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viernes, 29 de agosto de 2014

CUANDO MONTSERRAT PASA POR MOLVIEDRO...

La hora nona ya pasó, el velo del templo lleva ya más que rasgado, pero en el antiguo Compás de la Laguna suenan tres toques de campana que saben a difuntos, a muerte. Los tiquismiquis de las denominaciones se preguntarán si el título de campanas también debería incluirse en aquello de banda de cornetas y tambores… Triana saca su lado serio, del compás al escalofrío. “Vía Crucis de la Salud” se eleva a la noche del día más triste del año, ese que dicen se viste con ropón de pertiguero de cofradía de negro ruan. El odio y la bondad débil dada al arrepentimiento, los dos en dos cruces que no son de “T” pero no son como la de que los preside, la fuente suprema del amor en el universo. Gestas gira la mirada, todo está acabado, sus males y penas se irán como el aire de la asfixia de la crucifixión, no quiere oír al cobarde de su compañero, donde quizás se cruza la mirada con esa bella María, la que era de Magdala… quizás en su vida de errores fue uno de sus clientes, si es que ella definitivamente fue lo que nos contaron. Se extraña de porque tanta lagrima por ese pobre loco que hasta en la cruz a removido la conciencia del que cometía fechorías junto a él…
¿Cómo estando muriendo, destrozado puede prometerle paraísos eternos? Dimas recibe la calma y el aliento de la esperanza de aquel que llaman Conversión y nació de manos de un cordobés tocado por la gracia. Antaño, por allí, en ese calvario pasado de hora, nadie acudía a la Conversión del buen ladrón y la ignorancia del mundo personificada en el mal ladrón. Tres cruces atraviesan la vieja Híspalis en busca de un nuevo adiós, pero en este rincón donde Dios es despojado todos los días del año, la masa crece y crece con los años. Muchos dicen que esperan a su Madre, Moreneta de Sevilla aunque su piel es blanca y solo las pátinas tuestan a la Madre de Dios en la madera. Muchos “noveleros” en busca del rito que en apenas unos años se ha hecho tradición inamovible. ¡Pero cómo traspasa Dios Molviedro! con campanas tubulares haciendo de muñidor que llama al silencio, en el día que se viste también de servidor de librea clásico, que Dios no ha muerto pero si va proclamando que la muerte no es el fin, que quién cree en Él, aunque muera se verá en el paraíso como le ocurrió a Dimas, abrazado a esa cruz en “T” que lo identifica. Sublime la estampa, evocador el momento, rincón y luz perfecta, el aroma también - os lo aseguro-, arte y Dios sobre un paso, siglo XVII envejeciendo el XXI, Triana llorando por las cornetas que fueron blancas y ahora vuelven al señorío de una corbata… Sevilla lo levantó hasta tres veces en la madrugá pero entre tres campanas lo ve morir…


Es fugaz pero intenso, momento de burbuja segura, por eso cada año acuden más y más y por eso quizás la cofradía se esmera más al pasar por el viejo compás… detrás lo que parece que ha pasado siempre. Palio genuino en formas, crestería, bambalina por fuera, pero con son perfecto derramando romanticismo por los cuatro costados. Cien primaveras cumple la cabaretera francesa que ha enloquecido a los “noveleros” capillitas en los últimos tiempos. Un año más Margot vuelve a Sevilla, nadie puede verla pero si sentirla mientras una candelería ilumina el perfil de la catalana más sevillana y más bendita. Parece que es siempre lo mismo, pero siempre es diferente mientras la música de aquel argumento poco agraciado exalta a un Turina que si recibió los merecidos elogios. Molviedro se hace teatro de la ópera, aunque no tenga buena crítica, el espectáculo es insuperable, digno de paladares muy exigentes, donde entre todos Dios pone su granito de arena para dislocar los sentidos cuando Montserrat pasa por Molviedro…

Vuelve a enmudecer, a espesar el aire, a entrecortar el cuerpo, a hipnotizar con su movimiento, en el giro o revirá el alma de la ciudad se detiene como en los últimos Viernes Santos, puede venir con sublimes partituras de quien las interpreta mejor que nadie, pero en verdad pareciese que estando por allí don Joaquín le saliesen los compases del alma para escribir su eterna melodía. Regustazo bendito el de esta cofradía, llenado el día y la noche de un aroma que ciertamente solo saben paladear los elegidos. Un paladar que puede ser sevillano o cordobés, porque apellido tan poco de por aquí pudo escribir nuevos sones de tal magnificencia que hizo del momento algo irrepetible para los que tuvieron la dicha de vivirlo. Yo estaba en Córdoba y la música de un cordobés puso el boche de oro al reencuentro con Molviedro… llegó Dios con un vía crucis de salud y se marchó María con una vía sacra, del San Lorenzo cordobés a la Magdalena sevillana, porque lo bueno no entiende de localismos y Tejera lo tiene más que claro, ¡bendita certeza!

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