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martes, 8 de julio de 2014

MARTES SANTO... EN LA MAGIA GRANADINA. (II)

Si es que esto de los estereotipos, de a veces querer delimitar o renombrar casi todo como en Sevilla nos puede llevar a la confusión. Que si barrio=alegría, que si rigor=de centro. Granada tiene en su más emblemático centro su más emblemático barrio, incluso dicen que el Realejo es alegre y es el mismo corazón de Granada. Pues de barrios céntricos nos venían las siguientes cofradías y las dos completamente diferentes y las dos con mucha esencia granadina en sus cánones, y toda esa esencia nuevamente bañada intensamente por la sevillania de sus cofradías para ensalzar y engrandecer más su puesta en escena. Hermandad rancia y hermandad con ciertos aires trianeros, pero en las dos con mucha simbología de lo que es el estilo de los Servitas de Sevilla. Se conjugaban tantas cosas que nos traía unas cofradías ante nuestros ojos la mar de singulares. Y hablar del Albaicín es hablar de la belleza suprema que ofrece Granada al mundo, aunque la hermandad viniese del bajo Albaicín, quizás el menos concurrido por los curiosos turistas, en busca del Paseo de los Tristes y la Carrera del Darro. La Semana Santa que vive hoy en día la ciudad sin discusión comenzó en las catacumbas de los tiempos, la Semana Santa en Granada no puede tener cien años, pero si es cierto que la cofradía que buscábamos, hace ya casi un centenario cambió todos los cánones establecidos sentando las bases para que con los años y las décadas, la Semana Santa granadina viviese ese casi mismo esplendor que en las otras grandes ciudades del sur de España se respiraba. La suntuosidad y por qué no decirlo, el espectáculo de la Semana Santa decimonónica en Sevilla prendió la chispa en ciudades como Málaga y Granada para que la sobriedad diese paso a la magnificencia, una magnificencia que después en Granada se acrecentaría cuando algunos locos como “Pepe Carvajal” quisieron traer el veneno bendito, la más puras esencias, para mí siempre insuperables, incomparables, de las cofradías de Sevilla.
Cuando Sevilla germinó en Andalucía, años setenta, ochenta del pasado siglo y sobre todo noventa, solo teníamos hermandades “macarenas” y sobre todo “trianeras”, solo se exportaba la alegría, y quizás tristemente el “espectáculo” del arte efímero más jubiloso. También las hermandades de negro, pero las menos y las que menos aceptación tenían. Pero en los últimos años no sé si será una nueva moda o que de verdad se está sintiendo la madurez en los cofrades andaluces, poco a poco se está comenzando a contemplar aportaciones rancias de muchos quilates. Yo creo que mí llamada granadina en el pasado Martes Santo tenía carita sonrosada de Virgen enmarcada en los ancestrales rostrillos bajo palio de cajón, al compás de música “triste” y al redoble de tambores destemplados evocando al luto. La Carrera del Darro se abría y me embriagaba como todas las veces que he tenido la oportunidad de subirla y bajarla, desde el adoquinado, a las paredes solariegas, casi palacios, con ese siempre aroma al legado andalusí y ya si mirabas hacia el cielo, un bosque en pleno centro hacia emerger a esa diosa Alhambra que como dije, hace de Granada, ciudad universal. En esas estrechuras buscaba una cofradía, pensaba que llegaría cuando saliese la Esperanza, pero no, nos hizo subir atravesando todas las estampas que nos ofrece, desde la antigüedad arquitectónica al son del rio, al pijo capillita sevillanizado entrecruzándose con los “perroflautas” –espero que nadie se lo tome como un insulto, sino como la forma en que ya son conocidas estas personas de estética y cultura tan conocida en Andalucía- con su cultura y sus formas de vivir, pero todo en consonancia, en paz… subíamos y subíamos y no fue hasta emerger al espacioso Paseo de los Tristes, con la Alhambra enmudeciéndonos cuando contemplamos una cruz de guía, del neo barroco granadino sin duda, un cortejo con nazarenos más granadinizados que sevillanizados y nuevamente, una vez más, Dios cogiendo los pecados del mundo hecho de filigranas de taracea, con un nuevo escorzo singular buscando también el corazón de Granada.





Poco antes de Semana Santa les hablé de ella, de la conocida como “Decana de la Semana Santa granadina”, la hermandad del Vía Crucis, que en la noche comprobaría el porqué de esta denominación. Como cambian los tiempos y las formas de ver las cosas, seguramente me decanté por Granada para contemplar esta singular hermandad qué como heredera de un pasado, en los últimos años está revistiendo a su cofradía de un valor que me embriagó, aunque también hay que decir, que había cositas aun por mejorar. Cortejo corto, como casi todos fuera de la capital hispalense que te hacia dibujar el conjunto entero venir hacia nosotros, subido al borde un escaparate de un restaurante para tomar las más posibles bellas tomas videográficas y fotográficas de la maravillaso estampa que ante nosotros se dibujaba. Sin duda que una cofradía por ese entorno es un regalo al éxtasis de las pupilas, no puedo comprender como para algunas personas cosas así simplemente sean piedras, ladrillos, muñecos, formas, arboles, atmosfera, en definitiva, que no haya sensibilidad.
Es curioso que un “sevillano” como yo se embriagase viendo venir el particular paso granadino sustentando a Jesús de la Amargura, paso algo pequeño, del barroco justo y necesario, con sus formas personales, el que el Señor fuese sobre una peana era esa primera chispa de los Servitas de Sevilla que me vino al alma, aunque sé que eso no puede ser una copia de aquello, pero su recuperación creo que entra dentro de unos cánones similares a los de la corporación sevillana. Un paso granadino como dije en su día que se completaba magníficamente, utilizando recursos sevillanos con el gran bordado de los respiraderos y faldones. En silencio, con la música de capilla, su cuadrilla, comandada por el equipo de Dionisio Martínez traía ese compás con el que muchas hermandades de silencio están mejorando su puesta en escena, adiós a ese racheo cansino, seguramente revienta hombres… los pasos tiene que andar, con elegancia, que hacía que el encorvado Cristo pareciese que venía paseándose embrujado por la belleza del entorno. Silencio, cera tiniebla, la verdad no me gustó lo que vi aquí y en otras hermandades en los candelabros, que no llevase codales de cera, sino una especie de velas de plástico con una llama que recordaba a aquellos míticos cirios de petróleo, o eso es lo más parecido que me pareció (prefiero esto que las antiestéticas bombillas). Dicen que con ello se ahorran que los canastos se ensucien de cera, así como los guardabrisas, supongo que también ahorrará en la factura del cerero… parecía que llevaba el candelabro encendido en las llamas de la gloria, pero no era lo mismo, la esencia siempre será la esencia. Aun así el paso, sencillo y a la vez suntuoso resplandecía, donde Jesús nos mostraba uno de sus más tormentosos rostros que yo haya visto de los nazarenos andaluces. Un Mora andando como el Mesa de Sevilla, o parecido, igualmente noté, que quien iba debajo y los manda sabe de qué va esto, y que seguramente los años darán de si grandísimas cuadrillas. Gracias a esta hermandad las joyas de los obradores barrocos granadinos salieron a la calle, y la encorvada imagen del Señor, casi un retablo andante, con túnica de cola exquisitamente puesta, portando una cruz realizada con un símbolo del granadinsismo, la taracea… llegaba, atravesaba y se marchaba con la Alhambra por dosel, en ese momento le podía dar la razón a mi amigo Alejandro, esto solo puedes encontrarlo en Granada, el alma se me llenó de belleza extrema, sentía que había merecido la pena viajar hasta la vieja ciudad nazarí.





Fue el primer plato de la hermandad que se erige en el quizás primer templo que mandó levantar los Reyes Católicos tras la reconquista. “F” y “Y”, Fernando e Isabel recorrían estaba vez sí, grabadas por la cera de la candelería de la Madre del Señor de la Amargura, que cuando se nos acercaba el Cristo ya nos dio el primer aviso de lo que se nos avecinaba en toda la jornada, mientras Ella, al fondo, saliendo de la empinada Cuesta del Chapiz venia meciendo su palio al compás de algo que en la distancia me puso los repelucos al 100%, y solo la dibujaba en la lejanía, retumba en el eco del paseo, que llaman de los Tristes, y que paradójicamente nos estaba haciendo muy felices, “Getsemaní” de R. Dorado nos invitaba a darle gracias a la Virgen de los Reyes que tras la marcha nos venía al tambor destemplado, que todo lo que estábamos viviendo era la gloria.
Hermandad sencilla, su patrimonio no es de una enorme opulencia, así podíamos constatarlo en el paso, bello, digno pero sencillo, de orfebrería de serie si no equivoco y los bordados de su palio en recorte. Pero muy efectista, el aire servita hispalense se acrecentaba en este paso, que al parecer quieren cambiarlo, y con probabilidad de que esta esencia servita de las bambalinas desaparezca. Ojala que lo nuevo siga manteniendo el sabor que comencé a paladear cuando la rancia albaicinera pasó ante mis ojos, que hasta el alma de Boabdil se tuvo que estremecer en lo alto de la Torre de la Vela, viendo pasar a esta Señora que curiosamente se llama como la patrona de Sevilla, la que tanto tuvo que ver con los reyes…
Candelería más abierta, sobria, con ese pellizco granadino de las letras, respiraderos y varales sobrios y la Virgen, de manos entrelazadas, a los cánones granadinos cubriendo a sus costaleros con un manto bordado, pero con un efectismo que desprendía suntuosidad y sobriedad a la vez, con epicentro una gran “S” del que salían bordados netamente inspirados en los decimonónicos sevillanos. Una vez más Granada cogida de la mano con Sevilla, me encantó el sabor rancio de todo el conjunto sobre todo con la opción de vestir a la Virgen siguiendo los patrones originales de aquellas viudas castellanas de la corte de los Austrias, pero con el regusto en las formas del arte de vestir hispalense, en fin que vine a hacer constar en persona lo que a través de videos y fotos me trasmitía este nuevo canon que sigue la “Decana”. Y con los de abajo y lo de detrás acabé por disfrutar como en la misma gloria, el compás que llevaba la cuadrilla simplemente me pareció de diez, me encantó el trabajo de los hombres de Dionisio Martínez, el cual puede intentar implantar saga en Granada, porque su aun jovencísimo hijo ya lo acompaña delante de los pasos. Compás siempre abierto, con esa velocidad especial que debe llevar los palios, yo lo llamo “el compás de María”, que parece que no avanza y se come las calles sin cesar. En los videos de la magna me sobrecogí con esta dulce Señora salida de las gubias de unos malagueños granadinizados, los Asencio de la Cerda, y quizás Ella movió todos los hilos para que este Martes Santo lo viviese junto a Ella, porque a la vera de su faldón me encaramé toda la Carrera del Darro abajo, sobre todo cada vez que se hacia la música en el espectacular repertorio, que no es que fuera digno de los más rebuscados amantes de la música, todo fue como dirían ellos “las de siempre y las que están de moda” pero evidentemente todo sobrio, clásico, fúnebre, por eso decía que últimamente las hermandad rancias comienzan a trabajarse y gustarse fuera de Sevilla, y más aún si es por este costero de Andalucía. “Virgen del Valle” abría el camino por la serpenteante calle, convirtiéndose más si cabe en la calle más bella del mundo. Ciertamente ya no puedo recordar todo lo que sonó hasta que la dejé por plaza Nueva, pero fue tremendamente bello y estremecedor no separarme del paso, por los lados, por delante, siempre hipnotizado por lo que iba desprendiendo la Virgen, cada vez que miraba para atrás era su palio, su compás, donde la bambalina acariciaba al varal, era como le dije al amigo Mondéjar en Jaén, como si fuera a ruedas, como si el palio estuviese suspendido de algo imaginario, como si desde la Alhambra los sostuviese ángeles musulmanes, y la vegetación, y el caudal del rio, en la lonja personas que se tenían que quitar para que cupiese el paso, sorteando balcones. La virgen bajaba majestuosa, como cuando sonó “Margot” por San Pedro y San Pablo, si dentro vive las Maravillas, otra maravilla iba resplandeciente aún muy luctuosamente por la calle de las calles granadinas, y bajaba poderosa y solemne, sin vicios del pasado en la carga granadina, buenos hombres tiene que llevar debajo, aunque pareciese fácil, seguramente sus capataces tuvieron que acabar exhaustos ante todo lo que hay que controlar por arriba, por debajo, a los lados, de espaldas.
Donde comenzó la magia de un nuevo Martes Santo, volvió abrirse imponente para la Virgen de los Reyes, Ella llegaba con el mismo son, sin perder la gracia con “La Madrugá”. Fue todo tan intenso, casi familiar que quizás este es el único pero que les podría poner a su búsqueda rancia como modelo de cofradía, pero bueno esto no es Sevilla, y eso es como siempre digo, es lo más difícil de “copiar”. Me quedo corto contando la intensa bajada junto al palio de los Reyes, es imposible escribir tantos sentimientos de arte, de arte efímero, de olores, de vistas, y de María, la Granada cristiana seguía alzando la espada de los reyes del cristianismo por las callejas moras.













Fue lo inesperado, pero el Vía Crucis me devolvió al centro en busca de más cofradías, era una jornada con cuatro en la calle y ya llevaba dos, aunque obviamente daba tiempo a repetir, por cantidad de nazarenos y la fácil movilidad en ciudades donde las bullas no abrazan a las cofradías por todos los rincones de su recorrido, esto en cierto modo lo agradecí después de tantos años de agobios entre bullas en Sevilla. Buscábamos la cofradía de la jornada que más le gusta a mi buen amigo Juan José Galey del Reino, al que por cierto una vez más te dedico toda esta crónica como un especial regalo de bodas, por lo que te gusta que hable de la Semana Santa de Granada, para que el éxtasis que me embriagó en toda la jornada, desde los ojos de Dios y los llantos de María te guíen en tu nueva vida, como ya te dije, con vuestros valores, valores muy olvidados de esta sociedad, seguramente que os irá bien, y los que caminaban en lo alto de los pasos os ayudarán a sobrellevar el peso de la cruz del día a día.
























Él también se extasió con su “sentaito” de Santa Escolástica, el Realejo, puro centro se hacía barrio, porque un galeón traía con el compás de los cambios costaleros al desprecio de una humanidad hacia un Dios que venía reinando con una “Cañilla” por cetro real. Pero antes de ello tocó nuevamente otra ración de Reyes de Granada, en un punto por donde la Cañilla tiraría tras la hermandad Decana en busca del inicio de la carrera oficial, esto era como si en Sevilla estuviéramos en el punto estratégico de Cuna, Laraña, Orfila… quizás por eso comía calle la hermandad del Albaicín bajo, aunque siempre fue así como veo en videos, esa es la esencia de una hermandad así. No pude evitar desenfundar nuevamente la videocámara, para grabar el momento de arte efímero que se dibujaba ante mis narices, en el video se me escucha decir extasiado lo que desprendía en mí el palio de los Reyes “que delicia de paso” ¡sin ser una sobresaliente obra de arte! Pero el arte efímero era sublime, no quedaba más que grabarlo, saborearlo, paladearlo, la Señora del rostrillo enmarcado, apretaba sus manos de dolor y angustia y la banda sonora parecía hecha para Granada, pasaba los Reyes y todo sabia a “Valle de Sevilla”…

CONTINUARÁ…

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