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miércoles, 11 de junio de 2014

SÁBADO DE PASIÓN... EN LA VÍSPERA DE LA GRACIA (I)

La espera de la Semana Santa del año del Señor de 2014 tuvo ante todo dos ingredientes inamovibles, la esperanza y quizás también la desazón, seguramente entre todo el sentimiento cofradiero de nuestra tierra, entre si Dios por fin nos devolvería una Semana Santa luminosa o por el contrario, por allí arriba, quizás por nuestros malos modos con la madre naturaleza, los inestables tiempos de la primavera iba a seguir jugando con nuestras fibras más sensibles, y lo vivido en los últimos años se iba a convertir casi definitivamente en la escena a vivir y sufrir cada vez que llega el tiempo mejor de los cofrades y capillitas. Parecía que íbamos camino de una nueva decepción, cuando pasado el rey negro de las cabalgatas al cielo le dio por llorar demasiado durante tres meses. Pero paradójicamente casi se repitió, sino me falla la memoria, lo que ocurrió en 2010, que llegamos a la Semana Santa con una humedad desmedida en el ambiente para recibir a la gran semana de Dios, con el astro rey trabajando a destajo, porque el que cogió su cruz un año más así lo quiso.
Mi Semana Santa este año volvería a estar definitivamente marcada por el compromiso con el trabajo, volviendo al mismo dos semanas antes –y a ver quién pedía una vacaciones…-, así quizás también lo quiso el que se dejó crucificar un año más, me lamenté porque me quitó muchas horas de gloria, pero bueno, mirándolo por el lado que muchos dirían, es el único positivo, gracias a ello, no me puedo quejar  para tal como está el patio… contaba con ello, la verdad y con anterioridad comenzaba a planear las diferentes opciones que podría tener en una semana que no estaba dispuesta a vivirla en casa, porque así es la vida, mi Semana Santa está siempre a kilómetros de mi pueblo, al que quiero y me siento unido –sin partidismos, declaraciones de amor interesadas y golpeos de pecho empalagosos- a su idiosincrasia, pero lo siento, la Semana Santa es otro mundo, e iré donde mi alma se estremezca con esas pequeñas grandes cosas que van más allá de la devoción localista, casi partidista, que el mundo cofrade en general ha implantado… "hay que se cofrade de lo tuyo"… perdón, pero por el momento seré capillita donde disfrute y mi alma se sobrecoja. Pero mi objetivo la verdad y sé que aquí no voy a sorprender a nadie, es una ciudad que en los últimos años me ha envenenado tantísimo la sangre con la gracia, que a veces siento que se están tambaleando las ilusiones y sueños que atesoraba cuando comencé a aprender de ella y comencé a enamorarme de sus encantos, esa mujer o casi niña, que Herrera o Barbeito pregonaban en sus magníficos pregones… Sevilla.
Cada vez siento a Sevilla, su Semana Santa para que quede más claro, como mi Semana Santa, me gusta vivirla con mi idiosincrasia, siendo un turista entre sus gentes -incluso creo que si algún día viviera allí me seguiría sintiendo un bailenense entre sevillanos, que estuviese viendo el Carmen de San Gil y me acordase que en mi pueblo están los “soldaos”, aunque volviese por navidad y se me escapase en la mesa un “miarma”-, las que cada vez entiendo y comprendo más, pero que la verdad y por ello no son el epicentro esencial para que me enamore de unas de sus más destacadas formas de ser, su forma de sentir y vivir la Semana Santa, las cofradías, en definitiva, la religiosidad popular, porque en serio lo digo, me gustaría ser sevillano por tan solo como viven su fe, por eso, a veces parece que algunos elegíos a mi “labia” de las gentes de mi entorno, no despiertan en mi ningún atisbo de importancia, porque lo tengo claro, hablar así, para muchos sevillanos y de sevillanas maneras, cofrades, capillitas y creyentes es lo más cotidiano… será que la gracia de allí, aquí no hay, le pese a quien le pese, ojalá esa gracia la pudiese meter en un saco y la esparciera desde el pico más alto de las sierras que nos rodean…





Por eso, por la distancia, Sevilla, dos horas de ida y dos horas de vuelta… este año estaba complicada. “Por lo menos iré el Domingo de Ramos”, pensaba, porque el viernes añadía a mi Semana Santa desde dentro salida en Córdoba y el Sábado Santo según las fuerzas de todo el desgaste de la semana de trabajo diario de diez horas, viajes y dos salidas de costaleros. Pero es que incluso se me tambaleaba el Domingo de Ramos, tenía que trabajar también ese día. Pero finalmente un cambio de turno, que parecería fácil pero me costó casi un milagro, hizo que tuviese Sevilla, para mí una sola jornada, el Domingo de Ramos aunque comencé a ver nazarenos y pasos justamente el día de antes, porque las circunstancias me llevaron a vivir una nueva jornada de la Pasión según Sevilla, porque para mí la Semana Santa sigue comenzando el Domingo de Ramos, lo que sentí y comenzaré a narrarles, fue para mí, lo que acertadamente vinieron a definirlas… unas estupendas… vísperas.
Así comenzaba una nueva página, en mis particulares semanas de la gracia de mi vida, que se escribirían con la compañía de dos nuevos tripulantes en la vorágine capillita del comienzo de la Effetá. Guerrero y Pradas se abrieron al estruendo de la gracia conmigo, los dos tenían ganas de vivir el Domingo de Ramos en Sevilla con el que suscribe, sobre todo Antonio al que le tenía prometido que un día tendría que venir conmigo a Sevilla en su semana más grande. Así, tras el madrugón de cada sábado, sus ocho horitas, nuevamente a traspasar Andalucía -bendita nacional IV respétame siempre-, antes que nunca buscando ese faro guía de todos los sevillanos que es la Giralda. Era Sábado de Pasión, no era la primera vez que comenzaba para mí el éxtasis del procesionismo en esta jornada, algún día tendré que contarles una vieja experiencia en Almería y la hermandad del Rosario del Mar. Pero sí era la primera vez que conocía esas vísperas, que algunos defienden como el inicio de la Semana Santa de Sevilla, y ahí que iba para comprobarlo, tenía una intensa tarde-noche para cerciorarme, aunque de antemano ya les digo que desistí de conocer a la veterana hermandad de vísperas, la del Cautivo de Torreblanca, a mi pesar sin duda, pero el tener que ir solos, sin nadie que conozca el terreno ante esta nueva experiencia y los consejos que recibí con anterioridad de que quizás podría encontrarme con los problemas sociales que rodean a ese barrio, hicieron que no pudiese embelesarme del dorado canasto de su misterio, paradojas de la grandeza de Sevilla con sus cofradías, aunque estén a kilómetros casi insuperables para una cofradía de la Santa Iglesia y Metropolitana Catedral, de una barriada pobre con cofradías suntuosas, oro que se mezcla con una desmedida acción social con las enormes necesidades de estos barrios, quizás por eso, el Señor y María caminan sobre lujos, que los más austeros quieren para Ellos.




Dicen que es la Semana Santa de los barrios, pero barrio es Triana o el la Macarena y no es lo mismo. Es la otra Semana Santa de los barrios periféricos, la de las nuevas ciudades que parecen que se crearon a orillas de la vieja muralla de la legendaria Híspalis. Barrios que hace nada eran campo, por el que muchos cofrades foráneos, los más veteranos que siguen volviendo, quizás hasta conocieron cuando ya iban a maravillarse de las grandezas cofradieras de la vieja ciudad. Quizás alguno así lo siga sintiendo cada vez que vuelva a Sevilla en Semana Santa, como por ejemplo comience a ver los primeros edificios nada más haber pasado el aeropuerto y ese cartelón de Pepsi que en mi subconsciente siempre parece decirme… ya estás aquí. Esos primeros edificios nos traía el primer pellizco de la espera, el primer nudo al oler incienso, que por más que uno lo huela en extraordinarias o glorias, jamás es como el que se produce en la semana en que la luna nos recuerda la pascua judía. Entre esos primeros edificios vivió cierto tiempo mi amigo Vicente de Vera, el que me decía que la Sevilla rancia decía que vivía en “Córdoba oeste”, aunque allí sus habitantes compartiesen similares connotaciones sociales con el que pueda vivir en la calle Cuna, la alfalfa o la calle Castilla.
Tomaba la salida a la derecha antes que nunca, un cartelito me indicaba hasta ese barrio que es un inmenso parque de pisos… el Parque Alcosa, ciudad de torres de edificios hasta donde llegó la esencia sevillana. Y aunque no pareciera la eterna ciudad de indescriptible belleza arquitectónica, si se palpaba su esencia, su acento, y el “miarma” saltaba de boca en boca continuamente. La esencia de Sevilla estaba presente en esta barriada de Sevilla Este, o “Córdoba oeste” como dirían los más puristas del centro, y de tal forma se plantó en la religiosidad de sus habitantes, que seguramente muchos se trajeron de sus antepasados que sí nacieron donde se asentaba la mora Isbiliya. Un nazareno, sin corona de espinas tomaba la cruz sobre su hombro en el barrio y seguía una senda de nazarenos, con las mismas maneras juanmanuelinas de sus túnicas, si hasta lo macareno estaba lejos. Era la Semana Santa de los barrios, el día grande para los que aman el procesionismo en estos alejados arrabales de hormigón y el ladrillo en contraposición con las casas solariegas que tanta fama le ha dado a la ciudad. La hermandad del Divino Perdón del Parque Alcosa lo tiene imposible, según los cánones actuales de entender la Semana Santa en Sevilla, para algún día convertirse en una de las que buscan la Campana, y la Catedral claro. Por ello el Sábado de Pasión será para el barrio como una Semana Santa entera contenida en una tarde noche, siendo el Domingo de Ramos el pistoletazo de la espera, supongo…
Si es que prácticamente parecía que no habías entrado a Sevilla, el coche lo aparqué en una acera donde ya comenzaba el campo y los despegues y aterrizajes de los aviones del Aeropuerto de San Pablo, sobrecogían ante la grandeza de la mente humana al observar hasta donde ha conseguido llegar en sus avances. Silencio y tranquilidad en la calles, siguiendo la intuición que en la noche anterior me había preparado para saber sobre qué sectores del barrio estaría a las horas que llegase. Tras atravesar algunas avenidas pronto sentimos el eco de tambores. El son nos llevaba hasta el cortejo de la primera de la Semana Santa, o más bien para la Semana Santa del Parque Alcosa. Así que nos encontramos el cortejo, la cruz de guía, y gente pero obviamente la bulla más bien parecía a lo que estamos acostumbrados los de otras ciudades en nuestras procesiones. En una plazuela, donde había un centro, no sé si educativo o de salud esperaban sevillanos, y foráneos, que al final todos nos vemos en los mismos sitios, la llegada de ese primer pellizquito de gloria. Una plazuela y una calleja, de escueta belleza arquitectónica, la que nos tienen acostumbrados los arquitectos actuales, traía los primeros ciriales de la gracia… podías estar donde quisieses, era la plaza del Obradoiro, denominación muy gallega para recibir a algo tan sevillano, portado por aquellos sucesores de los que en la noche de los tiempos, venían de tierras gallegas a realizar los trabajos más duros de la ciudad y con ellos, portar a los pasos. Gallegos del siglo XXI, costaleros, menos sufridos, pero por devoción y afición…
Esta podría ser una de las impresiones que paladee allí y en toda la jornada. Eran cofradías pequeñas, con pocos nazarenos y un patrimonio algo más terrenal para lo que saldría en los próximos días en la vieja urbe, aun así más quisieran muchas de otras capitales llegar a esto. Un patrimonio que retrotraía más a las cofradías que en la gran mayoría conseguimos formar fuera de allí, las que los medios no nos dan para la excelencia del arte supremo que en Sevilla les sobra. Un paso pequeñito, de buena ejecución aunque de líneas más austeras, con unos faroles la mar que dignos, que eso si, traía a un Cristo nazareno envuelto en los postulados esenciales de la ciudad, en presentación de vestiduras, exorno floral y el arte efímero que lo lleva a emocionar a sus orgullos vecinos de que Él sea la mejor bandera de sevillania en el Parque Alcosa. Y decía afición, porque, me di cuenta que es tal el oficio y asentamiento que tiene este arte que naciera del esfuerzo y necesidad de unos rudos gallegos del puerto de Sevilla, que cualquier paso en Sevilla anda ya a unos niveles que muchos les gustaría alcanzar fuera de allí. No es que fuera una cuadrilla para partirse la camisa, pero lo esencial y lo necesario, estaba más que metido en la mollera de sus costaleros.
Sobre los pies, poquito a poco, en esta Semana Santa, llamémosla en otro universo paralelo, no te empujan excesivamente los horarios. Ciertamente en el lugar vivimos una gran sucesión de chicotás, ya que el Señor saludó al centro referido. Lo incuestionable es que no pudo comenzar mejor el día, porque detrás iba una de mis bandas preferidas, de hecho aún sigo pensando que no ha habido otra agrupación musical que me haya emocionado más con sus marchas. La Estrella de Dos Hermanas dibujaba una Estrella de David de oro tras el caminar de este magnífico nazareno salido de la gubia de José Antonio Navarro Arteaga, y para su pesar, cogiendo la primera cruz de la pasión que tendría que vivir en los intensos próximos días, sonó “Compasión”… no era la “calleja prieta” como diría Pascual González más propicia para el deleite de los sentidos, pero para eso ya estaba Dios y el arte efímero de sus hombres de abajo para dibujar el primer pellizco, aun sin estar situado en lo que se estaba desarrollando ante mis sentidos, apenas tres horas antes aún estaba trabajando, y el cansancio del viaje pesaba sobre mis hombros.





Tristemente opte por no grabar todo el paso de la cofradía por el entorno, es curioso que observas a tu alrededor, y contemplabas la escena de la que tantos se quejan de los tiempos que vivimos, ese mar de móviles captando las cofradías. No es que hubiese un mar, pero si había unos cuantos grabando, pero digo yo, ya que nos ponemos a estropear el paisaje que se dibuja, colgarlo en YouTube hombre… sí, éste no lo he encontrado. Por eso, me hace gracia cuando me dicen que tengo una memoria privilegiada, y la verdad es que no, porque al no haber videos apenas recuerdo la música que sonó, aunque la Estrella de Dos Hermanas derrochó todo su arte tras el no pequeño, pero para lo que allí se destila si era un paso más reducido. “La Saeta” dibujó el adiós del Dios del Parque Alcosa, y creo que algo del que se empezó a echar de menos en la ciudad, el legendario Manuel Rodríguez Ruíz, pieza esencial en la conformación de lo que con los años, Sevilla nos estaba mostrando, creo que fue "Himno de San Antonio". Lo cierto es que todo fue bello, pero diferente, muy diferente, espero que nadie se ofenda pero sentí que esto, por decirlo de alguna manera, no era la “Semana Santa de Sevilla”, yo más bien diría, era como una pequeña y más humilde Semana Santa, de los barrios que no pueden llegar al centro. No había videos, pero como curiosidad allí estaba grabando el equipo de los mejores videos de Semana Santa en Sevilla que creo se han hecho nunca, RvG y sus “Momentos Cofrades”… ver en tantos videos al técnico de sonido delante de los pasos, me hizo reconocerlo al instante, y el momento de la cofradía fue intenso, así que a los que esperan con impaciencia la navidad para el auto regalo, no lo descarten…
Aires de barrio de extrarradio, de balcones altos con el vecino curioso viendo pasar la cofradía en chándal, por los menos sin el traje de los cánones establecidos, dibujaban el caminar del Nazareno, donde el eco de la música se mascaba por los amplios espacios y el retumbar menos bello de la percusión de la mítica banda de Dos Hermanas, curiosamente la primera vez en mi vida que la escuchaba como me gustan escuchar las bandas, tras un paso, en una Sevilla lejana pero en Sevilla. Muchos Sábados de Pasión, Él fue el único emblema que se paseó por el barrio del palacio de congresos… cosas de la curia, que allí en Sevilla también tienen sus cosas, quizás con estas hermandades más, las cuales sin duda las han moldeado a base de más estrictas normas, lo que hace más meritorio ver caminar sus nazarenos de penitencia bajo el potente sol que todos deseábamos.



Era una experiencia casi nueva, el sentir con días de antelación que casi con total seguridad iba a ver Semana Santa... entera. Volvimos al callejón, donde la sombra refrescaba mi despoblada frente, y la esencia de humildad y alejamiento de los cánones más céntricos se hizo más patente cuando llegó la Señora de estos hermanos, que tanto trabajo les ha costado poner en la calle por esas cosas que no solemos entender de vez en cuando de los regidores de la iglesia. Si ya sale el Señor, ¿por qué no su Madre?, con lo mariana que es esta ciudad, encima la también llamada “y muy mariana”. Un palio azul celeste traía colores de diciembre de la que nació sin pecado original, Ella la Virgen de la Purísima Concepción, otra inmaculada sevillana, curiosamente el ultimo palio en incorporarse al programa iconográfico y devocionario popular de la ciudad se llama casi igual que la que la tradición nos cuentan es la Reina de la hermandad "madre y maestra" de la ciudad, el Silencio y su Virgen de la Concepción. Pero la estampa era muy distante, no había joyero de plata con aires venecianos, si no tejido liso y humilde, y no caminaba con San Juan a su vera ni el silencio era su único son, hasta los rasgos de la Virgen no buscaban esa belleza que confería Sebastian Santos, sino ese estilo que muchos no han asimilado, nuevamente de Navarro Arteaga con sus dolorosas. A mi esta dolorosa me transmitió sensaciones parecidas como cuando estoy ante la Salud de San Gonzalo, obra de otro al que sus dolorosas no fueron muy comprendidas, Ortega Bru, curiosamente unos de los referentes en la carrera de Arteaga. No era la solera de la Madrugá, el palio parecía cualquiera de esas cofradías mucho más humildes de Andalucía que comienzan así, igual que en el Parque Alcosa a intentar construir algo que alcance la excelencia de Sevilla, pero la música de la banda de Lebrija nos traía aires de Madrugá, curiosamente una marcha que nos habla mucho de la actualidad que hemos pasado, la Purísima Concepción dolorosa del Parque Alcosa nos llegaba con “Aniversario Macareno” y me acuerdo porque de esto si hay algunos videos.
Pradas que es un rotundo Mariano se extasiaba ante el paso de palio. Yo le decía que entonces que sentiría a partir del día siguiente cuando por ejemplo se abriesen las puertas de San Juan de la Palma, y es que a veces sentí, que nada más que por vivir lo inexplicable que allí se desprende, hasta en las más humildes, siempre hay un pellizco diferente al resto. Calor y luz que traspasaba los varales del palio, igualmente un palio llevado en lo mínimamente esencial, que aunque parezca muy contundente lo que digo, para lo que es el arte del palio, muchos de fuera aun no llegan. Encima, nuestro amigo, con lo que le gusta Abel Moreno y las marchas que marcaron su niñez, esta bella Señora, Reina del extrarradio sevillano se plantó ante aquel centro, no sé si educativo o de salud, con el rezo del Ave María de la marcha “Encarnación Coronada”, que al fin y al cabo, diferencias mundanas o emocionales, por allí también pasó Dios y María, siguiendo la figura esencial que nos aprieta el nudo en la garganta cada año al llegar la primavera… los nazarenos.

CONTINUARÁ…

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