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martes, 22 de julio de 2014

PASIONES CARMELITAS JAZMINERAS EN ANDÚJAR...

Lleva ya éste que les habla tres años contemplando por julio esa “Casa de Postas” en el camino de Andújar donde en un día como hoy se finiquitó la Batalla de Bailén y el motivo no es precisamente por rememorar románticamente estos escenarios que conformaron la historia de nuestras vidas, la historia de mi vida, y eso es porque mi vida lleva ya haciéndome más capillita desde hace tres años a través del costal en los tórridos días de julio buscando la vieja (o no, cosa de los arqueólogos…) Iliturgi. Ya lo dije el mismo día dieciséis, que el jornada estaba siendo veraniega total, cuando parecía que don verano no quería llegar para luego después  volver a darnos una de sus caras más extrañas, las que los tiempos no están mostrando este año de noches rotundamente frescas. Le pedía a Dios cierto día, días de Semana Santa como si fuera el mismo verano y eso casi nos regaló, y ahora parece que el verano se quiere resumir en tres días, como si ya lo hubiese gastado que parece que estuviésemos en la costa cantábrica…
Porque el 16 de julio, solo nada más que con tocar el costal la sensación de presión y ahogo en la galera emanaba por si sola. Tocaba un año más, porque la Virgen lo quiso, volver a pasearla a través de su humilde cofradía andujareña, rodeado de una esencia que me gusta, me satisface, de la mezcla perfecta que consigue conjugar su capataz, Rafael Mondéjar. La cuadrilla perfecta, perfecta para Ella ¡ojo!, para lo que la Virgen jazminera del Carmen precisa para salir a las calles de Andújar, donde hace de su barrio de la Lagunilla el epicentro de las pasiones cofradieras de la ciudad cada mes de julio. Qué tendrá esta pasión, hecha paso de gloria para la gracia de María, que ha convertido mis veranos en otra cosa, los que me parecen más frescos, más cortos, que me adelanta y me llena de la pasión por las cofradías, mi pasión cofradiera que me hace cada día más creyente y enamorado de todo lo divino, desde su dulce carita de niña, hasta el Soberano y Gran Poder del pequeñuelo que lleva en brazos, el que pesaba más que el mundo, pero es que Ella fue tan especial, que fue engendrada para soportar el peso de la redención, más pesado aun, que todo el universo.
Félix y este servidor, acompañados de enfurecidos devoradores de pasiones capillitas, David, Pedro y Antonio se plantaron en una Andújar, que como toda España se derretía en la festividad de María del Carmen. No había mar, no había marineros si nos limitamos a la definición exacta y realista de la palabra, hubiese gustado llevarla a ese mar que nos refrescara mientras sobre una barca bendijera a su pueblo, que no era costero, solo un mar de olivos lo rodea, donde en una islita alzada en un cerro vive la que quebranta las penas y ensalza las alegrías de todo Andújar. Tierra que nos abre los brazos, tres años después, uno se va sintiendo uno más, porque no busca más, entre esos marineros que sin remo ni barca llevarían a la Virgen del Carmen entre el oleaje de calles encantadoras. Estrella de los mares que solo necesitó costaleros, muchos, mi palo iba triplicado y un sencillo paso, que cuando se aprende a mamar este mundo desde abajo, sabiendo las carencias y la dificultades, se llega a saborear como el mayor de los pasos, como explicarles, que Pedro Guerrero me viniese diciendo “esto ya lo quisiera yo en…”













Porque la humilde cofradía, de pocos hermanos, nuevamente hicieron el esfuerzo titánico de darle vida a la apartada iglesia de Santiago, dándole su especial día, mientras la cuadrilla la elevaba a su pequeño cielo, rebosante de flores blancas, solamente blancas, relucientes como la túnica y las letras de la portada que les abre el blog en esta quincena. Blanco de pureza, para la más pura, color por antonomasia para revestir el jardín de su paso, hecho sagrario errante por las calles de la vida, del valle de lágrimas que Ella en su gloria hace más liviano. Dura salida, rampa que la complica, es lo que hay, pero este año permítanme que diga una cosa… los que vamos, vamos para dar el callo, y creo que fuimos pocos los que la sacamos… se nos señala en el mundo de las cofradías, a los costaleros que también nos gusta serlo por afición a este bendito arte, los que tenemos que dar testimonio, que quizás mejores que nosotros no hay nadie, que nuestra filosofía le puede a los que se les llena la boca de corazón y el cuerpo de dolores a los cuatro días, los que con la técnica duramos toda la vida en contra de los que la “devoción” los jubila a los dos días, no podemos relajarnos, no podemos escoger, venimos a llevar a la Virgen y por ende a coger sus kilos sin miedo… que la puerta es la que hay y la salida es la que es… pero bueno me prometí que nunca más daría la impresión de querer enseñar  a nadie, y Rafa seguro que ya lleva una cuantas flagelaciones a las espaldas para saber cargar con esta cruz, que es ser capataz, costalero y sacar una cofradía a la calle.








Y la Virgen salió un año más para las pasiones de sus devotos, los que iban fuera con una velita, los que iban debajo cargando con su gloria, convirtiendo sus trabajaderas en nuestro escapulario carmelitano, paseando a Ella misma para su mayor gloria, Ella que me voy dando cuenta es una de las “Madres divinas” por antonomasia en nuestra España, que grande es el día del Carmen para nuestra cultura, y lo dice el que solo cree en María, y se santigua y se arrodilla ante cualquiera de su advocaciones, pero qué duda cabe, que la Virgen del Carmen vivirá para siempre en mi corazón... y todo por una “afición”.
Se hacia la música, “Encarnación Coronada” y su Ave Maria, de palio pero sin palio, la que también costó trabajito implantar tras la Señora, hasta tal punto que este año se estrenaba nueva banda, la banda del pueblo, Maestro Amador tras la Virgencita de la Lagunilla. A mí me gustó, la verdad como medio músico que fui, la vi afinada, con más “oficio” que Marmolejo, aunque con el volumen un poco bajito, no comprendo que con la instrumentación que presentaba no sonase más poderosa, no sé por qué al sonar por ejemplo, a la salida “La Estrella Sublime”, las cornetas tocaban piano –cuando minutos antes de la salida uno de ellos se marcaba el solo de “Al gitano de la Cava”-, pero bueno, menos es nada, al revés, las gracias por prestarse a marcar el camino, como dosel de gloria a la primera gloria, que nos llevó a la gloria en esta provincia de levantar los repelucos del compás costalero más allá de la Semana Santa. Más de dos cuadrillas, que pagan su papeleta de sitio, en estas tierras como no sea así, las procesiones no patronales no presentarían la solemnidad que desprende esta procesión, sencillamente, pero para mí la desprende. Andujareños, veteranísimos del costal con las nuevas hornadas, de esos que llevan buenos costales, ropas bien hechas, trabajo más actualizado, del Gran Poder, Huerto, Buen Remedio, Esperanza, etc… e incluso los que sacan pasos en Sevilla, como un nuevo “bofetero” con el que comparto paso. Aficionados a la gloria, aunque aún este mundo aun no nos entienda –hasta que la vida los haga entendernos-, desde Bailén, de la Carolina, de Jaén, de Granada incluso desde Osuna, llenando de la gracia del habla sevillana el andar de esta Virgencita iliturgitana... seguro que me dejo de más localidades.














Oficio y corazón cuando la Virgen caminó por su bello recorrido, muchísimo calor, el más sofocante de mis tres años, haciendo casi irrespirable el interior de la bodega de la Virgen, se hizo dura la subida de la cuesta, en las arriás ni subiendo el faldón se conseguía la ventilación necesaria, benditos relevos que refrescaban nuestro cuerpo empapadísimo del sudor que había que derramar porque así lo quiso la Virgen. Solo tres trabajos tuve, sin ninguna revirá aunque pude disfrutar de la magia de la burbuja de la gloria cuando con “Mi Amargura” la Virgen detuvo el tiempo bajo la flama de la gloria en su entrada en calle Nueva. Momentos de glorias, de costaleros de glorias, y la permisividad de ciertas licencias… un ole sorprendía a la los que rodeaban el paso bajo los últimos rayos del sol que nos achicharraba, cuando sonaba “Esperanza de Triana Coronada”, picando a los de abajo, los que tiene el corazón partido por la Esperanza, unos con la del otro lado del rio y otros por la del arco, como Ruano, que es hermano incluso de las más bella perla de San Gil y siempre nos marca el son perfecto, y ese son perfecto tiene sello macareno.
Llamaba Rafa, como siempre, pero a mí nunca me había llamado. Transciende esta casa… “capillita, esta va…” que para mí se queda y este le respondía con el milagro que Dios le concede por su nobleza  y su buen corazón, haciendo que hasta una cuadrilla de saca-pasos se sientan casi como hermanos “para cofradía más humilde y sencilla, casi tres cuadrillas, para que la Virgen del Carmen nos lleve siempre a la gloria, y a los que allí esperan su intercesión”… y embravecía al otro bando esperancista cuando la genial partitura de Pedro Morales “Esperanza Macarena” se alzaba al cielo de Andújar, como potente y como si no pesara subió la levantá a la Virgen, las cosas de la emoción, del pellizco, del sentimiento…¿creen o no creen los que van debajo?














Félix estaba fuera, en su punto de relevo, pero seguramente hubiese dicho, “que me gusta cuando vuelve el poeta…” se saboreó esa chicotá, en pleno corazón de la calle Nueva, entre las bellas fachadas de esta calleja, sin duda que a Rafa el nudo le apretó el cuello más que nunca, sacado su labia y su amor costalero por todos sus sentires, sonaba la nana que escucha la Virgen en su alcoba, se entremezclaba la mirada estrábica omnipotente de la del arco, con la pasión, de seguir sintiendo la pasiones que los de aquella ciudad nos han trasmitido a toda Andalucía. Se hizo la noche, se hizo la magia de la luz de la cera en sus candelabros, llegó hasta el punto más “lejano” que huele a hermandad del Huerto, la “Corredera Capuchinos”, y se tomó el camino de vuelta por San Lázaro, la calle de la jornada, donde la multitud abraza a la Virgen hasta llegar hasta a esa puerta donde sus amantísimos devotos le recitaban poesías de amor a la Virgen y se proclaman a sus exaltadores pregoneros pensando ya en un nuevo año mientras la Virgen aún seguía llenando la noche, que Ella acabó haciéndonos fresca. Volvió a sonar “Rocío”, el flautín endulzaba la tensión en la levantá a pulso, dolía menos y rompía la Virgen un año más, sin estridencias, queriendo transmitir la clase y la elegancia, de vuelta a Santiago, enlazando desde el principio nuevamente la marcha de Vidrié, en una chicotá donde los kilos cayeron por todos lados, momento de apretar para arriba, algunos costaleros se equivocaron y no entraron cuando les tocaba, y el paso nos clavaba con clavos en el suelo, quizás fue la prueba de la que iba arriba tan risueña y contenta, de que había que dar el callo aunque fuese en una chicotá, recordándome que si saco al Dios de la Compañía, aquí no podría arrugarme, no podría perderle la cara ni la pelea y que las glorias no son ninguna pachanga…












Prácticamente ahí terminó un año más mi aventura bajo las plantas de María Santísima del Carmen, sonaba “Hosanna in Excelsis” entre las penumbras para bajar hasta Santiago y todo comenzó a saborearse con las mieles del trabajo cumplido y de una vivencia más para el recuerdo de mi vida. La oscuridad de la noche contrastaba con las luces de la autovía, la tranquilidad se tornaba con la vida que allí se erguía, de devotos, curiosos, cofrades, capillitas y un mar de costales, que un año más, y desde hace veinte años han hecho posible un sueño llamado “costalero de la gloria”, la de la Virgen del Carmen de Andújar.

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