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viernes, 2 de noviembre de 2012

EL DÍA DE LAS ÁNIMAS EN CÓRDOBA...


Córdoba tiene en el calendario dos días de los difuntos, o más bien de Todos los Santos, dos días de recuerdo a los que no están, dos días de las ánimas. Uno pues creo que se le podría denominar así, fue el día de ayer y el otro es el Lunes Santo, cuando las tinieblas de la muerte se alzan cual baldaquino de oro a la oscura noche de la segunda jornada cofradiera de la ciudad. Decía en la noche de ayer mi buen amigo Cristóbal que noviembre invita a la seriedad, a lo triste, a lo fúnebre, sensaciones que sus sentidos le hacen sentir en el antepenúltimo mes del año, aquel que se le dedica a los que partieron al otro mundo. Otro amigo mio, ajeno al mundo cofradiero y religioso hace años también me comentaba que odiaba este mes por lo triste y apagado que a él se le figuraba. Y ciertamente a mi también me lo parece, que no se si será por la luz de esta época, el frío  que hasta la gloria gusta y parece que hasta le sienta bien los serio, lo fúnebre, lo mustio… “que me gusta ser rancio…” le comentaba mientras la Madre del Amparo se paseó con un exquisito repertorio que te invitaba a pegarte junto al contraguía y no separarte del paso.
Pero hoy hablaré de otro asunto que obviamente allí, en la ciudad califal me inspiró a contarles esta nueva historia, porque ciertamente si nos despegamos un poco del evento cofradiero del día. Un repaso a la agenda cultual del día antes de partir a la ciudad del arcángel para buscar tres besamanos de tres hermandades que creo que tiene por costumbre exponer a sus dolorosas en piadosa exposición a los fieles en la jornada  de Todos lo Santos. Como en un cordón umbilical imaginario fui recorriendo San Pablo y el Rosario, San Andrés y la Caridad y mi vieja amiga “San Lorenzo” y Ntra. Madre de Dios en sus Tristezas de la hermandad llamada en Córdoba del “Remedio de Ánimas”.
Una singular hermandad que ya conocía de mis visitas con el Rosario de Linares a San Lorenzo –donde sentí la satisfacción de reencontrarme con “mi Cristo” de los Reyes-, incluso he podido contemplar sus titulares sobre sus pasos. Pero eran tiempos donde aun no era “mustio” y quizás su idiosincrasia no despertaba mi admiración. Sinceramente me chocó el montaje de cultos de esta hermandad, estando su crucificado presidiendo el altar mayor y la capilla de la hermandad por su dolorosa de manos entrelazadas en besamanos, en día de Todos los Santos, en el de las ánimas como no podría ser de otra manera. Seguramente no sea el prototipo de hermandad que guste a la gran mayoría, incluso se aleja de mis preferencias pero ese sabor tan personal me embrujó, mientras el canto gregoriano de la megafonía llenaba el ambiente de otra mística especial. Ese gusto por una estética exclusiva, creo que casi relegada a esta hermandad cubría el ambiente y sus imágenes de un rancio abolengo difícil de describir.



Era su estética procesional llevada al culto interno, al que solo le faltó más oscuridad y es que esta hermandad esta diseñada para verla entre tinieblas rodeada del inconfundible olor de la pasión… el incienso. Una estética personal, tratada desde mi visión personal con gusto pero que paradójicamente se aleja de lo que muchos entenderíamos, como el buen gusto de la estética cofradiera: las formas sevillanas. Un barroco personal, que mezclaba el pan de oro con tonalidades negras, telas y doseles del color del luto por antonomasia, porque en esta hermandad todo es como su Madre; Tristeza, recogimiento y solo vale el folclore de la oración. Basta contemplar a su dolorosa de cerca, cuando le regalé un beso de amor, con esos grafismos del barroco granadino, claro influyente en tierras cordobesas, siguiendo una estética un poco alejada de las modas sevillanas, pero mezclando a sus vez las innovación “juanmanuelinas” con las formas antiguas de revestir a las dolorosas, un sencillo pliegue del manto a modo de tocado enaltece genuinamente el rostro compungido de la dolorosa, donde un rostrillo de orfebrería enmarca su dolor, al modo de la viudas nobles del siglo XVI, el origen de las vestimentas de las dolorosas. Pero como digo todo puesto a conciencia, medido, con gusto, no de cualquier forma que es muy diferente, dándole una seña de identidad inconfundible.
Es solo una muestra de lo que luego es la hermandad hecha cofradía en el Lunes Santo. Quizás una de las hermandades más diferentes de la ciudad, no tan influida por las modas actuales sevillanas, pero indudablemente por historia también recibe la influencia que desde la noche de los tiempos comenzó a expandirse desde la actual capital autónoma. Cierto día, un cofrade de cierta reputación en el mundo cofradiero de Córdoba, le escuche decir que aun no entendía a esta hermandad en el contexto actual de la Semana Santa de Córdoba, sobre todo por aquello de seguir procesionando a sus pasos sobre las “exentas de gracia” ruedas. Me siento en la línea de aquel cofrade y tan solo le pongo ese pero a la hermandad. Nunca entenderé que se le de a unas ruedas un valor de más sobriedad que a los costaleros, cuando en la costalería también existe el “costalero mustio” que sabe perfectamente cual debe ser su comportamiento en este tipos de hermandades… acaso el Cristo de Burgos de Sevilla, vamos su estilo ¿no se podría perfectamente encajar con el crucificado del Remedio de Ánimas? Y sin mirar a Sevilla, otro ejemplo seria la elegancia suprema que derrama por Córdoba el paso y toda la hermandad del Santo Sepulcro.


Dos tallas de autor anónimo llenan las calles de su discurrir, tal como le sorprendía aquel cofrade cordobés. El paso del Señor es un éxtasis al culto de lo rancio y lo mustio, un verdadero altar que a algunos le insuflará hasta miedo. Un Cristo cubierto y ennegrecido por los siglos de la pátina aunque hay quien dicen que lo embadurnaron de betún para acercarlo más a la esencia que busca esta hermandad, cuando este “carbonero “ divino de San Lorenzo se pasea sobre un sepulcro con reminiscencias de Bernini. Su diseñador, Miguel del Moral se basó en el barroco sepulcro del cardenal  Pedro de Salazar y Góngora de la Mezquita Catedral –obra del lucentino Francisco Hurtado Izquierdo, protegido del cardenal, inspirándose en la tumba realizada por Bernini para el Papa Alejandro VII en San Pedro del Vaticano-, siguiendo sus directrices marmóreas que le da al conjunto una sensación de obra monumental, un claro ejemplo de obras arquitectónicas llevadas a los pasos procesionales. Planos y oscuridades que le dan ese sabor fúnebre, de catafalco mortuorio donde se eleva el crucificado sobre un monte – la calavera de Adán a sus pies es bañada con la sangre redentora, como alegoría al Varón de Dolores o a modo de “canina” donde Cristo muerto en la cruz vence a la muerte “Mors mortem superavit” representada en este calavera- de una flor que acrecienta más la estética de la hermandad mientras los cuatro ángeles fueron reproducidos por Amadeo Ruíz Olmos en madera de naranjo. 





Escoltan y dan esa luz enigmática al crucificado de faldellín y peluca dieciochesca, con el velo de las tinieblas que inundaron la tierra a la “hora nona” unos candelabros del quizás gran artista de la hermandad, el recientemente malogrado Miguel Arjona Navarro. Y es que Arjona Navarro se podría haber retirado plácidamente cuando sobre todo realizó el genuino paso de la dolorosa –también diseñó muchos de los bordados de la hermandad-. Puede presumir que le insufló una estética diferente pero con un cierto buen grado de maestría. Sigo pensando que como tallista-retablista poseía más cualidades e inspiración que con la imaginería, y este paso es un ejemplo de ellos, que aunque el recargado barroquismo del mismo no le resta un ápice de sobriedad y recogimiento a la hermandad, al revés, te traslada a otra época, sobre todo cuando el fúnebre cortejo de nazarenos con faroles en lugar de cirios entonan el miserere en el discurrir del Señor y el “Staba Mater” en el de la dolorosa. Sinceramente a mi me encantaría ver algún día ese paso al compás de un sobrio racheao entremezclándose con el ancestral cántico u oración. Sin duda las ruedas le restan al encanto que de por si levanta esta hermandad, seguro que unos costaleros le daría la dimensión que en cierta manera tiene esta hermandad y muchos les cuesta saborear.




Es una de las hermandades de negro más impactantes de Andalucía, mezcla de sobriedad y misticismo con el sobrecargado barroquismo de las cofradías andaluzas y sin ser fiel seguidora de los postulados sevillanos, pero como digo y según mi punto de vista con mucho gusto. Por eso, en este recién inaugurado mes de noviembre, el día de ayer nos trasladó al sabor de la pura Semana Santa y nos hizo ver que este mes es sin duda para lo mustio, para el dolor y el recuerdo de las ánimas.

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