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jueves, 5 de junio de 2014

VIERNES SANTO... BAJO EL JOYERO MANIERISTA DE DIOS EN CÓRDOBA. (I)

Si les contaba hace unos días que parece que fui un gafe para el Martes Santo sevillano, que tras tres años de no estar allí, volvió el esplendor de sus cofradías bajo el sol, al contrario debería parecer en el Viernes Santo para la ciudad de Córdoba y sobre todo para la hermandad del Santo Sepulcro. Nuevas sensaciones para escribir en el libro de mi vida se abrían en el pasado Viernes Santo, cuando vestido casi de negro rotundo, con costal bajo el brazo contemplaba una vez más extasiado el simpar paisaje que dibuja la Mezquita-Catedral de la capital califal desde el otro lado del rio, a la sombra de la Torre de la Calahorra. Caminaba tranquilo, el Arcángel de piedra me mandaba suerte, él que tiene un soldado en sus filas muy especial para mí, como estaba Córdoba a esas horas, se palpaba una sensación muy común como en otros tantos lugares en esta triste jornada, de cansancio y de selecto grupo humano que vuelve un día más a contemplar las cofradías. Al final la peoná del día anterior había sido benevolente, el cuerpo iba preparado para sumergirse nuevamente bajo una galera de gloria, para disfrutar de las cofradías en el lugar privilegiado que ocupan los costaleros, aunque yo no sea de los que le guste estar toda la semana bajo los pasos, pero dos por ejemplo no está nada mal, y a este al que me enfrentaba, la verdad es que me hacía ilusión poder vivir lo que la tarde me deparaba, que pensaba que iba ser bueno, y en realidad fue impresionante.
A la misma hora que los ensayos y en el mismo lugar, la plaza de la Compañía, desde donde cada Viernes Santo se dibuja la estampa de una de las más admirables cofradías de Andalucía, y desde aquel día lo pude “paladear” en mi alma, expresión muy de su capataz, expresión muy de su escuela, los Santiago. Nerviosismo el justo, ante la nueva experiencia, quizás de respeto ante el trabajo que se iba a desarrollar, pero lo cierto es que me sentía como si llevase toda la vida paseando “al Muerto de Córdoba”. Los costaleros de ambos pasos iba llegando, en la cafetería de la plaza caía un nuevo néctar costalero para activar las fuerzas. Abrazos y saludos a los compañeros, sobre todo con los que más he podido emparentar mientras en el callejón nuestro capataz o capataz delegado de paso cristo David Arce nos entregaba a los nuevos las sudaderas que la hermandad regala a las cuadrillas. Sudadera azul marino con una Cruz de Jerusalén bordada al pecho. Sin duda esa Cruz de Jerusalén desde aquel momento se quedó bordada al corazón para siempre, esa cruz de los nazarenos de Sevilla como me decía un buen maestro y amigo, que igualmente tomó esta clásica hermandad cordobesa como enseña representativa, que será símbolo de una de las más bellas experiencias que me llevaré al otro barrio, cuando Dios, en este caso el que va dormido en refulgente urna manierista flotando por las embrujadoras calles de Córdoba, quiera. Es curioso, un día de glorias en Sevilla, inesperadamente me encuentro a Curro en un relevo de la Reina de Todos los Santos y al llevar puesto el costal me hacia dudar que fuera el famoso capataz cordobés. Pero llevaba la sudadera del Sepulcro y eso me hizo decantarme de que se trataba del capataz que cumplía esta Semana Santa veinticinco años mandando pasos. Quien me iba a decir aquel día que yo saldría a sus órdenes y en ese paso que tanto me llenaba los sentidos de este regustazo por las cofradías. Quería esa sudadera, no hizo falta mucho insistir, porque es la misma cofradía la que la regala a las cuadrillas, seguramente en esa búsqueda de extrema seriedad que con las horas iba ir paladeando en mis sentidos. Aquel día la lucí orgulloso, hoy colgada en el armario es casi como un trofeo, para este simple capillita que la verdad a veces ha recibido más de lo que ni siquiera soñaba. Las enormes lecciones que he mamado siendo costalero del Sepulcro y junto al equipo de Curro, han sido un premio muy grande.







Muchos cuellos trabajados, conversaciones a modo de resumen de lo que había sido la Semana Santa para muchos, casi todos costaleros en otros pasos. David Arce comentaba su salida el día anterior bajo el misterio de Cigarreras de Sevilla, este costalero de marca Villanueva, que por cierto le han entregado un nuevo llamador de la ciudad, y no uno cualquiera, nada más y nada menos que el de la archiconocida Virgen de las Angustias, la obra póstuma del cordobés más eterno, Juan de Mesa y Velasco. Seguramente su experiencia bajo la Piedad de los Servitas de Sevilla, modelo muy similar al que lleva las Angustias de Córdoba se verá reflejado bajo el paso de la iglesia de San Agustín. También un honor el de llevar al Señor a sus órdenes, y como no, del que me abrió las puertas y los brazos de Córdoba y su mundo de abajo, en las cuadrillas que a mi entender, son la marca y camino a seguir para entender el perfeccionamiento de las cuadrillas de costaleros en Córdoba, Federico Jiménez Reloba. En la plaza, se hacia el silencio, en corro, y en medio Curro nos daba una charla, unos consejos y nos inyectaba la pasión por hacer las cosas bien y disfrutar bajo los pasos de la hermandad, la cual llevaba ya unos cuantos años sin ver la calle, a excepción de la magna, por culpa de la lluvia, por eso creo, en plan broma, que yo he sido este año un talismán y el Sepulcro volvió a sorprender por las calles de su ciudad. Nos repartía el trabajo, con una tarjeta de relevos de lo más trabajada, otro tesoro para la vitrina de los recuerdos. Un trabajo que también me era nuevo, ya que siguen el modelo de cambiar la cuadrilla entera en cada relevo, perteneciendo yo a la cuadrilla baja.
Al entrar en la Compañía comenzó un caudal de sensaciones y estampas que lo mismo que me sobrecogían, a la vez me hacía estar muy en alerta, para no cometer ningún fallo, ante el rigor de esta hermandad, yo prefiero ser así. Cambiaba de estilo a todo lo que había sentido desde dentro. Me hacía participe de una cofradía de negro, de silencio, de ruan, mustia, rancia… yo diría que el modelo más patente que sentí que sigue la cofradía es la del Silencio de Sevilla, aunque con un gran regusto reinterpretado a sus características propias, sin copiar nada, pero el alma de San Antonio Abad en Sevilla se podía respirar en la Compañía de Córdoba. Ojeada fugaz al joyero manierista que nos esperaba y junto a él conocía por fin el famoso paso de su Madre, la Virgen del Desconsuelo que como digo, se levantaba sobre el alma de la Concepción de Sevilla pero reinterpretado a las mil maravillas, con un regusto enorme, le faltó el azahar en las jarras, incluso estaba quizás ante la recuperación de la sacra-conversación más antigua en Andalucía, desde que en Sevilla desapareciera hace casi cien años y ahora lo haya recuperado la hermandad del Sol.
Aunque todos los ensayos me ha tirado de la ropa un buen costalero y mejor persona, casi paisano, Luis Miguel, de La Carolina –grandes costaleros de este pueblo bajo el Señor-, aquel día me perdí tras unos cuantos compañeros, cosas de lo nuevo y me tiraron de la ropa en unas dependencias altas de la Compañía, donde parecía daban los niños la catequesis. Lo cierto es que contemple mucho oficio, muy buen trabajo, en aquellos costaleros. Uno de ellos lo conozco desde que como músico salí tras la Borriquita de Córdoba y él era un incipiente costalero que comenzaba a mirar hacia Sevilla. Sin duda el costal que me puso Miguel González Bonilla, otro costalero marca Villanueva creo que ha sido el que mejor me han puesto desde que me hice costalero.




Al volver al interior de la bella iglesia de la Compañía de Jesús pude palpar lo que es una cofradía de esta categoría organizándose y esperando que se abran las puertas de la penitencia. Prácticamente el silencio ya estaba instaurado entre sus hermanos que se escondían en el anonimato del caperuz y la cera tiniebla. Llegó Federico que siempre me trató con su simpatía y casi me daba hasta vergüenza hablar observando tanto rigor, un severidad que me hacía disfrutar, en sí, esta es la auténtica esencia de la Semana Santa, el día que se pierda esto, quizás la Semana Santa dejará de llorar la muerte más triste de todos los tiempos, y aunque esto es la gloria, hasta para estos cofrades de firmeza y seriedad, creo que mientras el mundo exista no debe de desaparecer el respeto y la tristeza que se representa en la Pasión de Cristo en Andalucía. Tanta etiqueta que tenemos en Andalucía de una Semana Santa casi de romería, que vengan de por ahí y observen rigor de altos quilates que destilan las hermandades rancias. Contemplé a Curro en el papel que siempre me habían hablado, seriedad y concentración, sin duda en su estatus de que es el que manda, el que lleva la responsabilidad y ya se palpaba que no era el Curro de fuera de las tensiones, volvía a contemplar a ese hombre serio de pelo engominado repeinado hacia atrás, por cierto vestido de etiqueta, de frac como el resto de capataces y contraguías, una muestra más de la exquisitez de esta hermandad, esto por ejemplo en Sevilla si no me falla la memoria no lo encuentras. Incluso si apostaran por el traje de servidor de librea, como al parecer iban vestidos los capataces de tiempos remotos, la estampa aun serian de más regusto y solera, aunque creo que si Federico lee esto, se reirá diciendo, no des ideas…
Tocaba sumergirse en la galera de este auténtico retablo andante que es el paso del Santo Sepulcro. Auténtica joya que por más que lo contemplas, no deja de embriagarte. Siempre se abriría el faldón trasero, como portón blando hacia la gloria de los kilos, ricamente bordado para poder adentrarnos y salirnos de la estrecha galera de este paso, autentica alma de madera en su interior, donde el aire nos entra desde la parte superior, es decir, el suelo de la urna desde abajo podemos ir contemplando, sintiendo que ahí va el mejor de los nacidos dormido para el perdón de nuestros pecados, desde donde podíamos observar la tenue luz de la cera tiniebla que le da luz al Cristo Yacente de Córdoba, y a su vez una magnificencia sobrecogedora a esta obra que pareciese heredada de la noche de los tiempos. Aquí cambia todo lo conocido por mi desde el interior de una cofradía, no hay llamá poética, no hay replica de gracia, solo golpes secos de llamador, de sonido seco y profundo que retumba en las esencias del alma, un sabor difícil de explicar, un ambiente solo entendible para los que disfrutan con los cánones antiguos. Un simple “ponerse” o “vámonos” de Curro o de David Arce, también de Federico, el tercer capataz del paso por definirlo de alguna forma, cuando el primero se marchaba al palio, que es donde suele ir más los capataces generales, por cierto otra nueva experiencia en mi vida capillita y creo que acertada, en las cofradías creo que es mejor que los pasos los capitanee un solo capataz, y los demás sean sus subordinados, es curioso, la profesionalidad que sentí aquel día, que a Curro a veces lo sentía como un auténtico jefe, sin aficiones, sin las cosas por amor al arte antepuestas, todo era concienciado de que ese día él mandaba, sin contemplación a estrellas bajo las trabajaderas, veinticinco años después creo que su modelo la va dando la razón.











Al segundo golpe del pequeño llamador, los treinta hombres metían riñones y el galeón comenzaba a crujir a gloria, mientras me preguntaba “haber lo que empuja hoy pa´bajo”. En el tercero la urna volaba al silencio de la Compañía, perfumada por el sabor del incienso, como no, de hermandad rancia y los ecos de la música de capilla nos hacía sentirnos partícipes del mismísimo entierro de un rey, en este caso del único Rey que de verdad se ha dejado su vida por su pueblo. Muchos pensarían que lo correcto sería levantar a pulso, o pulso aliviao, muchas hermandades con pasos de este modo así lo harían, pero la esencia de la cuadrilla del Sepulcro cordobés es esta, hay que mover esos quilos, y ver levantar el galeón manierista es una de las sensaciones más espeluznantes de la Semana Santa en la tierra de eterno Manolete. Seguramente hay que levantar así, si o si, hay que empezar enchufado a mover ese paso porque la verdad es que tengo que decirlo, en ese momento comenzaba un caudal de sensaciones satisfactorias y sentimientos indescriptibles –como siempre digo, mis crónicas no se acercan nada a lo que se siente-, pero serian unas sensaciones que se cobrarían bien cobradas, porque si alguien ha escuchado el rumor, yo se lo confirmo, es pequeño y puede engañar, pero este paso pesa mucho, pienso que tendrá que pesar como un galeón de casi cincuenta hombres para solo treinta y apretaditos, por ello me sentí un privilegiado, porque ahí debajo no hay concesión a flaquear ni un segundo, no concede muchas oportunidades a perderle la cara, para la integridad del costalero y para la elegancia que tiene que derrochar ese paso tan especial por la calle. En este paso he conocido aquello que se dice en el mundillo de abajo, que ser costalero es ser un guerrero que tiene que batallar con los kilos, la verdad que para pasear un paso así una sola cuadrilla debería volver el espíritu y circunstancias sociológicas de los míticos profesionales. Y así fue en los ensayos y así fue el Viernes Santo, desde la primera el paso comenzó a decirnos, que si lo paseábamos con fuerza y a la vez elegancia, es que somos los elegidos por Dios para llevar ese paso, por eso dije en las primeras crónicas, que tristemente me he visto obligado a eliminar, que el sacar dos pasos seguidos, encima este, me dio cierto miedo el día anterior cuando el paso comenzó a caer. Encima, cuando terminara la estación de penitencia en Córdoba, a eso de las doce de la noche, tendría que volver rápido hasta mi pueblo, porque a las cinco de la mañana comenzaba una nueva jornada de trabajo de ocho horas. Lo cierto es que le di gracias a Dios por concederme la fuerza, el físico, la salud, lo que sea para poder dar la cara ante estos grandes costaleros bajo este paso que derrocha el mismo arte que entrega física.





Pero había valor ahí debajo, muchos de los costaleros son viejos veteranos de este Cristo que como me decían le tenían un hueco especial en su corazón, aunque no fuesen hermanos, la verdad es que el modelo que tiene esta cofradía a la hora de entender a las cuadrillas de sus pasos, lo veo correcto o más bien genial, creo que es el secreto para que sus pasos sean de los que mejor anden en la ciudad, para asegurarse que tener gente debajo de los pasos sería un quebradero de cabeza menos en la gestión de la hermandad, algo necesario para cerrar la excelsitud que van derrochando por la ciudad. Aquella tarde estuvo conmigo David Mira, Pedro Guerrero, después llegó Félix Gómez y Óscar Ortega con sus señoras parientas a disfrutar de una jornada de Semana Santa, desconocida para todos y a la vez trasmitirme un aliento de amistad ante esta nueva experiencia, al final como me dice Félix, “me vas a echar adelante, que ya sacas más que yo”, ¡yo que no soy un acérrimo del costal!… Ellos coincidieron en afirmar la elegancia de la cofradía en la calle, con todos los respetos, decían que por lo menos en la jornada eran punto y aparte, y una hermandad para quitarse el sombrero, incluso que el paso palio “era para partirse la camisa”. La verdad ya que uno se pone a elegir, elige bien ¿no?
Comenzó ese nuestro andar cansino, como dirían los que abajo tiene el privilegio de apoyar a los de fuera. Un andar corto, pero profundo, sin correr, porque este paso es de unas características especiales que hacen que tenga que tener un andar muy especial. Un punto de gravedad que hay que batallar para que el Señor “no se despierte”, para que parezca lo que el pueblo observó atónito, que la urna se va deslizando por Córdoba, cortando el aliento. El suelo sagrado de la Compañía, dio paso a la calle, en silencio con sabor a funeral donde solo se escuchaban el cantar de los pájaros y la música de capilla parecía un eco lejano de otras épocas. Se baja la rampa y se sigue el son, siempre igual en busca de las columnas de ese edifico que nos evoca a la antigua Roma, no había música que marque el compás, solo silencio y sobriedad, y caminar de frente soportando los kilos. Por Santa Victoria que tanta leña daba en los ensayos, el paso flotaba, al igual que por Ángel de Saavedra hasta llegar a Blanco Belmonte, donde se abre y se recrea una de las estampas más inmortales de la ciudad. Llegaba el relevo, y al salir parecía que no habíamos salido de la Compañía, y el paso ya estaba impactando a la multitud que esperaba el cortejo del Sepulcro en las aceras.
Como era todo nuevo para mí, uno no sabía si podía quedarse un ratito a ver el paso andar, que la verdad me he estrenado bajo sus trabajaderas sin haber visto nunca esta cofrada en la calle a excepción del rato el día de la magna, quien me lo iba a decir aquel día... Pero bajamos en busca del relevo, aquí como en tantos sitos, en bares, por si se necesita el aseo o tomar alguna bebida que nos reanimara, más aquella tarde que parecía un Viernes Santo de julio por el calor, a poder ser que no fuera “liquido amarillo” como nos aconsejó Curro. Entraba la cuadrilla alta y buscamos el relevo ante la misma puerta del Perdón de la Catedral. Viajando hasta Córdoba lancé a mis compañeros un deseo, no sabía si iba a cumplirse pero se vio que el Señor lo tenía todo premeditado desde antes de la igualá allá por enero, iba a hacer estación de penitencia en un templo mayor, y con un paso encima, sueños que nunca busqué y que el Señor al fin me ha concedido, porque llevé al Dios muerto de la Compañía hasta el interior de su sagrada casa, donde antes los musulmanes alzaba sus ruegos al altísimo.



Desde la revirá de Deanes aparecía el galeón, y es que ciertamente da la sensación de que ves venir un retablo, nunca tanto manierismo se llevó tan genialmente a un paso, este arte solo nos trasportaba a las iglesias de rancio abolengo en Andalucía. Ahí comenzaba a ver la cofradía en toda su magnitud, como por ejemplo la cruz de guía que llevaba un muñidor especial o nuevo para mí, llamando al silencio, en lugar de las campanitas más comunes, llevaba una especie de carraca, quizás por aquello de que en la jornada de Viernes Santo no se deberían hacer sonar campanas, supongo. Silente, con un paso medido, dicen que este año los grandes han dado un gran salto de calidad, se posó el paso ante nosotros mientras cordobeses y foráneos esperaban la estampa de esta joya entrecortándose entre la belleza arquitectónica de la Santa Iglesia Catedral. Es curioso, llevo sin entrar a la Mezquita-Catedral desde una excursión en 1996 del colegio, aquellas de fin de curso de la EGB y cuando vuelvo a pisarla, no puedo embriagarme de su arquitectura y arte. Pero qué mejor manera que volver que llevando al Señor sobre la séptima vertebra recubierta de arpillera bendita, con el arte que más me gusta para llevar a las imágenes sagradas junto a unas de las mejores cuadrillas de la ciudad y sintiendo el eco sagrado, sintiendo el mármol de la casa de Dios en mi cansino y contundente rachear. No sabía si en estos menesteres se hacía algo especial, yo solo sentí que entrabamos y dibujamos unas cuantas revirás, desde esta catedral no se puede salir por otra puerta, se entra y se sale por la misma a la espera de que fructifique el proyecto de abrir una nueva para que definitivamente las cofradías cordobesas hagan estación de penitencia en el templo mayor como culmen a su estación de penitencia y su paso por carrera oficial. Por el momento unas cuantas, incluyen esto en sus itinerarios, el Santo Sepulcro es de las más antiguas en hacerlo, incluso dicen que es el único objetivo de estos hermanos de negro ruan, hacer estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, incluso alguna conversación esporádica escuché en un ensayo, que decían que en algunos años de peligro de lluvia se bajaba a la Mezquita-catedral y se volvía por el camino más corto, obviando la Carrera Oficial. Desconocía el procedimiento, no se nos pidió nada especial, solo seguir haciendo nuestro trabajo, por ello simplemente hice los que sus hermanos de luz harían, supondría y supongo que muchos costaleros, yo saque la esencia de todo esto interiormente, yo el capillita, el jartible de la estética, el que cada vez le huele peor la palabra COFRADE, el que no entiende -o eso creen los que de verdad no me entienden o no están preparados para ello- de la religiosidad que debe primar en este mundo… no sabía de procedimientos, pero bajo el palo un Padre Nuestro y Ave María…
El paso quedó como aparcado a un lado, es lo que sentía, no veía nada y escuché el rumor de la entrada en la Catedral del paso palio de la hermandad a las órdenes de Curro. Cuando se posó, se alzó nuevamente el joyero manierista, esta vez a las órdenes de Curro y el Dios de la Compañía volvió a sentir las últimas luces del día más triste del año, el día en que Él murió. Nuevo relevo sin salir del Patio de los Naranjos, donde la multitud abrazaba el discurrir de la cofradía, como dije en las últimas horas de la tarde, lo que hacía que el paso comenzase a cerrar su magnificencia con los destellos que producen sobre el pan de oro la luz de sus cirios color tiniebla, no podría ser de otra forma que fuera la cera de las rancias…
CONTINUARÁ…
Nota: Las fotografías que ilustrarán estas crónicas fueron realizadas por Pedro Guerrero y con ello incluiré también las referentes al paso palio de la hermandad.

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