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lunes, 26 de agosto de 2013

BAILÉN 1990. MARTES SANTO

Siguiendo con el Martes Santo es lógico que en mi germine como el azahar en la primavera la nostalgia, aunque aquí esa evocadora frase de tintes muy cofradieros nunca se ha destilado, y es que a veces pienso que somos totalmente diferentes al resto de mundos cofradieros. Y me salta la nostalgia, porque a Bailén le llega su Señor, su máxima devoción cristífera, con su anterior policromía, bastante superior a la que atesora hoy, si es que se le puede llamar policromía sobre su singular trono, seguramente, si no me fallan mis recuerdos, en el segundo año que se paseó por las calles de Bailén. Este trono, el primero del formato de bombo de la historia cofradiera en la ciudad, con una base en ebanistería barnizada que la cubre la filigrana cordobesa del entonces orfebre cordobés más reconocido de Andalucía, el malogrado Francisco Díaz Roncero. Este trono, según cuentan los mentideros cofrades – vamos el “chismorreo” en términos cofrades- ha sido vendido al parecer a tierras mallorquinas, es decir que la pasada Semana Santa prestó el último de sus servicios a la cofradía de la Santa Vera Cruz – la cual estrenará al parecer un paso nuevo, habrá que esperar al Lunes Santo…-, que en estas imágenes lo lucia por segundo año orgullosa, aun si finalizar, ya que aún no se había completado como dirían aquí, con los “laterales”, es decir, dos respiraderos que convertían este paso en un sucedáneo entre el paso sevillano y el trono malagueño con tan solo varales por la parte delantera y trasera, sin llevar el varal lateral completo incluso por los costeros del paso como es más común, y destilan los tronos de las hermandades de Jesús y San Juan evangelista. Ya entonces cuando los bailenenses veían por televisión al Cautivo de Málaga, solían señalar que este era igual que el de la hermandad del barrio de la Trinidad malacitano, aunque solo sea una ligera impronta a primera vista lo que recuerde al canasto o cajillo malagueño, incluso no compartían ni autor, ni mucho menos tamaño.
Nostalgia del orgullo que teníamos los devotos de esta hermandad, entonces era nuestra gran joya, ver caminar este trono, con su gran cuadrilla –porque lo fue- comandados por el recordado Bernabé Limón, escuchar su voz en el video, me ha hecho sentirme otra vez un niño oliendo a claveles y al “Pronto” que usaban las mujeres de la cofradía para sacarle brillo a la madera de los tronos. Ahora veo la forma de guiar a su cuadrilla y me surge la sonrisa de verme con mis hermanos imitando sus ordenanzas en casa jugando a las procesiones, cuando lo sacaba paso a paso, a toque de campana, - sin la sinrazón de salir de rodillas, eso sí, solo para la salida como después se comenzó a realizar- quizás muy “rustico” para muchos de ustedes, los más ajenos a esta idiosincrasia, pero pura muestra de la disciplina que insufló a aquellos hombres, que no es porque fuera la mía, pero era la que más elegantemente paseaba a Dios por la ciudad alfarera, memorables fueron todos los años que Limón mandó a este trono, muchas emociones hicieron sentir a los hermanos en aquellos primeros años noventa, aquellas vueltas en paso ligero por la calle la Cruz rasgando el final del Viernes Santo, los estrechos giros en la calle Agüera con Antonio Machado, los “cambios de hombro”, etc…  que conformaron mi niñez, los que son más complicados de olvidar, por ello, estoy seguro que hoy estará disfrutando de buena estancia allí junto a Dios que tendría la cara de Señor de Medinaceli o el “Mostrenco” sin ninguna duda. Seguramente un ángel que tuvo a sus órdenes le agradeció que una mañana de Viernes Santo le volviera a la Verónica y a sus compañeros para sentir por última vez la mayor gloria terrenal, la Semana Santa…
El primitivo arco de la campana, los terminales de los varales o aquel exorno floral, que la verdad no sé porque sigo pensando que le sentaba fenomenal a estas pequeñas andas, aunque ello no quiera decir que se recupere, pero ese guiño a las cuatro jarras de piñas de clavel escoltando al “Gitano” del Santo Cristo si se podría tener en cuenta. Tras Él, como lleva tantos años, como el día anterior la Virgen de los Sietes Cuchillos bajo su palio de cajón. Curioso, lo que es la evolución, entonces la banda de cornetas iba tras la Virgen, por aquello de cerrar el cortejo, y el Señor iba en silencio, y no pasaba nada, no había quejas porque no hubiese compás para mover al Señor, el que reparte el mayor respeto devocional entre los bailenenses, día grande sin suda cada Martes Santo. Hoy que salga sin banda… ya lo dije en la entrada de la nueva imagen de la Oración en el Huerto, el modelo cede el testigo aunque no lo queramos ver.

Entonces la procesión bajó por la calle Almendral para desembocar en la calle María Bellido, donde en la misma casa de la jornada anterior, aquel señor saetero entonaba las saetas del puro acervo bailenense para el que aquellos hombres buenos de negro, de la primera cuadrilla de anderos de la hermandad, portaban con majestuosidad, dentro de lo que es Bailén, por las calles del centro. Se puede contemplar los parones que sufrían las procesiones cada vez que a un saetero le daba por arrancarse, algo que hoy día prácticamente está desapareciendo, no solo en Bailén, sino en toda Andalucía. Aun me parece sentir estar volviendo cansado, en la noche, del primer día grande de verdad para los cruceros bailenenses, cruzándonos a las mismas caras de todos los años, con mi familia de vuelta a casa, vestido con la capa blanca, sin caperuz puesto, como se sigue haciendo hoy día –aunque el pasado Viernes Santo un nazareno  atravesó Bailén haciendo gala de la verdadera esencia, ocultado su identidad, en busca o más bien en plena penitencia, la que comienza cuando se sale de casa y termina cuando se llega a la misma, demostrando que SI se puede sin tener que estar en Sevilla…-, con el “blandón” –el cirio vamos- metido en el cucurucho de cartón que me hizo Tomas Ortega, el abuelo de mi amigo Óscar saboreando los días grandes, tal como entonces lo tenían enamorado…

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