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viernes, 13 de junio de 2014

SÁBADO DE PASIÓN... EN LA VÍSPERA DE LA GRACIA (II)

Jornada extraña para buscar cofradías, a largas distancias, con necesidad sin duda del utilizar el vehículo. Solo había cuatro en la calle, pero en polos opuestos y distantes de la ciudad, si incluso Torreblanca aún se alejaba más que el Parque Alcosa. Ella fue la primera, porque era la primera conforme comenzábamos a inyectarnos por Sevilla. En la marcha, aun pudimos seguir un poco, a su vera al Nazareno del Divino Perdón, algo que también suele ser complicado de concebir en una jornada cofradiera, contemplar una cofradía más de una vez, hoy pienso que la jornada me recordaba a esos días de extraordinarias con glorias en la calle. Corría el reloj y aun había que hacer muchas cosas y vivirlas sobre todo. Cuando nos plantamos nuevamente en la carretera la sensación es que aún no habíamos llegado a la vieja Híspalis. Pero el rumbo normal cambió, esta Semana Santa no entré a Sevilla por la S-30, sino que cogimos la calle de mi prima, la avenida que sigue sentándole a Sevilla como un santo con dos pistolas, y se quejan de setas y torre Pelli, pero mira que llamar a su avenida quizás mas principal de “Kansas City”. Pero estábamos en Sevilla, no en la tierra de Superman, y aunque buscábamos algo de azul patente, su único súper poder fue entregado a la muerte que nos salvaría precisamente de la muerte. Buscábamos a la nueva cofradía de vísperas, la que dicen tiene más enteros para algún día también buscar con su Dios de la Caridad y su Madre de los Dolores la sombra del Giraldillo, el eco y el aliento en su capilla real de la Virgen de los Reyes.




Por San José Obrero teníamos el destino, por cofradía y porque allí dormiría y viviría Pradas lo siguientes días, él no volvería con Pedro y con este servidor al día siguiente cuando las Penas de Dios mirasen al cielo del Baratillo. Nuevo territorio conquistado por este jartible de Sevilla, la verdad nunca había pisado por allí, incluso aparcando en la archiconocida estación de Santa Justa, por cierto imponente, esa Sevilla de la modernidad que a veces nos cuenta asimilar en la idiosincrasia sevillana. Mientras Antonio se alojaba y departía con unos viejos amigos de su familia, Pedro y yo seguimos buscando la gracia de las vísperas. Nada más entrar en la amplia calle donde se encuentra la iglesia del Santo Patriarca obrero de la ciudad, nos encontramos nuevamente a la masa rodeando una estampa similar a la que veníamos de contemplar algunos kilómetros más al este. Sones macarenos, que digo, himno macareno por antonomasia, la música que le salió del alma al gran Laserna cuando vio como “Pasa la Macarena”. Palio liso y muy sencillo de esta hermandad que hace apenas unos años se limitaba a una hermandad de gloria, y de las menos conocidas a poner el Sábado de Pasión una corporación de nazarenos blancos y azules, tras dejar una esporádica experiencia de septiembre en que se rinde honores a esta jovial y bella Madre que realizara un niño llamado Luis Álvarez Duarte. Delante, los Santiago, y en el andar, aunque fuera un paso sin nada de bordado se notaba la esencia de Antonio Santiago al instante. Un barrio de los que hoy día se consideran cercanos al centro, además de bonito, con una línea muy afín a los cánones de los sevillanos, de casitas casi tapadas por hileras de naranjos.







Estaban completitos de la flor que más esperamos los jartibles de las cofradías, sobre todo allí, que es símbolo inquebrantable del éxtasis de la espera. Aquí había más bulla, esto iba pareciendo un poquito más la urbe de las cofradías, que es Sevilla, aunque pudimos seguir al palio desde las aceras durante algunas chicotás. Adelantamos el caminar en busca de su Hijo, el segundo nazareno erguido que es ayudado por la figura de Simón de Cirene en la ciudad actualmente. Y tuvimos que andar, sin duda que el número de nazarenos crecía en esta nueva cofradía. Entre las filas Antonio Santiago volvía en busca del palio que iba comandando su hijo junto a los auxiliares. Barrio entre callejas y más amplias avenidas, de casas más bajas y modernistas bloques de pisos, aun estábamos en la nueva Sevilla, la barrera emocional de la muralla aún quedaba algo lejos. Al fin encontramos al paso de cristo, hay que ver, de tener una humilde procesión de gloria, de San José Obrero, sobre ese mismo paso a plantarse en  la antesala de la semana de Dios con una cofradía tan completa, humilde y sencilla para lo que es allí, pero que la verdad más quisiéramos muchos de fuera. Como en Alcosa, paso pequeñito, aquí se palpaba más porque las dimensiones se ajustaban más para acoger la escena de Jesús camino del calvario, por caridad ayudado de Simón de Cirene. Líneas sencillas de ebanistería con apliques de orfebrería, monte de corcho y flores exóticas y candelabros de guardabrisas que saben a letificas se alzaban a las órdenes de Ernesto Sanguino para comenzar a dibujar el arte efímero. Aquí no hace falta que diga, que las cuadrillas igualmente andaban pues eso, como mínimamente Dios manda. Tras el Cristo, la “banda de la hermandad”, la Agrupación Musical de los Gitanos y con ello también me estrenaba escuchando por primera vez a la formación de la cofradía calé y además tras un paso. La esencia del Cristo de la banda con la escuela Santiago ciertamente te retrotraía al viejo Nazareno de San Román, revirá medida con la marcha “Gitano de Sevilla” y es que por “bemoles” la esencia de Virgen de los Reyes tiene que estar presente siempre en esta formación, que sonaba muy bien, pero que sigue sin convencer esos arreglos o idea musical, creo que la sombra de los Reyes le sigue siendo grande en la Madrugá.





Rompía el Señor de la Caridad en busca nuevamente de perderse entre el aroma de su barrio cargadito de azahar, arriando por cierto sin tocar el martillo como ha puesto de moda este capataz y que también he podido yo llevar a la practica en Córdoba mientras por allí cerca iba el autor del Cristo y el recientísimo Cirineo. Días antes mi amigo Rubén Gómez, en Linares me transmitía que no le convencía esta imagen secundaria, él que lleva ya unos años presenciando esta jornada. Por el costero izquierdo del paso caminaba el autor de las imágenes, y en el derecho nosotros junto al Señor, y en esa misma posición, en una parada, dos hombres del pueblo obraban como mandan los cánones sevillanos para con las cofradías, juzgando lo que veían… nosotros pensamos que “menos mal que el imaginero no viene por aquí”, porque aquellos hombres catalogaron al Cirineo como “de figurita de Belén”, y ahí me acorde de mi amigo Rubén, ciertamente  en el directo a mí tampoco me terminó de convencer. Jornada extraña para mí, como digo, diferente a lo que se fragua de Domingo de Ramos a Sábado Santo, por ello buscamos a Antonio y había que volver a disfrutar de esta hermandad de vísperas. Como no conozco bien el barrio y sus calles eran tan similares no he podido detenerme en el estudio de videos para observar si en algunos estábamos presentes, por ello incidir en lo mismo pero con Antonio, que igualmente disfrutaba más bien contemplando el paso de palio, aunque no puedo obviar una chicotá de Señor, en una revirá magistralmente realizada por la cuadrilla y un detallazo de categoría de Sanguino al medir perfectamente el compás de sus hombres, midiendo milimétricamente la revirá para mandar que la cuadrilla rompiese justamente en la apoteosis final de la que siempre digo es mi marcha preferida… repelucos sintiendo “Señor de Román”.







Curiosamente la siguiente y definitiva parada, si Dios así lo quería seria viendo a un misterio a los sones de la banda que creó esta magnífica marcha para mis sentidos. Pero antes de marchar a por el coche nuevamente, previo sablazo del Parking, entre la barriada de la nueva Sevilla contemplábamos un campanario que en principio nos descolocó. Nuestros GPS mentales rápidamente nos hicieron pensar que era la basílica de María Auxiliadora, y como se veía cercana, por qué no entrar a visitar a la cofradía de la Trinidad, comenzaba la primera visita a las capillas. Cercana, que tuvimos que dar un buen rodeo, como dije hace unos días con la Macarena, o no voy nunca a un sitio o estoy allí siempre metido. Era Sábado de Pasión, adentrándome por el compás de los salesianos me dije, aquí tengo que verla este año, Dios Padre y Dios Hijo, también Dios Espíritu Santo en una sola persona así no lo dispuso, pero en dos días, aunque en sus iglesias, contemplé a casi todo el Sábado Santo detenido, ansioso de vida, por lo menos el más tradicional. Imponente la iglesia, ya me lo pareció en diciembre pero en esta ocasión pudimos acercarnos hasta las plantas del retablo que realizase un artista del que he conocido su trayectoria recientemente, José Alarcón Santa Cruz, donde descansa una de las coronadas de la ciudad, la Auxiliadora. Curiosamente en la iglesia mientras una auxilia a los pecadores, otra, dolorosa y también coronada reparte Esperanza desde su majestuoso paso de palio, el cual impactaba como siempre, aun parado, a través de la verja de su antiquísima capilla, esperaba la gracia de verlo en movimiento un año más. Pero no pudo ser, nos conformamos con observar detenidamente el siempre paso que no deja indiferente a nadie, el alegórico del Sagrado Decreto de la  Santísima Trinidad, incluso se lo pude explicar detalladamente a mis acompañantes, aunque a ellos poco más se les puede aportar, crecen capillitamente a velocidad de crucero. A su lado el misterio de las Cinco Llagas mostrándonos algo que cierto día les comenté, lo rápido que en Sevilla se hacía un barco dorado, como el que presentaba el frontal del crucificado de Duarte, que al parecer presentaba nueva disposición del conjunto en el paso, pero que no alcanzamos a intuir. La chispa de la gracia se prendía en los Trinitarios y Salesianos, con las luces del sol vencidas, en un día caluroso, aunque en la noche las mangas cortas se nos quedarían demasiado cortas por Ciudad Jardín…

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