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viernes, 20 de diciembre de 2013

ESPERANZA DAME LA MANO... (I)

En cierto modo, ordenando o ideando que desglosar en esta nueva crónica en mi mente, que por cierto por allí arriba se han empeñado de que contara alguna crónica más en este año del Señor de 2013, lo primero que se me ha venido a la cabeza, es que mi anterior entrada, me parece hoy más que un sueño, una petición, casi un ruego, que Dios me perdone que nunca le exigí, pero que si hizo que me plantee realizar, y eso que a mí nunca me gusta contar lo que voy a hacer hasta que no esté cumplido, que quizás para el Viernes de Dolores les tendría que contar que quiero una Semana Santa limpia de lluvias, sin sobresaltos, gran parte de ella en Sevilla y viviendo la gracia, para que el Dios Eterno y su Madre Santísima me lo concedan, porque lo que les conté, así sucedió, incluso con algunas cosillas más que pareció que así me lo quiso conceder…
Podría remitirles a la entrada referida, la de “Soñando con tus besos” y ya podría estar contado todo lo que viví o vivimos en Sevilla en el día de la Esperanza, una fiesta litúrgica creada por curiosidad en España, más bien la única hace 1357 años como nos ilustra el amigo granadino David Rodríguez, que por cierto, que maravilla de Esperanza también tienen en Granada, de Ella también me gustaría hablarles, como de tantas y tantas preciosidades que existen en nuestro mundo cofradiero. Pero estaba más que seguro que por muy exacto que saliera, siempre habría algo nuevo, algo diferente y sobre todo algo único, por más que siempre veamos algo que nos puede parecer lo mismo, siempre nos dará un matiz diferente. Yo que no quise molestar mucho por allí arriba para poder repetir un día junto a las Reinas de Sevilla, en definitiva junto a María, día grande mariano en Sevilla, Ellas se encargaron de darme este regalo cuando me enteré que el día 18 lo tendría libre, regalo que seguro les cayó como agua bendita a mis amigos Félix, Pedro y David, que conocerían por primera vez la ternura de las Esperanzas de Sevilla y sobre todo, con todos los respetos, de las devociones más universales de la vieja Isbiliya, en esa donde se le dio cuerpo al minarete más representativo del mundo y donde se asienta esa veleta, según la rancia Sevilla, la “Santa Juana” que siempre nos levantan los repelucos del alma cuando la contemplamos, porque ella nos indica que estamos en la que casi endiosamos, la ciudad de la gracia, la ciudad de las cofradías, para eso es la fe coronando Sevilla.


Y el viaje se me hacía duro, para mí nunca es fácil realizar un viaje cuando pocos días antes te has encontrado, en un pueblo pequeño como el mío, la triste noticia de la muerte de alguien cercano en la carretera. Me es complicado cuando la vida esta nuestra nos recuerda los peligros que nos acechan, más cuando viajas en esos caballos de acero que lo mismo nos pueden llevar a la gracia, que a la desgracia, por mucho que crea que creyendo en Él, aunque muera, viviré, es algo que me sobrepasa y más cuando vienen personas conmigo y yo soy el responsable del volante. Pero la Esperanza ya nos encontró a nosotros, que seguro que nos acompañó en el viaje, de un día cubierto por las nubes e incluso con unas escuetas y finitas lluvias que cuando me adentré por la calle Dr. Frediani solo pude pensar que la Madre de Dios en Sevilla ya nos estaba esperando, porque los cielos se abrían como en una especie de embudo o flecha que nos parecía la veleta de la basílica diciendo “Aquí está la Esperanza”… lo previsto marchaba casi al pie de la letra de lo programado, entorno a las una de la tarde vislumbramos esa antiguo hospital de las Cinco Llagas, donde hoy solo proliferan sin vergüenzas sin escrúpulos… y perdonen pero en estos sí que dejé de creer.
Subíamos del parking ante el hospital que recibe el nombre de la vecina más ilustre del barrio, del cual le espetaba a mi amigo y enfermero Félix que ya le gustaría pillar plaza en el mismo, donde curiosamente cuentan los macarenos, hay una misteriosa enfermera, siempre vestida de verde, que de vez en cuando pulula por los pasillos del hospital, en ocasiones repartiendo la salud que los especialistas no podrían, más quisiera mi amigo contar con tan buena compañera… curiosamente esta mujer de verde le da nombre al hospital, y era la misma que días antes había sido bajada por los ángeles al marmóreo suelo sagrado de su basílica para recibir consulta de un pueblo que se extiende más allá de nuestra vista, en el infinito mundo… porque Ella da muchas más cosas que esperanza, pero esta misma es la que nunca deja de repartir a diestro y siniestro.
El arco levantaba los repelucos, aunque aún no nos situásemos en el entorno, en las prisas por comenzar una jornada, una vez más memorable, de una Resolana que nos enfriaba el rostro, porque ya hasta diciembre se nos está volviendo capillita, aunque una vez más el abrigo casi sobraba, veía a la gente con bufandas y me daba por sudar más. Allí nos juntamos con un compañero para tan larga y gratificante travesía, un viejo amigo de Pedro Guerrero, Juan Antonio, residente en la vieja Híspalis que quiso acompañarnos en este día para apostarnos a la cola de la espera…



Ahí quizás comenzó a desmantelarse lo planificado, o casi, una media hora de espera, que se hizo amena, solo con pisar el atrio ya podría estar uno las horas y las horas… “es que pienso que las endiosamos tanto que por eso nos parece tan especiales”, le comentaba a Félix, al intentar explicar la ansiedad, la excitación, la ilusión que sentíamos y que sentimos cuando estamos allí. La basílica se abría imponente, era el momento de contemplar el montaje de besamanos, porque seguro que cuando estuviésemos cerca, todo, completamente desaparecería, la verdad que con tanto bombo y platillo a la nueva priostía, no me encontré cosas para cerciorarlo, la verdad no me gustó la presencia para la Inmaculada de la Virgen y en el besamanos siendo estrictamente meticuloso con las esencias estéticas, no me encontré nada de otro mundo. Pero la cola seguía, y visualizamos a la Virgen del Rosario y su dormidito Niño Jesús, que parecía que justamente enfrente, el Sentencia se observaba recordando los tiempos que están por llegar cuando vio la luz del mundo que creó en siete días… había que aguantar la respiración, los reojos a la Esperanza ya hacían subir las pulsaciones, que cuando llegamos al último tramo, al de los metros finales y vacíos, parece que te adentras en un pasadizo extraño, donde el mundo se detiene, no recuerdas la de ojos que están mirándote y solo ves un fin, es como entrar a la casa de una reina con la vergüenza o incertidumbre de no saber cómo comportase ni que protocolo seguir…
Ojala pudiese estar ante Ella las horas o quizás no podría, porque tus ojos Macarena, no he visto mirada igual en el mundo, no hay mirada que me haga bajar la mía como la tuya, que casi no te la podía aguantar, eres sin duda la imagen con más “vida” que he tenido frente a mí. Milésimas de segundo de incertidumbre de no saber lo que veo, si las mariquillas se movían o no, si de verdad pareció que quiso musitarme algunas palabras. La sensación de rapidez que te meten los encargados de velar por el acto de sin duda grandilocuente piedad, hacía que bajase la mirada y buscase tu mano, esa que el año pasado volvió a tener “carne” y este año ya parecía que el profesor Arquillo ni te había tocado, porque las vetas benditas de tu corazón de madera volvían a mostrarnos quien es sin paragón la que consuela el alma de los sevillanos y muchos más. Volví a recodar que pareces más pequeñita y coqueta, muñeca tierna de la gracia sevillana y que sentir tu cuerpo, a través de tus dedos es uno de los mayores privilegios que he sentido en esta vida. Y que duro se hace levantar la mirada y casi no poder quedarme allí, sintiendo tu aliento sobre mi fría cara, mientras me calientas el alma y charlar contigo de mi vida, de la vida y de tantos por qués… pasó el momento indescriptible, el que solo los que sentimos la gracia podemos percibir a través de nuestros sentidos, y se hizo nuevamente el momento del silencio, observando esa primera vez de mis amigos, buscando un hueco entre esas personas que solo Ella sabrá que buscan, cada uno con su historia pero que seguro que como yo, se olvidaron de montajes, de flores, de tocado y solo podían dibujar esa satisfacción de verla tan cerca, de quedarse impactados por ese poderoso blanco de sus ojos y de sus penetrantes pupilas de tan genial y acertado estrabismo .




Momento para ver que no es solo materia, sino el enlace con allí arriba, aunque sintiéramos que solo hablásemos con Ella, como si su interior estuviese lleno de la gracia bendita, de la nacida sin macha, ella inmaculada eterna de los mortales, que suerte tienen en el barrio de la Macarena, porque es allí donde sin duda vive la Madre de Dios, y cada vez que voy avanzo un peldaño más en esta compresión. Incluso tuve un recuerdo para aquel chaval que perdió la vida tan joven días antes, en ese accidente que me metió como siempre el miedo en el cuerpo, pero estaba escrito que Ella querría recibirnos y devolvernos sanos a casa. Un Ave Maria y un Padre Nuestro por su alma, ya que además fue un chaval con el que tuve trato toda la vida, nunca lo pude llamar mi amigo, pero nuestros caminos siempre estuvieron cercanos en el colegio, en las bandas, porque fue músico de la banda de San Juan de mi pueblo, en la pasión por el Real Madrid, en aquellos viajes con nuestros padres al Bernabéu y últimamente preparándome con mucho cariño los mejores gin-tonic que me he bebido en mi vida, quizás por eso mismo, porque nos conocíamos de toda la vida, me impactó su triste final, pero mi fe me hace no creer, sino más bien saber que ya debe de estar allí, y como para mí la Virgen María tiene la cara de la Macarena, le quise pedir que se acordara de él, y seguro que me escuchó, porque ya saben, estaba hablando con la Madre de Dios, sin discusión… la que tienen la suerte los sevillanos de tener afincada en sus legendarias tierras, llenas de historia y de gloria con las cosas de Dios.



No había más, arremolinados todos en un lado a los pies de su Hijo cautivo, mientras unas señoras nos indicaban que ellas sin duda serian del barrio por cómo se dirigían al Señor de la Sentencia… “mira que guapo es el Sentencia, olé mi Cristo”, sin duda que ellas eran macarenas de pura cepa y nosotros nos sonreíamos de la gracia que tiene Sevilla. Félix me apuntaba la de gente joven que había mientras yo le recordaba que verdaderamente no estábamos en la tierra, sino en otro mundo, donde todas estas cosas son las más normales de la vida cotidiana. Esas muestras que cada vez que las vivo me hacen preguntarme si algún día estará allí mi lugar. Las sensaciones fueron iguales entre mis amigos, Pedro dice que se fue temblando a por el coche, todos coincidían en que se la esperaban algo más grande y que su mirada merece la pena tenerla mientras en tu subconsciente se te figura verle salir el vaho por la boca… incluso para el trianero de la expedición. Por cierto, casi ya como costumbre le dejé también luz para que nos ilumine a los de más buena fe y me traje de su tienda un nuevo libro, de recientísima edición donde Simplemente Capillita tiene su protagonismo, aunque no lo reseñen, que Ella también los ilumine…

CONTINUARÁ…
Fotos: David Mira.

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