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jueves, 18 de julio de 2013

MIÉRCOLES SANTO SEVILLA (y III).

LOS HOOLIGANS LLEGAN A LA SEMANA SANTA.

Visto lo visto, el Miércoles Santo que se nos presentaba, con la salida anunciada del resto de cofradías de la jornada si no recuerdo mal, nos encaminamos cerca, hasta la calle Orfila, atravesando las callejas que dan a la plaza de San Andrés por donde en un atípico recorrido se encontraba el misterio de la Lanzada. Pero buscábamos la capilla de los Panaderos, a ver si teníamos suerte y por fin un Miércoles Santo podíamos contemplar a la hermandad del Prendimiento como merece y si no pasaba nada ver con que solemne compás se paseaba la Virgen de Regla. Pero esto era con la intención de antes, también, contemplar a la hermandad del Cristo de Burgos, que si no recuerdo mal aun ni había salido, a varios metros de la iglesia de San Pedro y su discurrir por Orfila estaba ya bastante hasta la bandera, es decir en los aledaños de los Panaderos ya había gente aguardando sitio mucho antes de que pasara el Cristo de Burgos y todavía más, para que saliera los Panaderos.





Así que no quedaba otra que esperar otro porrón de horas a pie quieto, echar alguna cervecita en un bar de la misma plaza entre el Prendimiento y el Traslado al sepulcro, servidas por una autentica morenaza haciendo gala de la buena fama de la belleza femenina sevillana. Y es que era mejor quedarse ahí en ese “apretaero”, en ese ir y venir de las masas, pero es que ya no encontraba otra alternativa para poder matar dos pájaros de un tiro y poder disfrutar decentemente el paso de estas dos hermandades, incluso teniendo un lapsus y pensando que la primera en llegar seria San Bernardo que ya dormía el letargo de la espera más triste,  el provocado por la lluvia de la tarde. Así, aguantando como todos aquellos que sabemos que esta es la única manera de absorber la pasión de la Semana Santa, por fin nos llegó la cruz de guía de la hermandad más mustia de la jornada. Poco después como es lógico, llegó el sobrio paso soportando el cuerpo muerto del Señor de reminiscencias burgalesas, pero tan sevillano como el Giraldillo, para eso los sacó de un sueño imaginero el mismo hombre tocado por la gracia de Dios… Vázquez “el Viejo”… pasó fugaz, silente, enmudeciendo siempre ante mi sorpresa a la muchedumbre, la verdad que es digno de sentir como cuando pasa Dios por Sevilla nos vuelve a todos… iguales.





Y a su Madre igual, claro, la joya juanmanuelina cubría a Madre de Dios de la Palma, que hoy representaría a su “otra” hermandad del convento de San Antonio que para sorpresa de todos, no se la jugó ni siguió la estela de la valiente carmelita… Ella miraba al cielo y se embelesaba en el rostro del Eterno, y casi se dormía entre los canticos de nana que siempre parece la música de Tejera. El palio parecía que venía a ruedas, y eso es sinónimo de la saga del capataz poeta, llevando como llevan siempre a la Madre de Dios por Sevilla. Además de ser hermandad de silencio, es que trabajos como los de la revirá cayán hasta al más negado para las cosas de Dios, en noviembre me lo demostraron, como un mendigo un poco fuera de lugar, lo cayó el respeto y el buen trabajo… algo similar viví, en cierto modo con pasos de Santiago, suele darse el mismo fenómeno. Óscar sin duda en esta jornada quedó tocado por los palios, venía extasiado de uno y en este no fue menos, así decía, le encantaba ver a un palio, sólo hace falta buen hacer, ganas de escuchar a los que de verdad saben y también por que no, dos cuadrillas para marcarte chicotás con marchas fúnebres como las que se marca la cuadrilla de la Madre de Dios de la Palma… que lastima que un año más, al estar marcada la vuelta a la tierra en el ocaso del día, no pudiésemos disfrutar esta hermandad en tramos más sobrecogedores, ya de recogía…


Esta circunstancia nos hace siempre buscar la salida tardía de los Panaderos, siempre marcada por los retrasos acumulados del día. Pero pasó el joyero de San Pedro y ya estaba por Daoíz la cruz de guía de los Panaderos anunciando el entusiasmo cofradiero del día, con su barco arrastrador de masas en la noche del Miércoles Santo. No estábamos en el mejor lugar para ver salir los pasos de la pequeña capilla, pero en esta ocasión si podríamos disfrutarlos en toda su magnitud y con algo más de campo de visión después de tantos Miércoles Santos intentándolo. El barco hacia el milagro de comprobar que tal mole podría salir por una puerta, se hacian los aplausos, las Cigarreras volvía a bordar la música para cornetas y tambores, pero nada veíamos hasta que no se acercara el barco de Castillo Lastrucci, en si era una obra completa caminante del maestro de la calle San Vicente… solo le faltaba que la flor la pusiera algún descendiente.
Por fin vislumbrábamos el candelabro tan personal de este misterio, en si Castillo en sus pocos ejemplos de talla de pasos también aportó su estilo peculiar y otra alternativa a lo archirepetido. La espalda de los romanos nos avisaban de la llegada del olivo de la calle Orfila y por fin vislumbramos el sereno semblante, entregado, del otro Soberano Poder de Sevilla, el Prendimiento de Sevilla, el Dios de lo tahoneros de liso blanco entregándose sin mediar fuerza alguna al más cruel de los tormentos que haya vivido hombre en la historia de la humanidad. Sus amigos emprendían la huida, y Él con poder para poder lanzar un ejército de ángeles, se prestaba  humildemente a la muerte por nuestra salvación…





Los hombres de Juanma Martín demostraban la esencia panadera en su andar, el barco más trianero de la otra orilla, otro de los pasos que creo ya también abusa del recargamiento coreográfico de su andar con cambios. Podíamos sentir casi en nuestras narices la magnitud del barco, pero todo fue igualmente fugaz, tanta espera para que todo se fuera tan rápido, como se nos marchaba la Semana Santa. Aun resonaban los ecos de las Cigarreras y ya se presentía la gracia de los pasos de palio, porque sin duda en Sevilla, un palio de “barrio” es la parte más gloriosa y letífica de la Semana Santa, es la gracia y el llanto al unísono. Por fin iba a conocer el palio rojo por antonomasia de Sevilla –con permiso del de la Macarena- llenando de emoción a los sevillanos, como llenó a los madrileños y habitantes de todo el planeta que se extasiaron contemplándola por las calles de Madrid, donde Ella y el resto de pasos le dieron una lección a todo el globo católico… dudo que las JMJ que están a punto de celebrarse en Brasil lleguen a la trascendencia que sin duda le aportó la religiosidad popular a las celebradas en la capital de España.




Así poco a poco, apareció el palio, con similar elegancia al anterior, sin duda Pepe Monge demuestra cada año, que en Sevilla es donde hay que aprender este oficio, si quieres que los pasos traspasen los sentidos cuando pasean a Dios y a su Madre por las calles de Andalucía. Exultante de alegría, seguramente, caminaba debajo el hermano en Cristo Jaime Galán, cumpliendo un sueño de poder cada año alcanzar un hueco entre las grandes cuadrillas de Sevilla, y sin duda esta, está demostrando que lo es. La Señora, que quizás pudo tallar Gumersindo Giménez Astorga se nos acercó con solemnidad y algarabía, fina y alegre, sin descomponerse, como me gusta a mi los palios, para unos aburridos para mi supremos. Como si de una antorcha de la gloria se abría paso mostrándonos la cruz de San Andrés que más levanta las emociones del mundo, una cruz de luz para iluminar a la Virgen y para que Ella siempre nos ilumine. Magnificencia panadera, en todo el paso, mostrándonos el manto de la coronación aun muy rezumante a estreno marchándose en busca de la iglesia de San Andrés … “donde a la vera, larga sombra da un Ciprés…” y de volver a dibujar un Miércoles Santo casi perfecto, porque poco después pasó lo que pasó, y que gracias a esta decisión de verla en tan incómodo lugar y tras largas horas de espera, pudimos aprovechar la poca oportunidad de ver caminar al Soberano panadero y su Madre de Regla por las calles de Sevilla.


La hora ya rayaba casi el fin del día, y aventurarse a buscar el resto de hermandades que quedaban me resultaba una temeridad, para la vuelta a casa sobretodo. Pero Cris, nos empujó a buscar a la que medio podríamos, a la hermandad que buscaba su casita en el barrio del Arenal, la que vive bajo esa cruz que casi fundó el barrio donde antaño se levantaba el baratillo, una especie de mercado para las gentes del puerto que se pierde ya en la noche de los tiempos… aunque pensaba que era una locura, buscamos apresuradamente la Puerta del Arenal  para contemplar a la Piedad, a la Caridad y lo que el de la Misericordia quisiera…
En un cruce por Sierpes, nos cruzamos un poquito más de gloria, no podría contemplar a las Siete Palabras, pero si nos quedaríamos con la silente figura de su Nazareno de la Divina Misericordia en un fugaz paso en busca de la Catedral… se pasó y se llegó una vez más a la calle Arfe, donde un día más la Semana Santa se hacía por sus paredes esperando la gracia de Dios, aunque aquí lo que gana es si, es su Madre por partida doble. Un día más comíamos esperando a la cofradía del Baratillo y sin esperarlo el cielo volvió a llorar…
Todos confiábamos que fuera una ligera lluvia, que duró poco pero que alcanzó la justa intensidad para levantar la alarma. La radio volvía a tomar protagonismo y nos anunciaba la tensión en las cofradías que recorrían Sevilla. La que esperábamos aceleraba el paso de la Piedad y el palio de la Caridad esperaba en la Catedral. Cris se echaba las manos a la cabeza mientras escuchaba que estaba pasando entre la Campana y la confluencia de Villasís, Cuna y Orfila, por donde una asustada hermandad de los Panaderos decidía suspender su estación de penitencia, atravesando las sillas para encerrarse lo más rápido posible en su capilla, entorpeciendo con ello, la vuelta de la Lanzada por la calle donde reside la hermandad Panadera, Orfila. Aunque he dicho lo más rápido posible, era solo por decir algo, por comentar que suele ser la acción más normal, pero al parecer como contaba la radio y podíamos ver después, el misterio realizó este recorrido con su normal marcha, con su estilo de cambios y sin prisas que encendió los ánimos… pues no sé, de la hermandad de la Lanzada, que se quedaba parada con el riesgo de que el agua arreciara y de los espectadores que se desgarraron las vestiduras ante una acción quizás poco cristiana entre hermandades, viviéndose el lamentable espectáculo a lo que nos ha llevado el mundo del deporte o la política del chiflido censurador, seguramente dedicado a la junta de los Panaderos, pero que al fin y al cabo se lo llevó quien menos culpa tenía en todo esto… Ntra. Sra. de Regla.



Lo que se debiera de hacer,  si se me permite la opinión, es lo que vimos con nuestros ojos por parte de la hermandad del Baratillo, cuando el paso de la Piedad nos sorprendió a todos, y digo esto, porque su peculiar estilo de no abrir mucho la zancada en su andar no es que entusiasme demasiado a los fanáticos del costal, aunque eso no sea sinónimo de que no lo hagan fenomenal, pero lo cierto que ver a este paso comiendo calle gustó mucho, aunque ya no lloviese y la banda del Sol nos regalara una chicotá con la marcha “El Cáliz”, cuando en su sólo nos retenía el andar y pudimos embelesarnos de la belleza de la Virgen de la Piedad, la de tintes gloriosos y pastoreños allá por Santa Marina que abraza cada día del año al Rey del Baratillo reluciente por su reciente restauración. El Baratillo cumplía las normas no escritas, o si, porque cuando se suspende una estación de penitencia, se exige la vuelta por el camino más corto y con la mayor velocidad posible. Pero había pasado el susto y quitando a los Panaderos, la jornada medio seguía su curso, para darnos a nosotros, a Óscar y a mí un magnifico broche de oro contemplando el para mi sublime caminar de la Virgen torera del Arenal, la Virgen de la Caridad en su Soledad que venía radiante en su genial paso de palio con un compás que a mí me entusiasma, me emociona, no sé si será los priostes, pero  yo creo que los Palacios o Díaz Talaverón es otro de esos capataces como la copa de un pino que hace que este paso camine pero a la vez parezca que viene contando adoquines. El otro día bajo las plantas del Carmen de Andújar, rememoré contemplado este palio hace dos años y consiguió emocionarme. Entonces sonaba “Triana de Esperanza”, pero en esta ocasión la Baratillera nos llegaba con un trío musical que me desborda si quisiese los lagrimales, tocado por la gracia macarena tuvo que estar Pedro Morales para escribir “Esperanza Macarena”, con ella se nos acercaba la “Morena del Arenal” mientras el Carmen de Salteras enlazaba una marcha tras otra, con su sublime compás embriagando a todos con su señorial pena, como al pregonero de la Semana Santa que “cangrejeaba” a sus plantas perdido en la mirada penetrante de la imagen que gubiara Fernández-Andes para la gloria sevillana… el manto dibujaba el adiós, los músicos de Salteras rallaban el final por Puerta de Arenal y a nosotros solo nos quedaba, buscar con rapidez, un año más se nos hacía demasiado tarde, la plaza del Duque donde recogeríamos a Josito y a su pareja, despidiéndonos de Cristóbal que aún le quedaba muchas horas y jornadas de gloria en la capital Hispalense y volver hasta Bailén, subir hasta los dominios de San Gil donde la vecina de verde nos hacía sin duda de sereno guardián mientras por la Feria la Carmencita que lo salvó todo, también lamia el final de la gloria para embarcarnos en un viaje en el que pasé bastante miedo ante la gran tromba de agua que nos acompañó desde Córdoba hasta casi llegar a Andújar unido a lo empapadísimo que se encontraba el asfalto en toda la nacional IV, sin duda Dios quiso ser más benevolente con el occidente y nos mostraba los duros estragos que se habían pasado en el oriente andaluz que nos hacía temer un años más con la gloria bajo nuestro Soberano…

Fotos: Óscar Ortega.

1 comentario:

  1. Precisamente donde tú estabas, en la confluencia de Daóiz con javier lasso de la vega, fue donde entré por primera vez bajo la "divina panaera". Muchas gracias por tus palabras hacia la cuadrilla, he disfrutado con tu entrada, gracias y un fuerte abrazo hermano.

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