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lunes, 23 de junio de 2014

DIOS SALVE, EL CORPUS DE SEVILLA... (II)

Tras una noche en la que me costó conciliar el sueño, suele pasarme cuando me impacienta un madrugón, abrí la ventana del hotel, mirando al cielo como si fuera un nuevo Domingo de Ramos y en el mismo aún se acariciaban resquicios de las tinieblas que antecederían a la luz especial, sin duda que este día brilló como pocos, por ser el “Día del Señor”. Volvía a levantarme temprano después de muchísimos años un jueves de Corpus Christi y un nomenclátor de la calle quizás me retrotraía a aquella foto en el que con trajecito verde acompañaba a mi padre de la mano pisando la juncia que se vertía para el paso del Dios Verdadero, pero aunque estaba en una de las calles más importantes de Sevilla del siglo XIX, por eso de llamarse Bailén, era el Corpus de Sevilla el que me esperaba. Hora temprana por aquello de las calores que ya se registran para la festividad sacramental por antonomasia, temperaturas como para tirarse en una playa –dicen que muchos eligieron esa opción, como si no hubiese verano por delante…-, pero al contrario fue una mañana de una brisa perfecta.
Las siete y media de la mañana, y curiosamente con una camisa de tonos verdes, me encaminé a comenzar una mañana pletórica, de esas que me afirmaban que ojalá viviese allí para vivirlo todos los años. Ciudad aun dormida, algunos operarios de la ciudad sin festividad según los convenios digo yo, para hacernos más placenteros el día y algunos ya surcaban la ciudad con sus trajes, estampa indispensable de las sevillanas maneras para cualquier evento que requiera la elegancia. Por la Magdalena, San Pablo, Rioja, Tetuán… atravesando en busca del primer pellizco del día, que sin esperarlo me lo encontré en Sierpes cuando mi memoria viajaba a aquellas calles de juncia, pero en Sevilla había verde, pero otro verde quizás más “litúrgico” o con más sabor a Dios, porque el olor indescriptible a romero en toda la mañana fue una de esas cosas que más me enamoraron del Corpus según Sevilla, porque la ciudad también tiene su canon para el Día del Señor, que comenzó como vimos ayer con las vísperas.





Pero quizás la víspera aún seguían, aunque ya parecía que había llegado la hora, cuando este que suscribe buscaba el primer reflejo de Dios, curiosamente, en un día como hoy, todo instrumento debería pasar a un segundo plano, pero creo que Dios lo quiere así, que en Sevilla, su día grande comience enmudeciendo a todo aquel que lo busca temprano, al alba, eclipsando el sol con sus cabellos, que serían como los rayos de una custodia, alzando su mano y bendiciendo por segunda vez en el año a su tierra. Subía la Cuesta del Rosario prácticamente despoblada y un cortejo sin fisgones en las aceras se abría paso tempranamente tras una cruz parroquial. Hace ya unos cuantos años, la hermandad penitencial con la esencia más eucarística, la que sin duda abre la Pasión de Cristo, pensó que en su altar del corpus quien mejor lo podría coronar es su amantísimo titular, que siempre se encuentra, eternamente detenido en el tiempo impartiéndonos la primera comunión de la historia. El Señor de la Sagrada Cena, portentoso Cristo salido del imaginero de las vírgenes, Sebastian Santos, coronaria ese altar, sólo, sin sus híper-barrocos discípulos y en un principio lo llevaron como se dice allí “privadamente” es decir en un vehículo. Algo muy común dirán muchos que no son sevillanos hasta que entendieron que esta forma es la misma en valor como decir vamos a llevar un candelabro, una peana o una vitrina y la imagen, por muy material que sea, representa a Dios, se le rinde culto y a Dios no le podemos dar el valor de un mueble. Se podría haber llevado en andas o pequeñas parihuelas, que desconozco si se dio el caso, pero pensaron que la forma más sevillana es la de los costaleros y por ello, desde entonces, primeramente sobre el paso de la Virgen del Subterráneo, evidentemente sin palio, en provisional paso de gloria y con la llegada del paso de la Humildad y Paciencia, en este, cada jueves de corpus se comenzó a dibujar una procesión, que debería ser secundaria en el día del corpus, pero es que la primacía la da el sentimiento, y el sentimiento es un don de Dios y ante eso, es difícil imponer. Traslado de ida al Palacio Arzobispal, si no me equivoco el último altar en que el Dios verdadero de la sagrada forma se encuentra ante su representación plástica de cuando Él obró el milagro del pan y el vino. También hay evidentemente traslado o procesión de vuelta, con más esencia cofradiera que despierta las pasiones de un pueblo que ve en esto una nueva oportunidad de sobrellevar la depresión pos semana santa, casi como un nuevo Domingo de Ramos, pero casi siempre sin apostolado.






Así un año más el Dios de la Cena se entrecortaba con el frescor de una mañana que fue magníficamente agradable. Un cuarteto de viento metal, de la banda de las Cigarreras alzaba al aire cantos litúrgicos y adaptaciones de piezas sacras, más el acompañamiento celestial de las voces de una coral o escolanía. El sobrio paso se revestía de flor blanca, para darle el matiz más glorioso del día, entremezclándose magistralmente con espigas y racimos de uva, esencia innata que nos dio Dios de donde se saca su carne y su sangre para estar para los siglos en comunión con Él. Se pueden creer que mientras escribo esto me parece percibir el olor del incienso, mezclado con el del romero, cuando la zancada poderosa de los de abajo lo iban abriendo como para perfumar el camino del Cristo que mira con más unción al cielo de Sevilla. Andar rancio, es curioso que hace pocos días, en la primera crónica del Domingo de Ramos dijese que le sentaba magníficamente al Cristo las ropas bordadas y venga en el corpus revestido con el mantolín bordado, que para la ocasión también le cedió “su hermano” de la Humildad y Paciencia, además de cambiar el blanco inmaculado de la túnica, por la plata del tisú de plata de una nueva túnica que estrenó recientemente, matiz más mustio que le dio más sabor a la salida. Además venia el Cristo mostrándonos una de sus particularidades, y esa es que la imagen cuenta con dos manos izquierdas, la original de Sebastian Santos, extendida y una segunda, de autor por el momento anónimo que se la realizó para que pudiese coger el cáliz de la salvación, y con ésta venia el Señor de los Terceros.










Poco a poco se iban incorporando más gente, enganchándose al paso cuando el mismo los alcanzaba en su silente y solemne caminar. Al haber tan poca gente, para lo que es Sevilla con su procesionismo, le daba un tono más intimista, daba la sensación de que los que íbamos alrededor, sin dejarlo un momento sólo al Señor, éramos auténticos apasionados de todo este fenómeno en el que Él reina en medio de todo. Podríamos estar llamados por la costalería o la estética del procesionismo, porque en esto fue una nueva clase magistral del folclore puro popular pero bañado con las esencias eclesiales. Por Francos emergía a la Cuesta del Bacalao, magnificencia sublime ante el altar montado por la Sed, donde la pasión y la gloria se hacían uno solo. Figuras conocidas pasaban, llegaban, se quedaban o se iban, desde Carlos Villanueva, Antonio Santiago o el popular músico y presentador Manolo Esteban, porque para los que somos capillitas, no podemos obviar que un paso está en la calle y pensar solo en el Dios de la eucaristía, y es que en todo momento, aun siendo una fiesta de la iglesia, las cofradías siempre estaban presentes en todas la bocas, se hablaba de ellas y su actualidad, se palpaba el por qué la Semana Santa allí es punto y aparte, y el que no me quiera creer, que vaya allí, pero mucho y lo irán comprobando, son punto y aparte, allí un tío como yo es normal, fuera muchos me tildarán de friki. Los vencejos recibían a Dios en la madera, Él los miraba jugar con la banderolas de la Giralda, en honor del rey mundano que se iba a coronar, en un día donde precisamente su reinado cada vez parece que tiene menos importancia. Pero Sevilla me demostró que se resiste a que allí también ocurra, mientras el silencio y el murmullo de una mañana que avecina fiesta se entrecortaba con la arriá del paso del Señor de la Cena  en su lugar como altar efímero del corpus, que con tan magno paso, para eso son retablos errantes, poco más exorno necesitaba.





Tocaba ahora la procesión protagonista de todas estas horas de celebración, buscando en la avenida una silla de las que montan al modo de carrera oficial de Semana Santa para el que prefiera contemplar y esperar el larguísimo cortejo sin estar de pie. En la misma puerta de San Miguel, minutos antes de que comenzara el cortejo alquilé la silla, a siete euros, mientras los ecos de un señor mayor que discutía con los vendedores por el precio exclamando que era “el robo más grande del siglo” se entrecortaban con el ir y venir de las gentes. Lugar privilegiado, con la zona atestada de gente tanto sentada y de pie, pude comprobar al pasar la horas que fue el mayor acierto que pude acometer, a Dios gracias que me lo puedo permitir, tampoco es que lo vea caro, pero cada bolsillo tendrá su historia… total, para un día. Un cafelito con leche para echarle algo al cuerpo y comenzar a visualizar el extenso cortejo, que te traía al principio pues supongo que cada media hora un paso, porque tardó en salir la procesión casi tres horas. Desglose de vestimentas que retrotraía a tiempos lejanos, como los niños Carráncanos que abrían el cortejo seguido de interminables filas de hermanos de todas las cofradías de Sevilla, entre penitencia, glorias, sacramentales, etc… es la procesión más importante del año, y de esta forma intenta manifestarlo la esencia sevillana aunque ¿lo consiguen? la Semana de Dios nos sigue dando otras cifras… Bendita silla que te hacia sobrellevar placenteramente el pasar y pasar de hombres de traje y señoras, la gran mayoría con tonos oscuros y ropa de “seriedad”, que personalmente me encanta, esta forma de tomarse las apariencias en Sevilla, prefiero eso que ver mujeres vestidas de mantilla totalmente de blanco, yendo contra la esencia pura de la festividad y la medula espinal de cómo y cuándo hay que vestir una mantilla, aunque en Sevilla también se vean de vez en cuando ejemplos de lo que para mí es lo erróneo. Bacalás de infarto, estandartes eucarísticos o guiones, caras conocidas de la primera plana cofradiera en los cortejos, como algunos capataces, como Villanueva o Manolo Gallego.











Ahí nos iban llegando los pasos, que viene a ser como un complemento de realce a la procesión de las procesiones, donde no se mete por meter, de hecho en las últimas décadas se le ha negado apariciones extraordinarias por diferentes motivos al paso que mejor se adaptaría a la festividad, como es el misterio de la Sagrada Cena, teniéndose que conformar con su ya tradicional traslado al altar del palacio arzobispal, aunque dicen que puede que se incorpore un nuevo paso en el futuro, San Hermenegildo. Ramillete de santos con esencia puramente sevillana, nacidos en la ciudad o con fuertes lazos con la misma. Abría el abanico de pequeños pasos, seguramente los más pequeños de la ciudad, la última en incorporarse a este elenco, Santa Ángela de la Cruz, una imagen salida de las manos de Navarro Arteaga. Andar silente, como paso de silencio al no contar los pasos con música salvo dos, pasaban fugaces, no podría ser de otra forma, como para poder darle aire a este cortejo que dicen supera las 4000 personas. Tras otro porrón de cortejo, creo que demasiado excesivo el dar entrada a tanto hermano por hermandad, llegaba el siguiente paso, de los más ricos del cortejo, porque lo ciertos es que suelen ser muy sencillos, donde las cuadrillas de la O sacaban a las santas trianeras por antonomasia, Santa Justa y Rufina, comandadas nuevamente por una familia Ariza que en dos días se quitarían poco el terno negro, con el mismo compás fugaz, tanta espera para que luego los pasos no se pudieran saborear más intensamente.








Destacar los modos y formas de la sevillania con el concepto del tamaño del cirio, todos del mismo grosor, o más o menos, aunque algunos se presentaban más cortos según la edad del integrante de la procesión. Un niño portaba su cirio color sacramental siendo casi más alto que él mismo, me dispuse a fotografiarlo ante el detalle que percibe alguien que tiene que estar explicando siempre estas cosas a quien no quiere comprenderlas. Tras él, un señor que por la edad supongo que sería su abuelo llamaba a la compostura del crio cuando vio que lo fotografiaba. Quizás pensó el señor que estaba aprovechando el poco aguante de la edad para criticar u algo parecido las cosas de la procesión en algunos de esos lugares que tan poco entienden estos veteranos cofrades, en eso del Internet. Pero que descanse el señor, si lee y ve la fotografía, que fue simplemente para dar testimonio al mundo, de que bien hace su ciudad en cuidar los detalles.
Llegaba San Isidoro con su cuerpo revestido de plata, imagen curiosa del repertorio de grandes ejemplos imagineros con el que cuenta la ciudad, y no me gustaba la a veces masificación de fotógrafos y reporteros que esperan como si fuera aquello la zona vip de la procesión, incluso una especie de equipo de grabación francés parecía que estaba grabando un reportaje sobre el mismo, quizás pronto los gabachos se hinchen de verme allí sentando, porque no paraban de captar planos del público, y es que el día seria de mucha televisión… empezaba la gente a preguntarse quién era quien, porque después llegaba San Leandro, una imagen casi calcada a la anterior y algunos sentenciaba que el que llegaba era San Isidoro, aunque como le dije a las dos señoras que me acompañaban en la sillas, San Isidoro lo llevaban los costaleros de la hermandad homónima de la Costanilla como tengo entendido y San Leandro el capataz que observábamos, Antonio Santiago con macarenos debajo. A partir de aquí, los pasos tardaban menos en salir. Un rato antes ya había llegado allí la banda municipal, con su director a la cabeza esperando el momento de acompañar al patrón de la ciudad, que salía majestuoso con su impecable presencia, este nuestro rey santo que emprendió el camino, aunque fuese empuñando la espada de devolver la palabra del pobre carpintero de Galilea a esta península. Flor roja, como de pasión para San Fernando, el primer paso con música, la de la municipal que lo siguió con la marcha “Triunfal” ante mi decepción de esperarme la marcha “Fernando III el Santo”, que para esa opción, pensé que sería muy propenso Francisco Javier Gutiérrez Juan.










La verdad que parecía una procesión de silencio, porque el pueblo guardaba una compostura digna de elogio, hasta que la música llenó de más jubilo el día, la verdad se agradeció, no sé quién me lo dijo, pero quizás ponerle bandas a cada paso sería un acierto, cortejo hay para que las bandas no se estorben, eso sí música de palio, para que los pasos anden, como le pongas a Triana, no quiero imaginar lo que se podría armar… tras él le tocaba el turno a la Madre del protagonista en su representación icnográfica de la inmaculada concepción, en una ciudad donde tiene el doble de valor añadido, de los pasos más grandes, aunque fuese un 4X4, en sencillas parihuelas, de faldones celestes, pero dignísima para honrar esta gran imagen de Alonso Martínez… si hubiese estado allí el amigo Gurrero, seguramente hubiese dicho “una cosa así para la de San José Obrero (Bailén)…









Tras la Inmaculada, las ultimas cofradías, las que viven bajo el techo de basílicas menores antecederían a la cofradía sacramental del Sagrario que en estos días tiene sus días grandes con la salida de su imagen del Niño Dios, inmortal imagen de la imaginería andaluza que sirvió de modelo inspirador para tantas otras, de una iconografía tan abundante, salida del genio, del dios de la madera… un placer ver caminar por Sevilla otra de las joyas de Juan Martínez Montañés, seguramente a su paso por el Salvador, el maestro de bronce tuvo que preguntarse, que clarito te me han dejado Jesusito… caminaba el Niño Dios, en la madera, bajo templete rico de plata e iluminado por la cera roja, que en verdad solo es a ella la que le corresponde este honor y distintivo que el resto de hermandades con carácter sacramental de la ciudad han extendido a una norma y liturgia que no les pertenece, pero… y lo bonito que queda la cera roja en un candelabro o farol… por cierto, destacar el detalle de presenciar en una mañana dos procesiones contando sus pasos con sus elementos luminarios y encendidos, porque la luz de la cera, en nuestras cosas sagradas ilumina de dos maneras…
La larga procesión comenzaba a tocar a su fin cuando llega la primera custodia, la pequeñita, como relicario a la Santa Espina del Señor que se venera en la ciudad, también al son costalero. Si es que ir sin ellos, es ir de gracia desprovistos… ya lo dijo el pregonero, y así lo advertí tristemente, cuando si gracia ninguna venia la custodia de Arfe albergando en su epicentro a Dios Sacramentado. Muchos dirán que todo exorno y aditamento exterior no tiene que restarle mensaje alguno al único protagonista. Inconmensurable custodia y el bordado de los faldones que tapaban las desprovistas de gracia, ruedas, aunque no sé, me esperaba todo más grande. Aun no comprendo cómo Sevilla, con lo que es para sus cosas puras, no ha pegado el puñetazo en lo alto de la mesa de palacio, y hace como mínimamente tiene la Virgen de los Reyes, su cuadrilla de costaleros para darle ese son tan mágico, que por ejemplo en Granada estaría llevando Dios a las órdenes del bueno de Pepe Carvajal. En cierta charla, su amigo e hijo de su maestro, Antonio Santiago explicó una posible razón, por no decir la razón de porque en cierta ocasión la curia decidió quitar la cuadrilla, de la que hay constancia, es el vestigio más antiguo que se conoce de “gallegos” portando un paso, la custodia de Arfe, la casa de Dios en su día del Corpus Cristi. Aun así, fue un reencuentro con Dios en la calle después de muchos años, mal la verdad pero es la realidad, si es que uno no puede evitar ser más del evangelio de los sencillos, pero con la firme convicción de que Dios estaba ahí, entre ese entramado de columnas y ángeles de plata, de hecho creo que Dios puede estar donde quiera, y donde alguien lo busque, el irá a su encuentro aunque sea en el lugar más indeseable. A Dios verdadero le di gracias por los mágicos momentos que estaba viviendo y aun me quedaban, gracias por mis cosas aunque sepa que haya cosas que aún no pueda redirigir, aunque supongo que todo llegará. Se marchaba avenida abajo la Custodia, en un lugar abarrotado aunque como dicen y muestran otras crónicas, en el resto del camino fue bastante desangelado, seguida de algo que me retrotrajo sin duda a mi pueblo, cuando una escuadra militar con gastadores y banda de música –Soria 9 creo- seguía la senda de Dios haciendo las delicias del público, como ocurre cada año por julio en mi pueblo.





Tras una infructuosa búsqueda por diferentes quioscos del DVD que sacaba en este día el diario ABC del 50 aniversario de la Coronación Canónica de la Macarena, tocaba ahora el broche de oro volviendo a sentir ese segundo Domingo de Ramos cuando el Señor de la Cena nos emocionara a los pies de la Giralda andando siempre al compás del “Amor de los Amores” en las cornetas de las Cigarreras, donde tuve mi último encuentro, bajo un sol que ya agobiaba con la custodia de Arfe, buscando la Puerta de los Palos, donde el ejército nuevamente me retrotraería a las noches del 20 de julio en mi pueblo, rindiendo honores a Dios Sacramentado como en mi pueblo hacen con la virgen de Zocueca…

CONTINUARÁ…

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