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jueves, 14 de noviembre de 2013

LA MADRE DE DIOS DE JAÉN...

El pasado sábado realicé uno de mis nuevos viajes en plan cofradiero. Pero un viaje que no suele ser común en mi pero que encontré más que atrayente, necesario. No suelo ir a las bendiciones de las imágenes, más si el viaje es ya algo considerable, en este caso a la capital de Santo Reino, a Jaén, donde de paso maté dos pájaros de un tiro y me acerqué hasta su Santa Iglesia Catedral donde hay una exposición encaminada a secuencias catequéticas con obras de arte realizadas en nuestra provincia o para la misma… poco que añadir, me llamó la atención que hubiese trabajos de Suso de Marcos en Santisteban del Puerto… aunque Málaga iba tener mucho que decir por lo que se ve en aquella tarde y en esta entrada.
Pero el objetivo estaba en la iglesia de Cristo Rey, donde radican dos de las cofradías que más valoro positivamente de la Semana Santa jaenera, el Perdón y el Silencio. Dos hermandades que en cierto modo estimo, porque estando enfrascadas en épocas pasadas en un modelo “personal”, seguramente sin cicatrices ni lagunas, lucharon por llevar a sus hermandades por la senda de los que como yo piensan, son el sursum corda de las cofradías, es decir, cuando las mismas, se quieren encauzar a través de los modos y formas hispalenses. Decir Amor y Perdón en Jaén, ya suena rotundamente a costal y sevillania en tierras del Santo Rostro, la Esperanza sigue soportando impregnarse de la gloria, pero Ella sin duda no perderá seguramente su advocación... Más complicado veía hace unos años a la hermandad del pequeño crucificado de la Humildad y Silencio, la cual sin necesidad de sevillanias ya sorprendía a propios y extraños por su actos convencidos de respeto, silencio y penitencia por las calles de la ciudad del lagarto de la Magdalena. Una estampa que algunos tildarían de castellana, dibujaba el contraste bajo las murallas de Castillo de Santa Catalina cada noche de Martes Santo. Un trono sobrio, portado a lo que hoy se tilda de “estilo malagueño”, de unos nazarenos sin caperuz y portando un farol en lugar de cirio, amarrados todos por una larga cuerda o cadena, la verdad ahora no lo recuerdo, entre el silencio roto por un tambor, que la verdad nunca he comprendido que toque de sobriedad puede dar el percutido parche de este instrumento, esto al parecer viene de Castilla…




Pero de la noche a la mañana, este pequeño crucificado de autor anónimo, encuadrable al siglo XVI, dentro de aquella escuela jiennense que compartió arte y artistas con la vecina Granada, estando atribuido a Jerónimo Quijano y a Gutierre Gierero, comenzó a buscar la rancidez, la sobriedad del silencio según Andalucía y para ello siempre se suele mirar hasta la ciudad que corona un Giraldillo. La cruz plana del crucificado se hizo arbórea, curiosamente en el taller de Tirao Carpio. El sobrio paso dio lugar a otro sobrio paso, igualmente barnizado en el color de la madera, pero otro tipo de sobriedad, la andaluza, donde la retablística tiene todo el peso del mundo y con ello, nunca resta intimismo, aunque no todos los quieran ver igual. El cordobés José Carlos Rubio Valverde realiza unas andas que en principio no me dislocaron, pero que al contemplarlas de cerca en la pasada Magna jiennense, terminaron por darme el pellizco, encontré muchos elementos de la etapa romántica Sevillana incluidos con un gran gusto, que quizás en fotos y videos no llegaba a saborear como merecía. Incluso el recurso hispalense, de los pasos que parecían mesas de billar al revés, es decir los cuatro hachones para los crucificados, símbolos inmovibles de la sobriedad, cedieron el testigo a retorcidos y altos candelabros de guardabrisas que culminaron un elogiable conjunto, amén del exorno floral con cardos incluidos y con esa calavera de Adán bañada por la sangre del carpintero de Galilea para el perdón de los pecados del mundo, quizás tomando como inspiración el paso del Remedio de Ánimas de Córdoba, lugar como apunté donde se realizó las andas, de la sin duda hermandad de Silencio o de negro de Jaén, aunque creo que el ruan o los cirios altos –tiniebla a ser posible- aún no han plantado su esencia por Cristo Rey. Aunque a esa idea de sobriedad castellana, le va ganando la partida la andaluza, sola basta contemplar el estandarte del Cristo, siguiendo los cánones del romanticismo, etapa sin paragón donde se definió muchísimo el modelo de cofradía y de elementos sobrios pero a su vez sobrecargados.
No podría olvidarme en esa remodelación, de la gracia, aunque sea con paso firme y largo, sin compás de la música, porque aquel paso abandonaba el varal exterior por el interior, cuando se comenzó a portar desde su interior y siguió en el andar, evidentemente  al sevillano, pero con los modos de Jaén, sin costal y cargando el peso sobre los dos hombros. Acertadamente este paso ya camina también a costal y fue de los que más me gustaron en esta faceta en la magna de junio, aunque como ya dije en estas mismas páginas no compartí la decisión de que para aquella ocasión incluir una banda tras el Señor, una hermandad debe de tener siempre claro cuál es su canon, aunque con ello quizás vaya menos gente a verla. Pero bueno, por lo menos, fue cornetas y tambores y marchas de un corte más sobrio que aflamencado, por lo menos hasta en esto demuestran tener claras la “leyes”, no escritas en ningún libro pero que se aprenden donde se aprenden…
















Bueno sin enrollarme más, pero veía justo estos apuntes, me detendré en el protagonista de esta entrada, en realidad en la protagonista, que fue la que me levantó del sofá para viajar hasta su nueva tierra, y su nueva y modernista casa -pero que templos más feos por Dios se hicieron en el siglo XX, encima los curas que no dejan por lo menos embellecer las capillas…-. Porque esta hermandad antaño también tenía claro o eso siempre he percibido, de que sería una hermandad de culto exclusivo a la figura del Hijo de Dios, que otras referencias devocionales sobraban. Pero está visto que los nuevos aires también traían a la Madre de Dios… que mira si es sobria, que en esto se resume su advocación. El sábado la hermandad bendijo su nueva y primer titular mariana de su historia, “María Santísima Madre de Dios”, una imagen realizada a mi modesto modo de entender la imaginería, magistralmente por un imaginero nacido a las orillas del Mediterráneo, del que ya les he hablado en más de una ocasión, el imaginero de Vélez Málaga Israel Cornejo Sánchez.
Curiosamente volviendo a buscar alguna cronología del mismo, no me ha hecho falta salir de estas páginas para enumerarles sus quehaceres artísticos. Ya me quité el sombreo ante su misterio del Traslado al Sepulcro deMálaga, lo mismo que con su curioso y detallista misterio de la hermandad Universitaria de Granada, pinchando aquí mismo podrán recordarlo y volver a ver el concepto que tenia de este joven imaginero. Aunque desde  los inicios, quizás como malagueño optase por seguir la línea de sus antepasados en el noble oficio de la imaginería, es decir, beber de la escuela granadina, su contemporaneidad seguramente no lo pudo apartar de la oleada que supone en la actualidad Sevilla, la cual en nuestros tiempos plantó su cruz de guía en las tierras del espeto de sardina. Por ello, me gustaba, pero la esencia “astorgiana” y sobre todo “duartiana”, es decir Álvarez Duarte la contemplaba muy patente en su obra, quiero decir con ello, que eran obras buenas pero que a mi gusto no me decían nada bastante nuevo como por ejemplo por Córdoba nos traía Zafra y Bernal.
Pero el Santo Traslado de Málaga traía consigo dos grandes saltos a mi humilde parecer en su carrera, las policromías y los grafismos de la escuela granadina tomaban bastante más presencia en su obra, y en el paso me quedaría con una imagen femenina que pensé, que como dolorosa sería impactante, y sobre todo para una hermandad mustia. La policromía me recordaba a Mora y también a Astorga, el marcado entrecejo de dolor igualmente al maestro de Baza y al genio hispalense de Montes de Oca y a su vez lucía un modelado en la cabellera que pareciese que el mismísimo Francisco Buiza hubiese vuelto de la gloria a rematarle tan portentosa imagen… recordemos que Buiza en Málaga también fue un santo y seña…





Quizás el imaginero lee estas reflexiones y se troncha de la risa conmigo, pero esto es lo que me trasmite la visualización de sus últimas obras. Desde entonces he seguido su evolución con bastante más interés, sobre todo sus últimas dolorosas, de tamaño académico la mayoría sino me equivoco y en cada una encontraba un paso más para llegar al éxtasis de la nueva imagen jaenera y aunque ya tiene trabajos en mi provincia, gracias a Dios, en esa línea de aciertos que lleva la hermandad de la Humildad y Silencio de Jaén, a incrementado otro a su corriculum de altos quilates encargándole la hechura de una dolorosa que sin duda se adapta a la esencia de la misma, a mi parecer a las mil maravillas. Decía que el Cristo tenía esos grafismos antiguos del antiguo intercambio artístico entre Jaén y Granada, con las fuertes convicciones actuales venidas de Sevilla. Pues ahí tienen a Madre de Dios, escuela sevillana, granadina y un neobarroco que creo, abre otra página esplendorosa en el presente y para el futuro, para la esencia artística de esta época que tal cómo definiría el amigo granadino David Rodríguez Jiménez-Muriel: “Para cuando el hiperrealismo se convierte en una burda tomadura de pelo, tiene que quedar un arte que sirva para despertar fe y que mantenga calidad…”.











No escondo mi admiración por la imagen, en la homilía se repartió una estampa que la tengo en mi estantería y cada vez que miro hacia ella, no puedo evitar quedarme absorto en sus grafismos y su belleza, porque el arte no tiene que quedar relegado a tan solo muñecas bonitas. Es de destacar que la imagen se ha creado con dos juegos de manos, unas extendidas y otras entrelazadas en actitud de profunda piedad. No termino yo de ver esto la verdad, soy más de hacer algo que quede, que no promueva el “juego de muñecas de vestidores” y si apostara por unas, sin duda, con las que fue bendecida, las entrelazadas, porque es algo que se destila menos y por ello le da más personalidad, mas siendo para una hermandad de convicciones muy mustias, la que casi no me cabrá la duda la paseará bajo un palio de cajón y demás ornamentos de este tipo de cofradías, basta contemplar el pedazo de saya que lució en su presentación al pueblo de Jaén, una rica suya siguiendo los cánones decimonónicos bordada por el taller de Jesús Rosado en Écija. Es curioso nuevamente el pellizco a los orígenes del imaginero con el tema de las manos. Sagas como los Asencio de la Cerda, legaron a la piedad malagueña muchas imágenes marianas, de busto, para el culto privado, que contaban con unas manos normalmente entrelazadas. Muchas de aquellas imágenes pasaron de la privacidad al culto público, creándosele para ello sus respetivos cuerpos de candelero y que con las modas sevillanas, hicieron que esas manos dejaran su actitud intimista para darle más vida y movimiento al dolor de la Virgen, tal como nos exporta la Semana Santa sevillana. Superadas hoy día esas indecisiones, creo que las entrelazadas son la suyas, pero obviamente la hermandad utilizará este recurso como le plazca. Besamanos se pueden hacer con ambas, eso está claro.







Me gustaría acabar esta crónica, con un poquito de sentimiento, que la enlazará con otra que igualmente nos llevaría al domingo. La verdad, que genialidad me esperaba de Cornejo, que pasando un día de profundo bajón, decidí ir a encontrarme con la Virgen, pero también con su Hijo, y con el Perdón, y sobre todo el Amor, el Cristo que más pellizco me da en el estómago en la capital de mi provincia. El Amor de Dios ante un amor que no pasa por buenos tiempos y por allí andaba la Esperanza, y le pregunté porque en esta vida nos arrebatan las mismas personas la esperanza… la Virgen en definitiva me animó el día, cuando de vuelta una llamada me anunciaba la gloria, al día siguiente volvía a Sevilla como antaño, con mi amigo Félix y su novia Toñi, y el corazón me dio un vuelco para darle el aldabonazo como Dios manda al intenso año procesional con la Reina de Todos los Santos y el Amparo de la Madre de Dios… ¿me da entonces la alegría este maravilloso mundo?

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