La verdad no me hace gracia escribir este tipo de entradas, no sé, cada vez más en la vida me gusta menos decir; voy hacer esto o aquello… me gusta soñar, idear y que luego sea lo que Dios quiera… incluso tenía pensado hablarles de cualquier tema muy diferente a lo que está a la vuelta de la esquina, pero supongo que si estoy escribiendo, es porque Ella así lo está deseando… Desde hace un mes, por no decir un año, tengo marcado en mis labios y sobre todo en mi alma la sensación más rara que como ser humano he tenido, sentir la dureza de la materia, de la madera policromada como si fuera carne, carne suave adherida a los huesos que forman los dedos, en definitiva una mano. También tengo grabada un aura, un magnetismo, un escalofrío, un calor y a la vez frio, un aroma y un aliento, que la verdad aun me cuesta pensar si en verdad lo sentí, o fue producto de ese órgano al que le echamos siempre la culpa de las cosas que podríamos definir como extrañas y poco corrientes, el cerebro.
Hace unas semanas me encontraba cansado, extasiado, un largo año en el que poco me puedo quejar de la espera, porque mi mayor locura no ha parado apenas en ningún mes de este año, donde sin duda que recordaré que impulsó la fe, utilizando el gran motor de las cofradías y el más puro fervor que emana del populacho. Pensaba que ya estaba bien, que había que descargar la mente para coger con ganas las vísperas de la vísperas y la preparación de la semana más grande de la vida, la cual puede que sea muy especial, pero no sé decirles en qué sentido, si será gloriosa o para olvidar… como dije al principio habrá que esperar a ver que deciden en los cabildos para estas cosas en la gloria. Hace un mes pensé que ya estaba bien, pero no podía ser rotundo, porque aquel tacto tan extraño que les he narrado, hace casi un año me hizo entender que para una persona como yo, posiblemente ya debería ser sagrado para los restos… pero no sabía que hacer o si debería hacer algo, sobre todo por el trabajo de temporada al que la crisis me ha hecho volver a retomar…
Dos amigos esperaban impacientes los cabildos de la gloria, seguramente pensado que yo sería nuevamente el instrumento para hacerles alcanzar ese sueño y colmar sus esperanzas, esa misma esperanza que no se marchaba de mi ser, aunque este año tenía la sensación de que quizás no tenía que intentar mover los hilos para que volviese a besar la esperanza, de que quizás no todo va a poder ser siempre… pero parece que Ella lo ha querido, moviendo los hilos para que el milagro se obrase y yo no tuviese que mover un dedo, sin ni siquiera llegar a los engaños piadosos, porque en esta vida, en muchas ocasiones, para poder saborear cosas tan buenas y tan sanas, hay que engañar a los que nunca nos entenderían, y yo por desgracia o porque así se quiso, he tenido que engañar mucho para disfrutar de mis pasiones…
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