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jueves, 21 de febrero de 2013

...Y QUÉ CUARENTA NOCHES.


A las ocho en punto de la mañana sonaba el despertador del móvil en el corazón de Sevilla. Bien temprano decidimos levantarnos para afrontar el día clave de nuestra visita a la capital de Andalucía, aunque con lo vivido el día anterior ya hubiese merecido la pena. Sevilla estaba desértica, que tranquila es la ciudad un domingo a las ocho y media de la mañana, por ello comenzamos un nuevo maratón de visitar iglesias y hermandades y sobre todo las que nos faltaban, de las que participarían en eso que aún me cuesta comprender que los cofrades han definido como “circo”, el Vía Crucis del Año de la Fe. Ya lo dije en la anterior entrada, a mi todo esto me huele a envidia, de que sus hermandades no hayan sido elegidas, de esos que se dan golpes de pecho de buenos cristianos y poseedores de la mayor o mejor fe que del que no actúa o piensa como él. Lo que me ha resultado más gracioso es aquellos, que como loros, sin ni siquiera ser de allí jugaron y juegan a no sé… ¿periodistas del Llamador, el ABC o el Correo de Andalucía? y se ponen a calificar un acto penitencial de esta manera, muchos que no ven más arriba de una trabajadera o más allá de un banderín…
Yo creo que Dios se conforma con lo mínimo que hagamos para que nos acerquemos a él, y si la organización mastodóntica de un acto así conseguía atraer a propios y extraños –muchísimos- a contemplar su mensaje, no tuvo que estar tan a disgusto con el acto, pero creo que el odio y el ansia de muchos de que todo saliera mal, aria que lanzase una fina lluvia al medio día para que se suspendiera todo, pero a la vez demostrar a todos los “súper cofrades” o no cofrades, “súper cristianos” o no creyentes de que no le haría falta salir a la calle, ya que las masas guardarían pacientemente a las puertas de su casa para… ¿visitar una obra de arte? Lo dudo, puedo hablar por mucha de la gente foránea, muchos siendo la primera vez que pisaban Sevilla para estos menesteres, que encontraron algo mucho más grande que estética y un circo.


Quedaban diez minutos para las nueve, y allá por la casa de Dios en Sevilla, aun no se habían abierto las puertas del cielo, pero curiosamente, y eso sí que lo vi raro, San Lorenzo si estaba abierta donde los sevillanos o foráneos más madrugadores nos deleitamos con la estética, la que nos hizo pedirle cositas a la Virgen de la Soledad coronando una impresionante cascada de cera aun deseosa de alumbrar y calentar a la Madre de Dios, quizás más antigua de las que se pasean por Sevilla. Un guiño en la despedida a la hermandad de la Bofetá nos llevó al bar donde cada día del año pareciese que se toma el café o una cervecita don Juan de Mesa y Velasco. Sabrosa tostada sevillana para coger energías y visitar al que dicen es el Hijo de la Macarena… como siempre el Gran Poder, imponente, sobre su esencial paso, que debido a estar colocado en el altar mayor le daba una presencia más portentosa… será que ya lo he visto tantas veces, incluso sobre su paso que hizo que me produjese una sensación de sorpresa cuando al acabar el día y después muchos me comentaron que fue Él el que sin duda más los impactó de todo lo visto en Sevilla, como mi capataz David Parra, que hasta el domingo no lo había podido ver sobre su paso. Quizás ahí fue cuando comencé a entender porque este Jesús Nazareno, será, quién sabe, el Cristo punto y aparte en Sevilla y posiblemente mas allá…
Era temprano y estaba casi todo cerrado, San Vicente, San Esteban, la cual fue la única iglesia que en las ocasiones que fui estaba siempre cerrada, siendo el único paso participante que no puede contemplar - y que no se me equivoquen los censuradores del evento- y de poder pedirle Salud y Buen Viaje de vuelta, buen viaje siempre por la vida al Señor de la ventana y la clámide purpura… así que tuve el honor igualmente de ser el primer visitante que el domingo piso el Divino Salvador cuando abrieron sus puertas y contemplar el otro Nazareno que quita el hipo y encoje el alma en Sevilla, el que talló el maestro, el cual sentando en su figura de bronce en la puerta parecía esperar ese café mañanero mientras el camarero se preparaba para una nueva  jornada en el bar vecino o también entrar a contemplar aquella obra con la que habló. Imponente dosel de maravillas era el Salvador, el cual se quedaba en nada ante el Señor de Pasión, sobre esa maravilla, vamos casi joyero que soporta el camino del Dios que talló ese otro dios terrenal que dominó la madera como nadie…  Juan Martínez Montañés. Magistral el barroquismo que insuflaba la túnica bordada, al igual que el genial exorno floral donde destacaba la presencia de una calavera, que sin duda llamó la atención de los cientos de visitantes al Salvador, seguramente emulando el “Lagar místico”, donde la Sangre de Cristo es derramada sobre la calavera de Adán para la Redención de la humanidad… Cirineo no hubo, pero si alegoría.


Una de las anécdotas del día, surgió mientras en la contemplación del paso le sonó a una mujer  mayor el móvil, sonando el “Rezaré” de Silvio Fernández Melgarejo “Silvio y Sacramento”, pero la versión de Enrique Bunbury, la misma que ya les mostré en una de mis entradas. Esto hizo que al salir mandase un “whatsapp” contando la anécdota al fan más grande del zaragozano que tengo por amigo y poder ver, que debido a insonorizar el teléfono, Félix y David me estaban llamando, indicándome que ya estaban en suelo hispalense. Quedamos en la Magdalena pero Montserrat aún estaba cerrada aunque en la hermana mayor, si pudimos deleitarnos con su magnificencia, con el colosal altar de cultos del Calvario, la capilla de la Quinta Angustia o la Virgen del Amparo, rememorándole a los nuevos acompañantes, incluido Ricardo, la mágica salida de esta imagen letífica en el pasado mes de noviembre.
Así volvimos nuevamente al Salvador, mientras me contaban sus impresiones ante el Señor de Sevilla y posteriormente también se sobrecogían ante Pasión o los titulares del Amor… de ahí decidimos ir hasta Triana pasando previamente por Santa Marta –y visita a la tumba del gran Ortega Bru-, el hostal a por la maleta y de ahí hasta San Vicente, donde la contemplación del portentoso calvario decimonónico nos trajo la triste noticia de que todo se suspendía. Ciertamente me dolió no disfrutar de los pasos en la calle, y mucho más cuando a lo largo del día fui cruzándome con gente que se perdió la gloria que recrean las cofradías de Sevilla cuando salen, y como la ciudad responde cuando cree que se hacen bien las cosas y cuando quizás no tan bien del todo. Ya solo quedaba visitar templos como un Domingo de Ramos de estreno o cuando una jornada de Semana Santa ha quedado completamente suspendida. Todos sabíamos las “normas” de este novedoso evento y de la poca solución que cabría a salvar un día como si puede pasar en Semana Santa, pero vamos que no se obró tan diferente que en los días grandes… ahí también cuando una dice que no o que sí, todas van detrás, y es que el peso de la crítica sigue gravando mucho sobre los hombros de la sociedad…




Así, previo paso fugaz por el Museo, y resumiendo, llegamos a Triana, las puertas del Patrocinio cerradas por lo que buscamos al que para muchos del Prendimiento de Linares es nuestro otro Soberano… en San Gonzalo ídem de los mismo que por la antigua carretera de Camas, por lo que en el “Emilio”, entre costaleros, cervecitas y gamba blanca guardamos la espera de reencontrarnos con el barco del Caifás de Triana. De ahí a los apretujones para poder entrar a la iglesia blanca de la Reina de la Salud, donde resurgió la figura del capitán, indicándonos David muchas de las anécdotas vividas junto a su amigo en aquellos rincones encalados y naranjos donde solo faltaba el azahar para parecer Lunes Santo. Seguramente él también estaba allí en la bulla, por lo menos su legado queda, cuando al rato un joven le indicaba a su impaciente padre que tipo de hermandad iban a visitar, por su contestación rápidamente supe que no eran de Sevilla cuando le contestó: “esta es como el Prendimiento de allí” a lo que el padre replicó: “pero esa no es la que hemos visto con olivo” a lo que el hijo nuevamente: “si pero esta es en el estilo de andar y hacer las cosas, no te lo puedo explicar…” mientras refunfuñaba su padre. Sepa Dios de dónde venían… pero al rato el padre le dice a alguien: “venimos de Linares…” ahí está el legado del capitán, de Andrés Gámez, Eugenio y de David también entre otros…“muchas gracias por tal comparación, yo soy costalero del Prendimiento de Linares”le espeté al joven linarense que no conocíamos de nada… sin duda en toda la jornada respiré el Prendimiento que a mí siempre me hizo disfrutar y sentirme a gusto, el que me abrió los brazos hace más de una década… seria la compañía y seguramente que allí también se sentía la presencia del que estaba en un taller sanándose de sus dolencias…


En San Jacinto el “sapatero” de las Penas nos hacía lamentarnos más de lo que de verdad se hubiese montado en Sevilla, seguro que un circo no, aunque por Santa Marina la impotencia hiciese obrar a Torreblanca actos que en Sevilla difícilmente se digieren, con el corazón en la mano, me pongo en la piel de ese barrio que sepa solo Dios cuando se les conceda otra oportunidad así. 


Y de ahí, despedirnos de Triana en la que es la casa de su reina, donde se palpó sin duda el ansia que levanta su Hijo de las Tres Caídas entre los cientos de visitantes, que apenas dejaban pasar por su capilla. Da rabia que apenas quince minutos de llovizna en todo el día rompiesen las salidas de Dios a la calles, a ese circo que tanto han proclamado unos y otros, pero en Montserrat me di cuenta de que eso era todo fruto de la envidia, por esos que se alegrarían incluso que lloviera en Semana Santa y se suspendiera  si la suya no pudiese salir. Ahí en la capillita, los pelos a flor de piel, seguramente el Señor de la Conversión sea la imagen de Mesa  que más me impacte de todas, aunque el Gran Poder tenga una unción inalcanzable. Éxtasis para la vista y el regusto barroco, pero ahí vi el sentido de todo… una señora se paraba junto a mí, a espaldas de Gestas, por el acento al hablarle al que seguramente fuese su marido, sin ser seguramente ni andaluza y quizás conocer la imagen por primera vez en su vida, se conmovió mirando al Señor hasta llegar a enmudecer sus ojos. Ella pilló mi mirada y me esbozó una ligera sonrisa como medio avergonzándose de que quizás pensáramos que era un llorona, pero no, vi que la fe inundó Sevilla, sin necesidad de salir pasos a la calle como muchos ansiaban, pero la estética cofrade se levantó de su letargo, y sin tener que moverse de sus iglesias, atrajo a la marea de propios y foráneos a las mismas, quizás atraídos en un plan turístico, pero tal como me consta, la gente se marchaba impactada por la veneración que aquellas formas desprendía entre el pueblo… quizás muchos comprendieron ese día esa magia que tiene la Semana Santa sevillana de la que tanto les hablo…



Por la Campana paisanos inundaban sus rincones, el amigo Ángel Real me recordó ese Cristo que tanto le gusta… el beso… la Redención de Sevilla. Y hasta Santiago marchamos, una vez más a impactarnos de la mole de caoba y oro, de esa sorprendente altura cuando lo tienes enfrente de tus narices. Cerca, en San Esteban ya se habían marchado al vía crucis, porque el rezo se realizó, unos dicen que acertadamente obraron y que las que no cerraron lo hicieron mal… ¿Por qué no podían estar los templos abiertos? ¿Es que había que imponer a la gente como rezarle al Señor y a su Madre bendita? No señores, los templos no fueron museos… que se lo digan a unos cuantos bailenenses de la Santa Vera Cruz como se marchaban si poder de dejar de mirar al Señor de la Salud en la iglesia de los Gitanos allá por el antaño templo del Valle, como al final David me tuvo que dar medio la razón de que le tendría que impactar como lo hizo conmigo el día anterior aunque en todo el día no pudiese borrar de su mente, el que es el Nazareno por antonomasia de Sevilla, aquel al que rezan “Padre nuestro, que estas en San Lorenzo…”. El pellizco por la plaza de San Juan de la Palma, rememorando eternos Domingo de Ramos para llegar a Montesión, donde una vez más todo lo que cobija la capilla del Rosario en Sevilla nos deslumbraba la mirada, el paso, el Señor, “mira Ricardo ésta es la “Chari” de Sevilla” y como una vez más nos dejó mudos a todos el “Soberano crucificado”, el Cristo de la Salud que alguna vez estos hermanos tienen que sacar a la calle en Jueves Santo.
Y esa mágica tarde comenzamos a respirar por los callejones del barrio. En un bar Jaime Babío tomaba un refrigerio, mientras este que les habla le comunicaba a Ricardo que ese era el artista que estaba restaurando a su Cristo, y que por ese entorno estaba su Soberano esperando la gloriosa vuelta a Linares. La verdad un sentimiento extraño sentimos, se notaba su aura cuando a este veterano costalero de Linares se le ocurrió que porque no le preguntábamos cual era el taller, que quería rezar un Padre Nuestro ante su puerta… y muchos seguirán diciendo que hoy no hay fe… se hizo un silencio, no se supo que contestar… mientras todos seguimos caminando hasta San Martín y volver nuevamente hasta Triana para visitar al Cachorro de Dios…


Ya se hacia la noche, impresionante día que mereció muchísimo la pena y eso que no se  montó el circo, mientras por la Cava una larga cola esperaba para reencontrase con el gitano alfarero que mirando al cielo… la vida se le escapa. Y en el interior, la casa de los “cachorristas” siguió enmudeciéndonos el alma. Portentoso paso –me encantó el exorno del monte-, retablo, elegantísima Señorita de Triana pero Él, como diría mi familia hace apenas dos meses; “era punto y aparte”. Mas rey que reo, más Dios que hombre, aunque a mí unas potencias no me hagan encontrar la diferencia… “Él es un Cristo especial para mí”, le dije a Ricardo, será porque me cabe el honor de haber tocado “desde aquí mismo” mientras Él nos miraba desde el retablo que con mármoles y oro intentamos emular los pobres hombres como Casa de Dios, como paraíso prometido. Algo que le sorprendió y le llenó de satisfacción, que su banda hubiese tocado en tan señero escenario. En ese instante sentí un impulso que en otras tantas ocasiones no he sentido, parecía que el Cristo de la Expiración quería que me llevase su emblema y por eso hoy miro colgando de mi cama la medalla de su hermandad recordando el momento, será la que me recuerde el año de la fe. También le dije a Ricardo que tocamos en la basílica donde vive la Madre de Dios en Sevilla… quiso completar la jornada visitando a la Esperanza Macarena, pero cuando llegamos ya en coche, parecía que estaban cerrando ya las puertas de la basílica de la Resolana y con ello, no a la hora deseada acabó un día magnifico, con magnifica compañía que seguro les llenó el alma a muchísimos sin necesidad de ver esos pasos moverse por la calles, aunque nos hubiése gustado también. Con la medalla del Cachorro en la mano, dibujando su indefinible escorzo le pedí lo de siempre, salud, trabajo… para todos, para los míos… el lunes mi hermano consiguió nuevamente un trabajito para poder llevar esta maldita crisis… y dicen que no hay fe, y dicen que los capillitas montamos circos… menudo circo de fe, para por lo menos saber cómo son de verdad esos  cuarenta días y esas cuarenta noches….




Fotos: David Parra Luque, propias y buscadas por la red.

2 comentarios:

  1. entradón Juan Pedro una vez más. Me encanta la forma en la que lo has expresado. no estuve allí pero de verdad sentia casi como si lo pudiera ver delante de mis ojos.
    a parte que voy leyendo y me encanta el poder conocer tu voz, el poder saber como te expresas. y casi que puedo adivinar qué tóno o qué énfasis le das a cada frase.
    Genial poder leerte una vez mas

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  2. sabes bien como son nuestras formas de movernos, y es lógico que leyendo prácticamente te sientas como si estuvieras entre nosotros.

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