Buscar este blog

jueves, 26 de junio de 2014

DOMINGO DE RAMOS... SEVILLA, PARAÍSO COFRADIERO. (III)


Y así fue, como les dejé apuntado en la última entrada, rememorando la última semana de la gracia que Dios me ha concedido disfrutar, que el himno eucarístico sonó por Sevilla en las cornetas cigarreras para el Señor de la Cena, en su caminar solitario, sin sus doce en el jueves de corpus, aunque ahora volviendo a la crónica de la Semana Santa, tal como les dije, seguimos con la hermandad de la Cena presente, porque tras la Virgen blanca del Porvenir, caminante con marcha de corpus, la siguiente parada, a Dios gracias superando el bache del año anterior, era a ver si podíamos revivir aquellas revirás de ensueño entre la calle Laraña y Orfila de la hermandad eucarística que abre la Pasión del Señor desde la iglesia de los Terceros. Había por los menos por mi parte muchas ganas de reencontrarme por fin con esta hermandad, que me gusta desde la cruz de guía hasta el último músico de la banda que ya se disponía a levantarme los repelucos del éxtasis de la Semana Santa, pero…
No hubo suerte y los planes se torcían, ante mi disgusto de embelesarme con la magnificencia del misterio de la institución de la primera eucaristía, en todo en el arte de su imaginería, de su paso el cual últimamente lo veo demasiado en la picota, se palpa como si sobrara, “que si no está al nivel de Sevilla”, que quieren que les digan yo lo veo un magnifico paso afín al arte que se desarrollaba en la época que se gestó, y ese arte le da un sabor rancio de tal fragancia, que gracias a la impresionante cuadrilla que los Palacios le han formado y su sublime dosel musical, desprende unos de los más altos quilates de los pasos sevillanos… se nota que hay ganas de “mega neobarroco” dorado en mente. Pero no estaba, llegábamos tarde siguiendo la ruta en un mapa imaginario que sobre la marcha tuve que conformar sin esperármelo, recordando algo de lo que quise hacer el año anterior y que la lluvia me desbarató.












En la revirá del bar donde ponen unas pavías de bacalao impresionantes no había mucha bulla, la verdad a comparación de otros años que he vivido allí, nos pudimos poner en primera fila nada más llegar. Rápidamente nos colocamos en situación y sabemos que lo que venía era el paso palio de la Virgen de Subterráneo, porque la percusión era de palio y sonaba a los inconfundibles ecos del Maestro Tejera. Es curioso que en estos últimos días escuchara que Ella era la gran devoción de la hermandad aunque ya sea por nazarenos y el público que quedaba allí, esta joya está perdiendo su poderío. No pudimos pillar el misterio, y el segundo paso, que iba paseando cuarenta años de vuelta a los cortejos penitenciales solo lo pudimos contemplar de espaldas aproximándose a la capilla de los Panaderos. En la espalda del Cristo de la Humildad y Paciencia se derramaba extensamente la tinta con la que se escribió la vida a partir de Él, punto de inflexión sin ninguna discusión en el devenir de los tiempos. En silencio se marchaba, como el otro día su “hermano” de la Cena bajaba hasta el Palacio, así, fugazmente teníamos que tachar un paso más pero sin verle la cara al Señor… menos mal que en la mañana lo visitamos.
Pero venia la “Soterraña sevillana” alzándose desde las profundidades de la plata y cobijándose bajo las letanías románticas bordadas con forma de corbata que le imprimió el genio de Juan Manuel. Palio que a mí me encanta, en todo, desde su enigmática dolorosa, la más pequeñita de Sevilla –a Guerrero le indicaba, ¡así, así para la tuya…!-, la esencia de su orfebrería, con su faroles de cola y sobre todo la pieza que más señal de identidad le da a los pasos de Virgen en Sevilla, por algo los titula como “pasos de palio”. Y su esencia artística va unida de su idiosincrasia en el desarrollo del arte efímero. Quedó demostrado que ese palio también se movió a las modas ochenteras, y ahora su cuadrilla lo mueve como dicen los detractores de este canon, “como a ruedas”, es decir, la bambalina con el compás justo y exacto, moviéndose como solo la elegancia entiende. Detrás Tejera… que más decir, la banda del todo; afinación, clase, gusto… pero sobre todo tildada como banda clásica, seria, fúnebre, vamos, lo que a mí más me desata los sentidos cuando estoy ante un altar errante de María dolorosa. Pero no, la verdad que como suelen apuntar algunos de sus hermanos, el estilo de Subterráneo es clásico, y dentro del clásico también tienen cabida algunas marchas que muchos las considerarían de extrema alegría. Al parecer voy a tener que cambiar el “ato” como diríamos en mi pueblo, porque en tres ocasiones que he visto este paso de palio en este mismo emplazamiento, no la he escuchado con alguna de esas sobrias y tristísimas marchas con las que camina por Sevilla, qué me hubiese gustado verle el compás con su partitura de Gámez Laserna. Pero no, el palio nos vino a mi entender muy fino y con un trabajo digno de babero, lo que siempre le había visto aunque éste no lo manden los Palacios y gracias a los que prefirieron irse –porque en videos se ve que con el misterio aquello estuvo atestado- pudimos casi darnos de bruces con su amplio friso de clavel rosa que le perfuma la pena, como bella dulcinea sevillana, al compás de otra genialidad, más si sale de los instrumentos “tejerianos”… “Pasan los Campanilleros”–curiosamente unos días antes, le comenté a un compañero de trabajo, apasionado de esta marcha que probablemente la escucharía, y así fue…-  y con la misma pude cerciorarme de que van a llevar razón esos cofrades de la Cena con el estilo de su paso de palio, y es que en esta revirá siempre le buscan el lado más glorioso parece ser.



Sabor a medias, porque no sabría si ya no habría misterio de la Cena, aunque tenía aun una carta guardada en el manga. Pradas el más feliz, su pasión son los palios y en este ya comenzó a sentir la gracia inigualable que tiene esta “muy mariana” ciudad con los pasos de la Madre de Dios. Cruce de caminos, sabía que habría que sacrificar en ese momento una de las dos siguientes opciones mientras el destino no nos llevara a poder romper la suposiciones. Creo que desde 2009 sin contemplar un paso de la hermandad de la Hiniesta en la calle, era ya de obligado cumplimiento para dejar a la hermandad que dibujaba o volvía a dibujar, su salida desde el templo de Santiago, al estar en obras el que les da eterna y sevillanísima denominación, San Roque.
El objetivo era la zona de la Alameda de las dos torres romanas para reencontrarme con la hermandad de San Julián, por ello el camino más directo que se me ocurrió fue irse detrás de los músicos de Tejera por la calle Orfila para ir atajando por San Andrés, Cervantes, San Martín, etc… en busca de la Señora del azul y plata. Pero el cortejo no avanzaba lo que deseaba y las aceras de la calle eran complicadas de sortear por la cantidad de gente que ahí si estaba. Así entre músicos y público medio nos habríamos paso mientras el palio del Subterráneo pego una levantá que me pareció espectacular, sonando el “aplomo” a gloria, de esas que parecen que se descompone el manto y milagrosamente vuelve a asentarse en su ser más perfecto, ciertamente aquella salida de la Encarnación gloriosa, con esta cuadrilla tuvo que ser una mala tarde a comparación de cómo andaba el palio de los Terceros. José Manuel Tristán pedía a sus músicos que pusiesen la marcha “Cristo de Vera Cruz” (sin “la”)… ni idea de cuál era la marcha, aunque si la llevan es porque tiene que tener muchos enteros de que la misma fuese buena, Tejera no suele llevar lo que le piden las modas bullangeras… Pero la apretura no nos dejaba caminar sin molestar a nadie, por lo que teníamos que ir así, sin mucho disfrute entre los músicos, sin detenerme a escuchar ni siquiera la nueva marcha. Era la escena propia de un relleno en cualquier crónica que se precie, pero ¿porque lo cuento entonces?… Tristán se daba la vuelta, lo observábamos porque no había opción a irse de allí y comenzaba en su mente a contar compases escuchando a sus músicos. Se detuvo el tiempo ante la escena, ¿porque haría eso?... El viento tocaba sin percusión, una melodía que comenzaba a llamar mi atención, estaba claro, Tejera volvería a hacer el milagro… de repente Tristán vuelve en sí, advierte a sus percusionistas y le marca la entrada  para acompañar al viento. La marcha se hizo gloriosa, porque parecía fúnebre y este que les habla parecía como resurgir de un tiempo que pareció avanzar a cámara lenta mientras intentaba volver a mi objetivo y contemplaba la chispa, la magia, el pellizco de los de verdad que llevaba buscando en dos tardes por las calles de Sevilla. Levantaba la mirada y un rayo poderoso de sol se abrió camino por Laso de la Vega que parecía prender el brillo del oro de los bordados decimonónicos, siguiendo su elegante compás, mientras la encorvadita dolorosa se marchaba rompiendo poderosa… fue la escena sorpresa de cada año, fue el momento que ni se les ocurra pensar que he conseguido describirle con el sabrosísimo sabor que me dejó en el alma… Subterráneo parecía irse riendo pensando en voz alta espetándome… “que te pensabas como no te iba a pegar mi pellizco”… la verdad que me dio hasta ganas de pararme como en noviembre nuevamente con José Manuel Tristán y comentarle que nuevamente con los repelucos de Tejera se había hecho a la gracia de la sevillania, que nuevamente me descubrían un marchón, donde su genial banda y el arte efímero de las cofradías habían conseguido apuntarla al cajón de mis sentidos, una genialidad que después se ha dejado escuchar mucho días después, dedicada al crucificado de Alcalá del Rio, en el lejano año de 1932, de ahí ese corte luctuoso-festivo, propio de los genios de aquellos tiempos que encajó magistralmente con el estilo de la Virgen de “la sena”, obra salida de la batuta de Manuel Borrego, en definitiva un marchón, que se hizo sublime gracias al arte efímero que se esconde esperando ser descubierto por aquellos que saboreamos tan apasionadamente este mundo… fue un momento para vivirlo para siempre…



Pero el tapón humano que cubría el acceso a la plaza de San Andrés, se habría para dejarnos ir en busca del nuevo momento, que ojalá nos colmara al alma de la gracia bendita, marchándome con un sabor que aún no había podido asimilar ni paladear. El camino en busca del reencuentro con la dolorosa hermana de la Señora de las retamas en tierras catalanas, no pude parar de comentarle a Guerrero, otro incipiente explorador de pellizcos cofradieros que por fin habíamos estado ante la inigualable Semana Santa de Sevilla. Calles casi solitarias, era raro que por allí pocos fueran los que parecían buscar nuestro objetivo. Por la calle de la Enfermera más bendita aparecimos al primer tramo de la calle Amor de Dios, donde hoy valoro que quizás me equivoqué y debería haber buscado la calle Trajano, pero bueno es que aunque lleves el programa a veces es complicado saber por dónde irán los pasos. Aunque también ya íbamos atados a la exigencia que siempre he tenido por todos mis acompañantes en un Domingo de Ramos, la verdad yo tampoco podía obviarla por las circunstancias de este año, que era ver salir La Amargura.







Este año decidí que antes de la Amargura, sería la Hiniesta y en su busca fui. Cuando llegamos había gente, pero no era la bulla más común de otras veces. Dicen que este año el Domingo de Ramos estuvo más tranquilo, la verdad que aquí sí puedo decir que es cierto, y quitando la salida de la Borriquita, podría decir que en el resto de lugares que había estado, la entrada de público no “ocupó todos las butacas”. Tristemente ya había pasado el Cristo de la Buena Muerte y la decepción por momentos me alcanzó, que por las circunstancias me tuviese que ir dejando pasos para otra ocasión, que a veces no sabes cuándo volverás. Más contento no podía estar Antonio, nueva cofradía, y sin perderse su palio. Por la Correduría se atisbaba gloria dolorosa bajo un palio azul bordado en plata, plata sobre plata, como mandan los cánones para la Madre de Dios. Venia el palio de la Hiniesta, que llevaba sin verlo desde 2008 precisamente un poco más delante, en la Alameda y por el teléfono intentaba indicarle a Óscar una odisea, llegar desde el Puente de Triana a San Juan de la Palma en una ciudad conquistada por las serpientes de la gloria, las filas de penitencia, pero de esa que sabe a gloria. Así llegó, gloriosa, así la recuerdo porque no he encontrado un video del momento, iba sin cámara de video porque pensaba que esta crónica la ilustraría con las filmaciones de la televisión en Campana y avistando todos los pasos de jornada. No estoy seguro pero puede que fuese “Hiniesta Coronada” o quizás “El Corpus” de Uralde, ciertamente me suena que comentara “nuevamente marchas eucarísticas”. Mereció la pena el reencuentro, con la dolorosa desprendiendo la luz de su cara tras la última restauración, con un compás sublime de los hombres de Ariza, la verdad creo que estos capataces se les da mejor los palios. Al final fue "Virgen de la Paz" de P. Morales...



Llegó y se nos marchó fugazmente la Señora que por dos veces resucitó Antonio Castillo Lastrucci tras lo episodios vividos en tiempos en que España no había rey, como les conté hace unos días, igualmente pasó con el icono letifico que levantó esta advocación y devoción. Por Trajano estaría su Hijo crucificado ante la Magdalena por antonomasia de la ciudad, no podía ser el contemplar a esta cofradía entera después de tantos años y con ese sabor de pena se abrió a la luz de la Alameda sobre el palio que suena a Marvizón… Azul y Plata para mi Madre Hiniesta…








El reloj era consultado muy a menudo, en San Juan de la Palma había que estar mínimamente una hora antes de que se abriera una nueva puerta astral a la gloria. Pero un arrebato, con eso de ya saber andar por ese laberinto de calles –igual que en 2008, que me perdía continuamente y no sabía marcar el rumbo-, me atreví a buscar también a la hermandad de San Roque que estaría entre Orfila y San Pedro, ¿y por qué no probar suerte?, los que la prueban, suelen ser los que ven todos los pasos de una jornada, y a esa lotería jugué… salimos a la setas de la Encarnación y evidentemente por allí caminaban nazarenos que traían por bandera el nombre de San Roque pero no venían de San Roque. Qué más da, la hermandad ya estaba en su habitad natural de cada Domingo de Ramos, pero no todo iba a ser perfecto, completábamos el “triplete”… el Señor de las Penas ya estaría por los Panaderos y solo nos quedaba en la calle Imagen, esperar eso mismo, una nueva imagen, que venía sobre su imponente paso de palio repartiendo la Gracia, y esa otra cosa que en esta ciudad se fabrica por toneladas… la Esperanza. La primera Señora de verde nos presentaba su aliento y su maravilloso caminar, ante otra de las grandes escuelas de costalería de la ciudad, de Ariza a Villanueva. Sus hombres dibujaban el solemne compás, para que se muevan esas bambalinas que cuentan, son las que mejor suenan en la ciudad. El tintineo de los varales de la Esperanza que se reviste de sueños de Garduño nos evocaba a la fiesta grande que se avecinaba pero que ante la magnificencia de la semana de Dios, aun no podíamos ni intuir. Abriendo el compás, despidiéndose de Madre Angelita ante las puertas de su reino de humildad, la urbe futurista de las setas parecían querer convertirse en su palio dorado para cobijar a la Esperanza que sin saberlo nos anunciaba un “Aniversario Macareno” para mayor gloria de Dios y sobre todo de su Madre en la ciudad de María Santísima… Pradas llevaba tres palios a las espaldas, y temía el pobre que se perdiera alguno, ahí sin duda vimos que nos llevaba ventaja en las concesiones divinas, pero todo no acabaría ahí… pero antes tocaba lo sagrado de cada Domingo de Ramos, a esas horas dicen que Herodes se acomodaba su corona, y buscaba su trono, porque dicen que le traían a un loco que hacia milagros, que incluso días antes, como si hubiese sido allá por los confines de Sevilla, en una Betania de Andalucía había resucitado a su amigo Lázaro… Él le aguardaba en el más absoluto, respetuoso y sobretodo indiferente Silencio… Blanco.

CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario