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domingo, 7 de septiembre de 2014

SALE LA PAZ...

El motivo fue digno hasta de figurar en el cartel de los cárteles, en el anuncio de los anuncios, el que trae la Effetá allá por el Porvenir en el Domingo de Ramos… siempre en el domingo más esperado. Es motivo más que justificado porque quiso Dios y su Madre Bendita que el pistoletazo de la gracia tuviese la luz y el color que allá por el barrio de la plaza de España se dibuja siempre en ese medio día tan esperado. La Semana de Dios empieza con blanco e hilos de plata, de una mini catedral embutida en un paso de palio, gótico que eleva la grandeza de la más limpia y pura, ésta Reina sin duda, el mejor ejemplo ante la vista de este dogma.
Arco de medio punto del ladrillo regionalista, casonas que parecen que estuvieron ahí desde los tiempos donde el noble era casi un dios y el pobre lo más inmundo de este mundo. Ecos de disparos, explosiones, de sin razón y rencor trajeron la única Paz que esta España de dos colores medio entiende… y a veces ni eso. Todo es luminosidad cuando la bambalina que no quisieron cubrir de lágrimas de flores acaricia el dintel y un ejército de legionarios encorvan sus cuerpos para llevar una Paz a Sevilla, una paz al mundo que parece que nunca va a llegar por más que saquemos a la Virgen a las calles.
El momento tiene hasta su voz, una voz que se denomina “Santiago”, antaño del más romántico capataz que seguramente la imaginaba con esa blancura, sin ninguna pena sentada a la sombra del monumento de Bécquer en el parque tomando el sol de la primavera, recogiendo flores para aromar su bendita presencia, Ella que fue la jardinera bendita que le paró los pies a un “mandón” San Pedro que necesitaba de un capataz bonachón para poder igualar en las cuadrillas de la gloria. Al final, Dios lo fichó para su cofradía, aunque no sabemos si al final el pescador de hombres entró en las trabajaderas del paraíso. La saga continua, y su hijo es el encargado de llenar a Sevilla, aunque solo por muy pocas horas de la luz radiante de la Virgen que abre la Semana Santa.
Un inicio donde el calor se olvida con la tensión producida entre las perillas de los varales y el dintel de la puerta. El silencio esperado de todo un año hace acto de presencia, las fosas nasales absorben el incienso a tal cantidad que pareciese que se llevaba esperando su llegada durante toda una eternidad. Solo se  escucha una voz y una especie como de angustia se anuda a todas las gargantas mientras ven salir un trocito de cielo bordado en plata y bajo él a la Madre de Dios llena de Paz, de blanca pureza, siempre llorando porque la presumible alegría del momento duraría lo mismo que tardase su Hijo de la Victoria en sentir el peso de todas nuestras faltas sobre su hombro derecho.
Cuando Santiago pide los cuerpos arriba la alegría de los presentes y de los que en cualquier punto de la ciudad saben del prodigio es seguramente imposible de narrarla, el punto geográfico del barrio toma su belleza más absoluta, porque un paso palio embellece hasta un descampado o un desierto. Se alza el himno que solo suena para los reyes en España y el de Lopera toma la batuta imaginaria… es curioso, uno de Lopera, don Pedro Morales abre el magnetismo musical de la Semana Santa, el que vino a endulzar con mucha categoría la marcha procesional, siendo militar, le desprendió algo los estigmas de la música que lo creó todo. Suena “Virgen de la Paz”, alegría casi letífica para la blancura goticista, es curioso, un estilo que pareciese realizado tan solo para lo sobrio, calzando tan genialmente con la alegría de la hermandad del Porvenir.
El camino es largo, y sin que se dé cuenta María ya va camino de Sevilla, deseosa de extasiarse con su parque y la monumentalidad de don Aníbal, contenta de ver a tantas y tantas caras que la visitan durante todo el año, que pareciese que les quiere decir, “ya he podido ahora salir Yo a vuestro encuentro”… así, con los compases de su marcha se va diluyendo en la distancia el momento más esperado, el que se pintó hasta en un cartel, que como todo es siempre efímero… así es la salida de la Paz cada Domingo de Ramos, hoy, en pleno septiembre con la llegada del día de los días aún muy lejano, pero setenta y cinco años de amor a su bendita faz son motivo suficiente para que todo esto, parezca que se va a revivir el próximo sábado, en el Porvenir será nuevamente Domingo de Ramos, con la tensión de la espera para que la Paz vuelva a llenar de blanco y plata las calles de Sevilla… así, podríamos decir que ya comienza el primer pellizco tras el tiempo de la playa, la primera cuenta atrás para lo que tiene que llegar cuando florece en el parque la primavera…

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