Buscar este blog

domingo, 3 de agosto de 2014

LAS CIGARRERAS CAMINAN POR SANLÚCAR DE BARRAMEDA...

Una de las especiales singularidades que le aporta su mayor grandeza a las cofradías sevillanas es la apuesta por mantener sus antiguos patrimonios materiales, piezas en muchos casos de una inigualable calidad que por estar encuadrados en el arte y modas en que se realizaron, nos han legado esa definición que tanto enmarca a la Semana Santa… lo “clásico”. Muchas son las hermandades que siguen apostando por el patrimonio adquirido en tiempos remotos para seguir mostrando la esencia o estilo de su hermandad, como podrían ser los misterios de la Exaltación o el de la Carretería. Pero lo cierto es que en muchos casos, grandes joyas del pasado se desecharon simplemente porque fueron arrastradas por las nuevas modas de cada tiempo, acciones también impulsadas por las carentes técnicas de restauración con las que se cuentan hoy en día, lo que determinaba que lo deteriorado debía de ser cambiado. Multitud de hermandades son hoy  lo que en otros tiempos no lo fueron. Si resucitaran muchos cofrades de todos los tiempos ciertamente no reconocerían a sus hermandades de hoy en día.




Las hay que sigue en gran porcentaje siendo lo que fueron por lo menos hace más de un siglo, en el Gran Poder o la Mortaja por ejemplo prácticamente se sigue viendo los mismos conjuntos desde el siglo XVII, pero lo cierto es que la gran mayoría por cambiar ha cambiado en muchas ocasiones hasta a sus titulares. Un caso especial es la hermandad de la Cigarreras, en la cual su más remota esencia se reduce en la insustituible imagen de la Virgen de la Victoria –sea de Mesa o no, una increíble obra artística-, en la cual se conformó un paso a su alrededor que ha cumplido una de la premisas que vengo enumerando, como es la apuesta por mantener la esencia que le insuflaron en aquel tiempo aguatando las poderosas oleadas de artes más sobrecargados y súper-neobarrocos que han llegado poco a poco hasta nuestros días.








La misma suerte no corrió el titular sobre el que se levantó hace siglos los cimientos de esta hermandad. El actual paso de misterio responde a la más rotunda moda de pleno siglo XX, donde un híper-barroco Cristo, salido del más amante imitador de Juan de Mesa, Francisco Buiza se retuerce cada Jueves Santo atado a la columna, donde un conjunto de sayones y centuriones recrean la inmortal estampa que ha lucido esta cofradía durante siglos por Sevilla, la flagelación del Hijo de Dios, un conjunto tallado por Navarro Arteaga muy afín a los cánones actuales a la hora de realizar imágenes secundarias, en cierto modo algo alejadas de los antiguos modos en que se basaban en épocas pasadas para estos menesteres. Incluso sus actuales andas responde a ese culmen del retorcimiento de formas que en siglo XX alcanzó las nuevas obras de retablística impresas en los altares errantes, los retablos del siglo XX y XXI, los pasos procesionales. Directriz impulsada sobre todo por Manuel Guzmán Bejarano y el autor del “barco” cigarrero, Antonio Martín Fernández.
Pocos serán los que queden que recuerden una estampa totalmente desaparecida de lo que fue la hermandad de las Cigarreras cuando su anterior paso dibujaba la esencia de la misma. Tanto ha cambiado esta hermandad en tantas cosas, que hasta los paisajes por donde se recortaban han sido tantos y variopintos, que en si se puede considerar a la hermandad de las Cigarreras como una hermandad atada al ritmo de los tiempos en lugar de una afiliación a un tiempo o moda artística en concreto. Como dije, la imagen de Jesús atada a la columna ha tenido varias caras en el imaginario sevillano, desde la primitiva imagen de Amaro Vázquez, a la que creo fue la mejor que procesionaron, la roldanesca que hoy se encuentra en Hinojos o la de presente actualidad por estar en proceso de restauración, la portentosa imagen del “Cristo del Dolor”, el “amarrao” a la columna que gubió Joaquín Bilbao para la corporación cigarrera, que vino a confirmar esta teoría, de que las Cigarreras ha sido una hermandad muy influenciada por las modas de cada momento de la historia, porque pocas en Sevilla apostaron en aquellos tiempos por imágenes de la imaginería contemporánea que trabajaron artistas como Bilbao en contraposición del neoclasicismo o neobarroco siempre tan imperante en el gusto hispalense en el último siglo, la llegada del Cristo de Buiza, es una muestra más de esta realidad.
Pero lo cierto es que la hermandad procesionó a todo este elenco de Cristos, menos al actual en un paso que convivio también algunos siglos en el imaginario de sus hermanos y de la ciudad. Un paso que conoció los Terceros, la capilla en la actual universidad y la actual capilla en el barrio de los Remedios. Un paso y un conjunto escultórico afín a un tiempo que abarcó los cánones por lo que hoy definiríamos muchas cosas de la Semana Santa. Por ejemplo diríamos que era un conjunto de hermandad plena de centro, que vivió en un barrio y la quizás apuesta por convertirse en una hermandad de esta tipología. Quizás esta premisa hizo pensar que la hermandad para ello necesitaba lavarle la cara al paso Cristo en profundidad, un hecho más de que la Semana Santa sigue estando atada a la evolución de los tiempos.
Pero es curioso, que si algún sevillano, o los amantes de las sevillanas maneras con las cofradías, quieren recrear como pudo ser el misterio de las Cigarreras antaño y quizás como podría ser hoy en día si no se hubiese cambiado puede hacerlo visitando la gaditana localidad de Sanlúcar de Barrameda o tan solo visualizado algunos de los videos o fotografías que adjunto. Allí fueron a parar, para tristeza de aquellos que nunca quieren que el patrimonio de su cultura salga de sus fronteras las andas que realizó para la hermandad sevillana Enrique González en 1895 más los respiraderos que lo completaron en 1917. Un paso totalmente análogo al arte entendido a finales del XIX y principios del XX para los pasos de cristo, de un bombo muy marcado pero con un trabajo de talla más sencillo o plano en contraposición de los recargados pasos que se hacen en la actualidad. Canasto afín a pasos como el de San Bernardo, San Esteban, el recién cambiado de las Cinco Llagas entre otros que como este corrieron la misma suerte, de ser sustituidos, por la prácticamente premisa de quedarse “pasados de moda” ante lo nuevo que se estaba realizando.






















Con el romano de Berlanga.
Es curioso, con la actual apuesta de la hermandad de las Cigarreras, de convertirse más en una hermandad rancia, de carácter céntrico en contraposición con ese aire trianero con el que contó durante algunos años tras su llegada a los Remedios, hubiese deparado seguramente que estas andas y en si todo el viejo conjunto hubiesen calzado más a la perfección con la sintonía que aun rezuma el paso palio, aunque con ello no quiera decir que el actual conjunto de misterio no valga, al revés, engrandece más la sensacional Semana Santa sevillana, muchas cosas buenas se cambiaron por otras que también lo son, simplemente son diferentes. Un conjunto que adquirió la hermandad de la Misericordia de Sanlúcar de Barrameda, curiosamente para procesionar también a un Cristo en el pasaje evangélico de la flagelación, una imagen anónima posiblemente de finales del siglo XVI o principios de XVII, de estilo renacentista, lo que la hace que fácilmente conjugase con la estética que el conjunto tuvo en Sevilla, sobre todo con la imagen más antigua de la hermandad, la de Amaro Vázquez.
En 1975 llega a tierras gaditanas, estando en la actualidad acertadamente restaurado, con nuevo dorado y enriquecido con un nuevo juego de candelabros que siguen la misma línea del paso y los antiguos salidos de las gubias de los talleres de Pineda y la inclusión de cuatro ángeles pasionarios, situados en los candelabros de las esquinas y dos parejas de ángeles mancebos en el centro, realizados en madera de cedro, estofada y policromada por el algabeño Miguel Ángel Domínguez Velázquez en 2006. En 1980 llegan para seguir prestando sus servicios, dibujando casi la misma estampa pero ahora en Sanlúcar de Barrameda los sayones que durante muchísimos años flagelaron a Cristo por las calles de Sevilla. Unas singulares obras atribuidas al taller de Benito Hita y Castillo, que con gran cierto de esta hermandad sanluqueña ha seguido apostando por mantener, como auténticas joyas que los tiempos nos han legado. El acierto es tal a mi entender, que la hermandad apostó por restaurarlos en el prestigioso IAPH, donde las imágenes dieciochescas han sido devueltas magistralmente al esplendor con que fueron concebidas en lugar de lo que hubieran hecho otros, de realizar actuales y súper-neobarrocos conjuntos de retorcidos sayones y romanos dotados de amplios cascos de plumas tan del gusto Juanmanuelino que aún sigue arrasando en los gustos cofradieros actuales.
Muchos serán los que se sorprendan de estas afirmaciones con tan solo verlos, pero es que hay que entenderlos desde un prisma concreto del pensamiento de la época en que fueron realizados, con sus singulares vestimentas, alejadas de todo rigor historicista a la Judea del siglo I, más bien adaptadas a los cánones artísticos de vestir a los sayones y guardias a los modos en que se vestían los soldados de su época. De estos, dicen los eruditos, se nos presentan vestidos a la turca, estando los dos ejecutores del castigo semidesnudos, ya que tienen el jubón quitado y recogido a la cintura, seguramente con la intención de tener más libertad de movimientos para el mejor desarrollo de su trabajo, cruel y triste trabajo. Una tercera imagen, aparece agachada, en actitud de coger un haz de varas verdes de abedul, avellano y fresno, llamado vitis, que los romanos utilizaban entre otros instrumentos para las flagelaciones. Este tercer sayón no fue vendido y actualmente es propiedad de la Hermandad sevillana, pero en el año 2010 fue cedido por esta Hermandad a la de Sanlúcar de Barrameda firmándose un documento de cesión gratuita de la imagen por diez años para que pase a formar parte del grupo escultórico, con el compromiso por parte de la hermandad de restaurarlo, volviendo prácticamente a recrear la vieja estampa del misterio de los Cigarreras.
La singularidad también radica en sus especiales características, por las cuales también sufrieron la popular costumbre de recibir motes para ser reconocidos, en concreto se les llamó el “Verrugas”, el “Mellado” y el “Tío de los espárragos”. Esto indudablemente viene por estar embutidas en la auténtica esencia de seguir el canon de “Kalocagathía Platónica”, es decir la fealdad, la desproporción para justificar la maldad de los personajes, un recurso más del lenguaje callado del arte. Ojos bizcos, verrugas, que se conjugaban con la estética masculina de la época en que se realizaron, en torno a 1710, de grandes y profusos bigotes más la singular acción de uno de ellos aparte a la escena principal que consiguieron ser bautizados por el populacho, recursos que posteriormente cayeron muy en desuso, salvo contadas excepciones, en un cierto espíritu “retro” actual, basadas sobre todo en los recientes estudios y puesta en valor de estos conjuntos, durante muchos años denostados por la crítica popular y quizás la especializada. Un ejemplo es el Gestas del veleño Israel Cornejo para el misterio de la hermandad Universitaria de Granada.




La acertada apuesta de la hermandad sanluqueña por mantener y recuperar el máximo esplendor de esta importantísima obra histórica alcanza dos puntos a destacar siguiendo procederes de rotunda actualidad, el primero es que aquel misterio lo completaba un centurión romano, de Francisco Berlanga –curiosamente discípulo de Buiza, que trabajaría para otro misterio cambiado de la hermandad sevillana- que seguía los cánones juanmanuelinos, es decir, un canon totalmente opuesto a las características de este conjunto. La hermandad, al parecer cuenta con el proyecto de incrementar la escenografía nacida en Sevilla con dos nuevos centuriones romanos, eliminando el de Berlanga, que en cierto modo, a mi parecer llenaría acertadamente una trasera del paso más vacía, hecho acrecentado por la postura agachada del sayón “Tío de los espárragos”. La hermandad estrena el primero de ellos en 2013, siendo realizado por el sevillano Fernando Aguado, el cual intenta adaptarse totalmente a la estética imperante del conjunto dieciochesco, creando un centurión adaptado a los modos artísticos de los sayones, en vestimenta (tallada), con ropajes estofados en oro, el casco tallado, hasta las plumas, la curiosa inclusión de una alabarda en vez de una lanza, típica del atuendo de los soldados españoles del setecientos, canon que sigue este conjunto y sobre todo la rigidez o arcaica disposición iconográfica del centurión, siguiendo los cánones artísticos de aquel tiempo, alejados de los más retorcidos y forzados movimientos que se gastan hoy en día en la imaginería. La misma busca la unidad y la armonía con todo el conjunto aunque sea una obra del siglo XXI, la cual también presenta las analogías del tiempo en que ha sido realizada, donde Aguado perfectamente deja su impronta artística en un modelo hoy día desfasado, y poco dado en el mundo de las hermandades con encargos como este. La historia de la línea temporal del arte se deja plasmada acertadamente en el viejo paso, porque aunque sigue el canon de imaginería dieciochesca, al contemplar el rostro del romano, con su gran bigote, podemos observar que la “Kalocagathía Platónica” no se ha continuado, al contrario, se sigue ciertamente las ideas contemporáneas a la hora de ejecutar nuevas imágenes secundarias, de incidir en un mayor trabajo meticuloso para abordar la creación de imágenes secundarias, casi a la misma altura de imágenes titulares, donde los romanos, sayones, cirineos, etc… también están más definidas sus facciones y proporciones, siendo obras de un mayor mérito artístico a lo que en la gran mayoría de las veces se entendía en tiempos pasados. Incluso, el reciente trabajo del profesor Juan Antonio Sánchez López que nos versa sobre la influencia vigente de la sociedad sobre el arte, referido a la exaltación actual de la belleza y casi delicadeza masculina, puede quedar reflejado en esta obra, mezclando lo dieciochesco con la búsqueda de belleza de toda obra varonil tan imperante en el siglo XXI, algo que en cierto modo comienza a reflejarse en la imaginería emprendida prácticamente tras la transición en España, donde el pensamiento de la sociedad comienza a variar sus caminos, antes tan restringidos aunque sea hoy en día donde se vea más patente, en las últimas obras esa teoría que nos explica el profesor de la Universidad de Málaga.













El arte estático, de indudable interés como creo que ha quedado claro movido por el arte en movimiento, el arte efímero actual, seguidor rotundo del canon hispalense el que sigue hoy en día el paso del Cristo de la Misericordia de Sanlúcar de Barrameda para procesionar a su titular embutido en esta vieja esencia cigarrera, la que nunca conoció por ejemplo los sones de la prestigiosa banda de la hermandad sevillana. Hoy, este paso se mueve como en Sevilla se mueven los pasos, a costal, sobre los pies y siempre de frente, con un buen trabajo por cierto de los hombres de abajo y siguiendo el compás de cornetas y tambores, el cual hace que cuando anda con alguna marcha cigarrera te pueda hacer volar la imaginación y sentir como sería hoy en día rescatar las estampas del blanco y negro, si el paso no se hubiese cambiado, si el Cristo de Amaro Vázquez siguiese saliendo pero con algunas de las incorporaciones actuales a la estampa que dibuja la cofradía, con los indescriptibles sones de la banda de cornetas y tambores de Ntra. Sra. de la Victoria “Las Cigarreras”, en Sanlúcar de Barrameda pueden hacerse una idea...

El paso en un vídeo a color en Sevilla, en 1963 (min 4:30)


En Sanlúcar de Barrameda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario