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miércoles, 6 de agosto de 2014

YO ABAJO, TÚ A MI LADO Y DIOS ARRIBA... POR AMOR.

Venía la tarde radiante y gloriosa, llena de pasión, llena de sueños, satisfactoria, con la adrenalina subida, quizás con algún detalle del que ahora me arrepiento pero también de muchos que me hicieron sentirme tocado por la gracia, sobre todo por la gracia que quizás Dios les insufló a los que les tocó mis palabras. Venía la tarde y llegó la noche, donde bajo la ciega galera de la gloria se paseó un Dios Soberano por una ciudad que no era la mía, a fin de cuentas; el mismo panorama que unos cuantos años ya a la espalda, por donde he perdido tantas cosas y el buche aun lo mantengo… no era la mía, pero nunca me ha importado, quizás tomarle demasiado cariño nadie me lo ha perdonado, ni allí ni aquí… al final soy un cofrade sin identidad, un vuerca pasos de Dios, que es lo único que ha día de hoy he llegado a la conclusión que me importa. ¡Que me importa el mundo que me rodea, si viene Dios y lo atraviesa!

Venía la tarde embravecía, por eso la noche ya llegaba cansada, pero con fuerza, las cosas, quizás de lo bien o menos mal hecho. Volvió la naturalidad, lo que se ansiaba, incluso se flotó curiosamente por una calle dedicada al inventor del submarino, nunca se hundió el barco que hasta viejos almirantes y marineros lloraban de la emoción de ver cumplidos unos anhelos de juventud que ya peinan canas y barriga cuarentona… y se navegó a velocidad de crucero cuando el de las manos poderosas se comió entera una corredera del que amansa a un león con un evangelio hasta llegar ante una vieja, ancha y hermosa, hasta santificada señora de luto desde una tarde de agosto del cuarenta y siete que dicen se llama Margarita. Un tal Julio, cordobés, con apellido extraño, pareciese no sé ¿francés? lo recibió entre burladeros donde esperar más que a toros de lidia a las bellas señoras en una noche de fiesta y una bolera donde el celuloide le da más rimbombancia a una veja ciudad donde aún resuenan ecos de cabria y motor de Land Rover. Entre esos dos mundos, el Soberano eterno pegó una cuchará y un paso atrás, solo ese ¡eh!, en la gloria olía a paella… umm que rica siempre, rica tendría que hacerla alguien que aun deja flores en su cuarto –para eso él fue la “Flor de Bailén”- para que a su nieto le pegue el apretón en la gaznate, de tantos años juntos y ahora toca la cuenta atrás de un reencuentro prometido por el que iba arriba.
Un reencuentro que venía rondando la azotea de los sueños desde hace tiempo, pero sobre todo desde la madrugada, entre la tarea del sustento diario, me viniste a la mente y pensé que por ese aniversario tan redondo podría hablar por primera vez en voz alta, tú sabes que siempre le he hablado en voz interior al de la melena ensortijada de guedejas barrocas de tí, desde hace ya… aun me sorprenden los años y parece que fue ayer… o más bien la semana pasada. Vino la tarde de mucha “poesía” a civiles que los trae paradójicamente un “moro”, niños que ya hinchan sobremanera el vientre de una madre recortaita, de mi sangre buscando la gloria de la felicidad ante un altar, de aquellos que amaron tanto al de madera que el de verdad los tiene que tener hoy bien cerquita… que cosa la del sentimiento, como saca muy de vez en cuando lo mejor de los hombres. Pero la noche venia cansada comiéndose la ciudad con la izquierda por delante, y ese cansancio convierte los umbrales de la rampa divina en intimidad, en sosiego, no sé, se palpa sobremanera que parece que el de arriba se había puesto un trapo con arpillera, recogiéndose la melena como las mujeres costaleras y se había bajado a la bodega a echar un último impulso con todos los que habían sido sus pies. Sonaba mis viejas cornetas al escalofrío de “La Pasión”, y el escalofrió llevó al repeluco y el repeluco a la burbuja... Todo se estaba consumando y el nudo en la garganta que arrastraba desde la madrugada entre un manto verde de plástico me hacía temer de que después de tanto hablar, tal vez demasiado, me iba a dejar la tuya para no sé cuándo… tú si la sabrías, es la ventaja de vivir donde vives.
Incertidumbre interior porque no podía saber lo que el corazón de otro marinero también podría tener guardado para el momento preciso que escogí o escogisteis. ¿Interrumpo? ¿Habrá más oportunidades en una distancia que aunque parece un abismo, son apenas tres pasos poderosos de su cuadrilla? “LENDI”… sosegada en la voz del que tiene siempre la voz tenue, sin aspavientos, con el tono que da la relajación… a comparación de su segundo que raja el alma en las tardes de gloria… fui el elegido y vosotros me elegisteis, mientras tenía la certeza de que sabía que me iban a llamar a mi… me lo quisisteis poner fácil allá donde la gloria se vuelve tranquila y sosegada, el lugar perfecto. Seguramente estabas junto al costero izquierdo, pegado al zanco trasero. Y te agachaste como los capataces con solera, porque en si eras el más alto de la casa y pegaste el oído al respiradero que más bien pareciese la pared de la alcoba de tu Jefe, al que me enseñaron a llamar Soberano… quién sabe si llevabas al niño, que es nuestro mayor, del que dicen que me parecía en aquella cuna de una noche de febrero del año del Naranjito, cogido de la mano para que escuchase hablar al “poetucho” de su hermano… no sé quien estaría más contigo, supongo que no faltaría nadie de los que viven a tu lado. Ya sabes que mamá se quedó con las ganas, pero esta era para ti y para mí, sabes que no me gusta hacerla llorar ¿veinte años ya son suficientes verdad?… el Jefe ya está acostumbrado aunque lleve todas las noches de todos los tiempos gustándole que le regalen el oído y como no, para los cuarenta y ocho elegidos que buscaban el puerto de la recompensa celestial, esa casi cincuentena de hombres que se podrían llamar como tú, ya que tu nombre significa “el portador de Cristo”.
Veinte primaveras después, porque fue en la estación de las flores, que parecían que iba a ser muy glamurosos, parecían que iban a ser tan especiales que tan solo se quedó en aquel momento de la noche en un lugar tan sosegado e íntimo, que mejor pregón que ese momento, aunque aún te debo uno ¿no? Pero fue especial… el “poeta” pensó alguna frase que le hacía secarse continuamente los ojos para que no se dieran cuenta los compañeros del trabajo, pero los versos se quedaron cortos, escuetos, pero dicen que poesía más mala pocas veces ha hecho levantar un galeón de igual forma. Veinte años después quien me lo iba a decir, donde recordaría tantos años ya, desde que Miguel te dio una coraza de los ejércitos celestiales y te hizo formar en los batallones de la eternidad, mientras Dios te encomendaba misiones de amor. Veinte años de un costalero muy especial, que la verdad nunca fue costalero –pero hizo la misma función según el diccionario-, pero por lo menos yo sí, con costal, como me piden mis sueños pedí elevar al Soberano eterno en tu memoria, justamente como yo ahora solo se disfrutar, podría haber sido el nuestro, con el que crecimos, pero ya sabes que ahí no hubo colores, ni pueblo, ni cofradía, por no tener no tuve hermanos cofrades, solo tuve costaleros que tiraron para arriba como hijos de Dios, porque el de arriba simplemente fue Dios en ese preciso y emocionante instante, era lo que necesitaba, seguramente tú no la necesitabas pero algún bien te habrá hecho, el nieto del paellero gaseosero –seguro que tú también le metiste el diente- dice que no ha hecho, sentido ni vivido otra igual, seguramente así lo quisisteis, ya sabes que solo soy un pobre hombre al que me manejará como una marioneta, pero fue por ti, porque te marchaste y con la paciencia hemos llegado a entender que aun vives muy cerca nuestra porque quizás tú… naciste para vivir para siempre como decía la canción del que nació en la Ciudad de piedra de Zanzíbar…

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