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miércoles, 13 de noviembre de 2013

BUSCANDO EL AMPARO EN CÓRDOBA...

Cuando era un niño, cuando llegaban los fríos, los días nublados y casi se presentía la textura arenisca del polvorón, siempre había una antesala o una travesía que conocía como el mes de noviembre. Un mes que se inaugura con unas vísperas poco dadas al sentimiento ultra festivo de esta nuestra rotunda realidad, donde curiosamente lo rancio y la España profunda cada vez tiene menos protagonismo. Un paisaje de flores “pelijosas”, tal como llamamos a los Crisantemos en mi pueblo, en un ir y venir al cementerio nos indicaba que el día de Todos los Santos estaba a la vuelta de la esquina. Si el día era como el de este mismo año, la visita al campo santo incluso parecía hasta evocadora aunque ahora con la edad y las circunstancias de la vida me hace desistir muchos años el de seguir contemplando esta vieja esencia de nuestra cultura, ya que no concibo la visita a lugar tan sagrado y de tanto sabor a seriedad, con la poca acertada idiosincrasia con la que la actual sociedad se toma todo, y lo dice uno que lleva casi veinte años contemplando un artilugio y tomándolo por elemento común en casa como es una jardinera donde colocar una de las pocas cosas que le podemos ofrecer a la memoria de nuestros difuntos… flores, aunque nunca hemos sido de las “pelijosas” y sobre todo luz, como la que ya le da esa velita que me traje de la basílica de la Esperanza Macarena el pasado domingo donde otra igual, con envase de transparente verde, se quedó dándole luz en el atrio  a la que para mí es la Madre de Dios en la madera, para que Ella siempre nos ilumine a los que estamos y los que ya no están… últimamente lo estoy tomando por costumbre.
Pero esta sociedad parece que enfila otro camino, cada vez más separándose de nuestras más viejas esencias, sin importarles su permanencia  y si es algo que huele a iglesia la cosa se acrecienta. Si la tristeza del recuerdo entremezclada con la poca seriedad –sin generalizar claro- de las gentes en los cementerios me hace no vivir como antaño la festividad, la llegada con calzador a España de la estadunidense Halloween  ha terminado por alejar de mis sentidos aquella festividad que olía a Dios por los cuatro costados. Como olvidar aquellas estampas de las mariposas ardiendo de fe por aquellos que ya no están entre nosotros y que solo Dios sabe de la suerte que habrán corrido…
Pero desde hace ya tres años he vuelto a sentir la festividad de Todos los Santos con el fuerte aroma de Dios, y ¿quién lo ha conseguido? Como no podría ser de otra forma, ese otro recurso forjado en las entrañas de la iglesia católica que acerca la palabra al sencillo que no consiguen otros recursos, iguales de validos pero no opuestos a la religiosidad popular… la estética, el arte, la música, las cofradías… han vuelto a hacerme sentir la gracia de Dios curiosamente en un día tan triste para aquel que lo vive desde la óptica de las viejas costumbres. Y para ello había que viajar, como estoy ya más que acostumbrado para encontrar esta Effetá bendita. Volvía a contemplar el campanario del ancestral templo de reminiscencias musulmanas rasgando el cielo de otra ciudad eterna. Cruzábamos un puente y el Guadalquivir, pero era Córdoba la que llenaba los pulmones de los sentidos con la magnificencia de su mejor carta de presentación desde la torre de la Calahorra hasta su incomparable casco antiguo.
La gloria más rancia, mustia y fúnebre que conozco se echaría en la tarde  a amparar a toda una ciudad que presume de Ella, como su capataz les pregona a sus elegantes costaleros, costaleros que pasean al paso de palio más fino hablando en términos costaleriles de toda la capital de los Califas, el de María Santísima de la Candelaria y eso, para los que como yo, también sabemos valorar lo bueno que se forja bebiendo de Sevilla pero reinterpretando fuera de la misma, es un valor añadido. Una imagen letífica forjada para eso mismo, para rescatar la antigua dolorosa de la corporación a la que pertenece, a la de la Oración en el Huerto de la iglesia de San Francisco y llenar de gloria paradójicamente con un sentimiento luctuoso una jornada que le pese a quien le pese es cristiana y sobre todo católica.





Pero sería una visita especial a la que me acompañó mis últimos nuevos acompañantes, bueno más bien ya más que asentados; Pedro Guerrero y Antonio Pradas que vivieron in situ y sobre todo disfrutarían de experiencias que se quedarán guardadas para siempre en mi corazón, y en el de ellos seguro. Desde que por Andújar se tomó la decisión de que yo debería moderar el IV Foro de Capataces GRAN PODER, dos de los invitados, Luis Miguel Carrión “Curro” y Federico Jiménez, conocieron la humilde labor en este blog de este simple capillita que se deja su tiempo en charlar de su pasión para todo el orbe cofradiero universal que busca con más buena y también mala fe, la esencias maravillosas que desprende el mundo cofradiero por la red de redes. Me resultó impactante y muy sorpresivo que Federico contactara conmigo para darme las gracias por mis palabras con todo aquello que había escrito en esta casa y que tuviera que ver con el trabajo salido de su ser, tanto de él como el de Curro más la de muchísimas personas, amigos suyos todos que han colaborado para ello. Ciertamente me sorprendió, la verdad siempre he pensado, que lo que escribo puede llegar con facilidad a los protagonistas, más cuando se tratan de personajes bastante “sonados” en el ámbito cofradiero de sus respectivas ciudades, incluso de Andalucía. Que Curro y Fede conocieran mis entradas bastaría con tan solo que un conocido les pasara los enlaces o que ellos mismos incluso los encontraran por casualidad en las búsquedas internautas. A lo que habría que añadir que este que les habla, siempre piensan que tienen que estar tan acostumbrados a artículos como los míos, que no sería ni necesario darle las gracias a este desconocido que cuenta lo que otros muchos han podido contar antes, más cuando pienso que trato sobre figuras muy conocidas en el ámbito cofradiero de su tierra.
Pero para mi sorpresa no suele ser así, según me indican ha tenido que venir un foráneo, ajenos a ellos a reivindicar el para mi mucho y buen trabajo, que al fin y al cabo queda y se forja para mayor gloria de la cultura de la tierra que los vio nacer y crecer –y sin duda pienso que la Semana Santa de Córdoba les debe muchísimo del encanto que desprende en la actualidad-. Aunque ya me consta desde mucho antes de haberlos escuchado hablar por primera vez que la ideología de lo que deben de ser las cofradías en la ciudad de Manolete no los trata como creo que merecen. Se sorprendieron de todo lo que hablaba de ellos hasta tal punto que me han querido abrir las puertas de su casa o las de su corazón, que me insistían en que me llegase hasta su tierra para echar un buen día junto a ellos. Este día aún no ha llegado pero si pudimos tener un grandioso anticipo en la salida procesional de la Virgen del Amparo, ya que tanto por trabajo y estar enfrascados en la salida procesional, pues los momentos conociendo a estos grandes capataces y cofrades no fueron tan extensos, pero sí muy profundos y enriquecedores.












El punto de partida se iniciaría casi al medio día en el embrujador Compás de San Francisco ante los azulejos que llenan de más sabor este antiguo rincón cordobés, bajo la atenta mirada del Señor de Ortega Bru en la ciudad, el Señor del Silencio y los que mandan en los corazones de estos grandes amigos, el Señor de la Oración en el Huerto y la Virgen de la Candelaria. Aunque antes quisimos visitar los besamanos tradicionales en esta jornada –algo nuevo en mi vida en esta jornada, nunca antes vivida desde la óptica cofradiera- las apreturas en el reloj nos hizo desistir buscando la calle San Fernando donde nos esperaría en la iglesia, Federico, para mostrarnos al epicentro de sus vidas como cofrades. Aunque antes, seguramente no fue casualidad, volvimos a pasar ante las puertas de la iglesia de la Compañía de Jesús, donde también viven otros de los grandes protagonistas de sus vidas, porque aunque el Huerto es la que consideran su hermandad, esto de ser aficionados a pasear a Dios y su Madre Bendita todas las veces que se pueda y quieran por allí arriba, los llevaron hace también una buena cantidad de años a ser los capataces de la hermandad del Santo Sepulcro, esa hermandad que en la Magna me dio el pellizco más grande de todo lo vivido en aquella calurosa jornada de cofradías. Horas después Federico me informaría que él ha sido costalero del paliazo de la Virgen del Desconsuelo, un palio que por curiosidad recuperó una estampa antigua desaparecida en la ciudad que la creó, la sacra-conversación de la Virgen junto a San Juan y la Magdalena y que ahora la hermandad del Sol ha vuelto a recuperar en Sevilla. Pero se puede decir que la hermandad del Santo Sepulcro de Córdoba fue la que acertadamente recuperó en Andalucía una curiosidad iconografía que llevaba décadas olvidada y atrapada en los viejos fotogramas del color sepia y que algunos tildaron de quizás poco acertada cuando la hermandad del Plantinar sevillano quiso utilizar este recurso para impregnar a su hermandad de una esencia propia, esencia a la que se adelantaron la corporación de la Compañía de Jesús en Córdoba. Como las puertas por donde salió  la urna neo-manierista que me dejó embobado a las órdenes de Antonio Santiago y Curro, se encontraban abiertas, y aun con las apreturas de la quedada, decidimos entrar en una iglesia o una de las iglesias más aplaudidas de la capital cordobesa para llenarnos de la magnificencia antigua de sus retablos y demás ornamentos de culto que llenarían de gozo a todo amante de estas artes, como es mi caso. Nada más entrar nos encontramos la referida sacra-conversación sobre un retablo que quizás me sacó de dudas de donde proviene esa acertada estética de mezclar en los diferentes elementos retablísticos  el pan de oro con policromía negra, que sin duda da una imagen más tétrica a las hermandades de antiguo rigor y más marcada  penitencia. Bella y joven dolorosa de Álvarez Duarte escoltada por el evangelista de Cafarnaúm y la pecadora arrepentida de Magdala, que saldrían de las gubias de artista local, González Jurado, que en sus inicios recibiera los consejos del sevillano y que indiscutiblemente se palpa su impronta en estas obras y toda su producción más primigenia.
En otro retablo, en una escueta hornacina o caja como diríamos en mi pueblo, nos encontramos al Cristo Yacente en una humildad y casi relajación tan dispar a su estación de penitencia que me produjo un respeto y una cercanía tan intimista como para arrancarme si pensarlo un Padre Nuestro… nos pareció una visita casual pero en mi interior hay algo que siempre me dice que las cosas pasan por algo… el tiempo dirá sino fue que el Señor “muerto” de Córdoba y su Madre del Desconsuelo nos llamaron para algo…
Así llegamos a San Francisco, en misa y curiosamente en pleno rezo del Padre Nuestro, la primera manera que nos enseñó Jesús para hablar con su Padre y Nuestro Padre. No tardó en aparecer Federico que me recibió con un abrazo que me sorprendió, como con tanto cariño se abría a nosotros, que aunque ya habíamos hablado antes por teléfono y whatsapp, parecía que llevábamos toda la vida con él, casi al compás siempre de un faldón, una de las grandes esencias de su vida seguramente. Terminada la misa nos mostró a su “jefe”, al que pasea orgulloso cada Domingo de Ramos por Córdoba y por ende a las imágenes titulares de su hermandad engalanada la capilla con las dalmáticas del cuerpo de acólitos que en la tarde se echarían en estación gloriosa, aunque no lo parezca, por el embrujador barrio de San Francisco, donde tal como nos contó, creció entre tan bellas y estrechas callejas. Así nos mostró el paso, que aunque ya lo conocía, que mejor que explicado por su capataz o su segundo, indicándonos un nuevo estreno en el conjunto ornamental de las andas, en concreto la inclusión de dos nuevos faroles, estreno del pasado Domingo de Ramos para el paso del Amarrao –inspirados en los mismos del paso de la Coronación de Espinas de Sevilla- en la trasera que elevaba al número de cuatro estos elementos luminarios para darle más luz y presencia trasera al paso de la Virgen. Este hecho depararía ya en la salida procesional una circunstancia inesperada que me llenó el alma y el orgullo por todo mi desinteresado trabajo a cotas que casi hacen brotar en mí las lágrimas.
Pero este primer contacto quedaría acrecentado cuando inesperadamente apareció con una mochila y sin su más conocida estética por mí, de pelo engominado y repeinado para atrás, del jefe de todos estos caballeros del martillo, porque algo que intuí y palpé de Federico, con el que más estuve en todo el día, es que tienen claro que el que manda es Curro y que su fidelidad es pura y limpia. Puede estar orgulloso Curro de que en sus martillos, no están tal como diría su maestro, Manolo Santiago, con “el diablo reliao”. Que decir que quien llegó era Curro, que se acercó a echarle un vistazo a todo antes de ir a trabajar a su restaurante del que se volvería directamente para comandar una de las glorias con más empaque y categoría de la ciudad y de Andalucía. Que decirles del orgullo que me supone que una persona que prácticamente lo tiene todo, al que no le hace faltar pelotear a nadie y por ende tiene amigos a “puñaos” y todos sus pasos completos y doblados e incluso algunos con “lista de espera” llegue y me diga: “que pasa artista, vaya “pedaso” de blog tienes…” que una persona tan mediática en su tierra como es él y con todos los conocimientos que atesora y su filosofía bien clara me diga esto, hizo que me acordara de aquel niño al que le dislocaba todo lo relacionado con la Semana Santa, que era su pasión, y que sus estrellas solían ser imagineros, capataces o músicos cofrades y que aun siendo ya un adulto en la tercera década de su vida sigue marcando su forma de vida, una vida que cuando le muestra la cara triste siempre está ahí su pasión para volver a sacarle una sonrisa, a inyectarle oxígeno, como por ejemplo el pasado domingo, en mi vuelta a las calles de Sevilla… de lo cual ya les hablaré.




Fue un momento que me hizo sentir que todo había merecido la pena, y que merecía la pena seguir por este camino, porque en la Semana Santa también hay gente buena, de verdad y agradecida, y Curro y Fede me demostraron que son agradecidos y humildes, como para tratar a si a este don nadie que habla en este blog, por ello su humildad hizo que los vieran aún más grandes y más señores, incluso el domingo me quedé con la ganas de estrecharle la mano nuevamente, el bajo el costal de la gloria, antes de sumergirse bajo las divinas plantas de la Reina de Todos los Santos de la sevillanísima calle Feria, pero la bulla que traía el galeón letífico me impidió acercarme hasta él, aunque me basta el orgullo que mientras caminaba este que suscribe junto al costero derecho, muy cerquita escuchando a Antonio Santiago, envuelto en la magia de Tejera y los sones de “María Stma. del Subterráneo”, Curro me enviase un gesto y una sonrisa que espero devolverle en la próxima ocasión en que nos encontremos…
La mañana acabó en la taberna de David Arce, otro de los capataces salidos de ese aura que desprende, tal como Fede me indicaba orgulloso de su amigo, Curro,  con todo el que se quiere acercar a él con la verdad y la pureza por delante. Otro honor conocer al que manda uno de los barcos que más me embriagan de la ciudad, el de la Sentencia y algunos de los tantos hombres o amigos, como Fede los nombraban que “trabajan” en sus cofradías o en algunas de Sevilla, ya sean de los Santiago o los Villanueva, ya que ellos tienen amistad con todo lo más selecto de los martillos sevillanos, por eso mismo, por ir con verdad y buen corazón allá donde pisan. El broche de oro de la mañana acabaría en el restaurante de Curro, a apenas diez pasos de la Mezquita-Catedral, cerca de la Virgen de los Faroles del genio de Julio Romero de Torres –aunque esta es una copia del original-, degustando la gastronomía cordobesa en un típico patio cordobés que debido al estupendo clima del día invitaba a disfrutar de la belleza de nuestra tierra de María Santísima, donde además pude conocer un rinconcito cofradiero del jefe de la casa, donde fotografías poco conocidas en el orbe costalero andaluz jalonaban las paredes de gloria, de mucha gloria, donde un legendario Manolo Santiago compartía terna con un joven Curro en la histórica salida de vísperas de la hermandad del Perdón, donde contaban como el maestro poeta hizo temblar de emoción a una cuadrilla y a una ciudad ante la que se arrodilló llorando ante las cosas bien hechas, cosas que Curro aprendió de él y se lo trajo para su Córdoba, la que aún le cuesta comprender que donde está Curro, todo tiene más sabor, más categoría, más comodidad, más desahogo, más caché y cofradías de altísimos quilates… algún día alguien escribirá, que la estabilidad y el camino para engrandecer la costalería cordobesa la trajo un capataz chiquitito, como varias veces me indicó su segundo y más amigo, Federico Jiménez Reloba…


CONTINUARÁ… 

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