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miércoles, 5 de junio de 2013

UN ANGELITO EN LA FAMILIA PARA SEVILLA...

Es curioso que en uno de mis solitarios viajes a Sevilla, en aquellos en los que he querido ir a recargar las pilas, porque vuelvo a repetir, para mi Sevilla no es una ciudad y ni siquiera pretendo parecerme a un puro y neto sevillano, sino más bien es una especial idiosincrasia, cultura, sentimiento, forma de vida para con las cosas de Dios, para con las cofradías que se cuela por mis venas y por mis sentidos como ningún otro orbe humano ha conseguido nunca antes engancharme… seguramente,  muchos de los visitantes estén de acuerdo conmigo e incluso sientan similares sensaciones cada vez que pisan Sevilla, de que cada rincón de esa ciudad desprende un aroma a cofradías que sin duda la convierte en la ciudad de la Semana Santa por excelencia, y eso, y creo que no me cabe duda aun no lo perciben ni el 90% de los sevillanos de pura casta. Si incluso, y creo que con razón, al tiempo de las glorias se le llama la “segunda semana santa”…
En estos viajes pues he pernoctado con familiares, bailenenses de “toa la vida” que un día cogieron las maletas ya sea por motivos laborales o académicos y se asentaron en esa ciudad que para ellos es una como otra. Curioso que tengo allí dos primas, las dos hermanas, que se han integrado en la ciudad de forma muy equidistante. Mientras una se asentado bastante aunque no totalmente con la idiosincrasia local, la otra para nada se involucra en lo más rancio y castizo de las grandezas y también bajezas de la sociedad sevillana. Con esta última, cuando el pellizco me pierde y me engancho  a hablarle de las maravillas que la rodean, rápidamente me corta en seco y me pide que la deje de “santos y procesiones”. Cierto día, tomando una cerveza ambos en la plaza de San Pablo, frente a frente con la iglesia de la Magdalena se sorprendía de que en el móvil me sonara una marcha – y no suelo llevarlas por tonos, pero era cuaresma…-, mientras este les espetaba que donde estábamos quizás el “normal” era yo y ella la rara… entonces le señalé a la Magdalena, bella y embrujadora en la noche casi de primavera y le decía que para mí era imposible estar allí y no pensar en el paso triunfal de Triana por tan encantadora plaza, la salida de las más perfecta conversión o que en el interior de tan maravillosa iglesia se encontraba el irrepetible Descendimiento o el rigor extremo del Calvario…
Curiosamente, su hermana, aunque no se ha hecho capillita ni por asomo, que yo sepa si ha visto dos o tres cofradías en la Semana Santa ha sido reventando, si se ha integrado mucho más en la sociedad sevillana y por ende, se ha relacionado con cofrades y capillitas. Esto seguramente le trajo el poder haberse casado en uno de los templos con más encanto y solera de la ciudad, ya lo dije ayer, en la Anunciación ya que desde entonces me suele hablar del Valle y también de la Quinta Angustia con mucho aprecio aunque quizás ni las conozca. Yo intuyo que grandes amistades unidas a estas hermandades le han tenido que levantar el respeto por esas formas tan especiales de las cofradías y de los sevillanos.

Por ello me sorprendí aunque luego comprendí que no era tarea difícil, que este año, en el polémico cartel que anuncian el tiempo de las Glorias vaya impregnado algo de mi sangre… ciertamente para este bailenense que pareciese “un sevillano afincado en Bailén” le resulta un honor que en el cartel realizado por el pintor José María Méndez Rodríguez, donde magistralmente, con técnicas novedosas –como a mí me gustan los carteles-  ha representado a una de las grandes glorias de la capital hispalense, la Virgen del Amparo donde sin duda destacan las plasmación sobre la Virgen de varias cabecitas de ángeles alados, donde el artista como suele hacer en su obra se ha basado en modelos tomados del natural. Así que uno de esos niños, es seguramente el primer sevillano que ha traído al mundo mi familia, por la rama de mi madre, ya que este pintor, que ha rodeado de cierta polémica el tema de quien debe tener o no la obra pictórica, es amigo de mi prima, la cual ya ha dado a luz a dos “Padilla” en la capital que corona el Giraldillo, siendo el mayor, Miguel, el elegido para ser uno de los angelitos que alaban a la ancestral iconografía mariana sevillana, una de esas hermandades que aun siendo letífica, es considerada de las “rancias”, como las que le gusta a mi prima y madre del “angelito” y además residente en esa legendaria iglesia, que a la tía del niño no le decía nada cada vez que pasaba ante sus puertas y que ya quedará grabada para siempre en la sangre de su familia – ya que la obra ha quedado finalmente en posesión de la hermandad del Amparo-, que al fin y al cabo es también la mía… y es que si Sevilla es para mí mucho más que una ciudad, esto no podía dejármelo en el tintero. Obviamente el remarcado es el susodicho niño…


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