Se escapaba la multitud como se escapaban las horas y las energías, casi como el desplomado peso muerto al vacío del Hijo de Dios que vive en un eterno Descendimiento, entre barroquismos dorados, en el Campo de la Verdad, en esa Triana Cordobesa que se dibuja cuando sus hermandades cruzan el puente. Uno de los Cristos de aquel valenciano-cordobés, Amadeo Ruiz Olmos, que parecía balancearse al compás de las cornetas del Tiro de Línea. Y tras Él nos llegó la obra cumbre y final, la que le faltó un puñado de horas para finalizar. Juan de Mesa que se hizo inmortal sevillano legó para su Córdoba su último aliento, como el que exhala el Cristo “de las Angustias”, que ni por asomo luce sobre el regazo de la Madre tal como lo tuvo que idear el genio bautizado en la hoy basílica de San Pedro. Sobre andas doradas, salidas del genio cordobés igualmente nos llegaba no sé si la gran devoción de la ciudad pero si su mayor orgullo en lo concerniente al arte procesional, la Virgen de las Angustias. Los últimos retratos que quiso captar la cámara de David Parra se detienen en un lugar intimista y bello, pero que con ello, no le calzaba a la atmosfera tétrica y de muerte que más que buscar, necesita la hermandad del Remedio de Ánimas para gustarse. Un velo de las tinieblas, un paso que por un lado parecía castellano y por otro andaluz, la calavera de Adán bañada en su sangre por la salvación, fue bello y evocador, pero le faltó la gracia, y en Andalucía, hasta a un entierro les sabemos dar su gracia… estos fueron los momentos magnos que mi amigo y capataz David Parra captó a través de su objetivo y que a bien ha tenido a cederme para mostrárselos a todos ustedes.
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