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domingo, 22 de diciembre de 2013

ESPERANZA DAME LA MANO...(II)

La estancia y espera en la basílica de la Macarena me trastocó un poquito los planes ideados casi al milímetro para completar la extensa agenda de visitas a los diferentes besamanos. Según mis cálculos nos sentaríamos a comer casi una hora tarde, en nuestro lugar de costumbre y con casi nuestros platos tradicionales, eso sí regados de la cerveza elaborada en la fundación de la cruz del campo, que la verdad ya comienza a parecerme un vicio su degustación, pero que punto y que sabor tiene la sevillana… tras llenarnos bien el estómago emprendíamos la segunda parte de la jornada, creyendo que habría que correr algo más, pero que al final se fue reajustando de tal manera que salió un día magistralmente redondo. Por Alfonso XII buscábamos la Campana, esa que ajena al mundo, con sus puestos de castañas invernales siempre nos sigue dibujando la sonrisa y nos pega el pellizco de la grandeza, siempre imaginando la fiesta grande de la ciudad abriéndose paso por sus entrañas.
Buscábamos Orfila, Santa Marta o San Andrés, Cervantes… buscábamos como si de un Miércoles Santo de mañana se tratase, la casa de los hermanos que contemplan al traspasado, aquel que si pudiese haber estado en la mano de su Madre hubiese sido sanado por la Enfermera más bendita que tiene Sevilla, aunque en este caso no me refiera a aquella que les conté que pulula por los pasillos del Hospital Virgen Macarena. Y es que Sevilla tiene una Esperanza, creo recordar que es incluso la más antigua, especial por su “apellido” como Divina Enfermera, como ya les he contado sobre ella en más de una ocasión. Enfermera que como Esperanza, en el día de su onomástica también recibe los besos de su pueblo, quizás muchos de ellos como mi amigo Félix, profesionales de la sanidad, que vean en ella un faro especial en que sustentarse, incluso me extraña que la misma no ostente algún patronazgo sobre este gremio. Había que visitar a todas las que pudiésemos, pero Ella era especial, sobre todo por mi amigo, que curiosamente, y espero que no tenga ningún inconveniente que lo cuente, se tiró todo el viaje deseando una “guardia gorda”, es decir trabajar un día completo, y si pudiera ser en la noche vieja… allí en San Martín, con un destacable montaje de cultos, pudimos esta vez detenernos con tranquilidad, a las tres de la tarde apenas no había nadie, aunque lo cierto es que la colas solo se forman en este día en la Macarena y Triana. Allí pudimos mirarla a los ojos con calma, en este día sin su Divino Infante en brazos, sino más bien en su vientre, en esa “O” donde pronto romperá aguas para entregarnos el bien más preciado de Dios, hacerse hombre para venir a mostrarnos cuál es el camino del amor. Seguramente mi amigo le pidió simplemente trabajo, pero Ella quiso ir más lejos, cuando al día siguiente lo llamaron para decirle que tendría que trabajar de guardia, la primera vez desde que es enfermero, en la jornada y la forma que fue deseando camino de la vieja Híspalis… momentos para la contemplación del bello templo donde descansa el sueño de los justos el gran Juan de Mesa, contemplando a los titulares pasionistas de la hermandad de la Lanzada, un enorme Belén mostrándonos la llegada del génesis de toda nuestra pasión… ya nace y ya soñábamos con el crucificado por las calles… todo comienza a estar una vez más, más cerca. Como curiosidad, pude conocer in situ, de cerca unos elementos con mucho protagonismo en esta casa, los famosos “candelabros errantes” de la Divina Enfermera escoltando el montaje del besamanos.










Tras la primera visita de la tarde emprendimos un camino algo largo, atravesando las estrechas callejas del barrio, por la plaza donde los sueños tiene el color del silencio blanco en busca de la amplia Ronda de Capuchinos por donde vive la última Esperanza de la Semana Santa hispalense, la cual, aunque envuelta en su verde característico, sigue siendo para el recuerdo de muchos la Esperanza blanca de Sevilla. Atravesando por doña María Coronel, evocando encantos de la Cena por esta vía, incluso recordando la historia de aquella fiel y devota señora seguimos el camino, con la gracia en unos contenedores donde una pintada nos plantaba en la cruda realidad “deja aquí tu corriculum”. Santa Catalina, la Puerta Osario y un suave olor a canela y clavo parecía flotar en el ambiente, por el callejón donde una voz desgarrada suele gritar que se está en tierra santa, salimos a la Ronda buscando un lugar nuevo para mí, después de una década pisando Sevilla, por primera vez iba a plantar mis baileneros pies en la basílica que me faltaba por pisar en Sevilla, la de María Auxiliadora.
Buscábamos el templo de la hermandad de barrio del lúgubre Sábado Santo, y se me hizo algo larga la caminata hasta que contemplé el arco que da acceso al compás de la iglesia y el colegio salesiano. Lo cierto es que el entorno me embriagó de tal manera, que espeté a mis acompañantes que un Sábado Santo, si es el próximo mejor, habría que contemplar la hermandad en su salida o quizás en la recogía. Traspasaba esas puertas mientras en mi memoria resonaba marchas “agrupacioneras”, de aquellos videos del Correo donde contemplé por vez primera estas puertas, de la salida de la antiquísima hermandad de la Trinidad. En este día comenzaba el besamanos a la Virgen de Juan de Astorga, por eso se hacía más indispensable que fuese en su festividad el día para poder pisar las calles de Sevilla. Incluso no sabía dónde se encontraba la cargada de historia, capilla de la hermandad de las Cinco Llagas. Pero la luz radiante de los encantos hispalenses pronto nos hizo girar la vista a la izquierda nada más entrar en el templo, que por cierto, vaya pedazo de templo, no me lo esperaba de tan grandes proporciones, estando en su altar mayor, la venerada imagen de la “Reina de la Auxiliadoras” hispalenses.
Me encantó la presencia de la capilla de la corporación del Sábado Santo, donde tal como comenté en la entrada anterior a nuestro viaje, se nos explicaría con imágenes el misterio de la Santísima Trinidad. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu descansaban en su retablito de elegantes mármoles haciéndome rememorar el sabor de estos últimos Sábados Santos y la plegaria musical de las Cigarreras. En frente, teníamos al Cristo de las Cinco Llagas, surgiendo las comparaciones con el último crucificado de Duarte para Linares. Félix me apuntaba… “ es idéntico al de los Estudiantes –de Linares-“… me embargó el recurso utilizado para colocar un calvario en retablo tan pequeño, con la imagen recién restaurada de la Virgen de la Concepción y el San Juan que en tan corta distancia, nos encandiló a Pedro y a este servidor. Tocó el momento de enfrentarnos a la Esperanza trinitaria y lo cierto, es que uno se enamoraba de Ella teniéndola tan cerca, porque sin duda que Juan de Astorga nos legó una de las dolorosas más bellas que mis ojos han podido contemplar, puro éxtasis para aquellos que esto de la extrema belleza en la Virgen es algo primordial en su subconsciente. Sin duda se palpaba que es la imagen con más poder en la cofradía, con su riquísimo manto –Félix a la vuelta me comentó que vaya día de mantazos nos metimos- con un gran montaje utilizando la delantera de su impresionante paso de palio, donde sin duda le destaqué a Félix que observase los respiraderos –quizás los mejores de Sevilla-, él que aún no ha podido contemplar esta cofradía en la calle, la que yo espero volver a contemplar porque extasiado de la finura de María, no me quedó otra que pedirle, que fuesen muchos los Sábados Santos que me permitiese embobarme ante su presencia… por cierto como no le pedí dinero a ninguna Virgen, no he sido uno de los agraciados con el gordo de navidad en mi pueblo…









Inolvidable mi primera vez en este templo, el que tendré que visitar algún día más despacio. Volvimos a la Ronda, nuevamente camino de vuelta pero esta vez en busca de la Puerta Carmona, que como irán viendo, la caminata fue gorda, hasta para los besamanos. Por San Esteban también se presentaba a su dolorosa titular en besamanos, la Virgen de los Desamparados. Igualmente sin apreturas  de público uno podía detenerse en la contemplación, en la oración con más tranquilidad, retomando el aliento de los primeros e intensos metros recorridos, curiosamente cumpliendo con el reloj lo que fue programado, estábamos a las horas indicadas. Pedro me hablaba de la sencillez y coqueta elegancia de todo en el templo, que incluso el Cristo de la Salud y Buen Viaje le había impactado más en el directo que en videos u fotos que era hasta entones donde había podido verlo. La verdad le espeté que es una cofradía que en la calle y en vivo desprende más encanto, compartiendo su opinión, que a través del televisor y las fotografías. De ahí nos adentramos por las callejas traseras al templo, imaginando como sería el discurrir por esas estrechuras de la siguiente Virgen que buscábamos. Habíamos pasando minutos antes ante las recientemente cerradas puertas del templo de San Roque, donde vive otra de la Esperanzas de Sevilla, en este caso, viviendo casi en la misma calle, si veníamos de la última de la Semana Santa, buscábamos en este caso a la primera, la del Domingo de Ramos. Pero para ello teníamos que buscar otro enclave, la “Pila del Pato” donde en el convento de San Leandro se exponía a la dulce Señora gubiada por Fernández-Andés.



Evidentemente lo primero a destacar con permiso de la Virgen era el escenario elegido para el besamanos. Mereció la pena conocer por primera vez la magnificencia de la retablística del pequeño templo, sino me equivoco rodeado por retablos e imaginería salida de las manos del que llamaron el “dios de la madera”, Juan Martínez Montañés. El encanto de otras épocas, de otras sociedades que se respiraba en el convento no se podía describir con palabras, para los que como yo somos unos simples “diletantes”, apasionados de la belleza artística de los siglos dorados, más si ese arte es para educar y ensalzar los legados místicos de Dios. Y su Madre se encontraba como una Reina repartiendo además de Esperanza, la gracia, y fue ante Ella donde sentí el impulso y la necesidad de dar gracias por una nueva oportunidad de gozar de las grandezas de Sevilla. Nos marchamos atravesando la “Pila del Pato”, rememorando en mi alma como siempre por este rincón sevillano aquel primer Lunes Santo lluvioso tras el Señor de la Redención, en busca de la otra “ciudad” sevillana… Triana. Pero la nueva caminata volvió por Santa Catalina donde me traje otro auto-regalo de Navidad, un nuevo libro para el conocimiento y el aprendizaje aunque mucho de lo que lea ya lo conozca, pero en este año he sentido la necesidad y casi la obligación de que un estudioso de la semana grande de Sevilla como yo  no podía estar huérfana su biblioteca del legendario libro, que resumiendo su extenso título, todo el mundo conoce por el apellido de su autor… “el Bermejo”. En este año que se conmemora el 125 aniversario de su muerte, se ha vuelto a reeditar, el quizás libro más vendido sobre la Semana Santa sevillana, con la novedad de contar con ciertos apuntes que viene a completar o corregir los fallos o lagunas que se escribieron a finales del siglo XIX, lo cierto es que sentía que le debía esto a Bermejo, que con su libro quizás abrió la senda aficionada a personas que como él y como yo, seguramente ante todo somos simplemente capillitas.




Por San Pedro una pareja muy joven, aunque quizás solo eran amigos en el periodo universitario, levantaban las esencias autóctonas de más popular acervo. Pienso que él no sería sevillano y que ella sí, la que lo estaba induciendo a buscar el famoso pajarito del retablo cerámico de las Ánimas en la fachada que se vuelve tenebrista cada noche de Miércoles Santo y su cofradía penitencial vuelve de recogía envuelta en las tinieblas y sombras más mustias y rancias. Quizás no sabía este muchacho que cuando se encuentra el pajarito se le pedía a las Ánimas ayuda para encontrar el matrimonio, quizás eso querría ella, aunque la verdad tenían pinta de ser de unas corrientes de pensamiento muy distantes a estas cosas de los viejos tiempos y esto solo les parecería un divertido juego. Hay que ver lo que se puede ver en segundos caminando la vida, por los soportales ya se erguían poderosas las setas de la Encarnación, las que parecen que cada vez se van afianzando más en el paisaje de la sevillania. El reloj marchaba perfectamente aunque no sabíamos que nos podríamos encontrar en Pureza. La calle Laraña se alzaba como siempre hermosa y evocadora, pareciese que un palio se alejase en busca de la Campana por la misma y la Anunciación con las puertas abiertas… haber quien no le rendía una visitilla al Valle…



Esta fue una de las pocas cosas que se integraron en la jornada y mereció la pena, siempre volver a contemplar al Coronado de Espinas, al Nazareno con esa túnica de brocado cardenalicio que tanto me llama la atención y su simpar Madre de los ojos verdes, la que nos dibujó las melodías de Vicente Gómez Zarzuela y las de José de la Vega proclamándonos que Ella es el Valle de Sevilla. Pero también mereció muchísimo la pena, que sin saberlo este que les habla, nos encontrásemos con su Belén de figuras de tamaño natural, que me hizo comprender que si la Navidad estuviese mucho más regada de las esencias cofradieras, seguramente la sentiría con mucha más pasión, y es que mi fe empieza y terminan por las cofradías. La verdad disfruté contemplando este Belén donde las imágenes secundarias de la cofradía que reside canónicamente en la vieja capilla de la universidad, pura exaltación del buen gusto, que a mi modo de ver ostenta la cofradía del Jueves Santo, sin duda, en ese momento comenzó para mí la Navidad, aunque aún nos quedase unos platos muy fuertes en la otra orilla del rio, en la legendaria Cava…



CONTINUARÁ…

FOTOS: David Mira.

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