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jueves, 10 de julio de 2014

MARTES SANTO... EN LA MAGIA GRANADINA. (y IV)

Un video de la subida a la Carrera del Darro de la ya pasada y famosa magna mariana de Granada del pasado año, del paso palio de la Virgen de los Reyes fue el detonante para que me enamorara del momento que estaba a punto de vivir en persona. Aquel día de mayo desistí, riesgos de lluvia pero también la cabeza que no estuvo por la labor de querer que fuera a vivir jornadas de las que me hinchan el pecho de gloria, pasión, felicidad, de disfrutar de mi afición más bendita, porque no le quepa la duda a nadie de que aquel que le gusta la Semana Santa algo más allá de su personal devoción a una imagen es porque la afición puede darse en la religiosidad popular, que una cosa no quita la otra –sino este blog no existiría-, sino que ambas se necesitan para que en pleno siglo XXI todo esto que a muchos les huele a rancio, pero del que huele mal, siga muy vivo, qué digo, para que viva en Andalucía su época más gloriosa. Sean capillitas sin complejos, los que nos llaman así despectivamente, aunque les guste la Semana santa, es por la inseguridad que les da su mente, quieren dar a entender al mundo lo que no son. Y es que aunque no nos demos cuenta, nuestra mente pude ser nuestra peor enemiga, a veces hay que combatirla también, porque nos vence y nos hace no sentir lo bueno de la vida.
Por eso aquella noche de Martes Santo me dispuse a medio arreglar aquel fallo de mayo de 2013 para abrirme al estruendo de la gracia, si ya el video te llamaba a la Effetá, ¿cómo sería en vivo? San Gil y Santa Ana esperaba como testigo mudo la llegada del Gran Poder y la Esperanza mientras apagada contemplaba pasar nuevamente el palio de cajón albaicinero, encendido de gloria de vuelta a esos rincones del Albaicín que en la noche levantan el embrujo más indescriptible que creo que se puede contemplar en este mundo. Nuestra inmortal España, con sus encantos se abrían para dibujar lo impensable, eso que sorprende a propios y extraños, españoles y guiris rellenaban los pocos huecos que la calle más bella del mundo permitía para poder ver pasar a la gracia, la magia, el pellizco. Plaza Nueva, algo más tupida despedía a la cofradía con el sonar de las campanas de la Chancillería, ¡Cómo se puede dejar la cofradía ahí cuando entra en la Carrera del Darro!













Si los diletantes, los amantes de la estética, de la belleza, nos enmudecemos, nos detenemos en el tiempo, observamos a cámara lenta el paisaje bajo la luz del día, incluso bajo la lluvia, como sería esa calle que en la noche solo recorrí una vez en taxi algo pasado de vueltas, en esas noches de fiesta que también ofrecen como reclamo al mundo la ciudad universitaria por excelencia del oriente andaluz. La oscuridad, la escueta iluminación, la tranquilidad… era un marco complicado de describir, imposible de pintar… mientras entre todo esto, pareciendo como si la Virgen recorriese un perfil montañoso entre las tinieblas, pareciendo que Ella bajaba a los infiernos a rescatar almas, pero no solamente seguía su son de todo el día, nunca dio opción al conteo de adoquines, como las buenas hermandades de negro aunque ésta el ruan no lo utilice. Los cipreses de Santa Ana se erguían mientras parecían que querían convertirse en las jarras cónicas de la Virgen, más rancio sobre rancio. Querían adornarla en su luctuosa pena, la escena era completamente de otra época. Nos dispusimos delante del paso como si una hermandad bullanguera pareciese. Un diputado vestido de paisano a veces nos miraba como diciendo que ahí no deberíamos estar aunque también me daba la sensación que de que le encantase de ver que había gente que prefería embobarse con este arte con el que quizás la Cañilla, más “trianera”, estaba agolpando a más multitud para su recogía, él fue quien nos dio la estampita de la Señora con la carita enmarcada en los ancestrales rostrillos del pasado. Pero el bueno gusto se palpaba delante del paso, que no le perdía la cara a la vuelta, ahora cuesta arriba y empujando, la banda de música Ángeles de Granada desglosando buen hacer, sacado esas marchas que como ayer mismo a bien leía hay que mostrar más al mundo cofradiero para que de una vez comprenda la gracia de toda esta esencia, ahora que pasa malas horas con las marchas de baja calidad. Ha pasado ya tanto tiempo que solo puedo recordar el momento en que el palio se alzaba a la misma vera de la Vela alhambreña y comenzaba a sonar esa marcha que muchos expertos dicen que no es solo fúnebre, si no que engloba todas las esencias de la Semana Santa. El palio lamia los varales, con finura, comiendo calle al compás medido, se notó una mejora en el movimiento desde la magna y desde todos los rincones la belleza era suprema cuando parecía que de la nada surgía la banda sonora de la ida y “Soleá Dame la Mano” se daba eso mismo, de la mano con la Virgen para recrear una subida que nos envolvió en la burbuja hasta que la diosa Alhambra se embelesó nuevamente entre la oscuridad de la gracia que su ciudad nos legó, con sus viejas cofradías, sin olvidarme claro con el ingrediente sevillanizado que  simplemente ha venido a elevar  a la Semana Santa andaluza, como dije, hasta su tiempo más glorioso, época dorada que en nuestras manos está seguir elevando hasta la cotas más supremas que los tiempos contemplen. También recuerdo “Quinta angustia” quizás “Ione” o “Mater Mea”, la verdad ¡cómo no pueden haber videos de aquella subida!, seguramente fue porque lo que se habría ante nuestros ojos hipnotizaba y no te hacia nada más que pensar en los sueños que se dibujaban por la calle más bella del mundo, tal como digo en Sevilla, estas calles tan embrujadoras son para verlas con cofradías por ellas... lo mismo que con Córdoba, o el viejo Jaén, etc… son el mejor momento del año.










Tanto nos atrapaba Santa María de los Reyes que casi nos olvidábamos de su Hijo, que estando casi rozando el Paseo de los Tristes nos lo encontramos inmerso en el pellizco de su pasado que aún sigue respetando su hermandad. Encendido en la aurea luz de su paso –que me hizo soñar con uno muy familiar a este que yo me se…-, con su presencia tan angustiosa y de amargura, el silencio más que nunca espesaba el ambiente. Se encontraba detenido y desde un balcón un sacerdote turiferario lo alababa y adoraba con el perfume del incienso, el que aún no había nombrado, pero que sin duda se palpaba cual es el modelo a seguir de esta cofradía, cuando olíamos, porque las cofradías también tienen olor a hermandad rancia de sevillanas maneras. Bella estampa en el sobrecogimiento, mientras el humo sagrado hacia las delicias de los que nos embriagamos con estas estampas tan hundidas en las raíces de nuestra cultura, que el cura parecía como uno de esos angelotes que turiferan las iglesias desde las lejanas noches de los tiempos. Abajo en la calle, Dios se elevaba y más que nunca parecía seguir su camino por la cuesta de la amargura, entre el canon por el que nació para mayor gloria de Granada, entre el rezo del vía crucis. En este último y embelesador tramo la hermandad “decana”pierde un poquito el sentido del silencio y evocado a sus orígenes hace de la estación de penitencia un vía crucis. La cuadrilla caminaba, y el lenguaje de los capataces -en este momento iba el capataz general de la hermandad Dionisio Martínez- me retrotraía a mis ensayos con el Sepulcro de Córdoba. Se palpaba cuadrilla de oficio, de afición, si es que es el mejor recurso que manda en la actualidad cuando la devoción talibán como yo la llamo no es la única premisa para sacar a Dios y Maria. Que más dará los motivos que mueva al costalero para meterse debajo, si con la mayor profesionalidad que le da la pasión por el costal, el Señor y su bendita Madre estaban repartiendo baberos por Granada. A los que buscaban el consuelo en sus miradas, ni se pararon siquiera a pensar en estas cosas. “Había que seguir para terminar bien la cofradía” les apuntaba por el fastuoso respiradero bordado el que sería el segundo capataz, ese es el idioma del arte del costal, porque sin su arte, la magnificencia de todo lo que veíamos no se podría haber dado… buenas imágenes, buena estética, buen paso, paisaje increíble como sacado de un cuento, pero no sería lo mismo si un paso viniese arrastrando los zancos en lugar de como venía, con los kilos arriba, como horas antes, eso es lo que da ser costalero con afición, que no es contrario a salir por devoción.
Dios, porque era eso, bueno su imagen representativa, evangelio plástico errante por la ciudad, parecía seguir el triste destino de aquellos que le dieron denominación inmortal al Paseo del Padre Manjón. Era ya tarde, me estaba colando de hora, pero el programa ya no iba con lo que estábamos viendo. Pensaba que la podría haber visto entrar, pero me tuve que despedir contemplando las impresionantes estampas que dibujaba Jesús de la Amargura con la Alhambra iluminada bajo la luna del Nissán en un paseo que parecía más que nunca de los tristes, como triste era ese guiri borracho que le hacia “la peseta” al Señor mientras pasaba, ante la ignorancia y talante de los creyentes o no que estábamos allí, mientras éste pensaba dos cosas: o arrearle una que fuera a por los dientes al palacio de Carlos V o que dos mil años después, Jesús seguía recibiendo mofas por su incomprendida misión redentora, seguramente ese guiri algún día se encuentre con la cara que Mora sacó de un sueño imaginero allá en el reino donde se premia lo bueno y te recuerdan lo malo por este valle de lágrimas, ni ahí Jesús permitió que sacáramos la cara por Él…










Había que volver al pueblo, que el reloj superaba las doce y media de la noche y había que bajar hasta los Escolapios a por el coche. Llegaba el palio de cajón encendido como un ascua, con su mismo son, nosotros tomábamos la marcha contraria mientras íbamos distinguiendo los diferentes instrumentos de la banda interpretando nuevamente “La Madrugá”. Bajábamos nuevamente al compás del Darro y daba pena despedirse de ella, por plaza Nueva la Señora que nos abrió el día buscaba nuevamente su lugar de descanso, con la misma marcha; “Coronación de la Macarena” donde quizás ya caería rendida, como sus ojos nos venían anunciando durante toda la jornada.  Nos despedíamos de la Esperanza con su mirada desplomándose, así casi iba uno también, porque el vieja fue de una hora, pero también se me hizo pesadísimo en los párpados, de una Semana Santa esta la mía de mucho viaje y aun parecía que no había ni empezado. Otra vez tarde a la cama y nuevamente a trabajar en un Miércoles Santo que solo me dejaría ver unas cuantas chicotás del bello paso que han conformado los Estudiantes de Linares, con el nuevo Cristo, el compás largo y serio y los sones del Rosario de Linares. No dio el día para más, la cena en el “Jamón” y el Real Madrid alzando la copa, que parece ser no va a ser de momento la última del Rey, me llevó a dormir unas horas, para a las cinco de la mañana comenzar dos o casi tres días de intenso movimiento, entre trabajo, dos pasos que sacar y más trabajo sin apenas descansar, que me dejó sin Sábado Santo en Sevilla, ni hasta Granada nuevamente me permitió mi mente, ya se los dije al principio, ir a conocer la impresionante Piedad de la Alhambra que comandan los míticos Carvajal, pero la Semana Santa acabaría como Dios manda, con pellizco, emoción, casi lágrimas, quizás nunca antes sentí en el mismo Domingo de Resurrección las ansias de comenzar de nuevo…

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