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viernes, 22 de febrero de 2013

CANTAR DEL PUEBLO ANDALUZ...


Aun con la figura del Señor de la Salud en la retina de la memoria, aun con su figura morena grabada en mi alma, sobre su, como lo definiera hace años Dubé de Luque en la retransmisión de Canal Sur;  “apoteosis” de paso y con la que quizás sea su esencia musical que marca su singular, peculiar y también controvertido caminar por las calles de Sevilla, “La Saeta”, hoy me ha dado por buscar nuevamente el origen de esta música, famosa hasta la saciedad, reinterpretada otro montón de veces y que como no, divide a los exquisitos del pentagrama y a los del sentimiento popular a flor de piel.
Antonio Machado.
Una música que tiene su origen en la música de aquella adaptación que hizo Serrat, convirtiendo en canción el poema del ínclito poeta Antonio Machado, un poema que por cierto ha sido tildado, yo el primero, como una crítica a la Semana Santa en muchas ocasiones. La ideología política del poeta, izquierdista convencido, quizás hizo el resto para considerar este poema de tal manera, lo que hace que algunos cofrades les haga guiños que tal música marque el compás de los pasos procesionales, porque sienten que esta poesía venía a menospreciar las creencias en el que todo lo puede y su Santísima Madre.
Aunque hoy, volviendo a escuchar a Serrat y leyendo detenidamente la poesía creo que no llega a tal magnitud esa “critica”.




¿Quién me presta una escalera 
para subir al madero, 
para quitarle los clavos 
a Jesús el Nazareno? 
¡Oh, la saeta, el cantar 
al Cristo de los gitanos, 
siempre con sangre en las manos, 
siempre por desenclavar! 
¡Cantar del pueblo andaluz, 
que todas las primaveras 
anda pidiendo escaleras 
para subir a la cruz! 
¡Cantar de la tierra mía 
que echa flores 
al Jesús de la agonía, 
y es la fe de mis mayores! 
¡Oh, no eres tú mi cantar! 
¡No puedo cantar ni quiero 
a ese Jesús del madero, 

sino al que anduvo en el mar! 

Una poesía que comienza con una pregunta, con una petición, creo que queriendo adentrar al lector en el aura de lo que se va a contar, es decir la Semana Santa, su particular religiosidad y como la sociedad andaluza trata las cosas de Dios en esta populosa celebración. Y el poeta, a mi parecer se detiene en el cante popular por antonomasia de la celebración, no solo de Andalucía, sino de toda España: la saeta. Por ello nombra a un Cristo, “el de los gitanos”, por lo cual se ha solido identificar al Señor de la Salud de Sevilla –supongo porque Machado era sevillano- con el protagonista o uno de ellos de esta poesía. Sigue la misma haciendo alusión a una acción de querer desenclavarlo, lo que hace que ese “Cristo de los gitanos” no pueda ser un nazareno, como el sevillano, sino como un crucificado, circunstancia por lo que otros tantos creen que está dedicada al Cristo del Consuelo, el de los Gitanos de Granada, incluso aludiendo cierto amor o admiración de Machado por Granada. Incluso se señala a la imagen del Cachorro, por el gitano de la leyenda de la Cava, aunque creo que esta circunstancia tiene poca consistencia, aunque no se podría descartar una posible estampa donde los gitanos de Triana le cantasen saetas a este crucificado, como veremos mas adelante.


Aunque si continuamos leyendo o escuchando a Serrat, a mí me da la sensación que pone un primer protagonista, que no es otro que el cante de la saeta, cante delimitado para los días de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, el segundo u otro protagonista de la historia poética. Por ello creo que nombra al “Cristo de los gitanos”, porque antaño lo más común era que fueran las personas de esta etnia los que cantasen a los Cristos y dolorosas, aunque creo que Machado ha querido detenerse en el verdadero y principal protagonista de la historia, Jesús de Nazaret, ese “Cristo de los gitanos” puede ser cualquiera que recibiese una saeta – como el Cachorro como referí- como cante angustiado del pueblo, sobre todo gitano –histórico pueblo sufridor que exaltaba sus sentimientos a través del flamenco-, con ese Dios sufriente, y ese Dios sufriente tenía y tiene su cenit en la representación plástica de la figura del crucificado, donde agoniza –el Cristo de la agonía- y donde muere, por ello esa alusión al pueblo que se angustia y sufre con los momentos más oscuros de Jesús, y a su vez, como andaluces lo enaltecen y lo vitorean, “le echan flores” porque es la devoción de los mayores, es decir alude una vez más a que “se hace por tradición…”y quizás no por racionalidad...

Quizás a partir de aquí pueda entrar una crítica del poeta, mostrando que no se identifica con la costumbre y la forma en que el pueblo en general quiere ver a Dios, basta contemplar como hoy mismo la Resurrección siguen pasado más inadvertida entre los cofrades, pero nunca renegando de Él, ciertamente en la sociedad de la época (1912) ya se vivía nuevos conceptos de vida que trajo en herencia el siglo de las luces, donde sin duda destacó esa intención de separación con la iglesia, con sus dogmas y su manera de hacer ver las cosas a la sociedad de entonces que ya buscaba la aconfesionalidad de la misma, y él, Machado, como uno de los grandes abanderados de esas nuevas visiones gritaba con versos, que él no quería cantar saetas, es decir no quería ver a Dios triste ni maltrecho, sino que prefería el Jesús vivo –aunque quizás no al resucitado, sino al hombre-, reluciente y que sorprendía a todos caminado sobre las aguas del Mar de Galilea, aunque algunos vean estos versos finales, en un plan material y mundano, de cantar al pobre pescador -ejemplo representativo del trabajador- que se gana la vida para seguir, sin ayuda de dioses ni historias místicas al caso.
Pero lo cierto, es que ni Machado ni todos los que sienten como él, saben que los andaluces cuando vemos caminar al Hijo de Dios, “siempre con sangre en la manos”, los vemos flotar, pisando el asfalto triunfalmente, cargado con el madero sí, pero como si fuese el que anduvo  la mar… Serrat le puso música, llegó hasta las agrupaciones musicales, incluso en bandas de música también fue un éxito arrollador aunque hoy este más “trillada”, pero basta con ver al Señor de la Salud, caminado por Sevilla a su compás, para comprender que su muerte nos da la vida…

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