santa para llegar a Sevilla, sobre todo por la Madrugá. Así que pocas nuevas alternativas se nos presentaban, para nuevamente cargar con la sillita y el paraguas que por fin no me serviría, pero es que a las once de la mañana haber quien es el guapo que se fiaba de no cogerlo.
Así el día comenzaría como todos los Miércoles Santos que he vivido en la ciudad… bajo un naranjo oliendo a azahar de la calle Feria. Monjes Carmelitas caminarían entre las túnicas del típico marrón del Carmelo para recibir a la Negación y el gallo y a la Reina Salvadora de Almas, la Virgen del Carmen, pero la que derrama sus lágrimas por Sevilla.








La plaza donde despedí por noviembre a la Reina de Todos los Santos, se volvía a vestir de gloria y gracia, la que trae siempre una cofradía en esta autentica ciudad de religiosidad popular, de Semana Santa. Y su ojiva se abría para que de ella saliera la cruz de guía más tempranera de este año, por fin a las tres de la tarde había cofradías. La luminosidad gris le restaba brillo a la dorada cruz que nos advertía de la llegada del misterio del Gallo. Poco a poco esta aun muy humilde hermandad comenzaba a sacar su evangelio plástico donde se nos muestra la Paz de Dios ante la negación del que consideras como de tu sangre. El canasto de líneas rectas, sacaba este genuino conjunto que durante años, nunca mejor dicho, se le negaba a la Semana Santa hispalense. Los hermanos Gallego ejercían su ministerio comandando al barco del Gallo. La marcha real de la banda de Nuestro Padre Jesús Cautivo, de Sanlúcar la Mayor hacia saltar el entusiasmo mediante los aplausos de un pueblo que en los últimos días le habían robado la ilusión unas inoportunas gotas de agua. La música de la banda comenzaba a marcar el andar de esta interesante cuadrilla, que ha decidido anclar en el estilo de Triana en su caminar de cada Miércoles Santo. Conforme el barco pasaba delante de nosotros resaltaba majestuoso el gallo que aria llorar desconsoladamente al primer Papa… o eso pensé yo, cuando a Javi le indiqué “estarás comprobando porque le dicen el misterio del Gallo” y su respuesta fue: NO. Así que le expliqué el momento evangélico del paso de misterio y quizás en aquel momento entendí la grandeza de la imaginería, porque la perspectiva se dibujó perfecta, visualizándose al Señor de blanca túnica observando a su amigo Simón, al que llamó Pedro cuando este le dijo que Él era el Cristo, el Mesías, al que elevó en el primer Cónclave de la historia al trono de su Reino en la tierra como primera piedra de su iglesia. El Señor de la Paz miraba desde lo alto de los escalones a su amigo atemorizado, negando que lo conociera mientras el gallo cantaba. La escena plástica te hacia ver lo bajo que llegamos a ser, cuando negamos a no solo a un amigo, sino a cualquiera. O cuando nos avergonzamos de que nos vean con alguien a la que la sociedad le da la espalda, pero que podemos esperar si se lo hicimos y se lo seguimos haciendo al que nos amó hasta en la cruz. Eso es lo que proclama ese paso por Sevilla, ya sea con mejores o peores imágenes, pero perfectamente escenificado por Reyes Villadiego, sin duda se puede “leer” el evangelio mientras pasa por delante de Sevilla… y para las almas descarriadas, ya vendría por detrás las rescatadora de almas y estrella de los mares, la Virgen del Carmen en sus Misterios Dolorosos…


CONTINUARÁ….
Fotos: Óscar Ortega y un servidor.

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