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martes, 13 de agosto de 2013

BAILÉN 1990. LUNES SANTO

Llegado el Lunes Santo, viene a mis recuerdos la ilusión, quizás la primera, de vestirme de nazareno con la primera procesión de mi cofradía, aunque no éramos hermanos, nos bastaba con que nuestro padre lo fuera. Aún tengo en mi memoria la salida rápida mecanizada, girando entre la esquina de la calle del Santo Cristo, donde se ubica la capilla del mismo nombre, para adentrarse en la calle Vista Alegre del paso de la Oración en el Huerto, sonando una desafinada marcha real, con su característica ramita de olivo presidiendo el primer plano, que tras él, el ángel parecía conversar con el Señor. Aún tengo presente en mis recuerdos aquella pregunta que me hice observando esto que les narro… ¿Por qué saldrán los tronos en las procesiones? Y es que entonces lo niños, salir de nazarenos o penitentes como se les sigue llamando, era como un juego, casi como el carnaval, la formación era escasa, aunque obviamente, era un niño, el problema es que aún no se le pone mucho remedio en todas las cofradías.
Ya adentrada la procesión en la calle Vista Alegre, cuando subía por la calle Jardines y los Campos hasta la calle “ancha”, es decir 19 de julio –muchos años fue característico este itinerario en esta procesión-, se nos presenta unas estampas que han desaparecido por completo. Prácticamente en su totalidad, ya no queda apenas nada de aquellos años en esta procesión, quizás lo único sea la corona de serie siguiendo las directrices de la original de la Macarena. El pasado Lunes Santo un nuevo conjunto de la Oración en el Huerto tomó el testigo de la que contemplamos en el video, la primera imagen de esta iconografía de la historia cofradiera bailenense, antes de sufrir la poco agraciada intervención que lo convirtió en imagen de vestir. Por aquellos entonces, esta procesión aún  seguía muy fielmente las esencias procesionista de Bailén en la década de los ochenta, donde proliferaron los tronos de ruedas. Sobre aquel que era muy pequeñito, creo que obra del carpintero local “Manolín” Perales, avanzaba el Señor entre sus sencillísimos candelabros aun en uso actualmente, empujado por muchos niños, una estampa muy típica de aquellos años mientras los ecos de los tambores de la antigua banda de cornetas y tambores, de corte plano militar se intuían en la lejanía, acompañando al trono de la Virgen de los Siete Cuchillos. Años después llegaría la cuadrilla de anderas, nuevo trono, la importancia de las bandas y ahora la dulce mirada del Señor del Consuelo Orando en el Huerto…
Tras Él, por fin consigo mostrarles, sobre todo a mis visitantes bailenenses lo que fue el primitivo paso de palio de la Virgen de los Siete Cuchillos, antes de la eclosión actual. La antigua imagen, hoy reconvertida en Santa Mujer Verónica avanzado sin gracia ni compás, es lo que tienen las ruedas, bajo aquel palio que podríamos denominar de cajón, aquel palio negro por fuera y blanco por dentro, quizás por los colores de la túnica de la hermandad, que seguramente dibuje mi recuerdo cofradiero más lejano, cuando mi padre me llevaba a la capilla del Santo Cristo y mi ser ni siquiera intuía que ya llegaban los días grandes, y lo veía al fondo de Santo Cristo, con el antiguo altar mayor lleno de bombillitas, entre un hueco del portón de la capilla. Seis, planos y sencillísimos varales lo sustentaba y por trono aquel sobre-canasto que se adquirió a la hermandad del Nazareno de Úbeda sobre los años sesenta y de donde se llegaron a sacar hasta dos pasos diferentes, estando la otra parte hoy en día como trono del Cristo del Buen Morir. Destacable la labor de mejora que entonces experimentó la cofradía al encargar el exorno de los tronos a floristas cualificados, dejando desde entonces estas funciones las hermanas de la cofradía que a su vez realizaban las funciones de vestir a la dolorosa con los modos y modas que destilaban el ingenio de entonces, sin saber este que les habla donde tomaban los modelos.
La siguiente escena nos lleva a la calle 19 de julio, una vía donde se hizo bastante popular la contemplación de la procesión de la Oración en el Huerto, con el eterno retumbar de los tambores, en unas bandas donde había más percusión que instrumentos de viento y el número de marchas quizás no superaría los dedos de una mano en toda la procesión. Basta contemplar en esta grabación, y en las siguientes, que se introduce sonidos externos, sobre todo de la marcha “Procesión de Semana Santa en Sevilla” de Marquina o “Ntro. Padre Jesús” de Cebrián.
Por último, volamos hasta la calle María Bellido, donde sin duda se grabó un documento videográfico importantísimo para los amantes de la historia y de las viejas esencias autóctonas de nuestra tierra. Un caballero ya mayor, que no sabría indicarles su identidad, le canta unas especiales saetas que seguramente al amigo Miguel Ángel Perea les encantará, porque hace tiempo le comenté la existencia de esta grabación y le entusiasmó poder escucharlas porque se trata, seguramente de una saeta netamente nacida en la noche de los tiempos del acervo popular bailenense. Así tuvieron que sonar aquellas saetas de nuestros abuelos, cuando su sencillísima Semana Santa se limitaba a procesionar a las imágenes, con parada obligatoria en la taberna y castigarse el hígado como si fuera las espaldas de Nuestro Señor, y cuando el vino  hacia efecto, los piques saeteros emergerían siguiendo estos sones, por otra parte no muy ricos en maestría vocal. Seguramente estas fueron las ultimas saetas bailenenses, si es que se las puede denominar así,  que sonaron en la historia, y lo digo porque en los estudios del mítico cronista oficial de Bailén, Matías de Haro, recuerdo haber leído algo sobre las mismas, incluso trascribiendo algunas de las letras de las que entona este ya desaparecido caballero saetero.
Sin duda destacar, una de las saetas, si es cierto como tengo entendido que las mismas son completamente autóctonas de Bailén, podríamos estar ante una nueva muestra de la universalidad de la Esperanza Macarena, la cual pudo inspirar a un bailenense desconocido del pasado a dedicarle una de aquellas saetas que saben al Bailén antiguo, a la Señora de Sevilla, ya que la misma es nombrada en una de las saetas. Curioso el detalle del micrófono recogiendo el sonido, seguramente perteneciente al equipo de la ya desaparecida cadena local de entonces, tras este momento, se marcha la Virgen , siempre al compás rutinario de los tambores de la banda –vestidos de nazarenos, siguiendo esencias linarenses-, algo que entonces era lo que más llamaba a los más jóvenes, vistiendo un manto sin cola, con el soporte en verde y con sencillos dibujos bordados de lentejuelas, como casi todo , salido del ingenio humilde de sus devotos, iluminada por aquella candelería, muy propia en la Semana Santa de nuestra provincia que todos llamaban “velario”, sustituida hoy por un juego de candelería, que aún muchos siguen llamando de aquella manera tan “rustica”.

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