Aquí se muestra lo que la historia nos ha contado pero no lo que seguramente ocurrió en realidad… este lienzo es la obra más famosa, de un pintor según leo de la crítica; discreto, Joaquín Turina y Areal, del cual se dice que lo más grandioso que hizo junto a este lienzo fue ser el padre de uno de los más grandes músicos que ha dado este país, evidentemente me refiero a Joaquín Turina Pérez, el de “Margot” para se me sitúen los que son como yo no son muy doctos en la universalidad de la música. Y como digo, su padre, supongo que al igual que su hijo seria hermano de Pasión – al que le dedicó la única marcha de su carrera-, y si no lo era, seguro que alguno me lo confirmará, le dio por recrear dentro del movimiento Costumbrista en el que se movió lo que pudo ser la salida del otro gran Nazareno de Sevilla, en lo artístico y en lo devocional, Ntro. Padre Jesús de la Pasión, hoy residente y asentado en la iglesia del Salvador.
Pero Turina Areal quiso recrear las primeras estaciones de penitencia de esta sublime imagen y recreó, un quizás magnifico escenario donde figuraban los personajes, costumbres y maneras de hacer de las cofradías en los tiempos en que tuvo que realizarse la portentosa talla del Nazareno. Una puerta ojival de lo que sería el convento Casa Grande de la Orden de la Merced –otros apuntan a San Miguel-donde se fundó la hermandad y donde presumiblemente llegaría la talla del Señor, acompañada de monjes, supongo que mercedarios, el clero y los monaguillos, el público obviamente revestido a las modas del siglo XVII y lo que entonces sería muy común, los hermanos flagelantes, nazarenos con túnica blanca que se flagelaban las espaldas desnudas durante todo el recorrido para su particular penitencia hasta que fueron suprimidos por el Rey, aunque hoy en el mundo sigan quedando reductos de aquella practica penitencial y “gore” como se definiría hoy día.
Pero es destacable la presencia de un hombre mayor sentando en primer término, contemplativo y extasiado viendo salir el paso, entonces andas, antes de que llegaran los pasos más grandes transportados en el interior por los “gallegos” o costaleros. Aunque como Turina imaginó, aquellas andas ya serian de unas dimensiones mayores para poder albergar, lo que los siglos nos han venido contando, el conjunto que ideó precisamente el señor sentado de pelo plateado, el cual representa a la inmortal figura de Juan Martínez Montañés, el que solo la tradición y la investigación científica nos lo ha reconocido como el autor o posible de la portentosa imagen que cada año es una de las grandes protagonistas de enero, abriendo el antepenúltimo tramo hasta “la gloria” con su besamanos y la novena y que si Él lo ve conveniente nos dará un anticipo de su bendita presencia por las calles de Sevilla dentro de apenas un mes en el Vía Crucis de la Fe, donde por cierto recreará una estampa del pasado, luciendo sobre su paso una de sus magníficas túnicas bordadas, que tal como dicen los eruditos, para lucirlas fueron concebidas estas imágenes en el momento y pensamiento de su creación, aunque las modas las han humanizado y “humildadizado” con las túnicas lisas. Algunos pensaran: “experimentos para una cita extraordinaria”, seguramente pero lo que ha tenido claro la hermandad, con cabildos pasados incluidos, es en seguir procesionando, a mi gusto sin acierto, al Señor sin su complemento esencial –y eso que representará la 8ª estación-, el Cirineo.
Aquel señor sentado del lienzo, dicen los expertos lo ideó para ser ayudado por Simón de Cirene, si es que lo hizo Montañés, porque según las leyes mientras no exista un contrato de ejecución, la imagen se debe considerar anónima ¿si hoy no se realizara una imagen con contrato, seria también anónima? … aunque algunos historiadores se sigan sirviendo de otros recursos para afirmar estas paternidades, como testamentos, más recientemente notas de prensa o incluso como ocurre en este caso, el testimonio escrito contemporáneo a Montañés del mercedario fray Juan Guerrero afirmando que el Nazareno de Pasión "...es obra de aquel insigne maestro Juan Martínez Montañés, asombro de los siglos presentes y admiración de los por venir...", un fraile que ingresó en la orden en 1615, vamos en pleno apogeo del imaginero de Alcalá la Real, lo cual dejaría mucho a la duda de que el mismo se guiara por una fama popular para adjudicar esta imagen a alguien que no la hubiese realizado. Por ello se apunta las fechas de 1610 a 1618 –está documentado que la imagen ya recibía culto en 1619- como el intervalo de tiempo en que tuvo que realizarse la imagen, un contrato que pudo surgir gracias a la intercesión de fray Juan de Salcedo y Sandoval, a la sazón cuñado del escultor, quien pudo servir de intermediario entre éste y la corporación.
Por ello los siglos nos han legado su nombre como el de su autor sin ningún género de dudas, incluso transmitiéndonos la leyenda en que Montañés contemplaba el procesionar de la imagen por diversos puntos de su itinerario extasiado –lo que refleja el lienzo de Turina-, preguntándose como sus manos podían haber creado tal portento de obra, tanto en lo artístico como en la poderosa unción sagrada que desprende, que incluso se decía que le hablaba a la imagen ya que según el maestro, el Señor tomaba vida y le contestaba –y eso que fue perseguido por la Inquisición por su posible pertenencia a los “Illuminati”-, convirtiéndose para la posteridad “en el hombre que hablaba con Dios…”
Por portentos así, hoy día se le sigue llamando “el dios de la madera”, el cual gozaría de una indudable fama durante los siguientes siglos, por lo cual cualquier obra de gran mérito en la ciudad –y fuera de ella-, sobre todo las procesionales, no serían atribuidas a su mano, sino que sin duda serian adjudicadas sin ninguna vacilación al quehacer de su genialidad, que cuando la vida comenzó a sacar de los papeles amarillentos de los archivos a los demás genios que nos legaron sus genialidades, incluso la sociedad sevillana y los cofrades se lo tomaron a mal e incluso como si de ello se tratara, como una ofensa al gran Montañés, el cual al parecer fue más solicitado para labores retablísticas que para imaginería procesional. Muchos monumentos a su memoria incluso quedaron algo “ridículos” cuando saltó a la fama el nombre de su gran discípulo, Juan de Mesa, del que dicen pudo influir en la hechura del Señor de Pasión al inspirar a su maestro sus nuevas ideas ya que la imagen de Pasión nos muestra en su rostro líneas muy clásicas, con una enorme fuerza expresiva alejada de la concepción idealizada del Cristo de los Cálices de la Catedral (1606)y transformada en una imagen capaz de transmitir el sufrimiento humano, agudizando el claroscuro y aumentando su dramatismo como obra que era para ser vista en la calle, y no de oratorio. A lo que habría que añadir la portentosa policromía que imprimían los “policromadores de imaginería”, que a su vez eran los pintores que en muchos casos nos legaron las inigualables genialidades barrocas sobre lienzo de la escuela sevillana. Está documentado que Francisco Pacheco del Rio trabajaba con Montañés –con el cual pleiteó por policromar el imaginero alguna de sus obras-, lo que los expertos casi no dudan de que fue él quien policromó al Señor de Pasión, incluso sin descartar la participación en la misma de su más inmortal discípulo, Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, el cual nos legó como fue el rostro del maestro con sus inmortales pinceladas.
Como dije, muchos monumentos al más ilustre imaginero “sevillano” –recordemos que era jiennense de nacimiento- donde el maestro posaba con su hasta entones más elogiada obra, el Gran Poder de su discípulo Mesa, quedaron un poco “ridículos” y por ello, la efigie del maestro que se encuentra a los pies del Salvador –supongo por estar en su interior su obra procesional quizás hoy más incuestionable- fue representada con su documentada Inmaculada conocida como “La Cieguecita”, no vaya a ser que Pasión resultase algún día, salido de otra gubia que no fuera la de Montañés.
Curiosamente quedó para la historia este curioso poema escrito por José García Rufino con el seudónimo de “DON CECILIO DE TRIANA” el 12 de diciembre de 1930 - a raíz de descubrirse que Juan de Mesa fue el autor del Cristo del Amor- en las páginas del periódico “El Noticiero Sevillano” el siguiente poema bajo el título de:
“INCERTIDUMBRE ARTÍSTICA: ¿QUIEN HIZO AL CACHORRO?”
"Como ahora investigadores
nos han salido a granel
hay un señor que probando
su erudición y saber
y revolviendo papeles
viejos, averigua que
las más famosas imágenes
no han sido hechas por quien
se decía, sino por un
tío suyo o primo tal vez.
Primero le tocó el turno
al Señor del Gran Poder
que se dijo no era obra
de Martínez Montañés;
luego, el Cristo del Amor
dicen no es suyo también,
y ahora salen con que el Cristo
que está en Santa Isabel,
tampoco lo hizo Martínez,
y a este paso saldrá que
el escultor que creíamos
de más fama y de más prez,
lo que hacía no eran imágenes
pues se ocupaba de hacer
en la Alcaicería muñecos
para el Portal de Belén.
Ahora es a Juan de Mesa
al que se le quiere hacer
autor de esas maravillas
¡Y al pobre Martínez, que
lo parta un rayo y no quede
nada de la fama de él.
Los cofrades, escamados
están, y de alguno sé
que a la imagen del Señor
dice: ¡Padre mío, a ver
si sabemos de quien eres!
Dínoslo, por un divé.
Y en el Salvador, en tanto
y más negro que la pez
en su pedestal subido
para el que quiera algo de él,
tienen ustedes con cara
de vinagre a Montañés,
que ni el Cristo del Amor
hizo, ni al Gran Poder,
ni el de Pasión, ni el del
convento de Santa Isabel,
según los papeles viejos
se ha logrado, al fin, saber."
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