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viernes, 18 de enero de 2013

A LA DIESTRA DE DIOS...


En el mes de enero también se cumple los tiempos inexorables de la vida cofradiera cuando una vez más y como siempre, la elegancia y el buen gusto “requeterancio” emerge allá por la collación de San Vicente. Pirámides que arden y chorrean la cera rememorando tiempos muy pasados, como si fuese la sangre de sus rodillas clavándose en el suelo, cargado de santo carey y siempre con su mirada perdida a su derecha, con forzando escorzo del cuello, para seguramente consolar las Penas de aquellos que lo buscan, como casi aquellas mujeres de Jerusalén a las que consoló en su camino al Gólgota, tal como nos legó la tradición cristiana. Él nacería para retablo, para mostrar su catequesis en el templo, para hacer humana y material las caídas de la vida y fueran bien contempladas, tan solo su diestra tomaría relevancia…. Quizás los vestigios que le quedan de sus ropas talladas pueden refrendar más esta teoría, de que Jesús de las Penas, el que vive en San Vicente quizás nunca fue sacado de la madera, quizás por algún Roldán –o su círculo-, para caminar evidentemente por Sevilla… pero caminó, se le antojó y tal como dice su capataz, Antonio Santiago nos utiliza como instrumentos para atravesar las calles mientras Sevilla siempre intenta buscar la diestra de Dios para perderse en su infinita mirada de pena y a la vez de consuelo…

Pero en esta entrada no vengo hacerles protagonista únicamente a la vieja Híspalis, aunque casi irremediablemente tenga que hacerlo, porque hablar una vez más de Jerez de la Frontera, es hablar de la “segunda Sevilla”… antes de sumergirnos por las callejas de la ciudad del flamenco, volveremos a Sevilla y rescataremos su memoria, quizás perdida por muchos. Hoy, cada Lunes Santo y desde hace ya unos cuantos años, la singular efigie del Señor de las Penas se pasea por Sevilla sobre unos de los más minuciosos y sublimes trabajos de talla sobredorada de Andalucía, coqueto joyero donde un tupido monte de clavel pareciese convertirse en un blando cojín para que las caídas del Señor fueran más livianas. Faroles de plata iluminan al iconográficamente magnifico Cristo que para completar más si cabe su estética y su esencia personal fue cargado con el peso de nuestros pecados interpretados en el singular carey, que un andujeño realizara hace ya unos cuantos  siglos. Pero si viajamos a esa Sevilla en la memoria, podemos contemplar la escena tan dispar a lo que muchos hemos conocido desde siempre… el Señor era el mismo pero todo lo que había bajo sus desplomando cuerpo era muy diferente… caoba o más bien madera en su color barnizada, complementada con piezas de orfebrería configuraban las esencia fúnebre del caminar de esta rancia y mustia hermandad, casi emulando al modelo del paso del Calvario, esa nueva versión de lo sobrio del siglo XX que comenzó a llevarse de la mano con el suntuoso dorado o plateado aunque al final esta opción le ganó la partida. Además, ya lo dije en aquellas entradas de Sevilla en la Memoria, si hoy siguiera este paso cargando con las Caídas de Dios, seguramente destacaría por los puntos luminarios que igualmente nos trajo el mítico paso del Calvario, al que llamaron “la mesa de billar boca abajo”… por los hachones de cera. Pero aquel paso, en origen dorado realizado en  1930 en el taller de Rafael Vélez Bracho y que posteriormente en 1943 fue reformado por el orfebre Andrés Contreras, poniéndolo en color caoba y añadiéndole dos faroles de plata, cuatro hachones de hierro forjado y otros apliques repujados, se sustituyó y hoy día sigue prestando sus servicios en Cantillana (Sevilla).




Una estampa a la que habría que añadirle la cruz arbórea en lugar de la de carey y plata que se esfumó del imaginario sevillano y ya solo queda para el recuerdo en el mundo del color sepia. Pero curiosamente si alguien le gustase rememorar aquellas escenas, casi bastaría con acercarse cada Miércoles Santo a la ciudad de Jerez de la Frontera. Tras la Guerra Civil se funda en Jerez una hermandad que rendiría culto a Nuestro Señor advocado de la Salud en sus Tres Caídas en la jerezanísima iglesia de San Lucas, y el modelo fue una vez más; Sevilla… y como seguramente querían organizar una hermandad seria, de centro, tomaron la esencia del paso de Jesús de las Penas de San Vicente. La imagen la realizaría en 1941 un imaginero valenciano afincado en la ciudad llamado Ramón Chaveli Carreres, que se convertiría en el “Lastrucci de Jerez” por su gran aportación al procesionismo jerezano durante los años de la dictadura. Una imagen fiel al estilo de su autor, con esa mezcla levantina personal con el barroco andaluz que lo hace inconfundible pero siguiendo casi al dedillo la iconografía casi retablística del quizás Cristo “ronaldesco” sevillano que hace que Jerez también busque la diestra de Dios cada Miércoles Santo o cada día del año, porque no necesitaría la pátina de los siglos para convertirse en unos de los grandes referentes devocionales de la ciudad, tanto en su estancia en San Lucas como en la estación de penitencia donde es seguido por muchísimas “promesas” como diríamos en mi pueblo, es decir personas de paisano siguiéndolo tras el paso…










Y el paso siguió las directrices del sevillano, canasto de bombo de oscura madera de Ukola salpicado de la refulgente plata mientras cuatro sobrios hachones iluminan las tristes caídas del que reparte Salud por Jerez, porque en la advocación no se fue tan fiel con Sevilla. Una esencia que le da personalidad aunque a mí este tipo de elemento luminario me siga retrotrayendo más a lo luctuoso de un Cristo crucificado pero que ya esté muerto o un Cristo Yacente. El portuense José Ovando Merino talló las andas más la inclusión de los trabajos de orfebrería de Emilio Landa y Villareal de Sevilla. Para completar la escena del pasado, el Señor de la Salud en sus Tres Caídas porta la cruz arbórea completando una estampa que a los más viejos en Sevilla les llevaría a volar a otras épocas. Incluso con la Madre quizás se tomaría algo de la corporación sevillana de San Vicente. Ella no sigue la esencia de la sevillana, no mira al cielo y la misma se trata de una imagen posiblemente relacionada con la escuela gaditano-genovesa que fuese durante dos siglos procesionada por la hermandad del Nazareno con la advocación de Ntra. Sra. del Traspaso, pero curiosamente Ella, al ser cedida a la nueva hermandad seria llamada Dolores aunque su palio no sea de cajón ni lleve la evocadora crestería que rasga la noche de cada Lunes Santo por la sevillana calle Cardenal Cisneros ya de recogía al compás de las sublimes partituras que tan solo su encantador sabor pudo inspirar…

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