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sábado, 3 de noviembre de 2012

AMPARO... "LA GLORIA DE NEGRO".


La tarde del pasado día de Todos los Santos son de esos días que tal como me dijo mi amigo Cristóbal, solo se vivirá esa vez, ya que no sabes lo que le futuro nos deparará y si algún día nos podremos arrepentir de no haberlo querido vivir. Así que mejor que aprovechar el día de los santos que acercándose a la más cercana y bella ciudad de Córdoba para disfrutar de las últimas glorias. Pero una gloria especial que el año pasado pudimos conocer y descubrir, con una señas de identidad muy especiales, por otro lado poco bien vistas y quizás con razón o no entre aquellos que piensan que la gloria debe ser eso, alegría y jubilo para los gozos de María, lo mismo que hay otros que ven desmesurada esta faceta con las hermandades de penitencia. Pero la gloria que nos trae la gran hermandad del Huerto de Córdoba, es un Amparo luctuoso, serio, clásico, fúnebre y mustio, muy mustio y muy rancio.
Seguramente los que no quieren este tipo de procesionismo ni aparecieron, pero ya saben que hoy día tan solo por el repertorio que lleva esta gloria, merece la pena acercarse a la legendaria ciudad mora y cristiana de Córdoba. Pero muchos más alicientes son los que tiene esta salida, del Huerto que menos se puede esperar, grandes cuadrillas, con el mejor capataz –bajo mi punto de vista- de la ciudad al frente, no dicho desde un animo competitivo, sino desde la excelencia de buen trabajo asegurado, una exquisita imagen por un no menos exquisito recorrido. Fue una alegría volver a rencontrarme con mi capataz Rafael Mondéjar, charlar con él, siempre sumergiéndose en la esencia de las cofradías, como a mi me gusta, sin buscar temas que deriven en otras direcciones que tan solo sea eso, hablar de cofradías, de sus sueños de ver pasear por su pueblo una nueva gloria, que tendría matices en común con la que esperábamos en las puertas de la calle San Francisco, una imagen de talla completa que su hermandad del Gran Poder quiere rescatar del olvido bajo el bello nombre de “Socorro” y que caminará Dios mediante como pudimos disfrutar en la tarde, con marchas fúnebres, si no me equivoco en este mes , en el mes de las ánimas.




Antes de ello como dije ayer nos perdimos en el encanto de tres besamanos. Subiendo la cuesta que desemboca en el inicio de la carrera oficial cordobesa, ante algo de lo poco que hay feo en Córdoba, su ayuntamiento, justamente enfrente en una evocadora iglesia una dolorosa nos esperaba con la mano extendida. Gran hermandad la suya, la Expiración, una de las “clásicas” de Córdoba que presento a su dolorosa, tallada por Álvarez Duarte en un sencillo montaje, no le hacia falta nadas más, la capilla donde se encontraba hacia el resto convirtiendo el espacio en una verdadera alcoba divina, si el cielo fuese como los artistas lo representan no distaría mucho de lo que vi y sentí en aquel momento, pareciese que al entrar te encontrarías a la Madre de Dios peinándose como una dulce y coqueta señora. Portentoso su crucificado y portentoso el altar donde se encontraba una de las grandes devociones de la ciudad, uno de los símbolos cofradieros de Andalucía, las Angustias de Juan de Mesa.
Subiendo por san pablo, en busca del Realejo, rememorando aquellos Domingos de Ramos tras el Rey de Reyes de San Lorenzo, llegamos hasta San Andrés en busca de la Virgen de la Caridad de la hermandad del Buen Suceso. Me gustó esa sorpresa de encontrarte a la Virgen esperando a su pueblo en plena puerta, me pareció un buen reclamo para aquellos que no siguen los programas cultuales de las cofradías cordobesas y al pasar se encuentran tan noble presencia. Sencillo y elegante donde esperaba la Virgen salida de las manos de González Jurado, a sus lados las capillas de su hermandad y la de la Esperanza y su Gitano de las Penas, que por otro lado me las esperaba con algo más de pomposidad.



Después llegó lo que ya les conté ayer, la gratificante experiencia con el Remedio de Ánimas y la vuelta en busca de esa gloria de evocaciones fúnebres y tenebrosas, cruzándonos en el camino con ese jartible capillita que es el amigo Manolo Olmedo con su familia, buscando lo mismo que este que les escribe en la tarde noche cordobesa. Así la noche terminó sumergiéndonos en el sabor que desprendió la Madre del Amparo por esas impresionantes callejas, por donde el paso pasa lamiendo las paredes. La banda de Écija nos dejó inmortales partituras acompañadas de una magnifica interpretación… “Jesús de las Penas”,  "Dolores y Misericordia", “Aquella Virgen”, "Quinta Angustia", “Lagrimas y Desamparo”, “Desamparo y Abandono”, jubilo al llegar a la ermita del Socorro con “Pasa la Macarena” y “Hosanna in Excelsis”. “Cristo de la Alcazaba”, “Valle de Sevilla”, “Virgen del Valle”, “Misericordia Señor para mis Dolores”, “Amarguras”, “Virgen de las Aguas”, “Saeta Sevillana” una vez más en la impresionante vuelta en Sánchez Peña, “La Esperanza de Triana” de Farfán que levantó mi entusiasmo aunque fue una pena que en muchas marchas se requirieran la voz de corneta y la banda no las llevase como en “Guadalupe” o “Saeta Cordobesa” para entrar al compás de la iglesia. Dibujando un broche final de encanto y ensueño que no le restó un ápice de gloria al momento, despidiéndose de Córdoba hasta el año que viene con “Margot” y “La Madrugá”… fue como bien dijo mi fiel compañero una tarde para no olvidar, en la noche de las ánimas, solo cabe lo mustio y lo rancio.

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