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lunes, 11 de febrero de 2013

AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR...


Hace unos días escuchaba al capataz sevillano Antonio Santiago contar una historia llena de Dios, llena de María, llena de gloria y verde esperanza. Sin saberlo él, le giró la Macarena a una anciana que estaba muy necesitada de Esperanza… le salió solo, no estaba pensado, la Virgen lo utilizó para poder llenar de paz a aquella anciana de la calle Feria. Así lo definió este capataz que gracias a Dios tiene claro que primero es el sentimiento y después la afición, seguramente en las dos cosas no haya nadie que lo gane... Decía tan sencillamente que las personas somos “instrumentos” cuando le alegramos la vida a alguien, cuando hacemos algo bueno, quizás nos da la libertad para hacer el bien y también el mal, pero cuando nuestra acción es buena, Él está ahí en medio de todos, es el primero que se alegra de nuestros buenos actos. Por eso el sábado comencé en el salón de actos de la Casa de la Cultura así me exhortación en nombre de mi padre, el cual sus 64 años unidos a un infarto cerebral hace cuatro años le imposibilitaban poder dirigirse a todos aquellos que estuvieron de corazón con él, en el homenaje que le tributó no solo su cofradía, sino todas la de Bailén.
Me sentí un mero instrumento, él quería que utilizase “mi prosa”, humildísima prosa para hablar sobre él y su vida y di todo lo que mi corazón pudo para introducirlo en un tiempo no muy amplio, ya saben si me dejan estoy ahí todavía hablando… y todos fuimos instrumentos, todos lo fuimos de una manera u otra al estar allí. Dice mi amigo Francisco Javier Cabrera que nunca había escuchado hablar así a nadie sobre la Semana Santa de Bailén de esa manera, que se palpó un silencio, un nudo en la garganta que se extendió por todo el recinto. Algo bueno tendría mi marcha a esa universidad de la vida, donde aprendí que incluso lo que dije se quedaba corto y es aún muy mejorable, yo no soy un genio, solo me inspiro en aquellos que sienten la mística para poder soltar glorias benditas por su boca o dedos… aunque sé que algunos seguirán sin entenderlo…


Cierto temor al contemplar y escuchar las tablas de Juan Soriano en la presentación del cartel, como me pasó en Oviedo, no estoy acostumbrado ni tengo esa experiencia oratoria, más cuando tenía que decir cosas que las escribía llorando y encima con mi padre en lo alto del escenario. Pero Dios siguió valiéndose de instrumentos… estaba triste de no poder haber realizado el primer ensayo en Linares, pero tenía que acercarme un rato para llenarme el alma de pasión, cuando antes de venirme, Seba el de Baeza me hizo volver a la casa de hermandad, en el camino me cruce con el otro Seba, el de Linares que me entregó el rosario que allá por el mes de noviembre le entregué para que lo luciera en sus manos benditas la que es precisamente es Reina del Santo Rosario en la ciudad de las minas, ese rosario de Sor Mónica, eterna sierva entregada a Jesús y su Madre Bendita,  que cierto día me lleno de paz… cuando llegué a Bailén y fui a entregárselo a mi madre, visualice la maniobra divina, comprobé lo que es ser simple marioneta de Dios, ella quiso que fuera a Linares para llevarme su amuleto mientras que le rogaba al ángel que está allí arriba que no me hiciera llorar ni emocionarme… y sin duda que lo consiguió, porque les informo que la ocasión que me paré y la gente quizás pensó que me emocioné, fue que me quedé corto en el tamaño de la letra y me perdí…


Noticia del acto en el Diario Jaén.
Creo que dije lo que había que decir, y que mejor momento para recordar y agradecer  casi veinte años después las muestras de cariño que recibió ese costalero que ya tenemos en el cielo, algunos del público que fueron sus amigos no han dudado en felicitarme, algo que tras el acto hicieron muchísimas personas que en ningún momento esperaba, el protagonista era mi padre, solo quise en un momento cofradiero, lo más grande para mí en la vida ofrecerle lo mejor que me da este mundo, y le doy gracias a Dios por haberme utilizado como instrumento para darle una alegría a mi padre, porque sin saberlo me utilizó para llenarles el alma a otros tantos que vi en sus ojos húmedos que también lo había conseguido…
Les dejo con el texto íntegro y el video del momento en homenaje de este viejo nazareno de túnica negra, cinturón de esparto y capa blanca…
 

Homenaje a toda una vida “crucera”.
Buenas noches, en esta ocasión me dirigiré yo a todos ustedes en nombre de mi padre, que así lo ha deseado y así me lo ha pedido, ya que por diferentes motivos no se encuentra con la suficiente suficiencia para hacerlo él. Por ello intentaré no aburrirles mucho he intentar explicarles sus sentimientos, sus agradecimiento y un poco de su vida como para estar hoy aquí arriba recibiendo este homenaje que le ha llenado de satisfacción, intentaré contarles la historia de su vida unida a las cofradías de Bailén con el “palabrerío” que según él, tengo yo, por eso, perdonen sí parece que personalizo en mi persona, pero ya que me toca a mí coger el toro por los cuernos, pues se los contaré desde la perspectiva con que fui conociendo y viviendo en un segundo plano sus experiencias.
Cuando comencé a esbozar estas cuantas líneas, escuché por casualidad o quizás por la Providencia, las palabras de un cofrade con cierto renombre en su ciudad natal y seguramente en nuestra Andalucía. Contando ciertas experiencias, vivencias que podrían casi rozar esos momentos que pareciesen estar tocados por la mismísima Gracia Divina que en ocasiones se pueden llegar a sentir y casi palpar con el alma en este fenómeno que recrean en la sociedad las cofradías, llegaba a la conclusión, que los actos salidos de la mano y la dedicación de los seres humanos para hacer alcanzar la paz y el consuelo con Dios y su Madre Bendita, en este caso a través de las cofradías, era sólo fraguado y premeditado allí Arriba por “El que todo lo puede” y como no, de su Madre, la Virgen Santísima. Definía que los hombres y mujeres, creyentes y cofrades ellos, eran sólo meros instrumentos, guiados casi como marionetas, aún cuando podemos llegar a la osadía terrenal de pensar de que está solamente en nuestra mano la única acción plena sobre los actos nobles, buenos y de gran corazón que de vez en cuando, el ser humano le surge realizar durante su vida.
Yo pienso y me identifico sin indecisión como este cofrade andaluz, sin duda, que si hoy estamos aquí consumando este acto, es porque hemos sido meros instrumentos de Dios para intentar hacerle un poco más feliz la vida, que digo, hacer tal como Él dijo “al César lo que es del César”, es decir, justicia de los hombres, aunque sea por un sólo día, a una persona, evidentemente creyente y cofrade que sus hermanos en Cristo, y por ende todo el pueblo de Bailén, han tenido la deferencia de querer agasajar su mucha o quizás poca aportación, pero seguramente esencial para la conformación de la Semana Santa en Bailén a través de su hermandad de la Santa Vera Cruz y la Agrupación de Cofradías, en la que participó activamente en su fundación y primeros años de vida. Y nuevamente me siento un instrumento más, y bendita decisión del de allí Arriba, para que sea yo quien me dirija a ustedes y poder exaltarles a este ya veterano cofrade que además tuvo la dicha, la cual siempre se la agradeceré de enseñarme algo que para mí es la más rotunda gloria, creer en Dios, acercarme a Él y por un camino maravilloso… A través de las cofradías, obviamente sin olvidarme de que me dio la vida, bueno en esto también colaboró, para poder disfrutar de todo esto claro, mi padre.
Cristóbal Lendínez Padilla, mi padre, nació precisamente un Lunes Santo 11 de abril de 1949, aunque su madre siempre le dijese que fue un Jueves Santo mientras pasaba el “Amarrao” por su puerta de la calle Jaén, pero lo cierto es que los datos nos dan otra fecha, pero Semana Santa era. Tuvo la dicha de heredar genéticamente este acercamiento al mundo de las cofradías. No recuerda ni contamos con el dato, de cuando pudo ser inscrito en la nómina de la hermandad penitencial más antigua de nuestra ciudad, la cofradía de la Santa Vera Cruz. Su memoria alcanza su vida plena unida a esa capillita que corona la cuesta del Santo Cristo, donde reside la que sería la cofradía de la familia, por ello, ostenta hoy el nº 3 en la nómina de la hermandad. Y digo sería, porque no sabemos a ciencia cierta si los Lendínez hemos sido cruceros, porque una cosa es el sentimiento y otra una lista, desde que se pierde la memoria en la noche de los tiempos. Cuentan las crónicas, y de esto posiblemente nos podría aportar algo D. Juan Soriano, que probablemente a finales del siglo XIX se tuvo que fundar una hermandad en Bailén que rendía culto a Santa María Magdalena, en un caso similar a la popular hermandad de San Juan Evangelista de crear una cofradía penitencial con un único titular donde no había ni Cristo ni Dolorosa. Él siempre me ha relatado que su abuelo perteneció a aquella hermandad, seguramente su padre, mi abuelo, también, hasta que se extinguió con el resto de hermandades en los tristes años de la Guerra Civil. Aquella hermandad ya no volvió a resurgir de sus cenizas como si lo hicieron otras, pero un viejo artesano local, “Paquito el Tomatero”, o lo que es lo mismo Juan Francisco García, sí reconstruyó la talla de la santa penitente nacida en Magdala, quizás pensando que la cofradía se refundaría, caso que no aconteció, siendo la cofradía de la Santa Vera Cruz la que se encargaría de rendirle culto a aquella nueva imagen y hermandad con lo poco que quedó de la misma, por lástima si queda algo de ella será la memoria de los más viejos…
Por ello, éste que les habla, supone que mi abuelo se integraría en la hermandad de la Cruz, como la solemos llamar, inscribiendo a mi padre pues prácticamente al nacer. Por desgracia, no tuve la suficiente edad como para poder haberle preguntado sobre estas vicisitudes a mi abuelo Cristóbal. Así, mi padre creció como el barro en el torno a la misma vera y compás que crecían los cacharros que creaba en la alfarería, en una época en que prácticamente el primer juguete eran 12 horas de trabajo entre barro. Bajo la sombra protectora de mi abuelo, sintió el resurgir de la cofradía de negra túnica, cinturón de esparto y cruz blanca en el caperuz y la llegada de la capa sevillana del mismo color por primera vez a la Semana Santa bailenense, en aquella celebración humilde, sencillísima y de pocos recursos que vivía del entusiasmo de unos pocos, -y a veces ni de eso- y es que este pueblo quizás siempre sintió las pasiones por otros derroteros. Fueron tiempos en que sólo unos pocos movían el hilo de las hermandades, personas como Tomás Ortega (el que tantos y tantos capirotes realizó para los bailenenses), Onofre Herranz, Pedro Torres, Bernardo Zagalaz o Paquito “el Sastre”, junto a mi abuelo regían y guiaban los pasos de la hermandad. Con ellos llegaron las nuevas imágenes destruidas y apostarían por crear la más clara esencia de esta cofradía, aumentando el número de pasos y por ende de imágenes como la Virgen de los Siete Cuchillos, el Señor de Medinaceli o la Oración en el Huerto, que el próximo Lunes Santo cederá su puesto después de tantos años de servicio para la fe de este pueblo.
Gracias a mi padre pude conocer, o más bien saber quiénes fueron las almas esenciales de aquellos tiempos, no solo de su hermandad si no de todas las que conformaban la religiosidad popular de este pueblo, ya sea de penitencia o de gloria. Porque aquel niño, el menor de dos hermanos junto a mi tía Inés, creció y se echó novia, una peluquera “recortaita” y rubia que se hinchó de darle calabazas en eso que muchos llamábais “el baile de los Píos”. Así conoció a mi madre, (vamos que al final la engañó), y se casaron en nuestra emblemática y colosal iglesia de la Encarnación, y aunque ella es bastante o lo suficientemente creyente, aquello de las cofradías nunca le terminó de convencer… que me lo digan a mí. Pero a ella no lo quedó otra que ceder, incluso para poder lucir con él como hermano mayor en aquella aún humilde Semana Santa, en los albores de la Transición en España. Incluso señala que mi pasión por la Semana Santa puede que tenga que ver con que estando encinta de éste que les habla, se pegó una paliza con otros tantos hermanos más, sacando carros de escombros en la reconstrucción y ampliación de la techumbre y puerta de la ermita del Santo Cristo.
Fue en los mágicos años ochenta, cuando los veteranos vislumbraban un ya lógico cambio regeneracional, cuando una hornada de cofrades jóvenes decidieron coger las riendas de sus anquilosadas y prácticamente familiares cofradías para intentar insuflarle ese otro matiz que por entonces estaba inundando toda Andalucía. Quizás fue el “boom” cofrade de los ochenta, como algunos lo definieron, lo que hizo que la Semana Santa en Bailén comenzase a crecer en todos los sentidos. La hermandad de la Virgen de los Dolores, con Juan Alcalá a la cabeza fue la que dio la primera levantá, nunca mejor dicho y lo cambió todo para siempre. Marcó un nuevo punto de inflexión que depararía sin duda la época dorada de la historia de la Semana Santa en este pueblo de alfares, ladrillos y olivos. Las cofradías se convirtieron en algo que encajaba con la juventud y la misma se introdujo en las hermandades para cambiarlas como quizás en la vida hubiesen imaginado sus antecesores.
Así, las escuetas andas o tronos de ruedas fueron cediendo su puesto a los hombros de los hombres y hasta mujeres bailenenses. Las hileras de nazarenos crecieron a números nunca antes vistos y el aderezo de los pasos subía de esplendor año a año. Esta época trajo la conformación democrática de las actuales juntas de gobierno de la hermandades, las actualizaciones de estatutos y la creación de un órgano organizador de la Semana Santa bailenense. Nacía así la Agrupación de Cofradías que hizo que la Semana Santa se convirtiera de verdad en eso que muchos la califican… la Semana Grande. Y todo fue gracias al trabajo y herencia de veteranos y menos veteranos y sobre todo de la juventud, donde obviamente se encontraba el protagonista de toda esta historia, mi padre Cristóbal.
Así fue la Semana Santa que yo conocí, la que él me mostró, que cuando aún echo a volar la memoria, siempre tengo presente ese portón, entonces verde, como el color del santo Árbol de la cruz, entre abierto del Santo Cristo, dibujándose al fondo, mientras me quedaba absorto a través de la ventanilla trasera de un viejo R11 blanco, el montaje del antiguo palio de cajón de la Virgen de los Siete Cuchillos, entonces la antigua imagen hoy reconvertida en Santa Mujer Verónica. Esa era la señal que le indicaba a un niño de apenas unos cuantos años que ya llegaba ese tiempo que olía a cera, a claveles y al abrillantador de maderas, que ya venían esos días de procesiones, que no llegaba a entender muy bien, pero en los que disfrutaba como en ninguna otra fecha del año. Seguidamente como siempre, mi padre bajaría algo del maletero, cualquier cosa, muchas veces serían la pellas de barro que en aquellos tiempos se utilizaban envueltas en papel de platino como soporte donde crear los centros de flores de los pasos, cuando aún no habían llegado las más cómodas y ligeras esponjas, y los hermanos hacían las veces de floristas improvisados, como Manuela o Fernanda. Cómo olvidar la nobleza y simpatía de su querido marido Manolo, el cual sería sin duda el que más vería en la cara del Ecce Homo el verdadero rostro del Hijo de Dios, con el que seguramente ya estará para la eternidad.
Y con ello conocí a muchas personas que cuando aún los veo, me surge el pellizco en el alma y todo comienza a saber a aquellas Semanas Santas o a la confraternización entre hermanos como en aquellos días de hermandad en la playilla del Rumblar. Él me ha dado una lista interminable, pero sólo esbozaré una idea de quienes fueron los de su época más fructífera. Nombres como Bartolomé Recena (nº 2 de la cofradía), Paco Ortiz, Lucas Contreras, José Cisneros, la familia Choza al completo, Paco Jordán, los “Canutos” en la banda, Antonio “el cojo” Saavedra, ( nº 1 de la cofradía), el cual casi empapelaba su bar con carteles de Semana Santa de todos los rincones de España creando quizás el primer preludio, el primer aviso emocional de la llegada de los días grandes y también el primer rincón de cofrades de la historia en este pueblo y así a otros tantos que por desgracia ya no están con nosotros. Especialmente aún recuerdo ver adentrase en la alfarería a un hombre bajito, bonachón y de nariz pronunciada con la encomienda de venir a reparar cualquier avería eléctrica, al que su figura me sonaba a gloria, y digo sonaba porque fue el primer capataz que yo he admirado en mi vida y al que mi padre tenía un gran afecto, Bernabé Limón, el cual hoy seguramente estará con su Medinaceli tocando campanas de gloria, entre plata y caoba he indicado las maniobras perfectas a cuadrillas de ángeles eternos para siempre… Y gracias a mi padre conocí o sé cuáles son los pilares esenciales de aquellos tiempos en la Semana Santa bailenense. Si les decía que Bernabé Limón ya se encuentra junto al Medinaceli Eterno, seguramente el Señor pero con cara ahora de Sentencia se preguntará que tendrá tanto San Juan para que no se les despegue ni un segundo Pedro “Carape” y Ángel “el Manchego”, rezumando esencia verdi-negra por los cuatro costados... Dicen que cuando llegaron ante San Pedro exigieron que si no estaba el “Discípulo amado” se volvían para Bailén…
Y en San Juan también sonaba a Tejada, y sobre todo lo que era sonar era “Mollica”, en la Virgen; Alcalá, Rusillo, Elorza o Mateo Megías, por la cuesta de Jesús decir Rangel era decir “sangre morada”, o casi lo mismo que “Justicia”, mientras Diego o Simón casi formaban parte indisoluble del paisaje de los nazarenos bailenenses casi como una piedra más de su coqueta capilla. Y más abajo, en la Encarnación, la más joven hermandad de “la Mulica” hacía que Balbuena, Roque Navío, Camacho o José María del Águila me evocaran palmas en una luminosa mañana de Domingo de Ramos y el dorado de un paso de Piedad que destacaba por portarse desde su interior. Son unos cuantos nombres, porque hay más, los que plantaron la semilla de lo que hoy es la Semana Santa y de lo que aún confiamos debe de llegar a ser. Entre ellos, con sus discusiones y también sus buenos momentos, siempre con un gran afecto recíproco entre todos, tuvo su puesto mi padre, para completar esa pieza perfecta de puzzle que reinventó una nueva pasión cofradiera en nuestro pueblo. Momentos que podrían resumirse en aquel interés de salir representando a la hermandad en el cierre de las procesiones, sobre todo para escuchar sus marchas preferidas, las de banda de música o de palio, las que interpretaba la banda Municipal de Bailén. Aquellos viajes hasta los diversos talleres de los diferentes artesanos a Jaén, Lucena, Córdoba o Sevilla. Orfebres, bordadores, tallistas, cereros… de los que presume haber conocido cuando son nombrados por televisión, que ejecutaron el mucho patrimonio que aportaron a la cofradía y por ende a la cultura artística de esta ciudad recordando las anécdotas que aún nos hacen reír que formaba el cojo Saavedra con su singular carácter.
Aún recuerdo a Antonio entregándole una vieja, grande y desgastada llave de las de antaño que le abriría a este por entonces jovencito capillita, su primer portón de la gloria y encontrándonos, imponente y rezumando a estreno, el nuevo trono que el genial orfebre cordobés Díaz Roncero labró para la cofradía, para la primera cuadrilla de anderos de la hermandad, ese que todos en Bailén dicen que es igual que el del Cautivo de Málaga y que quizás pronto desaparezca del imaginario cofradiero bailenense. Como olvidar la estampa de toda la familia al completo asomados al balcón viéndolo entre los primeros hombres buenos que pasearon a las imágenes de esta cofradía, en aquellos primeros ensayos, siempre probando la resistencia de la cuadrilla en la subida y estrechura de la calle Amargura.
Fueron tiempos dulces, complicados de olvidar, mientras aún pareciese retumbar en mis oídos la voz de Serrat cantando la famosa Saeta de Machado en aquel primer vídeo beta que nos compró de la Semana Santa del año 1990. Ahí comenzó a cedernos el testigo, y su primogénito ocupó el puesto que todos deseábamos pero que aún no podíamos alcanzar, ser costaleros, como nos empeñamos en definir en Bailén a los anderos, de la hermandad de nuestro padre… la verdad no se puede quejar, le salimos de la Cruz y del Madrid.
Así mi hermano Cristóbal siguió la tradición para que así los años siguieran rompiéndose en el tiempo. Cosas que decide el de allí Arriba, hicieron que su última túnica, la de mi padre, fuese un traje de corbata, su túnica ya la había heredado yo. Y con ese traje oscuro y una pequeña vela en mano comprobó cual es la temperatura del asfalto bailenense cuando se hace la noche en la primavera santa y la Luna del judío mes Nissán alumbra a Andalucía. Sus pies descalzos recorrieron el camino al calvario tras todos los pasos de su cofradía, mostrando a todos su penitencia y su angustia, cuando a su “enclavao” de la Expiración, el año anterior se le antojó de que su hijo era completamente necesario en una cuadrilla de ángeles que tiene que estar formado allí en su Reino. Aquel año, nuestros titulares quisieron despedirse de él, y le permitieron salir del hospital precisamente en Semana Santa pero para despedirse de todos nosotros, de sus amigos, de Bailén, y como no, de su cofradía, incluso mi chacho Alfonso Lendínez, bajó desde su calle Carolina aquel Jueves Santo para despedirse de su San Juan y quizás quedar con él para reencontrarse en el Paraíso, él también se marchó aquel Domingo de Resurrección. Pero él no lo sabía y todos confiamos en que seguiría con nosotros. Sin apenas fuerzas aplaudía a sus compañeros y decía que ahí sobraba uno el año que viene…
Seguramente, aquel Viernes Santo en la calle Real, el Cristo de la Expiración en su eterna mirada al cielo, buscando estrellas con sus ojos le contestó que su hueco ya no sería en este mundo… creo que nunca podré, y perdonen si quizás personalizo en demasía estas vivencias en mi persona, evitar el repeluco que se produce al dibujar en mi memoria aquella cruz bordada en hilos de oro entre la multitud en aquel día de mayo, en el día de su adiós… o su hasta luego. Por ello mi padre, desde entonces se siente algo ofuscado con el que todo lo puede, es lo lógico, nunca nadie dijo, ni siquiera Nuestro Señor, que las cosas de Dios fueran fáciles…
Pero Él también permitió y perdió a su hijo, el que iba crucificado, el más inocente de todos los nacidos, y la vida… la vida siguió, y el Altísimo nos concedió que la misma siguiera su curso, con nuevas complicaciones y alegrías, como las que le da su nieto Alejandro. Seguramente nuestra fe y la intercesión del que tenemos allí Arriba a la vera de Dios abrazando con fuerza a la vera, la verdadera cruz han tenido mucha culpa de que haya podido conocer a su primer nieto. El niño, ya toca los cubos como tambores por los pasillos de la casa, aunque a él no le regaña, claro a los nietos se le pasa más que a los hijos, pronto las banquetas se convertirán en pasos… y eso es porque el que murió por nuestra salvación y su Semana Santa siguió siempre presente en la casa Lendínez, y mucha culpa de ello tengo, aunque la vida nos indujera por otros caminos, pero lo esencial, mi padre nos lo dejó intacto, con muchísima ayuda de mi madre, el amor y el respeto a Dios y que mejor que a través de las cofradías. Estas podrían ser unas muestras de lo que fue su vida y la aportación que deja y de por qué hoy venimos a reconocer sus valores, que poquito he escuchado hablar mal de él y eso será por algo… así tal como les dije al principio, perdonen a este tostón de presentador, pero el corazón lo requería, sean lo que dijo aquel cofrade andaluz; meros instrumentos de Dios, que seguro que allí Arriba lo quieren para dar un fraternal abrazo y exaltar el más sublime de los aplausos para mi padre, Cristóbal Lendínez Padilla… os lo pido con el corazón.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena Lendi!! En primer lugar felicitar a tu padre, que fue el protagonista de este homenaje y aunque sabia que es un buen cofrade, tú nos lo demostraste con esa magnífica intervención tuya, la mejor que he visto durante mucho tiempo, y además nos mostrastes que tú eres el fruto de una vida ligada a las cofradías.

    Te lo comenté al termino del acto, que me encantó y te lo vuelvo a decir por aquí. Demostrastes a aquellos que te han criticado que sabes de lo que va el tema y que siempre que has dado una opinión ha sido para mejorar. Y para aquellos que aún no te conocían, pues seguro que no te olvidaran, porque se habrán dado cuenta que eres todo un "todoterreno" de la semana santa.

    Enhorabuena y nos vemos pronto!!

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  2. me dejas descolocado entre varales, quien eres?

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