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lunes, 14 de julio de 2014

SEÑOR DEL CARMEN... GITANO DE MADRID.

Otra vivencia y experiencia con tintes capillitas que viví en mi fugaz paso por la capital de España, que fue por otros motivos muy diferentes a la mayor de mis pasiones, fue junto a mi buen amigo, gracias a este mundo, Óscar Ortega, con el que compartí por primera vez un día de inolvidables momentos, esta vez rindiéndole visita en su territorios, donde como le suelo decir cuando baja, se está convirtiendo en un madrileño castizo. Pero cuando baja por aquí pronto vuelve a sentir nuestra particular esencia, seguramente que sabrá distinguir las diferencias que por aquí abajo intentamos mantener con nuestra cultura, a comparación de la desbordante globalización de Madrid. Una ciudad que absorbe todo lo bueno y también lo malo de todas las culturas para hacerlas convivir entre sus miles de habitantes con una estabilidad pasmosa, será fruto del ansiado respeto y asimilación de los tiempos al que nos invita la democracia, aunque muchas de esas culturas se vean siempre desde una óptica turística, con los ojos del que busca un espectáculo.
Así lo sentí y lo percibí, aunque si alguno está en desacuerdo conmigo, no se lo tome a mal, esto no quiere decir que esto sea algo negativo para Madrid. Así lo sentí cuando entre nuestras cosas, entre los que no acaban de entendernos nos acercamos quizás al lugar, allá por la Puerta del Sol, del que muchos menos de los que iban y venían por la zona buscarían. Me llevaba a una iglesia…
La iglesia del Carmen se erigía como digo entre tanto ir y venir de culturas y formas de ver la vida, y entrábamos hasta ella porque nuestra más pura cultura andaluza, la de ser cofrade o capillita más allá de una semana al año, tenía ahí mismo su porción dentro del amplio abanico de posibilidades que ofrece la capital del reino. Muchas veces en el día comparamos las grandes urbes, quizás por el matiz de mi filiación cofradiera, sin duda era Sevilla con Madrid. En muchas ocasiones le decía que allí no se respiraba la esencia popular de la capital andaluza, para todo que conste, con la de España, pero allí en el Carmen un pellizco de nuestras pasiones vive de dos formas muy patentes. Allí la Virgen de Regla de Sevilla, sin que muchos llegaran a explicarse los porqués de sus sensaciones, en aquellos días de las JMJ, les insufló ese espíritu, ese duende, ese pellizco, ese nudo en la garganta que suelen levantar más a menudo por el sur las cofradías, era parecido, algunos dijeron que en Madrid había cofradías así, pero sin saber por qué, todos coincidían que Sevilla desprendía algo difícil de calificar, aun con tantas cofradías de los más variopintos lugares asistentes al vía crucis que presidiría el Papa, ella fue el punto y aparte...








La iglesia del Carmen le gustó aquellas sensaciones, y ciertamente tenían razón, en Madrid hay, salvando las distancias, cofradías como las de Sevilla. Y por eso Óscar me quiso llevar hasta la iglesia del Carmen, quizás también motivado por una especial atracción que despierta en él, el Dios de un compañero madrileño con el que hemos compartido los momentos de más hermandad y humanidad que puede, creo yo, sentir un ser humano, siendo costalero bajo las trabajaderas de Dios y su Madre Bendita, en este caso, el Soberano de Linares. Momentos de trabajo, de respeto, de ilusiones junto a Mario Aragón Sánchez, un madrileño que por amor baja a Linares para ser costalero del Prendimiento con el cuello aún fresco de en la noche anterior haberse hecho participe de recrear un trocito de madrugá sevillana en el puro corazón del viejo Madrid de los Austrias. Porque Mario es madrileño enamorado de las cofradías, que se hacen a la magia de la Semana Santa a las sevillanas maneras, porque en Madrid pues también hay otros estilos o modelos, pero la universalidad de Sevilla, sería difícil no encontrarla en una de las urbes donde todas las culturas se asientan.
Allí en una capilla del Carmen, la cual lucia los encantos del arte antiguo por sus paredes y capillas, nos pareció entrar a la iglesia de San Román de Sevilla. Debería decir al Santuario de Jesús de la Salud “los Gitanos”, pero es que la esencia parecía retrotraer más a los inmortales años en que la hermandad de los Gitanos de Sevilla estuvo en San Román.
Por ello titulo así esta entrada; “Señor del Carmen” como parafraseando el título de mi marcha preferida, que está dedicada al “Undebel” de Sevilla, “Señor de San Román” de Muñoz Serna. Allí en la capillita, en una hornacina el pellizco parecía llevarnos al aroma de Sevilla, pareció que olía a canela y clavo y las voces de Juanma Martín o Alberto Gallardo revoloteaba por el eco del templo, cuando ante nosotros se nos presentaban, imponente, el Señor de la Salud, el Cristo de los Gitanos de Madrid. El directo me entusiasmó, en cierto modo esta copia de la imagen de Fernández-andes –imaginero y cofrade sevillano por cierto que tuvo mucha culpa en la llegada de las sevillanas maneras a Madrid en su tiempo-, realizada por un quizás poco conocido imaginero, Ángel Rengel López –con trabajos en mi provincia, en Jódar en concreto con otra semi-copia de la Estrella de Triana hecha Magdalena-en torno al año 1996. Pocos años antes nacía la hermandad que le rendiría sus devociones, al parecer se la puede considerar como una especie de filial de la hermandad sevillana con la que contaron en todo momento y con la que están intensamente unidos, bajando incluso muchos años con sus túnicas y bacalá para acompañar a la hermandad “matriz” en la estación de penitencia de la Madrugá sevillana. Supongo que esta circunstancia, dicho desde la ignorancia le podría otorgar a la cofradía de Sevilla el título de archicofradía…




















La verdad, como buen capillita que siempre intento ser, pues conozco a esta hermandad desde hace años, desde cuando la agrupación musical del Despojado de Jaén acompañó algunos años a la “Salud de San Jerónimo” –título de la marcha que le dedicaron-, ya que desde su fundación, fue la iglesia vecina al Museo del Prado quien acogió en su seno a esta hermandad, lo que pasa que el cerramiento al culto por obras de restauración hicieron que la corporación tuviese que salir muchos años desde otros templos, como la basílica de Jesús Nazareno Rescatado “Medinaceli” –la cual también visité con gran emoción- o la iglesia donde se asienta hoy día, donde sus hermanos decidieron quedarse porque al parecer allí encontraron un mejor foco de expansión de la hermandad, curiosamente cuando a mí me pareció que la iglesia se encontraba engullida ante tanta diversidad cultural y de pensamiento, llamémosle menos propenso a la iglesia y sus cosas. Si no me equivoco fueron ellos los que le abrieron las puertas de su templo a la Virgen de Regla, fueron sus cuadrillas las que llevaron la parihuela ante una enorme expectación desde el camión que llegó de Sevilla hasta el templo, una muestra inequívoca del por qué la Semana Santa sevillana tiene ese plus especial que la hace estar, con todos los respetos, por lo alto de todas.
Porque la esencia sevillana no solo se quedó en el fervor desmedido hecho copia al Señor de la Salud, del cual por cierto creo haber leído alguna vez, se le pidió que se inspirase más en la imagen desaparecida en la Guerra Civil, probablemente obra de Montes de Oca que en la actual que igualmente siguió más o menos el recuerdo de aquella portentosa obra. Aunque la esencia de la actual a mi parecer fue lo que más vi en aquellos momentos de tranquilidad ante el Señor y su Madre, que indudablemente no se podía llamar de otra forma que Maria Santísima de las Angustias, obra igualmente de Ángel Rengel, que en un principio a mi parecer también la veía algo continuista de la dolorosa sevillana, aunque en su última restauración por Fernando Aguado, y la nueva policromía que le ha insuflado, a mi parecer ha perdido ese pellizco de la Gitana de Sevilla, aunque sin duda ha elevado a la imagen a más categoría artística y personalidad, algo por lo que también pasó el Señor, que fue repolicromado por Ramos Corona, aunque evidentemente Él sigue patentemente pareciendo un hermano gemelo del Cristo que ya no camina por Tientos en la Madrugá sevillana.







Porque como dije, los cánones hispalenses se siguieron fielmente, no sé si es una cofradía fundada por emigrantes sevillanos o simplemente surge de la universalización actual que está viviendo la Semana Santa, sobre todo la sevillana. Un canasto neobarroco sevillano, sustentaría al Señor de los Gitanos por Madrid, para que dibujase las bellas estampas que surgen al paso de un paso de estas características, por los rincones más monumentales del Madrid de los Austrias. Un paso, que tallaría un más que posible desconocido tallista sevillano, Gonzalo Merencio –también con trabajos en mi provincia, el paso del Amor de Jaén- que según veo en el diseño original de las andas también quiso recobrar un pellizco de la historia de la corporación sevillana, cuando el mismo parecía influirse por motivos del anterior paso sevillano, que hoy sigue prestando sus servicios en Écija. Así cada Miércoles Santo, en el centro de Madrid parece recrearse viejas madrugadas sevillanas, como ver al Señor de la Salud iluminado por candelabros de guardabrisas, circunstancia que en Sevilla se ha acabado implantando como el farol para los nazarenos menos para el Nazareno de la Salud de la Candelaria –advocación que toma por referencias igualmente al Cristo de los Gitanos-. Curiosamente los viejos candelabros de este paso sevillano siguieron prestando servicios en el paso de los Gitanos de Madrid.

Siguieron su esencia y como no podía ser de otra forma Jesús caminó, poco a poco al compás de agrupaciones musicales, llevando lo mejorcito del panorama musical, evidentemente siguiendo los cánones hispalenses, más cercano a la capital de España, como la Agrupación Musical Santa Marta y Sagrada Cena de la ciudad de León –con actuaciones en Andalucía- en los últimos años, que como vemos en los videos desglosa un repertorio casi calcado de lo que en los últimos años ofreció la Agrupación Musical Virgen de los Reyes al Manué de San Román, hasta que volvió nuevamente tras sus pasos la banda de la hermandad… “La Saeta” es igualmente el “himno” con el que sale y entra en esta iglesia del Carmen madrileña con tintes del actual templo de los Gitanos sevillano. Mucha filiación con su matriz la cual les enajenó los antiguos varales del paso palio sevillano para que sustentara el palio que cubriría por la calles de Madrid a las Angustias de los Gitanos madrileña. Tan fue el pellizco que me dio el Cristo del amigo Mario, que nada más llegar a casa me puse a deleitarme con su hermandad hecha cofradía el pasado Miércoles Santo, sorprendiéndome las buenas maneras de las cuadrillas, aunque en el palio tiene que mirar más ese movimiento del palio. Un Miércoles Santo madrileño lleno del aroma del Dios Moreno, que es canela y clavo en la cera achicharrante de la Virgen de las Angustias, pero la cosa no se iba a quedar ahí, porque los patrones que nos exporta Sevilla para con su religiosidad popular, también tuvieron su reflejo en el mundo letífico. Allí en una iglesia que ya me sabe a gloria, porque ya siento el mar en tierras de secano, milagro divino solo pudiera ser, se alzaba el culto al Carmen, en el altar mayor y en una capilla contigua una barca esperaba que se subiese una genial imagen de la Reina del Monte Carmelo que dejase para la fe madrileña las gubias de un grande que vivió y trabajó mucho allí, el malagueño Francisco Palma Burgos. Desde que los gitanos madrileños están en el Carmen, la magia de las glorias a los modos hispalense también tienen su papel en la religiosidad popular madrileña, así sobre un paso montado con elementos de los pasos de la cofradía, las glorias a costal también tiene su hueco en Madrid, el próximo día 16, festividad de la “Stella Maris”, los Gitanos de Madrid volverán hacerse cofradía, para ellos sin duda, gracias a la magia que Sevilla desprende con todo lo referente a las cosas de Dios…y María.

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