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martes, 3 de junio de 2014

A LA VERA DE LA ESPERANZA MACARENA...

Una despedida de soltero de mi hermano, una final de Champions, encima había que trabajar como un día normal al siguiente sábado para comenzar unas vacaciones forzosas de dos meses, pero bueno más quisieran otros… la Esperanza parecía una neblina verde con matices de oro que parecía esfumarse por una noche lejana, donde las estrellas parecían mariquillas, que se dibuja allá por los perfiles de Sierra Morena, esa que miro anhelando siempre la tierra prometida que corona un Giraldillo desde lo más alto del Ventorrillo de fuerte sabor a cauce del Rumblar. Iba a estar la única imagen mariana que de verdad me hace mirar más con la devoción que con, no se definirlo… ¿“la idiosincrasia mundana” puede valer? en puro ajetreo, tantos días fuera de su casa, que la pobre en las primeras horas de la mañana del pasado domingo, ya en la soledad de su basílica menor se tuvo que sentar en ese su trono de los besamanos exhausta y con ganas de echarse unas cuantas horas en esa cama de gloria que nadie conoce, pero que tendrá en el joyero de Marmolejo. Han sido tantos días de Macarena en la boca, en las primeras planas, que uno ya hasta casi aborrecía y prácticamente le daba de lado a tanto caudal desbordado de macarenismo. Tantos días y parecía que no iba a aprovechar nada, la ilusión se me iba de las manos, a veces la rabia y no sé qué más, que hasta que no salí del trabajo un poco antes de que el reloj marcase las siete y media de la tarde, la esperanza se amarraba al cuello, y en el reproductor del coche, sin buscarlo sonaba la marcha-himno del maestro Braña…
La Esperanza despertó la pasión, y me decía que no podría perdérmelo, que era motivo para hacer un esfuerzo y que si iba a su encuentro, iba a comprender cuál es la magia de sus andares cuando el sueño de Juan Manuel acaricia el aire de Sevilla, que Ella me guiaría, y que no temiera nada que David y yo nos extasiaríamos ante su penetrante mirada estrábica. Eran las 20:15 de la tarde, lo marcaba el reloj de mi C4 y a mi derecha una ciudad me traía aires de una estrella, la de los mares que si Ella lo quiere pronto volveremos a navegar, aires de trabajadera, incienso y pasión aunque siempre vayamos en la gloria. En el otro extremo de la nacional IV nos esperaba dolorosa y a la vez gloriosa, según se mire su perfil, entre la pena y la sonrisa. Muchos bailenenses se perdían en sus encantos y magnificencia durante todo el día. Seguramente esto es histórico porque un autobús de baileneros no salió para Madrid, Barcelona o Bilbao a ver futbol, y si es a Sevilla el Betis o la Selección, ni tampoco un autobús de baileneros se iban al carnaval de Cádiz, y tampoco a una jornada dominguera en las costas granadinas, ni a un aeropuerto para irse a las playas de Tenerife o Mallorca. No, por fin, las típicas excursiones de Bailén tomarían un nuevo rumbo, como Dios manda un autobús se llenaba para ir a contemplar cofradías, procesiones, a Sevilla… irían a disfrutar y espero que aprender y me consta que puede que las dos cosas se hayan quedado guardadas en el cajón de la memoria. Me cuentan que alguno se preguntaba ¿Qué raro que no esté por aquí el capillita?








El jartible cofradiero, que lo ha mostrado sin complejos en esta casa, no podía faltar ante una de las salidas más importantes de la religiosidad popular, aunque hasta última hora ni el mismo lo supiera. Casi ni le dije adiós a mi madre, y me llevé lo puesto para entrar a la vieja Híspalis, tras unos de los viajes más placidos que he hecho –seguramente la de las mariquillas verdes iba en el asiento de atrás- y encaminarme desde la Cartuja, otra vez buenas noches al mastodonte Pelli, hasta la casa del amigo Iván, que una vez más me tengo que quitar el sombrero con su cortesía, inflar un colchón mientras el aire fresco de la calle Martínez Montañés entraba por la ventana. Creo que es la primera vez que llego a Sevilla anocheciendo, por la calle Baños un aun rezumante a estreno, azulejazo del Cristo de la Vera Cruz, en la pared de su capilla nos pegaba el pellizco, de que otra vez, Él lo había querido, y el pellizco nos venía aún más grande con el color de sus cirios y tonalidades, color del Santo Árbol de la Cruz y de la Esperanza, que a esas horas estaría emocionando a los calés sevillanos que contemplaban como Macarena y Angustias charlaban con su Hijo de la Salud.
Vida y más vida en el centro de Sevilla, la verdad que esto me encanta de las capitales, aunque algunos me digan que es mejor la tranquilidad del pueblo. Buena cena, en la cuesta del Rosario aunque no con Cruzcampo nos llevaba en busca de la ronda de la gloria, entre tanta belleza de ciudad, entre arquitectura, idiosincrasia y como no, disloque de formas femeninas luciendo sus mejores galas y encantos. Salíamos de la plaza gitana que antaño guardaba a la Señora del Valle y nos adentrábamos en esa ronda histórica que Pedro Guerrero nos contaba era desbordada en la tarde por una multitud que sabía que la que estaba en la calle no era una advocación más… íbamos buscando aquello que dicen, a ver si era verdad, que Ella es la Madre de Dios en Sevilla. Parecía Semana Santa al contemplar una gran avenida tomada por las masas y los servicios de limpieza esforzándose en que pareciera que por allí no había pasado nada. Quitaban suciedad, pero no quitaban la ilusión que se dibujaba en aquellos rostros que ya venían de verla, por que como dice la poesía, Ella siempre permanece.
Al fondo la masa se hacía más densa y un palio se movía en busca de un lugar que nunca había visto hasta hace pocos meses y ahora cada vez que voy me encuentro en su dominios. La basílica menor de la Auxiliadora y de otra Esperanza, la última de la Semana Santa, se abría para recibir tan cortes e histórica visita. Caminábamos pero sabíamos que más de ahí no íbamos a poder pasar, y que aun quedaría un poquito más para reencontrarme con la Esperanza como más lo llevo soñando desde que un día me enamoré de la Semana Santa sevillana.
En el compás salesiano se alejaba con el perfecto compás de los elegidos macarenos, con el movimiento perfecto que solo su cuadrilla con ayuda de las mejores técnicas de priostía sabe darle a la más buena Moza de San Gil. No pudimos contemplar la bella estampa que se dibujaría en la puerta del templo trinitario, donde la Auxiliadora y la Esperanza trinitaria recibirían a la Macarena –tres Reinas coronadas canónicamente-, pero lo bueno de las tecnologías nos lo traía rápidamente. Aun no se había posado el que llaman “el palio de Sevilla” y en Twitter ya podíamos contemplar la escena todos los que no estábamos dentro del compás.  Se hizo la espera un poco larga, casi dos horas hasta que llegó el éxtasis. Allí de pie, solo sentía el desplome del sueño, era normal, pero había que seguir, tal como diría el capitán del altar errante de la Esperanza. Al fin la cruz de guía, la primera realizada completamente en metal, volvía a dibujar la dirección, la senda por donde vendría la Madre de Dios según Sevilla, bajo las banderitas de fiesta que a los sevillanos tanto les gusta poner para sus celebraciones, aunque por aquí nos choquen, ese toque festivo con una Virgen que es dolorosa. Pero esta procesión era de gloria, mientras en el cielo se dibujaban luces de fiesta ante la llegada de la Macarena. Pero ahora tocaba abrir el alma, entre la torreta de televisión ya veía a la Señora moverse con su especial compás, tremendo esfuerzo de la gente de abajo, que la llevaron como si su catedral juanmanuelina no pesara. Llegaba a la puerta del compás y la música se hacía más presente, justamente en una parte que a mí me traspasa definitivamente. Lo he dicho muchas veces, Pedro Morales fue tocado con su gracia cuando escribió el trio final de su marcha “Esperanza Macarena”, estoy seguro que en la alcoba del cielo, algo así tienen que interpretarle los ángeles y Ella sabía, no mi predilección, si no mi emoción incontrolable al contemplarla con esta marcha. Algunos pensaron, yo también, que lo del pasado sábado se podría haber convertido en una romería, algunos creen que fue así, para mí después de vivirlo no la verdad, creo que la Macarena estuvo medida en todo momento, retraso sabíamos que iba a ver, pero nunca la vi que su caminar se convirtiera en algo insoportable y fuera de los cánones que merece este tipo de actos religiosos y populares, aunque por ejemplo no negaré que lo de “Suspiros de España” en la urbe de Aníbal González, para mi estuvo fuera de lugar. Soy macareno, si es que se puede decir así de rotundo, no por devoción, aunque no les negaré que la Esperanza es la única imagen que me pega el pellizco de la emoción y me despierta la necesidad de la oración como no hay otra en el mundo. Soy macareno por unas formas, unos cánones, aunque en algunas cosas no esté de acuerdo, pero generalizadamente pienso que hacer las cosas como se hacen en la corporación de la Resolana, son el más perfecto camino a seguir. Para mí la Madre de Dios está en el cielo, la que nació en Nazaret, esa es la verdadera devoción de los simplemente capillitas, la que mis ojos no pueden ver, al igual que su Hijo bendito. Para mi cualquier imagen es válida para intentar hacerme a una idea de cómo sería estar frente a frente con la nacida sin mancha, por eso suelo intentar diferenciar tanto entre lo que es devoción, y el otro gran ingrediente de todo esto…la cultura cofradiera, que a su vez se une de la mano con la religiosidad popular para llegar a la veneración de la imagen y dar el salto definitivo a la que vive allí en la gloria, que simplemente baja y se aposta junto a nuestras imágenes para escucharnos, cuando los humanos comprendemos que esa es la mejor forma de poder hablarle…






Así lo quiso María, y bajó del cielo y se hizo Macarena y bajo su catedral de plata y bordados se plantó nuevamente en la ronda para callar a la multitud, y el pellizco no podía ser casualidad, luego, tras lo ocurrido sentí que Ella me estaba esperando, porque no hubo muchas más oportunidades, se bajó del coche quizás cuando íbamos por la S-30 y volvió bajo ese palio, que le cuento a mi padre –mientras él se ríe pensando en los “exagerados” que son los sevillanos-, que los macarenos no saben de qué color es, pero que si le preguntas como es su cara, te la describirían mejor que el mismo genio, que ya fuese en la tierra o en el cielo, la sacó de la madera para legarnos a uno de los iconos marianos más grandes de la humanidad. Sonaba “Madrugá Macarena” y los repelucos me hacían entrar en esa mística, que como dije casi ninguna otra me introduce. Veía por fin su palio moverse con Ella debajo, y sentí que es el mejor momento para contemplar a la Esperanza, sobre su paso y andando con la gracia de los costaleros. Veía el rojo del palio y me acordaba de mi padre y se lo contaba a Ella, le pedía salud y benevolencia con los míos, y para los que no lo son, porque tanto a Ella como a todas las imágenes que contemplé en las horas que estuve en Sevilla, les rogué por un joven que con demasiadas pocas primaveras está emprendiendo la chicotá más dura de su vida, ojala le eches una mano, como tantas veces a su padre le he replicado cuando no cree en el poder de tu divinidad y la de tu Hijo, al que visité al día siguiente, el Gran Poder… no le robéis la vida que tanto ansiaba y presume su padre, él que fue un premio a su vida tras resurgir de un pozo del que muchos no pueden salir.
La melodía de la marcha marcaba los repelucos, el compás de los costaleros era como imaginaba, perfecto. La revirá ni eterna ni larga, ese era el son como diría su capataz, como diría su padre en el cielo, que ya en los albores basilicales salió a relucir, porque el fue el genio que nos envenenó a todos, abriéndonos las puertas más blandas que hay, la de los faldones para hacernos rezar como pocos pueden hacerlo, bajo las trabajaderas. Silencios macarenos, incluso de la muchedumbre, que ya se colaba un poquito, que caminaban delante, creo que innecesaria porque irán cerca de Ella durante el camino, pero es que ni disfrutan ni dejan disfrutar. Ciertamente, la Virgen en lo alto del paso iba de pertiguera divina, velando por sus sufridos acólitos que parecían palos a la deriva en un rio revuelto. Fue la primera, me quitó el sueño, a Pedro el dolor de pies, rodeada por costaleros de su Hijo el Sentencia, las manos atravesaban milimétricamente nucas y narices y tocaba el galeón de la Madre de Dios, porque con esto bastó para comprobar que lo que dice en el azulejo del bar del arco es una verdad rotunda, en el barrio de la Macarena vive la Madre de Dios…
El paso en movimiento me pareció más grande que nunca, las medidas perfectas, “el palio de Sevilla”, por algo tendrían que decírselo. Habré visto pasos e imágenes, pero ninguno me ha pegado el pellizco como lo que sentí en ese momento, en que todos fuimos por milésimas de reloj iguales… me preguntó el domingo de vuelta mi padre ¿Quién le tocó? Y le conteste: “como no podría ser de otra forma, la Sociedad Filarmónica de Ntra. Sra. del Carmen de Salteras” y Salteras sonando como de costumbre, magníficamente nos trajo en los primeros compases el recuerdo de un amigo, que si hubiese estado ahí, quizás hubiera roto los lagrimales. Sonó “Macarena” de Abel Moreno, Pradas en nuestra memoria y la magnificencia del manto de coronación nos dibujó el primer adiós…
Siguiente parada, con multitud por todos lados, fue en una plaza del Pelicano donde las colgaduras de los balcones nos hacían ver que no estábamos en territorio cualquiera. Sevilla, para esto es punto y aparte, por eso siempre será la que nos enseñe, porque difícilmente se nos ocurrirá algo que supere lo que allí se estila, en un escaparate una virgencita de gloria creo que hacia al amigo Guerrero darme la razón cuando le digo como hay que vestir a una gloria que a los dos nos gusta mucho. Colgaduras pomposas, casi retablos en los balcones y escaparates y más fuegos artificiales para recibir a la “Bella Perla de San Gil”, que ya buscaba su arrabal abandonando la Ronda. Seguía el compás, el son perfecto, se puede andar más despacio y también más rápido, eso los costaleros y capillitas que sabemos cómo funciona el mundo de abajo lo sabemos. Venia de visitar la casa humilde donde nació tal como la definiría su mítico capataz, Luis León, “una costalera de la caridad”, porque ellas trabajan sufridamente por los más necesitados como también diría su maestro Manolo Santiago, “las que lo dan to´ por los que no tienen na´”. Es curioso, un mendigo nos pedía en la plaza, seguramente para vicios, porque el litro de cerveza iba en su mano minutos después, pero allí arriba nos piden caridad mínimamente, querer ayudar al prójimo aunque pensemos que no se lo merezca. Pasó la Virgen Macarena, con unos sones que nos recordaba a alguien que eso lo hizo a las mil maravillas… sonó “Esperanza de Sor Ángela”.













La noche avanzaba, la madrugá, pero no era esa Madrugá de los sueños, le faltaba la luna del Nissán y el azahar, por cierto que poquito incienso olí, seria culpa de la turba que iba delante, lo siento, estorbando más que embelleciendo, lo malo de la extraordinarias supongo, en Semana Santa esto nunca lo he visto así. En la siguiente parada la bulla agobiaba con tan solo respirar el calor de las preturas. Unos jóvenes se fotografiaban a lo Cristiano Ronaldo con José Antonio Rodríguez y es que las cofradías están tomando tal dimensión que sus periodistas cofradieros son más famosos que los de los concursos e informativos normales. No sabíamos dónde estábamos, la Virgen buscaba San Julián que dimos un nuevo rodeo y nos plantábamos en la misma Puerta de Córdoba que hace siglos la Hiniesta gloriosa anunciaba entre retamas catalanas que esa era su casa y que quería volver a Sevilla, y quien no… es decir San Julián se nos había quedado atrás aunque no nos dimos cuenta hasta que pasó nuevamente la Virgen Macarena. Por San Julián también hubo parada eterna, es normal y la espera despertó nuevamente los bostezos sobre un bordillo frente al convento de Capuchinos. Volviendo de una gasolinera, donde habían arrasado con “los” Cocas Colas y las bebidas isotónicas contemplé nuevamente las maravillosas bambalinas de Elena Caro, fieles seguidoras del sueño de Rodríguez Ojeda acercándose a nosotros. Era junio, pero la Saeta emergía desde los balcones. La luz de la cera le daba un aura inexplicable a aquella que por abril cumple diecinueve años. Se alzaba al cielo donde Ella manda y los ecos de Marvizón nos recordaban que estábamos cerca de la casa donde nació una nueva advocación para la gloria de María. La catedral de la Esperanza venia elegante al compás de “Pastora de Capuchinos” y se plantó ante mí para pegarme el ultimo pellizco, o casi... Ahí comprendí a esos macarenos que no saben el color de su palio. Todo parecía sobrar, aunque todo le diera la magnitud que tiene. Solo podías perderte en su carita de jovenzuela dulce y delicada. Las mariquillas del Gallo se movían, ¿al compás de sus costaleros? Que va, al compás del palpitar de su corazón, en cada respiración, porque yo no he visto imagen que en ocasiones parezca que la madera se vuelva carne. Revirá que levantaba los silencios macarenos, los repelucos de los barrios, siguiendo el camino que cada Domingo de Ramos toma la Hiniesta y acabada la marcha de Marvizón, se alzaron al cielo los ecos que faltaban, que venían a definir todo lo acontecido, esos que en la mañana me apuntaron una nueva señal, sin buscarlos, sonaron en un cd de marchas que de vez en cuando pongo cuando en la radio me aburren con siempre lo mismo. Por cierto, si mis amigos de Oviedo les pica la curiosidad, ellos que llevaron la Esperanza a Asturias, podrán encontrar en la biblioteca Ramón Pérez de Ayala de Oviedo la partitura original de la marcha que escribiera su paisano Pedro Braña para la coronación canónica de la Macarena cuando por entonces dirigía la Banda Municipal de Sevilla, y que han llegado allí gracias al depósito que han realizado sus descendientes.
Sonaba “Coronación de la Macarena”, cornetas y rítmica gloriosa para su pena y el arte efímero alcanzó las cotas más sublimes de la noche, llegaba la hora del adiós, los cuerpos eran vencidos, aunque Ella seguía en pie para seguir recibiendo ruegos o gracias, y llenando de Esperanza a Sevilla y a los que nos hicimos sevillanos ante su presencia. Ya nos íbamos y pareció que la Esperanza nos quiso dar un pellizco más y la contemplamos a la vera de la muralla que Ella aun custodia, las cinco de la mañana y seguía sin caber un alfiler a su paso. Sonó “A ti Manué”, que no es de mis preferidas pero como siempre suele ocurrir, Ella se encargó de que la misma me sonara a gloria…
Acabó la noche Macarena. Macarena, Macarena y más Macarena ocuparon todas las portadas y los comentarios. David, que pierde la lagrima por la de la otra orilla se hinchó de aguantarnos escuchar que quien tiene más copas de Europa y quien es la que manda en Sevilla. Pero como la Madre de Dios no entiende de rivalidades, nos llevó al día siguiente hasta las plantas de la Marinera para que no se fuera sin verla, a Ella y al Moreno de la calle Pureza. Que mejor que despedir la visita a Híspalis que con un poco pescadito en Triana, aunque el bar se llame “Miami”. Muchos macarenos foráneos vi por Triana en esa maravillosa mañana, las que siempre regala Sevilla cuando el sol reina en las alturas. Antes visitamos San Lorenzo y sus cofradías, como no, al Hijo de la Macarena enmudeciéndonos una vez más con su grande y poderosa zancada. Hasta una vez más nos fuimos con una nueva lección aprendida de cómo son las procesiones de impedidos en Sevilla, hasta con Tejera tocando “La Soledad” de Pedro Morales a la sombra de Juan de Mesa. En Triana nos recibía el Cachorro, más Dios que hombre, o eso dicen los defensores de que se presente como estaba, con potencias y corona de espinas. A los Marineros llegamos justos, la misa Acababa y la Virgen lucia en el camarín de blanco mayo abriendo junio -David de blanco, ahora sabes de que equipo son en el cielo…-. Cansados, sudados esperábamos el “pueden ir en paz” y la Trianera se picó, nos dijo: “a ver si pensabais que yo iba a estar hoy de secundona” y la capilla entera comenzó a cantar la “salve” a la Esperanza de Triana que nos hizo emocionados cantarla y hacernos partícipes del privilegio de poder rezarle de esta forma a la Madre de Dios en Triana, David dice que aún no se lo cree, después de tanto macarenismo, de tantas emociones, el ultimo pellizco nos lo dio la Trianera, al fin y al cabo, Esperanza y Madre de Dios, las dos son…los capillitas no entendemos de rivalidades.

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