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domingo, 25 de agosto de 2013

PARECIÓ UN SUEÑO DE VERANO...

Un sueño de verano, embrujador, casi de otra época me envolvió en pleno mes estival, en este “tránsito” de agosto donde siempre se aleja el sabor de los días grandes, los que se ven aun inalcanzables y es que a veces me da la sensación de que ni en verano pinta hablar de cofradías en un rincón como este. Pero obviamente esto no es así, aquí estamos los que creen y disfrutan en la cultura del cofradierismo, los que sienten que la gracia se puede respirar cada día del año. Así que aunque algunos nos tilden de “frikis” por buscar la gloria en pleno mes del estío, a nosotros solo nos parece un paso más en la conformación de una esencia, de una forma de vida donde poder trasportarnos a los sueños de la gracia con Dios y María a través de la cofradías.
Nunca antes un quince de agosto, en el día de la Virgen de agosto había experimentado la gloria, mi gloria, de buscar procesiones amoldadas a mi sentir, a mis esencias. En una noche de calor donde no la aprovecharía en nada destacable decidí una vez más y por primera vez coger las autovías de la gloria, con el respeto por delante, para adentrarme en el embrujador callejero del inmortal centro histórico de la ciudad de Córdoba, bajo el oscuro y caluroso manto de la noche el cual parecía invitar al descanso y el sueño de María… hace unos años ya les hablé un poquito de la misma, pero aun no la conocía y en cierto modo no sé si estaría a la altura de mis “exigencias”. Pero me decidí a buscarla y conocer cual es la grandeza que puede llegar a desprender en su calurosa salida anual, de la dormida, aunque siempre bella Virgen del Tránsito del barrio de San Basilio. Barrio como toda la zona de desmesurado encanto y belleza netamente andaluza que le ha dado a esta ciudad uno de los grandes motivos para enamorar al mundo, como así le dije al amigo Pradas que dudaba en sí, de que tanto a él como a Pedro Guerrero o David Mira esta experiencia nos colmara satisfactoriamente. La verdad que tan solo con contemplar la Mezquita-Catedral iluminada atravesando el puente romano, ya de por sí, merece cualquier viaje.




















Una zona como siempre repleta de calor humano, a las horas en que la noche intentaría calmar un poco el fuego del astro rey. El pétreo arcángel del puente parecía darnos las buenas noches, mientras atravesando la Puerta del Puente nos parecía adentrarnos en un viaje en el tiempo. Un policía nos indicaba que el cortejo se encontraba en el interior de la Catedral en plena misa, curiosa circunstancia, no sé si porque se celebraba alguna conmemoración de importancia o que se trata de una costumbre de esta procesión. Ante la espera, nos decidimos a sobrellevarla con un ágape donde un sabrosísimo salmorejo, de una textura increíble nos explosionaba los sentidos gustativos. Rica experiencia para encontrarnos con la verdadera gloria, nunca imaginada ni soñada en un mes de agosto, pero la Virgen dormida, la Virgen de “Acá” de Córdoba, seguramente de las pocas que procesionarán en el mundo,  llenaba los aledaños del primer templo cordobés de una magnificencia que me hizo pensar si en realidad estaba aún, como la Virgen, dormido en la siesta y todo era un sueño… una señora se preguntaba cuál era la razón para que el Santo Entierro saliese en agosto, y es que la iconografía seguramente no está hecha para el fácil entendimiento de todos, pero el ver un paso de urna caminar con “Virgen del Valle” y “Valle de Sevilla” es lógico que a cualquier menos docto le lleve a hacerse esa pregunta.

Lo cierto es que cuando sonó la genial partitura de José de la Vega en honor de la Señora de la sevillana calle Laraña, casi tengo que pellizcarme, porque el embrujo y el aroma a los días grandes inundo mi ser, donde por cierto estrené mi nueva cámara que tanto en lo fotográfico, como en lo videográfico espero que le aporte mucho a las páginas de esta mi bitácora de la vida. En agosto, las palabras de Barbeito llenaron mi espíritu, parecía la hora, aunque no fuera la hora. Pero la espera de la hora, de este modo se hace más llevadera, marcando ya de por si un calendario en el año que llena las eternas vísperas de la gracia.
El recorrido de vuelta hasta San Basilio, donde vive el Nazareno de Pasión, fue un auténtico éxtasis para los sentidos, más si tu sentir es rancio y de mustio corazón. Es una alegría saber que en agosto hay bandas que trabajan y se preocupan de simplemente cumplir como Dios manda. Veníamos unos bailenenses de aburrirnos de ver a nuestra gloria más querida con el mismo son, porque parece que las marchas de Semana Santa no sirven para una gloria y va una desconocida banda en el orbe andaluz, sobre todo para los no fatigas de las cofradías, Tubamirum de Cañete de las Torres, y nos dejó una experiencia que sin duda terminó por dibujar el quizás mejor quince de agosto de mi vida.















Seguía el compás esta urna de agosto, donde la belleza de la Virgen, la cual como cualquier Santo Entierro no se puede visualizar lo más perfectamente posible, dulce y señorial con grafismos dieciochescos, quizás de Sandoval y el sueño seguía su curso, sin despertar, “Hosanna in Excelsis” emocionaba a los buenos amigos Guerreo y Pradas, preguntándose por que apenas diez días antes no podían haber sonado cosas así… no acabaría aquí el éxtasis de una procesión donde eso sí, eché en falta más poderío en la conformación del cortejo, como con un cuerpo de acólitos. En una ciudad con el poderío que ya atesoran sus cofradías, ver una procesión tan interesante como esta sin los turiferarios y ceriferarios, me resultó un poco descolocado.
No éramos los únicos jartibles que buscaríamos la gracia en agosto, amigos de mi hermandad de Linares seguían fieles a los postulados de cualquier capillita, procesiones hasta por los poros, pero que quede claro, que unas procesiones con unas características muy en concreto, que sigan las esencias de las sevillanas maneras, donde los costales seguía dibujando la estela de la gracia, por este motivo desistimos de Baeza por Córdoba, cuando sonó “Procesión de Semana Santa en Sevilla” de Pascual Marquina, fue cuando Pradas me admitió que seguramente habíamos acertado con la elección. Porque en la oscuridad de la noche, entre naranjos buscando las Caballerizas siguió el sueño, mientras hablaba con el amigo Manolo Olmedo, Waly o Carmelo, los aromas de “Amarguras” terminó por erizar el vello de mis sentidos, la verdad parecía Semana Santa, una chica joven seguía dando muestras de lo complicado que es para el entendimiento en nuestros días de las ancestrales muestras iconográficas, “esta creo que sale el Jueves Santo…” pues no, pero aquello solo le faltaban nazarenos para parecerlo, fue donde terminé por decirle a Guerrero, que estaba por darle las gracias al director de la banda por el agosto que me estaba regalando.


Una gloria con una esencia mustia fuera de lo común, que cuando vislumbraba las puertas de su barrio, ese Arco de Caballerizas que trae a la memoria estampas por el Postigo sevillano, se reconvirtió en la pura esencia letífica, pero siempre rayando un buen gusto, que la verdad no me esperaba encontrar mientras viajaba hasta Córdoba. “Virgen de Montserrat” de Pedro Morales abrió la senda del cambio de esencia. Ya llevaba Tubamirum dos marchas que había tocado la fibra sensible de Pradas, pero aún le quedaban más sorpresas, yo creo que él fue el que más se fue tocado de la gracia de esta Virgen dormida cuando terminó por sonar esa marcha que siempre lo hace volar a los grandes recuerdos de su infancia. El arco dibujaba las estampa perfecta mientras me decía que escuchar “Macarena” de Abel Moreno lo emociona profundamente, la verdad que en el brillo de sus ojos se podían leer la rotunda verdad que desprendían sus palabras.











Era la primera vez que conocía esta zona de Córdoba, como dije, su encanto era increíble, parecía la Córdoba que embrujaba a Julio Romero de Torres, que seguramente, si Dios lo quiere, en la magna me haga volver para buscar al Nazareno que reina en el barrio, con ese compás tan de gitanas maneras, las sevillanas, que incluso la banda de los Reyes lo hará caminar, seguramente por tientos de la antigua ciudad de los Califas. Ahora tocaba el turno de “Rocío” de Vidrié para la ante penúltima calle del recorrido, lo que nos llevó hasta la plaza de su templo, el cual parecía abierto que nos llevó para conocer a la hermandad penitencial residente en la misma, pero era solo un espejismo, el sueño de verano no podía ser tan perfecto. Una Coca Cola en el bar de la plaza saciaba nuestra sed, donde me despedí de los amigos linarenses que esperaban allí la recogía. Era ya algo tarde, sobrepasadas las doce de la noche y la verdad era mejor ya volver que al día siguiente tocaba trabajar, a Dios gracias y a María como no, por darme algo que ya es sin duda un motivo de privilegiados. Una última revirá, curiosamente en una calle llamada “Puerta de Sevilla” terminó por llevar a este sueño de agosto a la gloria extrema e infinita, sonaba una marcha que como quiso Pedro Guerrero que le volviera a citar, tiene un trio final que seguramente cuando se esté en el cielo, al entrar en la alcoba de la Madre de Dios, tiene que sonar entonado por coros de voces angelicales, era sin duda “Esperanza Macarena” del maestro Pedro Morales. La urna se alejaba buscando el adiós de su calurosa salida procesional, la última marcha, no la conocía, en las partituras se me invitaba a pensar que estaba dedicada a la dolorosa con la que comparte devociones en el templo donde vive aquel que genialmente, cierto día, Nicolás Barbero Rivas, le hizo el mejor homenaje musical, el “Señor de San Basilio”… sonaba “Virgen del Amor”, su Madre… una foto de todos para el recuerdo, dibujando al final el Triunfo de San Rafael, por tan embrujador entorno, nos hizo sentir si todo había sido un sueño… al día siguiente, trabajando, aun parecía oler el incienso por mis brazos y me seguía preguntando que si todo fue un sueño de verano, lo que la Virgen antes de marcharse al Reino de su Hijo quizás iba soñando en la más especial urna de agosto...

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