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domingo, 20 de julio de 2014

ZOCUECA EN LA POSGUERRA...

Que mejor que un 20 de julio para volver a contarles, para volver a expandir al mundo capillita a la Reina y Señora, capitana generala en el corazón de los bailenenses, Ntra. Sra. de Zocueca. Hoy es el día esperado para verla triunfante y magna, como siempre han calificado a la procesión que se celebra en el día de hoy en acción de gracias por su intercesión en la Batalla de Bailén, en la Guerra de la Independencia, en aquel caluroso día del 19 de julio de 1808. Pero hubo también una batalla, muchos años después en la que la pobre no pudo hacer más que entregarse a la barbarie sacrílega que la convirtió en simple madera que prendiese la candela para que unos se comiesen una paella como máxima exaltación de sus mofas y desprecio por todo lo que oliese a iglesia. Fue también por estas fechas, cuando en la Guerra Civil española, la sinrazón se llevó un emblema tan profundo y “bailenés” como es su antiquísima patrona, Ella que hunde sus raíces mucho más allá que como suelo definir… en la noche de los tiempos. Una gran devoción que ya esperaba allá por el Rumblar, quizás a la vera de ese camino que la lingüística ha podido acabar llamado Zocueca, para el culto de tantas y tantas generaciones, incluso antes de que un pastor de Colomera escuchase campanitas una noche de agosto en un cerro de la grandiosa Sierra Morena que nuestra Zocueca lleva siglos abriendo en sus faldas en su aldeíta, donde hace 206 años a unos gabachos se les atragantó para la posteridad el nombre de Bailén.
Aquella barbarie deparó la estampa y la historia que les muestro en esta entrada, la cual, como siempre vengo anunciando viene a completar un poquito más este diario, más que “libro virtual”, donde el ritmo de la vida va dejando lo poco o mucho que puedo ofrecerles. Y vengo a aportarles nuevos datos y nuevas estampas gracias a la magnífica aportación de un grupo de Facebook que nació con la intención, sobre todo para la expansión y el conocimiento de todos los entresijos que pueden conformar la cultura bailenense, y por ella, gracias a que en su seno hay grandes amantes del mundo religioso y cofradiero de la ciudad, el conocimiento sobre la religiosidad popular se está beneficiando a grandes niveles, y por ende mi persona y esta casa. Por ello, para quien no pueda disfrutar de las aportaciones de este grupo, del Instituto de Estudios Bailenenses en la red social más famosa del mundo, comparto aquí y además añado lo que pueda de mi cosecha.
Hace ya unos años, les hablaba en ciertas fechas como hoy del recuerdo que me suponía contemplar en sus más magnas salidas a mi patrona bajo palio, lo llamaba “el palio de julio o del verano”, el cual dio paso a una andas sin el mismo, siguiendo las directrices de la tipología de paso de gloria sevillano, aunque evidentemente nadie en su momento concretase que lo querían de este modelo, simplemente el catálogo de Angulo de Lucena, lo ofrecía y por él se decantaron los que hicieron posible su realización. La Virgen perdía su insignia de respeto durante muchos años hasta que en 2008, doscientos años después de la célebre batalla que nos hacen universales, aunque creo que solo en los libros de texto, un templete volvió a cubrir la más excelsa devoción mariana de la ciudad.






Una evolución en los pasos de la patrona que comenzó como siempre mi padre me contaba, en sus años mozos con el llamado “palio de plata”. Aquel palio, que la verdad me pone en duda sobre como tendríamos que calificarlo, si palio o templete, se realiza en el taller lucentino referido que décadas después realizó su actuales andas a excepción del templete actual, de Orovio de la Torre. Aunque en cierto modo lo que en Lucena se realiza es la readaptación de las piezas salvadas de sus míticas andas de plata de los talleres Meneses, sobre un paso tallado en madera dorada y la inclusión de aquel pequeño palio, que por ello quizás se podría calificar más como un templete o incluso una tumbilla. Las piezas neogóticas de Meneses se convierten en una cornisa donde el techo se cubría por un brocado y un fleco circundaba el perímetro de la cornisa, todo ello sustentado por cuatro varales que seguían un estilo totalmente opuesto al neogótico de lo que se convirtió en peana y palio, siendo las mismas cuatro columnas salomónicas, piezas que este que les habla desconocen que fueron de ellas cuando años después llegó ya el palio de mayores proporciones y realizado totalmente en tejidos.
Una fotografía que habría que encuadrar entre 1940-1954, seguramente tomada un 20 de julio como hoy, ya que la Virgen se presenta con el manto rojo regalado por la Reina Isabel II, una pieza que al parecer se pudo realizar en la Real Fábrica de Tapices y que actualmente necesita una profunda restauración, para seguir conservando una pieza de un valor histórico y sentimental fuera de toda duda para el simbolismo más bailenense, por ello desde el año pasado y hoy si Ella lo quiere saldrá con el manto verde que le regaló la conocida familia Martínez y Ramón, grandes mecenas solidarizados en su tiempo con la religiosidad bailenense. Además estrenará por primera vez un pollero que sustente el manto y a su vez le dé una forma y caída más bella sobre el paso.


Esta fotografía que nos aportó Sebastian Lijarcio, encontrada si no me equivoco en un archivo de Jaén, nos muestra también una estampa que poco hemos conocido - por eso se encuadra la instantánea en el arco temporal que he referido-, como es contemplar a la actual imagen que se venera en el santuario de la aldea de Zocueca y que se procesiona en la romería de septiembre ejerciendo como única imagen patronal de Bailén, hasta que José María Alcácer realizase la actual talla que se venera en Bailén. Gracias al Instituto de Estudios Bailenenses, hemos podido conocer algunos nuevos y sorprendentes datos, no solo acerca de esta imagen, sino de la sorprendente historia que envolvió a la devoción patronal tras su destrucción en 1936. Siempre hemos dicho que esta imagen es la que se realizó tras la contienda - la fecha de 1940 es sin duda en la que arranca la reconstrucción de las imágenes perdidas, pocos dirían que anteriormente pudo haber otra- que al parecer no terminaba de convencer a los devotos y se tuvo que encargar una nueva imagen, pero parece ser que estas dos imágenes no fueron las únicas que ostentaron el encargo de devolvernos la devoción antiquísima a Zocueca, ya que al parecer, fueron muchas más las imágenes las que ofrecieron sus servicios para la fe del pueblo, imágenes desconocidas, sin una historia, que hasta hace tan poco tiempo nadie sabía de su existencia, que al parecer pertenecían a particulares que las cedieron por diferentes y desconocidas motivaciones, hasta que la imagen de la fotografía, como las de las demás más actuales que ilustran esta entrada, nos dejó su legado más conocido para dar paso a la actual imagen, la cual hoy toma todo el protagonismo en esta entrada.
Para terminar, gracias a la gran gestión investigadora de Pedro de Manuel Pérez, pudimos conocer algo más sobre la paternidad de la imagen que hoy veneramos en el santuario, la cual junto a la de Bailén van pidiendo una necesaria restauración ante el deterioro que presentan tras casi veinte años, las dos imágenes, sin realizarle ninguna intervención de mantenimiento a gran escala. Como dije anteriormente, yo les ofrezco en estas páginas lo que puedo y tengo en cada momento, y gracias a de De Manuel, puedo aportarles datos más contundentes y fehacientes sobre el verdadero autor de esta imagen, ya que con anterioridad erré en la identificación del mismo, simplemente por un error de imprenta donde cogí el dato en aquel tiempo. Solo pude llegar a alcanzar en el apellido del autor como FONT, apellido inmortalmente unido al mundo de la música procesional aunque supongo que no tengan ningún parentesco, porque en aquel momento mi personal investigación se fue a un escultor que no realizó esta imagen, Francisco Font y Pons –como erróneamente otras webs han recogido de esta casa y que habría que reeditar- sino que fue en realidad su hijo, Ricardo Font Estors (a veces, Stors, aunque erróneamente) el autor de la Virgen de Zocueca, patrona única de Bailén entre 1940-54 y desde entonces compartiendo “patronato” con la nueva imagen del Alcácer Guzmán. Ciertamente Font y Pons no pudo realizar la imagen bailenense porque falleció en Madrid en 1931, esta saga de escultores e imagineros procedentes de Barcelona.
La investigación de Pedro de Manuel llega hasta contactar con una nieta de Ricardo Font -Milagros Font-, el cual podría haber identificado correctamente tan solo al contemplar la parte trasera de la pena de la imagen, donde escrito con tinta dorada queda reflejado el autor de la talla y el donante de la misma… “Donativo de Dª Dolores de San Martin viuda de Rentero año 1940. Rº. Font escultor”.
Ricardo Font nace en Madrid curiosamente en el día que comienzan las fiestas de Bailén, el 17 de julio de 1893. Aprendió el oficio de la talla en madera de manos de su padre, el referido Francisco Font y Pons, en Cataluña, hasta su definitivo traslado a Madrid. Se formó en la vida de taller al enviarle su padre como “chico de los recados” a un imaginero barcelonés, amigo suyo. Amplió su formación de bellas artes en Madrid, obteniendo el título de profesor de dibujo, obteniendo premio extraordinario. Trabajó con su padre, en el taller madrileño, sito en la calle Álvarez de Castro, 22, dedicándose de pleno a la escultura religiosa y a los numerosos encargos que están repartidos por toda España, además de América e Italia. Al fallecer su padre, continuó trabajando en dicho taller, al contar con varios oficiales y ayudantes. Apenas quedan datos documentales de sus obras, previas a la Guerra Civil, ya que desapareció buena parte de las piezas realizadas por ambos como ocurrió con el Cristo de la Expiración que realizaron para la homónima cofradía malagueña.





Ricardo prosiguió trabajando en la posguerra hasta su traslado a un nuevo local, menor en dimensiones que estaba emplazado en la calle de Viriato nº 18, donde quizás talló a la Virgen de Zocueca, quedando sólo en el mismo, ante las penurias económicas, precisando esporádicamente de ayudas de algún oficial de los que tuvo hasta entonces. Ricardo tuvo tres hijos, siendo persona familiar que dividió su tiempo entre la familia y el trabajo. Fue un hombre religioso, sencillo y honrado, dedicado a la pintura en sus tiempos libres. Veraneaba en Brihuega (Guadalajara), que le inspiraban a pintar bellos paisajes, como reflejan sus lienzos de vivos colores. Trabajó hasta el final de sus días, acosado por una dura enfermedad que le provocó la muerte, el 11 de febrero de 1982.
Al parecer sus obras son numerosísimas, y restan como bello testimonio dispersas por la amplia geografía española, siendo notorias las destinadas a Madrid, y algunas órdenes religiosas, como carmelitas y agustinos. Pedro de Manuel pudo encontrar ejemplos como el antiguo Cristo de los Alabarderos de Madrid, un Sagrado Corazón en Ciudad Real y algunas fotografías que adjunto en esta entrada, que la misma nieta del artista le envió, donde podemos identificar fácilmente la impronta artística del autor en los grafismos de estas tallas con la de la Virgen de Zocueca. Igualmente les adjunto una fotografía del rostro del hombre que hizo nacer de la madera a la Virgen de Zocueca, en el cual he intuido un detalle que puede llamar la atención de muchos, y es que el escultor pudo imprimir a sus obras rasgos de su misma fisonomía, vasta contemplar los ojos y la forma de sus cejas con los ejemplos expuestos, algo que muchos artistas de todos los tiempos han utilizado, unos por considerarse su modelo anatómico más próximo y fácil de conseguir y otros por dejar de esta manera como una firma, como un legado de su existencia.

Y con todo esto, a pocas horas de la que la Madre de Dios, Santísima Virgen de Zocueca vuelva a pasearse por Bailén, con el ejército por escolta, les dejo con esta nueva aportación a su inmortal figura, con fotografías, historia e incluso la confirmación paternal en el arte de la gubia de la imagen que se venera actualmente en su antiguo santuario, la que dibujó las fiestas de postguerra. Para terminar, Milagros Font le dejó a Pedro de Manuel una cita que al parecer su abuelo le solía decir en sus últimos días a un amigo sacerdote: “Cuando muera, podré comprobar, si la Virgen se parece a las que he tallado durante mi vida…”seguramente, allá en el cielo Ricardo Font un día se encontró cara a cara con su Virgen de Zocueca…

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