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miércoles, 27 de noviembre de 2013

...Y ENCONTRAMOS EL AMPARO. (y III)

Y continuamos con la gloria que abrió el luctuoso noviembre, la gloria de negro y me empuja a hacerlo, el pasado viernes, el mismísimo Curro, y es que día tan bueno solo podría acaparar mis consabidos tochos. Volvíamos de la agenda cofradiera en busca de la que repartía su Amparo por el barrio de San Francisco, pero no nos perdimos mucho aunque por el Socorro ecos de Valle nos hubieran trasportado a la jornada grandiosa de la Victoria casi justamente un mes antes. El Amparo ya había traspasado la cordobesísima Corredera y se encontraba en el segundo saludo o parada del itinerario. Ciertamente este es el momento que quizás menos me embriaga de esta procesión, no sé por qué, quizás porque en esa plazuela hay un bar siempre atestado de gente, por lo menos siempre en estos tres últimos 1 de noviembre y quizás esa muchedumbre, envueltos en el extasiante ocio del deguste de la rubia o los ricos caldos escoceses,  caribeños o según el gusto, parece que le resta encanto aunque allí estuviese la gloria plateada, bella rosa hecha clavel caminante al compás de “Soleá Dame la Mano”. Pero la Virgen pasa del lugar con menos encanto según mi percepción donde se la pueda ver, al quizás gran plato fuerte de la noche cuando la estrechuras y las bullas, este año más que nunca, dibujan la perfecta figura de la gracia, porque aunque estuviésemos en tiempo de gloria, los evocadores ecos de la pasión emergieron por todos los recovecos de las angosta calle.
La música deshojó lo mejor de sí, que nos llevó a abrir bien los oídos, a entornar los ojos como búhos, a respirar y casi fumar el aroma de la gloria, el incienso –últimamente no puedo quitarme el “mono” de pegarle una “calaita”- y abrir los sentidos de ver como María nos amparaba siempre sobre los pies, siempre de frente, con el compás medido y cangregeando que parecía que estábamos en la gran Semana de Dios… la cabaretera francesa cambió por una noche el encanto de Híspalis y se asomó a las esquinas de Córdoba, en esa doble o media revirá, comenzó a sonar la ópera-marcha, y se hizo el silencio y las expectación, el Amparo se convertía en la protagonista en segundo plano de la historia de amor más cofradiera de todos los tiempos, “Margot” emergía de los instrumentos, y todos sentimos ese son de otro tiempo, que calzaba también perfectamente con el paisaje cordobés, de hecho la buena música cofradiera en cierta parte le debe mucho a Córdoba. Música tan mustia y rancia que abrió la senda de la gloria, casi sin poder avanzar, para los que dicen que las glorias así les “huele a Semana Santa”… mira que cosa más mala, que la Virgen casi no podía caminar…


Y es que la música que siguió podría resumir todos estos éxitos, de querer procesionar a Dios y a su Madre Bendita como las “Procesión de Semana Santa en Sevilla”, la inconfundible partitura del maestro Marquina volvió a emocionarnos, y ya al amigo Pradas que contarles… clasicismo, genialidad… que me quedé con las ganas en el foro de Andújar de hablar de las glorias y hablar de esta tan especial gloria, que con el sabor luctuoso nos despertó y reivindicó una gran verdad, y es que los cofrades y capillitas disfrutamos y nos alegramos de la gracia, aunque en lo alto un paso vaya Dios humillado, dolorido he incluso muerto… ¿por qué no, cuando la Virgen llevase al niño Dios dormidito?… la verdad, me hubiese gustado ver que música llevarían las glorias sevillanas a finales del XIX y principios del XX.

En el video se puede escuchar a Federico decirle a alguien que guardase pilas para la vuelta… no sé si fue a Pradas que grabó esta chicotá con la marcha del maestro Marquina, la verdad ya no recuerdo si hubo alguna chicotá más antes de la vuelta o revirá en la calle Armas con San Francisco, la estrechura más imponente que he visto yo por donde pasa un paso, de hecho, es la Virgen del Amparo la única, o eso creo, paso que transcurre por ahí y gracias también al ornamento o disposición piramidal de su paso, ahí no podría sobresalir un candelabro y mucho menos pasar un palio… si hasta tienen que girar el farol de la calle que le da más sabor y embrujo al enclave, aunque en un balcón se asomaran unos “flipaos” orientales, o chinos como siempre hemos dicho en España, y descolocaran un poco la perfecta estampa de una procesión en Andalucía, de las rancias, de las de toda la vida aunque no lleve ni diez años en el espíritu cofradiero, aunque quizás ya nadie niegue que es quizás la gloria con más sabor de toda la ciudad de la Mezquita. Hasta allí, en el poco bordillo que existe nos colocamos mientras pasaba la gran bulla de cangrejeros que se formó delante del paso y éste que les habla se esperaba como en los dos últimos años que sonara en una eterna revirá “Saeta Sevillana” de Gámez Laserna, pero no sonó la música de este jiennense al que Córdoba le dio mucho y él se llevó mucha esencia de su música, como para crear en Sevilla genialidades como esta.






Se levantaba las andas del Amparo y sonaba una genialidad de un cordobés, que hace poco se marchó al amparo de la que no es imagen y sobran las imaginaciones y la experiencias místicas para ver que en frente tienes a la Madre de Dios y es la que te habla y consuela como a todos los seres humanos nos gustaría. José de la Vega ya gozará de esto, a nosotros solo nos quedan las cofradías para poder acariciarlo, o quizás quien sabe, los que aquí amaron nuestro mundo están allí tirándose de los pelos por volver a disfrutar cosas como lo que comenzó… la mejor obra de De la Vega marcó el compás que cuando Guerrero y yo la intuimos se nos puso los pelos como escarpias… dice mi amigo que cada vez que la escucha le gusta más, a mí me pasa lo mismo –y eso que durante muchos años no me convencía-, he incluso la nombró mucho durante el día.
Federico nos tenía guardado el secreto cuando en la apretada esquina comenzamos a sentir el amparo, y ese sentimiento de la calle Laraña de Sevilla que en la capilla del Socorro nos perdimos, volvieron ecos de Valle…. Sonó “Valle de Sevilla” y volvió la magia, la chispa, el pellizco, se volvió a cerrar la burbuja, sobraba el mundo entero y si conseguías despegar la mirada de los ojos de la Virgen veías igualdad, no sentías que nadie era más que tú ni que uno era más que nadie, ni siquiera podías fijarte como Curro, Fede o incluso David Arce mandaban tan estrechísimo giro, era como estar paseando por un valle celestial con la Virgen María, sintiendo solo felicidad y paz y la inexplicable ciencia de la música cerrando el momento más perfecto…


Me decían que mi blog desprende mucho sentimiento, lo intento, pero más quisiera yo poder escribir lo que se sintió allí, donde todo tenía un sabor insustituible, el del incienso. Cuando se obró nuevamente el milagro, porque les aseguro que cuando te plantas en la esquina sin nada, no puedes concebir que por ahí pase un paso, y la parihuela de la Candelaria tienes las medidas de un palio de verdad… explotó la burbuja con el golpe de percusión, se abrió el compás, el mundo volvió a respirar, y Federico vino a resumir perfectamente el momento… le van a tener que poner –a la calle Armas- “calle Amparista”. Sin duda, porque se palpa que es el momento mágico, pero aún quedaba la recogía, y perdonen que me salte algunas chicotás, pero es que ya no lo recuerdo ni hay videos que me refresquen la memoria, pero en el arco de San Francisco se mascaba el final del sueño. “Macarena” de Cebrián hacia intuir a los hermanos del Huerto, quizás, el compás de un Domingo de Ramos que toca a su fin, mientras su impresionantes bambalinas rozan las piedras mudas y testigos de tantos años de sueños. Y la noche dibujaba las más bellas estampas entre las sombras de las piedras de la fachada del templo, mientras su manto “bordado en la madera” parecía que nos decía adiós, pero que ahí iba a estar todo un año recibiendo al que necesitara su amparo. Negro sobre negro… sin desvanecer, que me volvió a tocar el alma cuando el giro completo se hizo al compás de una marcha que cuando la escucho solo me trae una sensación a la mente: “la Virgen llorando”. Eso es lo que pienso cada vez que escucho la más inmortal partitura del maestro Dorado, que aunque no llorara esta hija de Santa Ana, seguía siendo, incluso en latín “Mater Mea”, la mía y la de todos. Quiso la Virgen que llamara a mi casa y mi padre estuviese disponible para que se empapara a través del móvil del directo de una de sus marchas más predilectas, pudo sentir el escalofrío que se produce cuando el cuerpo de trompetas contesta en la machacante y agónica melodía, pero no pudo sentir el compás de la Virgen, porque esos momentos, tal como diría Curro, de arte efímero, solo los pudo saborear los que tuvimos la dicha de estar allí presentes. Así la Virgen cerraba la gracia y la grandeza de los que nos gusta una procesión más que a rascarnos un grano, pero ojo, no nos equivoquemos, unas procesiones con unos ingredientes esenciales y si quieren saber que supermercados los vende, pregunte por una ciudad que corona un Giraldillo…









Con la Virgen bajo la techumbre y pisando suelo sagrado en honor del santo que da nombra a nuestro actual Papa, en la oscuridad del templo, aún quedaba más hueco para las emociones. Curro levantaba la Virgen por el párroco de la iglesia, palabras con verdad, no para caer bien, porque en Andújar le comente algo de aquel cura, que ahora les contaré y solo tuvo palabras de elogio para este cura… será la juventud, menos mal que la iglesia española o andaluza del futuro creo que cree ciegamente en nosotros… menos mal.
Y Pradas y Guerrero casi lloran, se emocionan con lo que sonó, que por cierto sonó porque a don Joaquín, este sacerdote del que les hablo, también le emociona. Marcha que me trae recuerdos de mi niñez y quizás de momentos amargos pero que también me trajeron la gracia. Es más, pienso que no está a la altura de tantas y tantas marchas fúnebres que sonaron en la tarde, anteriores casi todas a esta. No sé, no le encuentro en sus partituras la riqueza de otras, incluso melodías muy planas, pero que no me cabe duda, desde su concepción levanta el pellizco de quien la escucha. Su estreno hizo que una cuadrilla entera se saliese de un paso, que quizás ya mandaba la familia maestra de Curro, a preguntarle a Abel Moreno que qué era aquello que había sonado… Pradas es “Abelmoriano” a muerte, yo le digo que tiene que viajar un poco más en el tiempo, pero en las penumbras de San Francisco, vimos alejarse tal como diría Manolo Santiago; “gota a gota” a la Virgen del Amparo con una historia hecha música, una historia que nos muestra como es en Sevilla… “La Madrugá”. Solo puedo decir, que allí, pegado a los clarinetes, escuchando el éxtasis final de la marcha… ¿señores como les describo el sentimiento…? solo sé, que muchas gracias a los que grabaron aquella chicotá que me hizo sentir “que es la hora y no es la hora”…


Curro y Fede nos invitaron a la casa de hermandad, donde como hacen casi todas las hermandades que trabajan de estas maneras, acaban tras estos intensos momentos, degustando un bocata y las mejores charlas, las que se hacen con el trabajo cumplido, y qué trabajo… me llamó la atención algo en Curro que muy pocos capataces tienen, y es que tiene un gusto u dominio de la música procesional impresionante, y que algunas discusiones, en plan broma habrá tenido con su gente, que el referido cura vino dándole las gracias por que sonaran “La Madrugá” en la chicotá que le dedicó, pero que le hubiese gustado también… “Caridad del Guadalquivir”. Quien entienda de música entenderá este detalle… el capataz con una sonrisa en la boca, mascándose el buen rollo con el cura, solo pudo decir que “eso aquí no va a sonar”… buen costalero, buen capataz, buen gusto en arte, priostía y un genio elaborando repertorios… como diría Pepe Carvajal… “un multiusos”, los que luego todo lo que tocan lo convierten en oro. En este punto me gustaría comentar algo que estos dos capataces y amigos me lanzaron, algo que me llenó de orgullo y sorpresa, porque me fui a lo más gordo y siguieron sin encontrar problema alguno, desde entonces no paro de pensar en ello, en Andújar, Curro me volvió a comentar que no era ninguna broma, y Curro tiene fama de que su palabra va a misa… pero por el momento creo que es mejor ser cauto y callar, lo que Dios y la Virgen quiera es lo que pasará, aunque me dijo que el detalle que me ocurrió en la mañana de este día, por rincones jesuitas, también le gustó y cree que tampoco fue casualidad…
Curioso que sobre las once de la noche quede con mis amigos, los no cofrades, en el pueblo para echar una jornada más de fin de semana… pero a esa hora estábamos en la taberna de la costalería cordobesa, atestada del mundo de abajo, de los grandes recuerdos de la vida de Curro, casi un templo donde se venera, tal como les dijo cierto día Antonio Santiago, a su padre, a Manolo Santiago. Allí disfruté, pero vaya grandes sensaciones se llevaron mis dos amigos y paisanos, mientras las conversaciones con Fede y la gente de sus cuadrillas, sus amigos, nos hicieron saborear las grandezas de nuestro tiempo mejor… al final nos fuimos de allí a las dos de la mañana, mis amigos no cofrades ya están acostumbrados… yo miro al Dios del cabecero de mi cama y le pregunto: ¿ahora qué?... creo que tiene cara de que vuelva…
Y para rematar la faena, Pradas tenía tal frio que nos pidió que no buscáramos el Campo de la Verdad, donde tenía aparcado mi vehículo, por la vera del rio, para intentar desquitarse lo máximamente posible del frio que podría levantar la humedad del legendario Betis. Por ello buscamos el puente romano por Cardenal González, que emerge a la Mezquita-Catedral y de ahí al Triunfo de San Rafael. Pues bien, en la mañana Pedro Guerrero le preguntó a Fede que como fue ponerle a la Virgen “Amparo” de advocación y el mismo nos dijo que la verdad no fue nada nuevo, sino que los conocedores de la historia les comentaron una vieja devoción del barrio a la Virgen del Amparo, que aún se encuentra allí, quizás olvidada en la memoria de la ciudad en el barrio, por un callejón que sale de Cardenal González,  y que mejor que recuperar para el movimiento devocional cordobés… quizás el frio, Pradas te lo produjo la Virgen para que conociéramos el origen de la gloria de las marchas fúnebres por antonomasia en Andalucía.

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