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miércoles, 9 de julio de 2014

MARTES SANTO... EN LA MAGIA GRANADINA. (III)

El perfume rancio de María Santísima de los Reyes se perdía por la granadinísima calle San Matías, “Valle de Sevilla” enmarcaba la cruz de guía que nos traía a otra hermandad diferente pero con algo en común, traía joyas granadinas engrandecidas con patrones sevillanos. Venía un misterio, con una de las cuadrillas más destacadas de la ciudad, lo suficiente para que quizás hubiese sido lo que más hubiese tirado de mí en esta jornada. Pero la Cañilla, aquella que tanto me aconsejaba mi amigo “Pepón” se me quedaría solo para esta ocasión, curioso, hoy escribiendo me sorprendo, un palio rancio me atrapó el alma en Granada. La agrupación de la hermandad, tiene algo que no me gusta nada; rearmoniza y cambia las marchas hasta la extenuación, y eso no es. Por eso escuchando los últimos compases del video que grabé, dudo de la marcha con la que llegaba. Pero creo recordar que el barco de la humillaciones a Cristo venia curiosamente con la marcha que sonaba en aquel resumen del Canal Sur de hace muchos años donde conocí por primera vez a esta joya de imagen que tiene por titular cristífero la hermandad de la Cañilla. “Creo en Jesús” dibujaba el dosel musical de esta maravilla de obra que tuvo que salir de la mano del genio de la gubia granadina, José de Mora. Portento de Cristo humilde, de la iconografía de Cristo sentado y pensativo, ¿en qué iría pensado este Jesús que nos llegaba de Santo Domingo? Serenidad y majestuosidad en los grafismos del Señor, bandera de la vieja Granada que en aquella vieja retrasmisión se asentaba, con su pequeña caña, esa cañilla que le pondría el sayón bizco de Espinosa Cuadros, para realzar entre la mofa su reinado, mientras en un pequeño y escueto paso, un romano contemplaba la escena.











Sevilla vino a cerrar el arte estático, el de la gubia, el pincel y las láminas de pan de oro. La majestuosidad de los pasos de cristo sevillanos viajó hasta Granada para sustentar a la joya de Mora. Neobarroco sevillano, que acogió el conjunto y lo hizo crecer en imaginería hasta hacer que el Señor de la Humildad, Dios de la Cañilla pareciese el misterio de San Esteban y El Valle, a partir de una imagen que quizás ni se realizó para procesionar, se alzó a su vera una joya del procesionismo andaluz. Barco granadino de bombo sevillano, el único de la jornada, que venía en busca de San Matías y con ello de la carrera oficial, y en una revirá lo esperábamos. Se notó la mano de su capataz, Alberto Ortega, sin duda uno de los capataces que está haciendo crecer la categoría del mundo de abajo en Granada, siguiendo el perfeccionismo que siempre Sevilla nos lleva por delante, el que le enseñó Pepe Carvajal. Llegaba el misterio trianero de la jornada, pero no sé si sería por los horarios, siendo ella la última en pasar por carrera oficial, quizás con prisa y por ello no pude comprobar como domina esta cuadrilla la esencia en el andar de don Juan Vizcaya (q.e.p.d) y Bienvenido Puelles. Pero me gustó, se alzaba al cielo poderoso y el tambor destemplado hacía sonar el clásico de los clásicos de esa “Saeta” que cuentan, Machado escribió para el Cristo de la Abadía del Sacromonte y no para el que vivía en San Román. Revirá ni rápida ni eterna, medida, sobre los pies, sin duda la cuadrilla demostró buen hacer y lo que me habían contado sobre la misma, el éxtasis final de la marcha se llevó al misterio de la humillación al Rey de los judíos calle San Matías abajo, trabajo correcto, con buenas maneras, finura en el trabajo y fuerza en la salida, arriba un solo pero, los codales que daban luz eran como los del Cristo de la Amargura. 






Y ahora venía una de las peculiaridades de esta hermandad, se transformaba, de Triana podríamos decir que pasaba de nuevo hasta San Marcos observando las influencias sobre la misma desde Sevilla. De la algarabía del misterio a lo rancio del paso de virgen, que no de palio. La herencia granadina de esta hermandad con la Madre de Dios se traduce en una portentosa joya imaginera, de cómo yo diría el último gran periodo de la escuela barroca granadina, cuando a finales del XIX Manuel González de los Santos dejó para la devoción y el arte de Granada una de las soledades más singulares de Andalucía. Supongo que tampoco nacería con intenciones procesionistas, pero ante nosotros se habría lo que es un paso de cristo, de madera tallada, con cuatro faroles escoltando a la Madre de Dios que nos parecía una piedad, pero Ella no llevaba a su Hijo en su regazo, miraba en ese mismo punto donde tuvo que estar el Señor dormido en su corta muerte por la salvación. Curiosa característica de esta hermandad con estos titulares, de un Cristo de la Humildad a la soledad más rotunda de su Madre al pie de la cruz. Recordaba como digo evidentemente a la Piedad de los Servitas –aunque sin tambor destemplado, algo más parecido a la Soledad de Sanbuenaventura-, aunque en cierto modo todo sea bastante diferente, pero el espíritu de ver una dolorosa sentada al pie de una cruz desnuda, en un paso de cristo andando por Granada con marchas fúnebres, te hacia volar a los Sábados Santos sevillanos. Granada en la majestuosidad de la imagen, Sevilla en la esencia del arte efímero y Jaén marcando el compás de esta dolorida Madre, que se nos marchó por San Matías al son de Cebrián, y decir el nombre del toledano más jaenero, es decir “Ntro. Padre Jesús”…
En cierto modo me hubiese gustado contemplar mejor a esta hermandad o más bien con más sabor, pero no sabía que me depararía aun la jornada que ya comenzaba a declinar la rondilla ante el manto oscuro de la noche. Había que buscar ahora a la hermandad de "barrio barrio" de la jornada, esta sí que tiene que venir y volver comiendo calle, porque la distancia entre el Zaidín y la Catedral si es más considerable. Salíamos nuevamente a la plaza donde se encuentra esa joya monumental de Benlliure a los Reyes Católicos –esto son monumentos y los demás es un quiero y no puedo...- y por Gran Vía de Colón venia un cortejo. Me quedé un poco confuso, me extrañó que la Esperanza viniera ya de vuelta. Sin mirar el programa, seguí de memoria lo que eran los itinerarios de años atrás y bajé en busca de San Antón porque suponía que por allí ya estaría la hermandad de la Lanzada de vuelta al Zaidín. En el cruce con Ganivet, nuevamente nos encontramos con el palio de cajón del Albaicín, siguiendo su mismo son que no perdió en toda la tarde-noche, ganándole metros al itinerario con una gran elegancia, y el rancio sobre rancio nos desaparecía cuando contemplamos que la carrera oficial había cambiado y el cortejo tiraba por la calle que se supondría que volvía la Lanzada. Algo pasaba, preguntábamos y había que volver a Reyes Católicos mientras una vez más la Virgen de los Reyes nos detuvo el caminar mientras Ella nos embriagaba al son de la marcha fúnebre de Chopin… volvíamos al punto inicial, ahora comprendía que hermandad era la que volvía por Gran Vía… la Lanzada, como decía su capataz volvía al Zaidín por el Realejo.
Gran jornada en lo que se refiere a costalería, de lo mejorcito delante de los martillos en la ciudad. “Chiqui” venia comandando el paso del Cristo de la Lanzada, barroco del siglo XX en la ciudad, Barbero Gor con su personal arte creó este escueto conjunto de dos imágenes, a veces tampoco hace falta más. Se vibró con esta hermandad que venía con su paso cristo, mientras Pedro me decía que era verdad aquello del gran parecido con el trono del Nazareno de nuestro pueblo. Venía como al parecer le gusta a este capataz, siempre de frente, con fuerza, poderoso, por eso quizás a veces se perdía un poco el compás, es lógico, hay que subir y bajar esta hermandad desde lejos. Tras ellos, lo que sí es una copia, granadinos emulando en todo a las Tres Caídas de Triana, que fuera opiniones de si hacen bien o hacen mal, el tocar marchas conocidísimas de la banda trianera hizo que se saboreara el caminar del Señor zaidinero. Subió por la plaza de las Descalzas, evidentemente no buscaba la carrera oficial si no que ahora esta calle se reconvertía como en vía de salida o vuelta a su barrio. En la plaza, la iglesia se presentaba abierta, el Señor venía con “Sentencia de Cristo” del maestro Tejera, uno de los estrenos o recuperaciones de Triana para este año –es que lo montan todo-, y las puertas de la iglesia una magnifica bacalá esperaba al crucificado traspasado. Desde la misma puerta, desde lejos pude dibujar por primera vez los pasos de la hermandad del Nazareno, una de las cofradías que más me apasionan de la ciudad, y aun en la distancia el paso del Señor me sobrecogió, y el de su Madre de la Merced, con esos respiraderos “primos hermanos” de los de la Estrella de Triana, de un paso que en un futuro se quiere cambiar, es éste uno de esos que dije que llevarían crestería de madera en pan de oro, un diseño granadino dibujado por un sevillano, Javier Sánchez de los Reyes.
















Nazareno de Barbero Gor que recibía al crucificado -sin cera real en sus guardabrisas tambien- del sobrino del gran Rafael Barbero Medina, en el martillo su mismo capataz, mientras Capitanía General enmarcaba la chicotá que llevó al Señor ante las puertas de las Descalzas. “Pureza” llenaba la plazuela, mientras la chicotá fue como deben andar las cofradías con largo recorrido, sin dormirse para plantar al Señor ante los nazarenos de Granada. Su capataz llamaba y se acordaba de lo que le venía para el día siguiente. Levantá al cielo y la música en honor de la patrona de los capataces y costaleros inundó el rincón granadino. Quizá esté dedicada a los de Sevilla, pero todo costalero proviene de la esencia de la vieja Híspalis, así que la podemos considerar todos nuestra patrona cuando se hizo la música y sonó “Madre de Dios del Rosario”. Paso atrás, con la misma fuerza, el mismo son, revirá ligera mientras parecía decirnos el cartel de la pared quien es el único capitán de nuestras vidas, dibujándose su perfil, con poder y larga zancada de vuelta al Zaidín, fue este uno de los grandes motivos para que el Martes Santo fuese granadino. Después de ello nos marchamos nuevamente para Reyes Católicos por donde venía la Santísima Madre del Cristo de la Lanzada, la Caridad venia igualmente con el son de las hermandades lejanas, ganándole muchos metros al llanto de María por Granada. Venía con el mimo que dan las mujeres, Granada ciudad costalera, y léanlo en femenino, porque es otra de sus particularidades, la rotunda presencia de la mujer en las cofradías, y también bajo los pasos, yo que no soy muy amante de la mujer costalera a costal, en otros estilos me da igual, yo no soy de privar derechos a nadie, pero el costal cuando son con pasos como creo que debe ser un paso, en arte y su correspondiente peso y en la candencia a la hora de recrear el arte efímero, es el hombre que por genética es el que mejor puede obrar ese trabajo. Pero la verdad venía muy digno el andar de estas mujeres bajo la Virgen zaidinera, no era un paso pequeño, y por lo menos en orfebrería estaba bien nutrido, sin duda que casta y valor le iban echando, de eso no hay duda de que a una mujer cuando se le mete algo al final suele terminar consiguiéndolo. La verdad que más de una cuadrilla de palio masculina tendría que tenerles envidia a estas mujeres, mientras se llevaban a su Virgen al Zaidín a los sones de “Pasa la Virgen Macarena”.




Otra circunstancia que tiene que ver mucho con el mundo de la mujer en las cofradías era su presencia como mantillera, formado casi el único cortejo de los pasos de la Virgen en la jornada. Yo lo tengo claro, todas estas cosas surgen por la necesidad por más cuentos que me quieran contar… si la gente no se quiere vestir de nazareno, pues ponemos mantilleras… esto pasa en todos lados, o casi todos lados menos en Sevilla. No me gusta el protagonismo que está tomando en los cortejos penitenciales andaluces las mujeres vestidas de mantilla, creo que estamos ante el peligro de que un día desaparezca la figura insustituible del hermano de luz, que es vestido de nazareno, quizás muchos no lo entiendan , pero una mujer vestida de mantilla es como el traje típico de la celebración, un traje elegante pero de seriedad, por eso, ademas solo cabe la mantilla NEGRA,  esto es como en las ferias, cuando una mujer decide ir a la misma vestida de flamenca o el traje típico del lugar, incluso en procesiones de gloria, pero en las de Semana Santa lo que tiene que ir e incentivarse son los NAZARENOS. Muchos dirán que soy un fatigas sevillano, pero es que hasta para esto nos siguen dando la lección, el Jueves Santo, la señoras y señoritas visten de mantilla como traje típico del día –también desvirtuándose el sentido y el respeto que requiere vestir así este día-, pero para ir a los oficios, visitar sagrarios o simplemente ver cofradías, el hermano de luz ha de ir con túnica de reglas, que al final esto parece un pase de modelos, cuando aprovecha las más guapas del lugar para mostrar el tipazo que tienen vestidas de mantilla, y esto para mí ya es una búsqueda de protagonismo de quien no debe de tenerlo, aunque no se busque de corazón, no se puede dar a entender esto a los que nos persiguen constantemente, tenemos que ser más verdaderos, saber a lo que “jugamos”.
En fin, que siguió la noche y había tiempo de volver a disfrutar nuevamente de las hermandades en la calle. En un bar cenábamos algo con la mala pata de dar seguramente con el único de Granada que te ponen aceitunas de tapa. Por Gran Vía ya venía del vuelta la hermandad del Vía Crucis, la cual nuevamente contemplamos degustando un helado de los famosos italianos que tantas veces me ha aconsejado mi amigo Alejandro, y lo cierto es que estaban impresionantes, que textura, que sabor... Al fondo venía con su andar sereno y decidido el Señor de la Amargura, con esa amargura en sus impresionantes grafismos. Andamos un poco más, y desde la catedral saliendo a Gran Vía, en la revirá que el año pasado vi a los Favores, el “Valle de Sevilla” volvía a pegarnos el pellizco que en toda la jornada se nos clavó al corazón como la daga de los Dolores que Ella llevaba en el pecho. Me extrañó, estaba algo perdido, ¿por donde estaría la hermandad de la Esperanza? Buscando en el programa vimos que en su vuelta da un rodeo, seguramente para tener algo más de recorrido por su cercanía de Santa Ana a la catedral. Por la aún más granadinísima calle Elvira venía de vuelta la Esperanza, y como el final estaba programado para subir nuevamente la Carrera del Darro con el Vía Crucis, buscamos a la hermandad esperancista a los pies de la iglesia de los Hospitalicos donde el Señor del Gran Poder se detuvo cortésmente ante su puerta.


















Lugar más recogido que embelleció el momento, contrastando con los múltiples negocios de un cierto carácter musulmán que nos hacía pensar que si Granada seguía siendo Mora. Pero el Gran Poder de Dios venia triunfante, con paso corto, recreándose, quizás tenían que esperar a que el Vía Crucis pasara antes por plaza Nueva para poder entrar ellos detrás. Tal vez por ello la chicotá fue eterna, volvía el pellizco de la salida; “El Amor” y “Amargura en tu Oración”, en una revirá eterna para encarar el paso del Nazareno del forzado escorzo, quizás demasiado para el grosor de la Cruz que porta, la sensación de pesadez, del enorme esfuerzo del Señor no la daba esa cruz sin duda. Cuando un paso como estos solo anda sobre los pies y encara a algún templo, siempre debe hacerlo sin salir de su esencia. Tras el sólo de la marcha la cuadrilla emuló un poco el “trianear” rompiendo, algo que se hubiese entendido si el paso hubiese parado después y arriado, pero la chicotá continuó paso atrás, para nuevamente volver a romper con el final de la marcha. Eso, a mi modo de ver sobró, ya que ellos acertadamente no andan con cambios. La banda no paraba y enlazaba “Penas de Triana”, y con ello comenzó nuevamente la lenta despedida del Señor del Gran Poder, con más Presentación de Dos Hermanas y su “Sentimiento Gitano”, que comenzó a despedirnos el Martes Santo de 2014, marchándose poderoso, y nosotros, casi de igual forma porque la Virgen de los Reyes ya estaba lamiendo los umbrales de la calle más bella del mundo, y ya de noche para que decir más…

CONTINUARÁ…

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