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domingo, 26 de mayo de 2013

LUNES SANTO SEVILLA (y IV).

SOBRIEDAD PARA EL EPÍLOGO DEL DÍA PERFECTO...
Todo era satisfacción, tras esta nueva ración de Soberano Poder para la vida, para el alma, un año que poder contar los repelucos junto al Dios del Tardón. Se marchaba para Triana, nosotros ya teníamos la misión cumplida, basta ver que las baterías de cámaras ya estaban lamiendo los últimos coletazos de su capacidad, y es que el día que más iba a llover, tan solo estaba cayendo aguaceros de gloria por poder revivir un Lunes Santo como Dios manda, sin nada extraordinario, con la sola intención de más y más hasta que lo contemplásemos todo, y esa fue la misión para nuestro gozo.
Ahora quedaba ese otro Lunes Santo en el que todo cambia tanto que parece que te hubieses mudado a otra ciudad. Desde los umbrales de Triana atravesábamos nuevamente la mítica Híspalis buscando los barrios ancestrales, esos barrios que allí son centro, y donde normalmente sus cofradías poco tienen que ver con la que habíamos vivido durante los últimos momentos. Aunque buscábamos túnicas de cola, las mismas ya nos indicarían su más correcta significación, y es que buscábamos a las hermandades mustias de la jornada, con permiso de Santa Marta, a esas horas ya más que encerrada en San Andrés. Se volverían a repetir estampas ya vividas, pero siempre con un nuevo sabor y un nuevo matiz, parecerá lo mismo pero siempre siguen impactando como la primera vez, una vez más, es lo que tiene el arte efímero de la gran Semana de Dios en Andalucía, más en Sevilla…
Por eso buscábamos los aledaños de la Campana – ya desértica a esas horas-, todo acabaría en el mismo centro de la ciudad, cuando rallando el ya Martes Santo la ancestral hermandad del Cristo de la Vera Cruz, esta vez como mandan los cánones; con sus pasos, volvía al letargo de todo un año en la capillita de la calle que le da nombre este pequeñito crucificado gótico, que en siglos pasados sería una de las devociones más grandes de la ciudad, o eso nos indica la rica historia de su hermandad, aunque hoy la misma se la pueda considerar de las más humildes y menos populosas de la ciudad, y en ello no tiene nada que ver su apuesta por las antiguas formas de sobriedad sobre sobriedad. Por la calle Aponte en busca de la Concordia la encontramos, cuando nos apareció este pequeño paso, para el pequeño crucificado, el que en los albores de la semana más grande de la vida allá perdida en la noche de los tiempos, la más corta del año… seria portado por un solo hermano al modo de cruz alzada – de ahí su tamaño-, cuando aun quizás ni se habían esbozado las simples andas y mucho menos los pasos -aún quedaba un poco para el barroco- como el que lo porta, con la caoba tan definitoria del rigor y la sobriedad… silencio, incienso, música de capilla y voces angelicales evocaban a otras formas, tan diferentes a lo que se había vivido por el Arenal… y la bulla se hacía tranquilidad, y señorío que todo hay que decirlo, como cambia el espectador en este escogido fin al Lunes Santo, pero aún quedaba mucho por vivir…


Por la Concordia nos llegó el que para mí es el paso de palio más sobrio de Sevilla, el que menos levanta la emoción de las suntuosidades, pero donde camina una madre rota de la Tristeza, una madre salida una vez más del genio de Illanes, el que se basaría en su hermosa esposa para recrear su particular visión de la Madre de Dios para Sevilla. Imagen tan dispar en el estilo escultórico de su Hijo clavado en el santo árbol de la cruz–que me gusta la cruz de este Cristo- pero que las cosas que solo la historia de Sevilla ha sabido calzar hace que todo sea perfecto, llegándonos en silencio tras el reguero verde de los hermanos cruceros de Sevilla y el multicolor de túnicas de las representaciones de la Vera Cruz de toda Andalucía… “¿Oscar porque no venimos el año que viene en representación de la del pueblo? Déjalo Lendi…”


Tocaba el momento de las hermandades fugaces, y así se marchó Vera Cruz cuando por Campana se producía un estreno, que a los que han vivido la siguiente hermandad por esta zona, dicen que ha perdido con la novedad. Llegaba la elegancia de San Vicente, atravesando de nuevo la Campana para entrar en su barrio por Alfonso XII, y hasta el bar Duque fuimos a buscarla, aunque solo nos detuvimos en el discurrir de ese maravilloso Cristo caído que cada Lunes Santo reparte sus Penas por Sevilla. Un nuevo Cristo trasmitiéndonos su pena, a esta intensa pena que a veces se convierte la vida. Esta maravilla que siempre hay que buscar a su diestra para perdernos en su magnífica mirada perdida, y es que la mirada en estas imágenes es algo muy importante, y con este Cristo siempre te surge la duda… ¿a dónde miras Señor? Venia la cofradía del día de Antonio Santiago, y eso es sinónimo de elegancia en el andar, cuando parecía que las andas eran esas antiguas carrozas portadas por hombres donde viajaban los reyes, el Rey de los Cielos que parecía más bien acomodarse sobre un cojín de purpura sangre sobre sus geniales andas y revestido de primavera, como en los últimos años siempre ha salido esta genial imagen. Pero había que buscar nuevamente uno de los para mi momentos cumbre de la Semana Santa de Sevilla, que no es otra que la recogía de la hermandad de las Penas de San Vicente, un año más eso sí, quedándome con las ganas de haber escuchado la marcha “Jesús de la Penas” en la salida del caído de San Vicente.
Y hasta allí marchamos, a esperar una vez más los grandes momentos que dibujan las cofradías, como dije rodeados de un señorío donde se palpa una educación y saber estar…diferente. Entre las penumbras de la noche, y entre los naranjos queriendo romper en azahar, nos llegó con la misma candencia el Señor de las Penas, con esa sobriedad única que solo han sabido darle sus hermanos. Como se puede seguir dando matices personales a algo tan encorsetado en unas leyes… nunca escritas. Así la iglesia pareció engullir la cruz de carey, entre un silencio que se podía cortar con un cuchillo mientras a los lejos ya se escuchaban los esperados y sublimes ecos del Maestro Tejera.

Lo vuelvo a repetir, como algo que prácticamente es siempre igual, te puede levantar por más veces que lo veas el pellizco en el alma. Es algo similar a lo que se vive en la salida de la Amargura, el genial palio de cajón y crestería se dibujaba en una estampa inigualable en la lejanía, mientras la impresionante dolorosa nos trasportaba a la bellas señoras de otras épocas, de otras mentalidades… pero siempre bella, con un gesto de dolor inigualable en la ciudad, mirando al cielo parecía venir en volandas mientras el maestro Pantión, y ya lo advertí, volvía a dibujar sus más inmortales aportaciones musicales a la genialidad de la Semana Santa. Como es palio de Santiago, el mismo venia que parecía a ruedas, con ese fleco tan característico, tan solo lamiendo un poquito los varales del palio, encendido como un ascua acercándose al embrujo de su adiós. “Tus Dolores son mi Penas” como siempre marcaban la excelencia musical de Sevilla mientras todo entornaba nuestras pupilas… y llegó como llega siempre, pero siempre diferente, y la experiencia volvía a valer como para estar así toda la vida, metidos en una nube. A esas horas, por la radio una marcha real anunciaba que la valentía legendaria del Polígono estaba tocando a su fin y que los arrebatos habían sido escuchados en la gloria. Llevábamos doce horas sin descanso viendo cofradías, y curiosamente los pies estaban como recién levantado y sin sueño, seria porque el Lunes Santo estaba siendo un sueño, y un sueño era ver el perfil de la Virgen de los Dolores, engañándonos a la vista, como reviraba con tal elegancia al compás de la inmortal marcha de Pantión, dedicada a su Hijo bendito que ya descasaba nuevamente sobre el suelo sagrado de su casa de San Vicente. Todo sobriedad, sin volver los pasos, como mandan los cánones, nuevamente pareció que la iglesia engulló esta catedral de palio de Sevilla, una hermandad que también merecería meterse tras ella un buen rato, quilates para ello atesoran, y así vi al amigo egabrense Mateo Olaya saboreando de esta elegancia a la que la suma del Maestro Tejera es esencial…
Había que echar el resto y buscar el Museo de los sentimientos de cada Lunes Santo… la hermandad del bueno de don Antonio Balboa volvía como siempre a horas intempestivas a cerrar el Lunes Santo, aunque ese honor en realidad se esboce allá por el barrio León. Que bella es esta plaza en la oscuridad con las pocas luces que había. Allí, justamente enfrente, por fin sentábamos nuestras posaderas en un bordillo, esperando a la perfecta “S” divina de Sevilla, de feliz y acertada restauración como gran estreno. Así nos llegó una vez más para ponernos el nudo en la garganta el portentoso Cristo de la Expiración entre el apoteosis que es un candelabro de guardabrisas encendido como antorcha que guía el camino de Dios, en esa oscuridad y en esa estampa que me resulta casi imposible de explicar con esta humilde “prosa” la mía… racheo, silencio y esa candencia que hacia dejar de respirar a la plazuela del Hijo de la Virgen “monja” de Sevilla. Sin duda que el eco del Perejil faltó, fue el ingrediente que faltaba para que el asunto ya se escapara de las manos en el tema del embrujo, pero el Dios del Museo, en su retorcidísimo escorzo volvió a atravesarnos en busca de su simpar capilla, mientras en la balconada, una vez más en la jornada, Álex Ortiz volvía a levantar el asombro de lo que puede ser capaz una garganta humana, mas, cuando se entona el Padre Nuestro, al Dios nuestro que mirando al cielo le sonreía al Perejil, porque Él tenía el privilegio de escucharlo cantarle para siempre…


Y por fin íbamos a cumplir un objetivo, el de contemplar los 17 pasos de una jornada, tan amplia como son las primeras de la Semana Santa sevillana, algo que solo había podido conseguir el Sábado Santo, donde obviamente el número de hermandades baja a cinco de las nueve que se echaron en valiente estación de penitencia en este Lunes Santo del año del Señor de 2013. Se iba a cerrar un día para nuestros anales, para recordar, porque sinceramente a todas las hermandades las pudimos disfrutar en grande momentos, no de pasada como suele ser más común cuando se realizan estas “proezas”, incluso repitiendo el misterio de San Gonzalo dos veces. Se completaba el puzle perfecto cuando al fondo de Alfonso XII se dibuja el inconfundible aspecto de la Virgen de las Aguas… la bellísima “Inmaculada” de tintes murillescos llorando los tormentos por el que se retorcía de dolor en el último suspiro, venia jovial bajo su palio de malla, algo que nos retrotrajo a otros tiempos… el contraste en esta hermandad es brutal, sin duda pareciesen dos hermandades diferentes, como se puede pasar de la absoluta sobriedad a la algarabía de los barrios, mas con el compás que traía el palio que sin duda nos inducían a aquellos viejos videos de los años ochenta y noventa de la pasada centuria.
Tengo que admitir que no me agradó ese compás, no sé si por la cuadrilla o las intenciones de priostía de que este palio tenga ese movimiento. A mí me pareció que se excedía en movimiento y que ello no le proporciona elegancia al andar de un palio, lo siento pero esa es mi visión, y perdonen los que odien ver los palios no moverse, como acabábamos de ver por San Vicente, pero ver tan genial obra de arte cobijando a esta singularísima dolorosa sevillana, inclusive con la marcha “Virgen del Valle” con ese movimiento, creo que le restó encanto a toda la magnificencia que rodeaba el momento, eso sí, guardado para siempre para el recuerdo, no hubiese preferido estar en ningún otro punto de Andalucía a esas horas de la madrugada… curioso que con lo de barrio que es esta parte de la cofradía, la Virgen llegó con música fúnebre, pero la recogía una vez más repitió lo establecido… levantá gorda y las cornetas de la Oliva atravesando el alma con los fuertes compases iniciales de “Aguas” del maestro Santiago Ramos, esta inmortal partitura para la Virgen de otro Ramos, el imaginero Cristóbal Ramos que junto a Astorga nos legaron la divinidad hecha extrema belleza juvenil de la Madre de Dios.
El tocado monjil llenaba todo de genialidad, algo que sin duda hoy seria tildado de atrevimiento, porque hoy en día no es que no se pueda, es que casi se prohíben estas salidas de línea de lo más rotundamente establecido, mientras los compases alegres de la marcha marcaba la revirá completa para que volviésemos a mirar la compungida cara de la Madre de las Aguas, cerrando como le supone a Ella el honor desde el primer Lunes Santo, la segunda jornada de la Semana Santa, y la primera completa para este Simplemente Capillita… y lo mejor de todo, es que no tendríamos que caminar hasta la Cartuja y ni viajar hasta Camas… sino que la cama estaba a la vuelta de la esquina… otro acierto para la posteridad.


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